“Revueltas
y Comedias, son síntomas profundamente reveladores de una época. Traducen el
clima psicológico, las profundas incertidumbres… y la esperanza de algo mejor,
mezclado con el terrible miedo a que todo acabe traduciéndose sencillamente a
la consecución de nada.”
Estas palabras, profundamente proféticas, y paradójicamente
atemporales en la medida en que están extractadas de una obra de Ciencia
Ficción, nos ayudan no obstante a apreciar con otros ojos, a mirar desde otra
perspectiva, la tremenda realidad que, hoy por hoy constituye nuestro fatal día
a día.
Resonando en nuestro interior, amplificado en nuestro
silencio por la certeza incomprensible de la desazón que produce el comprender
cómo un autor alejado en el tiempo, Frank HERBERT, logra despertar en nosotros
con mayor precisión de la aportada hasta el momento por ningún cronista
contemporáneo, una mínima sensación de certeza. Estas palabras se vuelven así
mismo redundantes en tanto que, una vez sometidas al duro pesar de la realidad,
nos llevan a una terrible constatación: “Nunca
antes un cretino certificado había estado no tan cerca del Poder, sino
abiertamente ostentándolo.”
La llegada al poder de Mariano RAJOY, constituye en si
mismo, y por sí sólo, un momento de merecido análisis. Revestido de las tesis
de poder, y confabulado desde las más duras tesituras de la Derecha Reaccionaria , qué duda cabe, la más nacional catolicista, RAJOY integra en
torno de sí, o al menos así lo creen aquéllos que lo encumbra, el paladín de los valores más altisonantes,
conformadores todos ellos del acervo moral, conceptual y sobre todo ideológico,
de la que nos hemos dado en llamar Derecha
Cavernaria.
Sin embargo, apreciar esto en toda su magnitud, requiere de
un ejercicio de aproximación, un ejercicio de perspectiva. Para lograrlo, acudiremos
a la Historia más reciente, para comprender, o al menos intentarlo, que las
bases de la actual debacle en la que
está inmerso nuestro país, han de ser buscadas en la victoria que en 1996 los
electores dan no a las políticas, ni tan siquiera a los programas, del Partido
Popular. Se trata más bien de una victoria personalista,
que traduce a sufragios y valores electoralistas lo que otrosí había sido
un ejercicio lacónico de acoso y derribo en el que una figura absolutamente humana, cual era la que
aportaba José María AZNAR, se encargaba de eliminar el último vestigio del
excesivo personalismo en el que había degenerado no la Política, sino la
comprensión de la forma de gobernar, por
parte de otra persona, a saber Felipe GONZÁLEZ.
Esta situación, lejos de ser atractiva, se manifiesta como
el catalizador definitivo de una de las certezas que afloran periódicamente en
la historia de nuestro país, la incapacidad por un lado para aceptar como tales
las genialidades de aquellos que son genios, a la par que, otras veces, movidos
por resortes si cabe más desconocidos, alzamos a los más altos estratos,
proclives a la santidad, a personajes que
en cualquier otro lugar, o incluso de haber estado sometidos a las inclemencias
de otras épocas, no habrían abandonado el fango en el que su ineptitud unas
veces, y su craso cinismo otras, les habían tenido hasta ese momento
positivamente sumergidos.
Sin embargo, tal y como la realidad se empeña en
demostrarnos de manera pertinaz, no es necesario que tales engendros abandonen
su estado comatoso, o de semiinconsciencia moral, para alcanzar, no obstante,
niveles aceptadamente positivos de desarrollo, o incluso de promoción conceptual.
Cuando esto ocurre, llegados pues al prólogo del drama al que nos referíamos en la entradilla,
declararemos abierto el momento de los debates. No se trata de perder el tiempo
buscando en el interior de los mencionados elementos la causa de su aparente
desarrollo, lo cual constituiría otra muestra de ingenuidad. Lo que de verdad
ha de preocuparnos es, una vez más, comprobar desde la desazón del te lo advertí, la confirmación de que no
es sino la propia sociedad, o a lo peor todo el periodo histórico en el que ésta se halla inmersa, ha iniciado un
proceso de pronunciado descenso, de hecatombe, que ya, inevitablemente, nos
confunde a todos hasta el punto de acabar
coronando monarca al bufón, manteniendo el nombramiento hasta la mañana
siguiente, más allá del momento en el que las primeras luces, metáfora del
conocimiento discerniente, han aparecido.
Tan sólo desde esta nueva óptica, reveladora en multitud de
aspectos, podemos no ya comprender, sino empezar a aceptar, que bufones de
medio pelo y sin gracia, ciegos sin lazarillo, y obviamente sin perspicacia, y
brujas que han cambiado la escoba por un I-pod; constituyan a ciencia cierta el
capital humano que ha de discernir
abiertamente las líneas, planteamientos y políticas de nuestro país,
precisamente en este momento tan complicado.
