Hace apenas una quincena, la Iglesia de Roma conmemoraba la
muerte de Juana de Arco, a saber, una de las figuras que, más allá de las
observaciones metafísicas de las que pueda ser objeto, mejor refrendan el
procedimiento natural desde el que
resulta netamente comprensible el fenómeno de la consagración de un mito.
Muere un 30 de mayo la Juana de Arco terrenal, e inmediatamente toma el relevo la Juana leyenda. Como
tal, ya no es que todas las imperfecciones e imposturas por ella cometidas en
vida queden borradas, es que son obviamente ignoradas. Como tal, da igual que
el resultado de su muerte, hay que recordar producida en la hoguera, tuviese
lugar en cumplimiento de una sentencia pronunciada desde un Tribunal Religioso.
Todo eso, incluyendo la propia muerte, en tanto que tal,
carece de importancia. Solo queda el hecho de que su capacidad para el martirio ha promovido no ya su
supervivencia en forma de leyenda, sino la postergación de su recuerdo en
cánones de eternidad.
Y todo, por saber jugar sus cartas. Aunque tal vez sería más
justo decir que por estar en el momento
adecuado, en el momento propicio. La historia decidió. Para algunos de su
época, una heroína. Para otros, una loca
iluminada. En cualquier caso, un mito. Y como premio, la posteridad.
De vuelta a la realidad, cuando adopta ésta la forma de presente, lo cierto es que inmersos como
estamos en el contexto propiciatorio que nos proporciona el periodo electoral, no es poco cierto el
suponer lo bien que le vendría, en especial a uno que yo me sé, dar con la tecla, aunque no para ello
resulte imprescindible llegar al martirio; si bien en cualquier caso sí tiene
igual de seguro que su desaparición, sea ésta en loor de multitudes, o en la
soledad de un callejón llamado dimisión
la misma tarde del día 26 de junio, viene a representar un hecho tan seguro
como el que puede esperarse de afirmar que la lluvia moja.
Porque a la vista de los últimos acontecimientos, o más
concretamente tras la interpretación que cabe hacerse no ya de algunas
interpretaciones, como sí más bien de algunos silencios; la respuesta a la
incógnita que resume la cuestión que en relación al futuro de Pedro Sánchez
cabe hacerse, no pasa ya por si su futuro al frente del Partido Socialista
¿Obrero? Español es ya una quimera; la cuestión versa ya en torno a si la
mencionada institución será capaz de sobreponerse, no tanto a la misma, sino
más bien a los previsiblemente penosos resultados que las urnas les deparen.
Unos resultados tan penosos, que bien podría hacer bueno a Almunia.
Una vez superado el trago del 26 de junio, ¡Ay! de aquellos
que de verdad crean superado el trago. De hecho, el trago comenzará muy
probablemente entonces. Porque de los resultados que de esa tarde de domingo
trasciendan, o más concretamente de la interpretación que de los mismos se
hagan, puede que dependan muchas cosas entre otras, y probablemente de las más
importantes, que los socialistas puedan seguir así llamándose. O al menos que
no tengan que pedir permiso a otros para hacerlo.
Porque de los resultados que las urnas arrojen el próximo
domingo de cita electoral, o más concretamente de la polvareda que los mismos
susciten a partir del lunes, podrá devengarse no ya la supervivencia del PSOE
sino más bien el grado de certeza con el que podamos apostar a su recuperación,
siquiera incierta, en un periodo de tiempo más o menos breve.
La cuestión es sencilla, y se resume más o menos en el
siguiente esquema:
Si el PSOE decide inmolarse
por medio del procedimiento que representaría su cesión al yugo de los
intereses de la coalición formada por IU y PODEMOS; su muerte habría de
aducirse a una suerte de inmolación la cual podría describirse a partir de la
asunción de conceptos tales como los que proceden del sacrificio que supone ser
fagocitado.
Se trataría de una muerte sí, pero no de una muerte
definitiva. Dicho de otro modo, la cita con lo legendario que de tal sacrificio
describiría, bien podría traducirse en la gestación de un espacio-tiempo en el que la
Idea Socialista podría
permanecer en suspensión, sumida en
una especie de letargo, del que la previsible mejora de las circunstancias
vinculada al mero paso del tiempo, haría no solo posible, incluso recomendable,
un retorno del PSOE.
Si por el contrario es la idea de la gran coalición junto al PP la que seduce al PSOE, no seríamos
pocos los que atribuiríamos tamaño desatino no tanto a la toma de una decisión
amparada no tanto en el bien del Partido, como sí más bien en la supervivencia
del asiento al que parece inherentemente vinculado su actual Secretario
General. Es así que de darse esta suerte de muerte garantizada, cualquier
vestigio de loa quedaría inexorablemente borrado.
No es ya que el futuro del PSOE penda de un hilo. Es que muy
probablemente, de tal proceder, pueda extraerse una derivada en apariencia no
contemplada por las altas esferas, que
se traduzca en la manifiesta incapacidad para hacer transitar por los caminos
que la Lógica exige, a las que sin duda inevitables explicaciones que a las
bases del partido habrá que dar. Unas explicaciones que se volverán de
inevitables a muy probablemente incomprensibles cuando los mismos que a PODEMOS
le negaron el pan y la sal, justifiquen
ahora un festín al que el Partido
Popular asista como invitado de honor.
Comienza pues la reunión del Santo Tribunal de la
Inquisición….
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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