Una vez más, no hemos necesitado de un título inventado para
lograr el ímpetu emotivo y visceral que, a modo de ejercicio publicitario, a
menudo se exige a un título periodístico. De nuevo, la Historia ha puesto en
nuestras manos esta máxima, pues tales fueron las palabras que Ted KENNEDY le
espetó a su hermano, por aquel entonces
ya Presidente del Gobierno USA, J.F.K.
Si por aquel entonces fue el asunto de Bahía de Cochinos, y la magnífica acción de
contraofensiva que en el mejor de los planos mediáticos montó el ya por
entonces escabroso Comandante Fidel
CASTRO; lo que constituía de manera eficaz la que ya fue denominada madre de todas las crisis; lo cierto es
que por entonces, como ahora, la verdadera crisis es otra. La crisis afecta a
cuestiones muy profundas, incontables y, generalmente, con un marcado coste
tanto moral, como fundamentalmente ético.
Sin salirnos un ápice del tema, y mucho menos sin sacar los pies del tiesto, habemos de incorporar
al asuntos dos conceptos fundamentales, específicos, y completamente
contextualizado. Me estoy refiriendo a sendos principios, o catalogaciones de
valor, cuales son los de imbécil, o el de
idiota.
Se trata, en el primero de los casos, de un principio cuyo
vestigio aparece ante nosotros en todo su esplendor, si acudimos al manual de
psicología, sea cual sea la procedencia del mismo. Así tenemos, en términos
bastante ambiguos, que es el imbécil hermano del cretino, y primo del estulto.
Sin embargo, a la hora de acarrear los principios en torno a
los cuales discernir los parámetros de un término lacónico como es el de idiota, comprobamos, seguro que con
sorpresa para la mayoría, que habrá de ser necesariamente a los manuales de
Historia, que no a los de psicología, el lugar al que habremos de dirigir
nuestros pasos, si queremos entender, aunque sea sutilmente, la verdadera
transcendencia que se oculta tras un
término tan habitualmente menospreciado, tal vez por la facilidad con el
que es usado.
En terminología típica, y en franca corrección de dominio,
hemos de acudir a los bagajes de la Grecia Clásica , precisamente a la precursora de la
Democracia, para comprender de manera eficiente, el completo sentido de un
término como el de idiota. Así,
contextualizado de la forma que hemos podido identificar, aunque sea de manera
somera, idiota es la catalogación que
recibe todo el que renuncia, de manera más o menos voluntaria, al ejercicio de
sus derechos y libertades, las cuales le son propias en tanto que miembro de
una comunidad que se rige y coordina atendiendo en cualquier caso a los
principios de la Política.
Es entonces el idiota, el que renuncia, el que abandona, el
que pone en manos de otros el ejercicio de lo que siempre hubo de ser en
realidad gestionado por sí mismo, como goce y disfrute de las facultades que le
son propias, en tanto que exclusivas, y a la sazón inalienables.
Queda así a priori respondida cualquier intento de pregunta,
o de amago de la misma, que pueda venir a
cuento, o en el mejor de los casos tan siquiera venir a colación, cuando
procedemos con un análisis, muy somero eso sí, de cualquiera de las
manifestaciones que nuestro ingente, y sobre todo querido Presidente, SR. RAJOY BREI, tiene a bien dirigirnos.
Porque por mucho empeño que le ponga uno, cuando te
enfrentas de un lado a la amenaza que la
UIP representa contra todo bicho viviente, sea ésta demócrata o no, una vez que
han recibido la orden de cargar; mientras que de otro a las tremendas y
casi más impactantes declaraciones
que nuestro ínclito y nunca
suficientemente loado Presidente tiene a bien manifestar, cuando se apropia de manera soez, del silencio de
cuantos son excesivamente respetuosos, o
sencillamente incautos; es cuando comprendes lo complicado que resulta, de
todas, todas, tan siquiera terciar, cuando no imposible mediar.
Es la de la provocación mala técnica en manos de un
Presidente de Gobierno, por más que semejante consideración se asiente de
manera, aparentemente estable, en una mayoría
absoluta. En tiempos como los que no ha tocado vivir, es la mayoría absoluta, si bien igual de
asentada como fuente de poder, la más vigilada, auspiciada y controlada, de
cuantas procedencias puedan achacársele al Poder.
