miércoles, 15 de junio de 2016

SUSTO O MUERTE.

Hace apenas una quincena, la Iglesia de Roma conmemoraba la muerte de Juana de Arco, a saber, una de las figuras que, más allá de las observaciones metafísicas de las que pueda ser objeto, mejor refrendan el procedimiento natural desde el que resulta netamente comprensible el fenómeno de la consagración de un mito.

Muere un 30 de mayo la Juana de Arco terrenal, e inmediatamente toma el relevo la Juana leyenda. Como tal, ya no es que todas las imperfecciones e imposturas por ella cometidas en vida queden borradas, es que son obviamente ignoradas. Como tal, da igual que el resultado de su muerte, hay que recordar producida en la hoguera, tuviese lugar en cumplimiento de una sentencia pronunciada desde un Tribunal Religioso.
Todo eso, incluyendo la propia muerte, en tanto que tal, carece de importancia. Solo queda el hecho de que su capacidad para el martirio ha promovido no ya su supervivencia en forma de leyenda, sino la postergación de su recuerdo en cánones de eternidad.

Y todo, por saber jugar sus cartas. Aunque tal vez sería más justo decir que por estar en el momento adecuado, en el momento propicio. La historia decidió. Para algunos de su época, una heroína. Para otros, una loca iluminada. En cualquier caso, un mito. Y como premio, la posteridad.

De vuelta a la realidad, cuando adopta ésta la forma de presente, lo cierto es que inmersos como estamos en el contexto propiciatorio que nos proporciona el periodo electoral, no es poco cierto el suponer lo bien que le vendría, en especial a uno que yo me sé, dar con la tecla, aunque no para ello resulte imprescindible llegar al martirio; si bien en cualquier caso sí tiene igual de seguro que su desaparición, sea ésta en loor de multitudes, o en la soledad de un callejón llamado dimisión la misma tarde del día 26 de junio, viene a representar un hecho tan seguro como el que puede esperarse de afirmar que la lluvia moja.

Porque a la vista de los últimos acontecimientos, o más concretamente tras la interpretación que cabe hacerse no ya de algunas interpretaciones, como sí más bien de algunos silencios; la respuesta a la incógnita que resume la cuestión que en relación al futuro de Pedro Sánchez cabe hacerse, no pasa ya por si su futuro al frente del Partido Socialista ¿Obrero? Español es ya una quimera; la cuestión versa ya en torno a si la mencionada institución será capaz de sobreponerse, no tanto a la misma, sino más bien a los previsiblemente penosos resultados que las urnas les deparen. Unos resultados tan penosos, que bien podría hacer bueno a Almunia.

Una vez superado el trago del 26 de junio, ¡Ay! de aquellos que de verdad crean superado el trago. De hecho, el trago comenzará muy probablemente entonces. Porque de los resultados que de esa tarde de domingo trasciendan, o más concretamente de la interpretación que de los mismos se hagan, puede que dependan muchas cosas entre otras, y probablemente de las más importantes, que los socialistas puedan seguir así llamándose. O al menos que no tengan que pedir permiso a otros para hacerlo.

Porque de los resultados que las urnas arrojen el próximo domingo de cita electoral, o más concretamente de la polvareda que los mismos susciten a partir del lunes, podrá devengarse no ya la supervivencia del PSOE sino más bien el grado de certeza con el que podamos apostar a su recuperación, siquiera incierta, en un periodo de tiempo más o menos breve.

La cuestión es sencilla, y se resume más o menos en el siguiente esquema:

Si el PSOE decide inmolarse por medio del procedimiento que representaría su cesión al yugo de los intereses de la coalición formada por IU y PODEMOS; su muerte habría de aducirse a una suerte de inmolación la cual podría describirse a partir de la asunción de conceptos tales como los que proceden del sacrificio que supone ser fagocitado.
Se trataría de una muerte sí, pero no de una muerte definitiva. Dicho de otro modo, la cita con lo legendario que de tal sacrificio describiría, bien podría traducirse en la gestación de un espacio-tiempo en el que la Idea Socialista podría permanecer en suspensión, sumida en una especie de letargo, del que la previsible mejora de las circunstancias vinculada al mero paso del tiempo, haría no solo posible, incluso recomendable, un retorno del PSOE.

Si por el contrario es la idea de la gran coalición junto al PP la que seduce al PSOE, no seríamos pocos los que atribuiríamos tamaño desatino no tanto a la toma de una decisión amparada no tanto en el bien del Partido, como sí más bien en la supervivencia del asiento al que parece inherentemente vinculado su actual Secretario General. Es así que de darse esta suerte de muerte garantizada, cualquier vestigio de loa quedaría inexorablemente borrado.
No es ya que el futuro del PSOE penda de un hilo. Es que muy probablemente, de tal proceder, pueda extraerse una derivada en apariencia no contemplada por las altas esferas, que se traduzca en la manifiesta incapacidad para hacer transitar por los caminos que la Lógica exige, a las que sin duda inevitables explicaciones que a las bases del partido habrá que dar. Unas explicaciones que se volverán de inevitables a muy probablemente incomprensibles cuando los mismos que a PODEMOS le negaron el pan y la sal, justifiquen ahora un festín al que el Partido Popular asista como invitado de honor.

Comienza pues la reunión del Santo Tribunal de la Inquisición….



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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