miércoles, 31 de octubre de 2012

DE LA DESFACHATEZ COMO COBERTOR INCIPIENTE DE LOS DESMANES.


Y así es como, de manera casi accidental en un primer momento, y de otra aparentemente más organizada a continuación, aquellas insignificantes gotas de agua, lograron colarse, de manera casi imperceptible, entre la casi arquitectónica red de canalillos que horadaban de manera aparentemente accidental hasta lo más profundo, el alma de esas piedras vetustas, históricas, casi ancestrales, que conformaban a la vez no ya el recuerdo, sino más bien la memoria de cuantos conformaban aquel pueblo.

El tiempo pasó. Y tal vez una de las pocas muestras visibles de semejante hecho, había que buscarla precisamente en la cada vez más evidente acumulación de sedimentos que de manera  casi imperceptible primero, pero más voluminosa después, cada día que pasaba; se iba acumulando al pie del muro.

Y así fue como el invierno llega en lo que tarda en pasar el otoño. Y como quiera que todos en su silencio, seguían siendo testigos indolentes de lo obvio, todos igualmente se prepararon para pasar el invierno. Al menos algunos fueron previsores, y acumularon leña. Un trabajo éste que si bien requería comportamientos arduos, una vez más, como ocurre generalmente con todo lo que tiene que ver con la tradición, se mostró de nuevo eficaz en lo que concierne a decir que hizo que algunos se calentaran tres veces.

Y las heladas hicieron acto de presencia.  Y así fue como aquellas inocentes gotas, acumuladas en el interior del alma de las piedras, mostraron ahora todo su poderío, una vez que la magia mística de la naturaleza provocó su cambio de estado.

Efecto de cuña expansiva lo llamaron los resabiados del lugar. Meteorización dijeron otros, concretamente los especialistas que los gobernantes habían hecho venir, nunca sabremos si en una muestra más de su incompetencia, o en un verdadero ejercicio de ésa cada vez menos practicada virtud que pasa por saber reconocer como llegado no tanto el momento del error, como sí el de no tener ni idea de cómo demonios continuar.

El caso es que, sea como fuere, el muro de piedra centenario, resto de la muralla que conformó el último atisbo de Historia que le quedaba al lugar amaneció aquélla mañana derruido. Y sus piedras, como lamentable metáfora del dolor que sólo puede comprender el mecano una vez es abandonado por el niño cansado de jugar con él; tejían en el suelo un extraño tapiz, en el que a modo de burda parodia, los matojos de hierba residente, aportaban unos matices de color, de ensoñación, al drama que allí se desarrollaba en aquél momento, el momento en el que todos eran conscientes, por acción o por omisión, de que nada volvería a ser igual.

Constituye éste, a mi entender, un buen ejemplo de comparación del momento que nos ha tocado vivir, así como de las distintas concepciones de espíritu que se suscitan en las personas a medida que, efectivamente, tal hecho de la vida se produce.
Como en ocurre en el caso del pueblo que hemos ubicado de manera ilusoria, nosotros también creemos que aquello que nos ha sido dado, bien por la tradición, bien por la memoria, o quién sabe si verdaderamente por la Historia realmente; tiene en sí mismo el motivo de su existencia, de manera que su salvaguarda es una característica igualmente necesaria, para la cual en consecuencia nosotros poco o nada podemos realmente aportar.
Desde semejante percepción, fruto sin duda de la tranquilidad déspota que procede de no ser capaces de valorar en su justa medida el acervo de las cosas, sobre todo porque no hemos participado de su consecución; es por lo que nos encontramos ahora sumidos en el absoluto desconcierto que procede de ver como realidades que nosotros proferíamos como permanentes, inalterables, y sin duda casi transcendentales, se desmoronan ahora de manera casi cándida, en medio de un atronador silencio que sólo es comparable al que en parecidos términos provoca nuestro desconcierto, previo sin duda a la desazón.

Y así es, igualmente, como muros históricos, aparentemente inalterables por el paso de las generaciones, de los hombres, y por ende de los políticos; se desmoronan ahora, haciendo bueno tanto al dicho, como al que lo pronunció. …nuestra sociedad está asentada sobre creencia, mitos e ídolos. En ellos apoyamos en realidad nuestras esperanzas  (…) mitos e ídolos que, en realidad, descansan sobre pies de barro.

Estado de Derecho. Estado del Bienestar. Estas son sólo algunas de las formas que esos ídolos han adoptado a lo largo del discurrir de nuestro pasado más reciente, incluso de nuestro presente. Lo único de lo que podemos estar seguros a estas alturas, es  que no formarán parte de nuestro futuro, al menos a corto plazo.
Lo más penoso de la realidad, que la verdadera causa del desmoronamiento de semejantes figuras, no hay que buscarla en su aparente debilidad intrínseca. La causa final de la caída de estos ingentes mitos, subyace no en sí mismos, sino en la comprensión de la actitud que todos hemos adoptado, en mayor o menor medida, hacia ellos.

