miércoles, 1 de agosto de 2012

LA POLÍTICA DE LAS AUTONOMÍAS EN ESPAÑA. DEL “CAFÉ PARA TODOS”, AL EMPACHO GENERALIZADO.


La relación que históricamente puede establecerse entre España, y su Política de reconocimiento de las diferencias históricas, existentes entre sus distintos territorios, más comúnmente conocida como “Política de las Autonomías”; constituye en sí misma no ya una de las mayores fuentes de dificultad a la hora de consolidar cualquier intento de coherencia, sino que abiertamente se revela, en estos tiempos que corren, como la mejor, por no decir la única, excusa en la que unos y otros pueden limar sus asperezas retóricas en estos tiempos tan pobres que vivimos.

Sin embargo, y antes de que me pueda la tentación de engarzar mi exposición por el argumento de la pobreza, como no obstante la ONU ha hecho a la hora de satisfacer las exigencias no ya de nuestro Presidente, sino en términos más propio de la Señora SÁENZ DE SANTAMARÍA, “todo es conforme a la responsabilidad para con el programa electoral del Partido Político que nos ha alzado hasta el Gobierno”; y así reconocer, en su último informe oficial que “…El Gobierno Conservador que actualmente rige los destinos de España ha promovido, en consonancia con su política económica, y más concretamente desde la implantación de las últimas reformas, promover activamente el deslizamiento hacia los límites de la pobreza a un importante segmento de la población el cual (…) específicamente en el caso de la infancia, se cifra en que un 25% más de niños que hace un año, viven hoy por debajo del umbral de la pobreza aquí, en España.
Ciertamente, mucho trabajo para Cáritas..

Semejante afirmación constituye, en contra de lo que pueda parecer, el mayor alegato a la hora de poner de manifiesto la verdadera ideología que subyace no ya al Gobierno, sino abiertamente a todos aquéllos que, hoy por hoy, sigan sumidos en la convicción de que, efectivamente, esto es lo que hay que hacer.

Es cierto que la ideología ha de tener su campo de desarrollo, un campo que durante siglos ha escrito sus mejores episodios en el que es, inherentemente, su hogar. Me estoy refiriendo al Congreso de los Diputados, otrosí, hasta la llegada del actual, el que rechaza abiertamente los enfrentamientos retóricos en la Tribuna de Oradores o prefiere presentarse exclusivamente para votar. Un Parlamento que hasta la llegada del Sr. RAJOY, estaba hecho para hablar, como manifestación evidente de la actividad política en toda su transcendencia.

No se trata de que el silencio amenace a la Democracia. Se trata más bien de que la sensación de que no se tiene nada que decir, bien porque no se considera oportuno, bien porque el rodillo de la mayoría absoluta convierte en absurdo cualquier acción de diálogo; nos sume día tras día en la convicción de que nos han hurtado cualquier posibilidad de asistir a la más mínima representación de Actividad Parlamentaria, causando con ello un daño mortal a la Democracia, un daño del que sin duda tardará muchos años en recuperarse.

Pero, ¿dónde radica el verdadero detonante de todo esto?

Acusar al rodillo de la mayoría absoluta, está ya, en sí mismo, muy manido. Si bien el uso que el Partido Popular hace de su mayoría parlamentaria demuestra la bondad del dicho según el cual las mayorías absolutas alimentan el espíritu de las tiranías dentro de las Democracias; no es menos cierto que como hemos constatado, éste se trata de un procedimiento, de un desarrollo factual, no de una principio en si mismo.
Por ello, para encontrar la fuente de la enfermedad que nos asola, hemos de mostrarnos más exigentes, hemos de profundizar con más intensidad no sólo en los considerandos de la actividad política humana, sino que imperiosamente hemos de analizar con rigor al agente activo de la Política con mayúsculas; esto es, al propio Hombre, en tanto que ser político.

