miércoles, 10 de octubre de 2012

AHORA QUE YA NADA TIENE SOLUCIÓN, PRUEBA A CONTARLES LA VERDAD…


Una vez más, no hemos necesitado de un título inventado para lograr el ímpetu emotivo y visceral que, a modo de ejercicio publicitario, a menudo se exige a un título periodístico. De nuevo, la Historia ha puesto en nuestras manos esta máxima, pues tales fueron las palabras que Ted KENNEDY le espetó  a su hermano, por aquel entonces ya Presidente del Gobierno USA, J.F.K.

Si por aquel entonces fue el asunto de Bahía de Cochinos, y la magnífica acción de contraofensiva que en el mejor de los planos mediáticos montó el ya por entonces escabroso Comandante Fidel CASTRO; lo que constituía de manera eficaz la que ya fue denominada madre de todas las crisis; lo cierto es que por entonces, como ahora, la verdadera crisis es otra. La crisis afecta a cuestiones muy profundas, incontables y, generalmente, con un marcado coste tanto moral, como fundamentalmente ético.

Sin salirnos un ápice del tema, y mucho menos sin sacar los pies del tiesto, habemos de incorporar al asuntos dos conceptos fundamentales, específicos, y completamente contextualizado. Me estoy refiriendo a sendos principios, o catalogaciones de valor, cuales son los de imbécil, o el de idiota.
Se trata, en el primero de los casos, de un principio cuyo vestigio aparece ante nosotros en todo su esplendor, si acudimos al manual de psicología, sea cual sea la procedencia del mismo. Así tenemos, en términos bastante ambiguos, que es el imbécil hermano del cretino, y primo del estulto.

Sin embargo, a la hora de acarrear los principios en torno a los cuales discernir los parámetros de un término lacónico como es el de idiota, comprobamos, seguro que con sorpresa para la mayoría, que habrá de ser necesariamente a los manuales de Historia, que no a los de psicología, el lugar al que habremos de dirigir nuestros pasos, si queremos entender, aunque sea sutilmente, la verdadera transcendencia que se oculta tras un  término tan habitualmente menospreciado, tal vez por la facilidad con el que es usado.

En terminología típica, y en franca corrección de dominio, hemos de acudir a los bagajes de la Grecia Clásica, precisamente a la precursora de la Democracia, para comprender de manera eficiente, el completo sentido de un término como el de idiota. Así, contextualizado de la forma que hemos podido identificar, aunque sea de manera somera, idiota es la catalogación que recibe todo el que renuncia, de manera más o menos voluntaria, al ejercicio de sus derechos y libertades, las cuales le son propias en tanto que miembro de una comunidad que se rige y coordina atendiendo en cualquier caso a los principios de la Política.
Es entonces el idiota, el que renuncia, el que abandona, el que pone en manos de otros el ejercicio de lo que siempre hubo de ser en realidad gestionado por sí mismo, como goce y disfrute de las facultades que le son propias, en tanto que exclusivas, y a la sazón inalienables.

Queda así a priori respondida cualquier intento de pregunta, o de amago de la misma, que pueda venir a cuento, o en el mejor de los casos tan siquiera venir a colación, cuando procedemos con un análisis, muy somero eso sí, de cualquiera de las manifestaciones que nuestro ingente, y sobre todo querido Presidente, SR. RAJOY BREI, tiene a bien dirigirnos.

Porque por mucho empeño que le ponga uno, cuando te enfrentas de un lado a la amenaza que la UIP representa contra todo bicho viviente, sea ésta demócrata o no, una vez que han recibido la orden de cargar; mientras que de otro a las tremendas y casi más impactantes declaraciones que nuestro ínclito y nunca suficientemente loado Presidente tiene a bien manifestar, cuando se apropia de manera soez, del silencio de cuantos son excesivamente respetuosos, o sencillamente incautos; es cuando comprendes lo complicado que resulta, de todas, todas, tan siquiera terciar, cuando no imposible mediar.

