Un día más, y son,
ciertamente, muchos, nos enfrentamos con la cada vez más importante labor, de
mostrarnos como cronistas del Tiempo que nos ha tocado vivir.
Por primera vez para muchos, nuestro
presente constituye la primera de las ocasiones en las que, de manera
inequívoca, tenemos acceso en tiempo real, en riguroso directo como a muchos les gusta decir, a la cadena de
acontecimientos que sin duda comparten un único denominador común, el que
procede de la ya absoluta certeza de que, inexorablemente, nada volverá a ser
igual, ni tan siquiera parecido.
Este País, su gente, y en
especial el modelo de desarrollo social que
constituía su parapeto a la hora de discernir el concepto que le serviría de
cara a presentar ante el futuro el que en principio habría de ser su teoría, en
especial en el campo de lo social, se desmorona en medio de una orgía de situaciones la mayoría de las
cuales, no por previsibles, sino más bien por incontrolables en tanto que
conforman una sucesión de acontecimientos del todo inabarcables; dan al traste,
amparados en la burda disculpa que a estas alturas podemos ofrecer, con lo que
tanto tiempo costó concernir.
La Ópera, se acabó. El
espectáculo, de ilusionismo, ha dejado su espacio a una sucesión de macabras
escenografías que deben su supervivencia al paroxismo que se genera a su
alrededor. No sabemos lo que pasa. No sabemos de dónde viene. No conocemos sus
causas.
A ciencia cierta, sólo sabemos
que algo, algo que por otra parte no somos capaces ni tan siquiera de describir
y mucho menos de calificar; está haciendo saltar todo por los aires. Y eso, no
porque seamos capaces de entenderlo. Sencillamente somos testigos diarios de
las voladuras del sistema.
Basta un sucinto repaso a la
Historia, para comprobar de forma manifiesta, como la misma está plagada de
momentos, de hitos parecidos al que intentamos aproximarnos hoy. De hecho, la misma Historia
reconoce de forma explícita que uno de los mejores recursos de los cuales
dispone en pos precisamente de logar su desarrollo, y la siempre exigible
evolución de las especies que la integran, pasa precisamente por la superación
de tales episodios, los cuales, de por sí, constituyen un cisma del todo irreversible, de cara a comprender el nuevo Tiempo
que de su existencia se deriva.
Asumido así, que la actual
crisis no constituye, al menos en lo concerniente a su componente de génesis,
una excepción clara respecto del resto de las mayorías de episodios que jalonan
el Tiempo, habremos en consecuencia de comenzar a buscar los elementos que
conforman, de entre el múltiple catálogo que se nos ofrece, aquellas
circunstancias abiertamente diferenciadoras que podemos encontrar, o en su
defecto obtener.
Pero como el presente pretende
ser un artículo de opinión, y para
nada considera pertinente ser considerado como un ejercicio de carácter
científico, ni tan siquiera de carácter historicista,
es por lo que podremos llevar a cabo excepciones en el carácter de lo
procedimental, cuando no abiertamente en el terreno de lo científico, para
acudir directamente a poner de relevancia el marcado papel que la variable humana tiene, como no puede ser
de otra manera, en el modo y la forma mediante la que se está plantando cara, a
la denostada crisis.
Constituye la variable humana, y su factor de
desarrollo por excelencia, cual es el manifestado en la acción política, el más
alto de los exponentes a los que nos podemos referir. Por ello, en un ejercicio
de economía conceptual, el cual, por
otro lado sin duda será agradecido por el lector, centraremos nuestras
deliberaciones, cuando no nuestro análisis, directamente en este vector.
Es la Política la traducción,
cuando no la interpretación, de las voluntades de aquellos que dirimen, en base
a los principios de la denominada justicia
representativa; los designios que por otro lado manifiestamente convergen
en la consecución si no del mayor desarrollo de la comunidad, sí al menos de
los aspectos que resulten más ventajosos para sus miembros.
En base a tal principio, y en
especial a las canónicas leyes que
vienen a confeccionar los modos y maneras, los
usos y costumbres que por otra parte ayudan a conceptualizar la corrección
de tales procederes; no estaremos sin duda cometiendo ninguna clase de adulterio procedimental si venimos en
consecuencia a hacer responsable de la actual situación, y en especial de
aquellas que han resultado sus causas; al máximo responsable de la comunidad, a
saber, el Sr. Presidente del Gobierno.