Comprendida tal necesidad, y desencadenados en consecuencia los mecanismos imperiosos, llegamos a que, sin duda, uno de los elementos fundamentales que actúan como condicionante de las actividades políticas (públicas por definición), se identifica en esencia con uno de los componentes más íntimos que el Hombre posee, a saber, su ideología.
Sin perdernos en análisis extremos, por miedo a resultar excesivamente cadentes, podemos decir que la ideología bien puede definirse como un mecanismo humano de alcance netamente psicológico que, sin necesitar en la mayoría de ocasiones de un marcado carácter racional, bien puede a veces afectar a la toma de decisiones reales, supeditando para ello incluso a veces al juicio que otros elementos más proclives tales como la propia razón, podrían condicionar de manera expresa a la propia toma de decisiones.

Se trata en definitiva de entender que la ideología, puede determinar nuestros comportamientos, tan bien o mejor de lo que por otro lado lo hace la razón, sin que por otro lado sea necesario exigirle los valores de coherencia que, por otro lado resultan imprescindibles a la hora de juzgar los resultados de un hecho acaecido netamente bajo el paradigma racional.
La ideología supone, en muchos casos, el último refugio al que pueden aspirar muchos políticos. Refugio de conductas a menudo rancias o abiertamente reaccionarias, la ideología se convierte a menudo en la única excusa que los mortales podemos argüir de cara a comprender voluntades, que más pronto que tarde acabarán convertidas en disposiciones legales. Estoy pensando específicamente en El Sr. GALLARDÓN, y sus denodados esfuerzos por modificar la actual Ley de interrupción voluntaria del embarazo, a saber, ley del aborto.
Como fácilmente puede extrapolarse, asuntos candentes como el mencionado, o en cualquier caso otros no tan flagrantes, aunque sí marcadamente subjetivos, constituyen sin el menor género de dudas terreno abonado para que los adalides de la doctrina, campo fértil en el que suelen desembocar los ríos de la ideología; decidan aleccionarnos.

Y es entonces, y así, cuando retumba de nuevo en nuestros oídos, el que ya pensábamos olvidado debate sobre el Estado de las Autonomías.

De todos es, o debería ser sabido, que el debate sobre la condición multidisciplinar del Estado de España, no se sustenta realmente en condicionantes técnicos. De ser así, tiempo ha habido sin duda para revisarlos, acudiendo a los respectivos Estatutos de Autonomía, resolviendo a través de la propia Constitución los elementos que pudieran resultar confusos. La verdadera pelea por el Estado de las Autonomías, se centra completamente en una cuestión pura y dura, y me atrevería a decir que a estas alturas es ya la última, cuestión netamente ideológica. Y lo es claro desde el momento en que se resume en una frase tan contundente, como conspiradora. España es ¡Una, Grande y Libre!

Semejante sentencia, fácilmente reconocible, tanto para quienes la corean, como para los que la denostamos, constituye una de las pocas declaraciones de intenciones expresamente impregnadas de ideología que actualmente nos quedan. Como tal manifestación de ideología, carece a todas luces del menor soporte racional, lo que reduce de igual manera, en cantidades exponenciales, el condicionante expreso de poseer el más mínimo recurso procedimental que permita el desarrollo ordenado de cualquier acción encaminada a lograr la consecución de sus objetivos. Por ello, resulta imprescindible, aprovechando ahora sí el peso de sus 185 Parlamentarios, arbitrar cuantos mecanismo sean posibles orientar en ese sentido, con tal de vestir de lagarterana, lo que no es sino uno más de los ataques que esta Derecha de juguete, emponzoñada y caciquil, lanza contra todo aquello que, o bien no comprende, o bien necesitar destruir.

Acudirá entonces a su arsenal, en busca de cuantos recursos, o no, sean suficientes para argumentar, aunque sea de manera ficticia, sus disposiciones. Y entonces, una vez más, como el caballo blanco de El Cid, volverá a hacer uso del arma que mejores resultados le ha dado. El arma que les ha llevado a La Moncloa, a saber La Crisis, y su Derivada colateral, el miedo.

El Estado de las Autonomías, definido para sistematizar las naturales diferencias que en el seno de España conviven, ha superado todos y cada uno de los ataques que propios y extraños han tenido a bien dirigirle. Veremos si no se convierte en la enésima víctima de la Crisis.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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