Es la de la provocación mala técnica en manos de un Presidente de Gobierno, por más que semejante consideración se asiente de manera, aparentemente estable, en una mayoría absoluta. En tiempos como los que no ha tocado vivir, es la mayoría absoluta, si bien igual de asentada como fuente de poder, la más vigilada, auspiciada y controlada, de cuantas procedencias puedan achacársele al Poder.
Propenso a la divagación podría llegar a ser, el ponernos aquí y ahora tan siquiera a esbozar la mencionada cuestión. Sin embargo, eludiendo el compromiso, que no las consecuencias, uno y sólo uno es el envite al que de la misma hemos de hacer frente, por contener en sí mismo concentrado todo el poder de la reflexión. Nos estamos refiriendo, una vez más, a la responsabilidad.

Por más que repetida nunca suficientemente esbozada, es la responsabilidad el elemento sintético en torno del cual se posicionan todos y cada uno de los componentes que vienen, por activa o por pasiva, a componer el debate objeto de toda la exposición.
Porque es sólo acudiendo al efecto que la responsabilidad, o más concretamente en este caso a la ausencia de la misma, que podemos cuando menos esbozar los términos en los que se están planteando las disquisiciones en torno a las cuales se toman las decisiones que, en estos momentos tan transcendentales, se están llevando al cabo. Decisiones que, a nadie puede caberle la menor duda, se extenderán, al menos en lo concerniente a sus consecuencias, no ya en años venideros, sino a muchas generaciones futuras.

Y si alguien, objeto de la excesiva conmiseración hacia sus gobernantes; o presa de un ejercicio de complicidad hacia los que manda, osa todavía cuestionar lo expuesto hasta el momento, bien puede darse un paseo por las cifras, datos, y exposiciones que ha hecho hoy públicos el Fondo Monetario Internacional. Sin entrar para nada en función de análisis, sino más bien al contrario, integrando los mismos en una sucinta conclusión, lo único certero, hoy por hoy, es la conclusión no ya de que estamos hechos unos zorros, sino el definitivo asentamiento de la certeza de que estaremos así, durante muchos años.

Este Presidente y su forma de gobernar, o más concretamente su forma de no hacerlo, han terminado por arrojar a este país, con Cataluña incluida, al interior de una ruina preceptiva y conceptual que se materializa en una deriva que alcanza ya, al terreno aparentemente sagrado de lo ideológico.
En términos normales, la Derecha ha hecho siempre uso de la realidad, y del término político que le es propio, o sea el de la gestión; para ir luego, a medida que la traducción del éxito material le proporcionaba adeptos, ir transfigurándose, para acabar mostrando su verdadera faz, la de la manipulación ideológica mediante el clamor del dogma.
Sin embargo en el caso que nos trae hoy aquí tal proceder no sólo no se aprecia, sino que incluso se manifiesta en sus tesis contrarias. Así, los gestores, los mal llamados pragmáticos, han de esconder sus miserias procedimentales dentro de un delantal, que en muchas ocasiones no logra tapar del todo los vestigios del antaño hábito, para perderse en elucubraciones horrendas, por conocidas.

Así, cuestiones antaño propensas a la desconsideración, se convierten ahora en objeto de sesudas disquisiciones, en el transcurso de las cuales se hace patente el abandono incluso de principios casi preceptivos, el hueco de cuyas ausencias es llenado por ejercicios de prestidigitaciones, mal llamados “sutilezas del lenguaje”, tales como las que como por ejemplo tienen lugar cuando la Sra. SÁENZ DE SANTAMARÍA entra en discusión con los planteamientos argüidos por ese monstruo político que es la Sra BÁÑEZ, todo ello en relación a si las pensiones van a subir, se van a compensar, o más bien todo lo contrario.

Y en medio de todo, como cuestión ya casi doctrinal, por no decir abiertamente cuestión de fe, el rescate.

Parece que, en términos preceptivos, tal y como se desprende de la exposición de motivos hecha por el FMI hoy mismo, no es que tengamos que pedirlo, es que teníamos que haberlo hecho ya. Yo creo que la amenaza de ver nuestra Prima de Riesgo en 750 puntos, es un motivo más que suficiente. Aunque seguramente, como en el caso de nuestro querido Presidente, seguiremos sin saber, a ciencia cierta, si sube o si por el contrario baja.

A día de hoy, y volviendo de pasada a la Grecia Clásica, los éforos del Oráculo bien podrían ver satisfecha su pretensión con un sacrificio mesurable, digamos tan sólo con el que procede de sacrificar al mensajero. Es probable que si esperamos un poco más, se haga imprescindible la desaparición de la Tripulación en Pleno.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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