Y en medio, jugando un papel destacado, y como protagonista,
por qué no decirlo…Él, el ingente, el insuperable, D. Mariano RAJOY. Presidente
del Gobierno de España (en un momento en el que lo que se presagia es un desgobierno). Proclive a ser nombrado Grande de España, como Dª Espe, precisamente
cuando aquí todos le vemos ya como un político
de perfil bajo.
Como ocurre con todo gallego que se precie, y éste sin duda
lo hace, pasa con D. Mariano que, si te lo encuentras en una escalera, nunca
sabrás a ciencia cierta si sube o si baja. Y en este caso, para más INRI, se mostrará competente para
confundirte no de tal hecho, sino que incluso será capaz de confundirte a ti
mismo en lo concerniente a la dirección que llevaban tus propios pasos en la
mencionada escalera.
Aunque parezca imposible, el objetivo de la presente no
pasa, ni mucho menos, por satirizar desde la figura del que ya es árbol caído. Lo que me impulsa un día
más antes de proceder con la redacción de estas líneas es la necesidad de
ordenar mis ideas, y desde ahí hacerlo constar, de un hecho que
desgraciadamente han conseguido pase desapercibido. El hecho inefable de
constatar una vez más que NI SOMOS MERECEDORES DE LAS POLÍTICAS QUE ESTAMOS
SUFRIENDO, NI MUCHO MENOS DE LA ESCASA TALLA
POLÍTICA QUE MANIFIESTA LA CAMARILLA QUE HA
USURPADO EN CONSECUENCIA EL PODER.
THATCHER, KHOLL,
GORVACHOV, ¿Dónde
quedan aquellas autenticas personalidades
de la Política?
Su marcada ausencia, o más concretamente la no presencia de
nadie que pueda osar parecerse a ellos en el plano de la actual concepción de
la Política, pone de manifiesto la certeza del gran drama. La inexistencia en
el momento adecuado de un contexto evidente que hiciera posible el
resurgimiento de unas bases que hicieran posible el afloramiento de las
capacidades que de otra manera hubieran permanecido ocultas (como así de hecho
ha sido), impiden el desarrollo adecuado y por supuesto la constatación de la
existencia de estrategas, de hombres y
mujeres de estado, o sea, de políticos de verdad.
En base a ello, como flagrante certificación de la
incapacidad que nuestro presente muestra, ni tan siquiera para darse cuenta de
la magnitud del momento que nos ha tocado vivir, nos vemos obligados a
transigir con los comentarios que, a modo de salidas de pata de banco, estos reyezuelos de taifas llevan a cabo
cada día, a modo de patética coreografía con la que pretenden mantener a
cualquier precio la ilusión de que verdaderamente ellos llegaron a gobernar.
Sólo así podemos comprender que en Grecia se hayan repetido
las elecciones las veces que hayan sido necesarias hasta que el resultado fuera
del gusto de quien corresponde (para luego terminar poniendo a un tecnócrata
que se va a ir en breve), Que en Irlanda se esté encomendando el derribo del parking inmobiliario a las mismas
empresas que lo construyeron, que en Francia HOLLANDE ya empiece a tener
tentaciones de hacer derechadas, o
que en España nuestro RAJOY ya tenga propensión
al llanto con comentarios del tipo “¿Pero
de verdad éste va a ser mi reinado?”
Y, a modo de consecuencia, cuando no abiertamente de
conclusión (o casi de despedida y
cierre), las Políticas que les son propias.
Unas políticas de desguace, de chatarrería…de casquería en
una palabra. Unas políticas basadas no ya tanto en el no querer ver la
realidad, sino que están ya encaminadas a ocultarnos esa misma realidad, a
cualquier precio.
Sólo así podemos no ya entender, sino empezar a intuir que
éstos, nuestros gobernantes, hayan perdido de manera tan flagrante el sentido
de la realidad, de la sinceridad y del respeto. Sentidos que se han sustituido
por uno sólo que ocupa el espacio que estaba reservado a todos los demás, el
del mero afán de poder, como muestra, una más, de que los tiempos de la
Política han sucumbido.
Constatamos un día más, la certeza de que vivimos tiempos
históricos. Los cambios se suceden a una velocidad que deja poco margen para la
constatación de los hechos; y a estas alturas tan sólo uno parece evidente: “en alguno de los cruces nos hemos perdido, y
estas políticas nos han embarrancado en una vía muerta que, hoy por hoy, no
parece tener solución.”
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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