Propenso a la divagación podría llegar a ser, el ponernos
aquí y ahora tan siquiera a esbozar la mencionada cuestión. Sin embargo,
eludiendo el compromiso, que no las consecuencias, uno y sólo uno es el envite
al que de la misma hemos de hacer frente, por contener en sí mismo concentrado
todo el poder de la reflexión.
Nos estamos refiriendo, una vez más, a la responsabilidad.
Por más que repetida nunca suficientemente esbozada, es la
responsabilidad el elemento sintético en torno del cual se posicionan todos y
cada uno de los componentes que vienen, por activa o por pasiva, a componer el
debate objeto de toda la exposición.
Porque es sólo acudiendo al efecto que la responsabilidad, o
más concretamente en este caso a la ausencia de la misma, que podemos cuando
menos esbozar los términos en los que se están planteando las disquisiciones en
torno a las cuales se toman las decisiones que, en estos momentos tan
transcendentales, se están llevando al cabo. Decisiones que, a nadie puede
caberle la menor duda, se extenderán, al menos en lo concerniente a sus
consecuencias, no ya en años venideros, sino a muchas generaciones futuras.
Y si alguien, objeto de la excesiva conmiseración hacia sus
gobernantes; o presa de un ejercicio de complicidad hacia los que manda, osa
todavía cuestionar lo expuesto hasta el momento, bien puede darse un paseo por las cifras, datos, y
exposiciones que ha hecho hoy públicos el Fondo
Monetario Internacional. Sin entrar para nada en función de análisis, sino
más bien al contrario, integrando los mismos en una sucinta conclusión, lo
único certero, hoy por hoy, es la conclusión no ya de que estamos hechos unos
zorros, sino el definitivo asentamiento de la certeza de que estaremos así,
durante muchos años.
Este Presidente y su forma de gobernar, o más concretamente
su forma de no hacerlo, han terminado por arrojar a este país, con Cataluña
incluida, al interior de una ruina preceptiva y conceptual que se materializa
en una deriva que alcanza ya, al terreno aparentemente sagrado de lo
ideológico.
En términos normales, la Derecha
ha hecho siempre uso de la realidad, y del término político que le es
propio, o sea el de la gestión; para ir luego, a medida que la traducción del
éxito material le proporcionaba adeptos, ir transfigurándose,
para acabar mostrando su verdadera faz, la de la manipulación ideológica
mediante el clamor del dogma.
Sin embargo en el caso que nos trae hoy aquí tal proceder no
sólo no se aprecia, sino que incluso se manifiesta en sus tesis contrarias.
Así, los gestores, los mal llamados pragmáticos, han de esconder sus miserias
procedimentales dentro de un delantal, que en muchas ocasiones no logra tapar
del todo los vestigios del antaño hábito, para perderse en elucubraciones
horrendas, por conocidas.
Así, cuestiones antaño propensas a la desconsideración, se
convierten ahora en objeto de sesudas disquisiciones, en el transcurso de las
cuales se hace patente el abandono incluso de principios casi preceptivos, el
hueco de cuyas ausencias es llenado por ejercicios de prestidigitaciones, mal
llamados “sutilezas del lenguaje”, tales como las que como por ejemplo tienen
lugar cuando la Sra. SÁENZ DE
SANTAMARÍA entra en discusión con los planteamientos argüidos por ese monstruo
político que es la Sra BÁÑEZ ,
todo ello en relación a si las pensiones van a subir, se van a compensar, o más
bien todo lo contrario.
Y en medio de todo, como cuestión ya casi doctrinal, por no
decir abiertamente cuestión de fe, el
rescate.
Parece que, en términos preceptivos, tal y como se desprende
de la exposición de motivos hecha por el FMI hoy mismo, no es que tengamos que
pedirlo, es que teníamos que haberlo hecho ya. Yo creo que la amenaza de ver
nuestra Prima de Riesgo en 750
puntos, es un motivo más que suficiente. Aunque seguramente, como en el caso de
nuestro querido Presidente, seguiremos sin saber, a ciencia cierta, si sube o
si por el contrario baja.
A día de hoy, y volviendo de pasada a la Grecia Clásica , los
éforos del Oráculo bien podrían ver
satisfecha su pretensión con un sacrificio mesurable, digamos tan sólo con el
que procede de sacrificar al mensajero. Es probable que si esperamos un
poco más, se haga imprescindible la desaparición de la Tripulación en Pleno.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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