miércoles, 29 de agosto de 2012

DE LOS SÍNTOMAS DE QUE DE NUEVO SON UNAS POCAS LAS COSAS CAMBIADAS, PARA QUE EN DEFINITIVA NO CAMBIE NADA.


Si uno mira ya en su derredor, y lo hace con la suficiente capacidad crítica, muchos son los síntomas que nos llevan a la conclusión de que, una vez más, ejerciendo el derecho que le da su perentorio carácter de temporal, no es ya que el otoño se aproxime, sino que lo que determina e grado del drama que se avecina, es que el verano, toca una vez  más a su fin.
Pulsamos sutilmente el ambiente a nuestro alrededor, y prestos comprobamos cómo las tradicionales carreras, unos en pos de los uniformes escolares, los más en pos de los libros de texto, se encuentran ya en su apogeo. Quien más quien menos, conoce a alguna familia que anda trastablillada porque, o bien su hijo no ha obtenido plaza en el colegio elegido por ello, o en el peor de los casos es conocedora de algún caso en el que otros han falsificado datos, de empadronamiento por ejemplo, para quedarse con la plaza que, ineludiblemente le correspondía a su hijo.
Otros, alejados de la condicionalidad moral, acudimos a menesteres más simplones, tales como el de reconocer la llegada paulatina del general invierno, en hechos no menos ajenos al protocolo, tales como el disfrute de la larga lista de coleccionables, sí, de esos de los que casi todos tenemos el numero uno, justo en la misma proporción en la que de parecida manera nadie los acaba.

En cualquier caso, una vez más, y gracias sin duda a ese carácter unificador con el que el Partido Popular impregna todas sus medidas, aquello que a todas luces convertirá en definitiva la certeza de que el otoño en este caso, o más concretamente el uno de septiembre ha llegado, lo encontraremos en la genialidad que constituye la subida del IVA, siempre atendiendo, no lo olvidemos, a esa extraña lógica según la cual el hecho será responsable diferido de la mejora de la actividad económica.

Muchos son a estas alturas los indicadores que demuestran no ya que la actividad económica no presenta el menor viso de que a corto plazo vaya a mejorar. Más bien son más las certezas que nos llevan no a aventurar, sino verdaderamente a argumentar, que la situación va a ser abiertamente catastrófica, agudizada esta catástrofe en el cuarto trimestre que nos queda del año, para arruinarnos definitivamente de cara al suave aterrizaje que los eruditos predisponen para describir el escenario de los próximos dos años.
Sin embargo una vez más, y sin ánimo de menoscabo hacia parte alguna, para mí la mayor prueba de verdad en relación a la necesidad de constatar la magnitud de la crisis que está por llegar, aparece de manera cristalina una vez comprobado el reaccionar de los políticos de medio pelo, a saber en este caso, en este país, los que ostentan funciones de medio poder en instituciones tales como Diputaciones, Comunidades Autónomas, e incluso determinados Ayuntamientos, estos bien porque supongan en sí mismos alguna recompensa, con la salvedad de lo ocurrido en Madrid (donde ha bastado con darle “a la botella” lo que previamente le fue dado a Gallardón.) O por el contrario porque constituyan escalón imprescindible para acceder a esas mismas instituciones ya aludidas.

Mas a pesar de todo ello, lo que a mí me ha servido para establecer definitivamente el talante definitivo de todo lo expuesto hasta el momento, ha de ser buscado, una vez más, en la inconmensurable certeza que proporcionan los acontecimientos políticos.
Así, cuando el pasado sábado se produjo la temida llamada telefónica en la que el todavía Presidente de la Comunidad Autónoma de Galicia llegaba, y no precisamente por sí sólo a la terrible certeza de que si quería no ya revalidar la mayoría absoluta, sino simplemente conservar el sillón de la Presidencia de la Xunta, no podría bajo cauce alguno esperar a marzo; no hizo sino desvelarnos entre líneas el voltaje, si no abiertamente la intensidad de los apretones que todavía a día de hoy, nos tiene reservado este gobierno.
Interpretando la llamada en sentido inverso al propio, esto es al que marcaba su procedencia, las respuestas que Mariano RAJOY sin duda dirigió al todavía presidente gallego, hubieron de ser del todo menos gratificantes porque ¿Cómo entender si no que unas medidas tomadas en Madrid puedan tener semejante trascendencia en Galicia? Nada menos que en Galicia, la “cuna” del movimiento a día de hoy.

Pues háganse así una idea, si no clara, sí sin duda lo suficientemente cristalina, del grado de apretones a los que vamos a estar sometidos, cuando menos los dos próximos años.
Del orden de 172.000 son los millones que nuestro maravilloso Gobierno ha anunciado se encuentra capacitado para reconducir en los dos próximos años. ¿Hace falta que enumeremos de dónde? Hoy mismo la cínica Ministra de Sanidad, Sra. MATO (tiene narices) ha dado una serie de pistas claras. Ha reconocido sin recato alguno, y sin el menor resquicio de pudor, que “volvemos a los cánones de implantación de una Ley de 1986.” A lo mejor todavía esperaba que le hiciésemos la ola.

Sin embargo, el detonante definitivo de todo lo dicho estaba aún por llegar, y sólo se ha manifestado una vez Cataluña ha hecho pública su manifiesta necesidad de acudir al mal llamado Fondo de Rescate Autonómico, del que habrá de sacar, expoliar según algunos, nunca menos de cinco mil millones de euros.
Sin entrar tan siquiera en condicionantes objetivas, atendiendo de manera exclusiva al río de reacciones que el hecho ha provocado, y en especial a la manera mediante la que tales consideraciones han sido expresadas, es cuando uno puede empezar a intuir nuevamente la talla del verdadero drama conceptual en el que se halla inmerso el país.

El mero hecho de que exista una disputa abierta que afecta a la propia consideración de la justicia de los fondos, (me refiero al otrora viejo debate según el cual, si atendemos a los portavoces catalanes Cataluña siempre ha aportado a las arcas del país español más dinero del que luego ha revertido en el Tesoro del Reino de Cataluña, lo que subyace no es ya una cuestión de propensión al autogobierno, sino más bien una mera cuestión de absoluta, flagrante y maliciosa ausencia de generosidad, salpicada eso sí con unas gotas de veneno secesionista.

Basta una somera lectura de los Estatutos de Autonomía, en especial, por qué no decirlo, de los concernientes a la propia Cataluña, así como al de El País Vasco, para comprobar cómo, precisamente, la idea que subyace a la creación del mal llamado modelo autonómico, no es, ni mucho menos, el afán segregacionista. Más bien, y por el contrario, lo que hace fecunda la idea constitucional de reconocer las múltiples formas en las que se materializa la siempre presente idea de España, pasa de manera ineludible por reconocer que el reconocimiento de la diversidad pasa de manera estructuralmente ineludible por la aceptación, y no sólo tácita, de que el modelo respecto del cual comparar precisamente la existencia de semejantes diferencias, reside en la inalienable idea de España.
Por ello, de nuevo, escuchar al Sr. MAS montando su patético discurso sobre elementos tan reaccionarios como caducos, no me hace sino comprender una vez más, lo cerca que estamos, a pesar de todos los esfuerzos que han hecho por convencernos de lo contrario, del punto de partida.

En definitiva, y por aquello de ir acabando, lo que me lleva a comprender que efectivamente estamos finalizando el verano, además de los coleccionables, es la ineludible certeza de que los políticos vuelven, dispuestos, según ellos, a inaugurar un nuevo Curso Político. ¿Aprobarán todos en septiembre?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.



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