Actualizada a nuestro aquí y a
nuestro ahora semejante afirmación, tenemos que D. Mariano RAJOY, es
responsable directo, si no de las causas y desarrollos de los acontecimientos
que han terminado por consolidarse en la actual situación; sí cuando menos de
la incapacidad que resulta imprescindible para ser consciente tanto de los
mismos, como de las consecuencias que sin duda habrían de venir aparejadas.
Así, de la lenta y
pormenorizada lectura de los últimos diez meses de nuestra historia, que
suponen a la sazón los primeros diez de la tan sufrida etapa de gobierno del Sr. RAJOY, sólo una tesis podemos extraer.
Semejante soliloquio de estupideces, enajenaciones, incapacidades, cretinismos
y disparates; no pueden sino ser obra de una mente alienada, estulta, cínica,
propensa al dislate y, ante todo, sumida en el que constituye el mayor de los
errores del político, cuando no abiertamente del que ostenta obligaciones de
mando. A saber, la certeza de que todo el mundo se equivoca, máxime cuando le
llevan la contraria.
Los diez meses que concentran el
Gobierno del Sr. RAJOY, atesoran, de manera inexorable, la mayor muestra de
desgracias que España, y por ende el Pueblo
Español, se han visto obligados a sufrir desde la segunda mitad el pasado
siglo XX.
Y si no, veamos:
La crisis nos golpea con una
violencia inusitada, cuando no furibunda. Y atónitos hemos de comprobar no ya
que el Gobierno del PP no sólo no nos saque de ella. Más bien hemos de
escuchar, de manera sorprendente, las declaraciones de todo un Ministro de Economía, el cual se jacta abiertamente no ya
de que España haya comenzado a crecer, sino de que siga decreciendo en el
tercer trimestre, ¡si bien lo hace al mismo ritmo con el que lo hizo en el
trimestre anterior!
El desarraigo social alcanza
cifras auténticamente exorbitantes. Los números arrojan por primera vez un
saldo neto negativo en lo que concierne a la emigración. España
vuelve a convertirse en un país de
emigrantes.
La Política de Empleo, a saber
el caballo de batalla del actual
Gobierno, muestra toda su fuerza. Lo malo es que lo hace en lo concerniente al
capítulo más desagradable, a saber aquel que hace referencia a la destrucción
de empleo. Las cifras, ajenas estas sí a lo subjetivo, aunque no a la
interpretación como tan hábilmente nos muestra la Sra. BÁÑEZ , nos
demuestran de nuevo las bondades del Sistema
Liberal Capitalistas, cuando se refieren al empleo.
Y dejamos para lo último,
nuestra cita con la
Historia. Una cita que guarda su muestra de patetismo en lo
concerniente al resurgimiento de las políticas
nacionalistas en los feudos de los territorios con acciones específicas. Lo
resumiremos en la lección dada, tal y como no podía ser de otra manera, por el
Sr Ministro de Educación, cuando dijo la ya famosa frase de “la función de la
Educación en España pasa por españolizar
a los catalanes”. Brillante, si no fuera porque el patetismo que rodea a tamaña
afirmación desbanca cualquier otro elogio.
Sr. RAJOY, usted, y la caterva
que encabeza, ha logrado en diez meses arruinar a España (no en vano usted ha
de ser el Presidente que firme el rescate). Ofuscar a los ciudadanos (no
necesito recordarle los recientes acontecimientos de Madrid). Hacer bueno el
dicho de que el enemigo de mi enemigo es
mi amigo (tal y como se percibe del hecho de que tan sólo usted podía
conseguir poner de acuerdo a todos los elementos que componen la función
educativa en pos de montarle una huelga.)
E incluso, hacer que Isabel de Castilla se remueva allá donde esté, al
comprobar los ímprobos esfuerzos que
usted está llevando a cabo para dar al traste con la consabida y reiteradamente consentida “Unidad de España”.
Sr. RAJOY. Resulta difícil,
incluso poniendo en ello todo el empeño, demostrar en tan corto periodo de
tiempo tanta capacidad destinada no ya a obrar el mal, sino sencillamente a promover
la indolencia, la abulia, y el patetismo desenfrenado, como mejores aliados de
cara a definir la actual situación de España.
Sr. Presidente, ¿cómo
decirlo?... Por favor, no espere a que se lo tengamos que volver a repetir,
pues de lo contrario a lo mejor el tono no es, con mucho, tan afable.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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