Volviendo a los paralelismos geológicos, es la meteorización el proceso que se describe como el de los desmoronamientos que se producen por la acción directa de la gravedad al operar ésta de manera del todo natural sobre formaciones que son permeables a la acción de otros elementos en coordinación, tales como el agua o el viento. Su característica fundamental, la ausencia de desplazamiento de los sedimentos generados, los cuales han de permanecer, invariablemente, al pie del punto donde se ha producido el fenómeno.
Por el contrario, constituye la erosión un fenómeno directo, realmente dinámico, en el que las causas del derrubio o desprendimiento de los elementos analizados, han de ser buscados verdaderamente en el ejercicio directo de los procedimientos para los cuales éstos han sido verdaderamente creados. Así, siendo recurrentes con el tratamiento de los sedimentos resultantes de la mencionada acción, para el caso de la erosión, estos no sólo no permanecen aposentados en el punto donde el fenómeno tiene lugar, sino que como condición inexorable, tienen que ser desplazados por la acción de arrastre que en la mayoría de ocasiones el mismo elemento precursor del fenómeno erosivo, tiene añadido. El ciclo es conocido, y por ende repetido. Erosión, transporte y sedimentación.

Restableciendo, ahora sí, los valores sociológicos del análisis de hoy, podemos fácilmente establecer una clara correspondencia entre la manera mediante la que tiene lugar el derrubio del escenario social que hasta hace apenas un lustro ha condicionado nuestra realidad; y la actitud que ésta ha despertado en todos nosotros.
El desmoronamiento de nuestra realidad, a través de la caída de las distintas variables que la componían, habrá tenido lugar mediante un proceso de meteorización en aquellos casos en los que la actitud con la que hemos seguidos tales caídas haya estado marcado por el inmovilismo, la apatía, cuando no abiertamente por la abulia. Serán estos casos en los que la incapacidad para valorar correctamente la cantidad de esfuerzo que una vez fue exigido para la consecución de tal o cual derecho o logro, procederá del desconocimiento real de lo que tales esfuerzos suponen en realidad. Las causas, son evidentes. El empeño que las recientes generaciones han puesto en juego para mantenernos alejarnos del aparente sufrimiento que igualmente parece fue imprescindible para su sustento, han conformado una realidad que a la mayoría nos parece artificial en tanto que el no poder trabajar en su forja o mantenimiento, nos aleja de ella.
En línea contraria, o tal vez complementaria en realidad, comprobaremos a poco que miremos la existencia de más gente de la que en un primer momento hubiésemos sido capaces de imaginar, que aboga activamente por el derrocamiento de las actuales formas de administración y gestión social, sencillamente porque el actual reparto de los bienes no les satisface, o bien consideran que de cualquier otra manera podría serles francamente más favorable.

Y el catalizador real de todo esto, como no podía ser de otra manera, la ideología. La ideología, un fenómeno tan ligado a la manera de conformar por un lado los escenarios que les son más proclives a algunos, como a la de destruir aquéllos que en principio no les favorecen, generalmente porque la imprescindible acumulación de capital que es imprescindible para la satisfacción de éstos, generalmente requiere de muchas erosiones y meteorizaciones.

Así, podemos resumir los acontecimientos acaecidos en los últimos cinco años, en dos grandes grupos en función de la aptitud que hayan despertado en nosotros o en los que nos rodean.
Serán acontecimientos inspirados en ideologías de carácter cercano a la meteorización del sistema, aquéllos que hayan despertado en nosotros la necesidad de permanecer impasibles ante el gran robo de derechos que la desaparición del Estado de Derecho y Bienestar trae consigo para la gran mayoría.
Seremos entonces culpables por omisión.

Si por el contrario te encuentras entre los que puede identificar dentro de los actos procedentes de su mentalidad acciones erosivas, podrás decir sin ánimo de equivocarte, aunque puede que no sin rubor, que perteneces a esa ideología dominante que está encantada de promover la desaparición del actual orden, sencillamente no porque lo considere injusto, sino sencillamente porque está convencida de que existen multitud de combinaciones que le serán más ventajosas, aunque en la búsqueda de las mismas haya de llevarse por delante realidades y procedimientos que son positivos para una muy amplia mayoría de la gente.
Si es así, eres netamente culpable por acción.

En cualquier caso, Historia y Tiempo Geológico son realidades que miden sus éxitos y fracasos ligados a larguísimos periodos. Esperemos que en este caso quede alguien para verlo.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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