miércoles, 12 de diciembre de 2012

DE CUANDO GOBERNAR SE REDUCE A “REPARTIR DOLOR”


Me sorprendo una vez más, habiendo de pedir poco menos que disculpas por el hecho de reconocer explícitamente el que, como viene ocurriendo con demasiada frecuencia en los últimos tiempos, tanto el sentido como el contenido de estos escritos, cambia de manera radical pocos instantes antes de verse “plasmados” en esta realidad virtual a la que hoy por hoy acudimos; hecho que acaece, sospechosamente, por el carácter de realidad virtual en el que poco a poco, pero cada vez con más parecemos habernos instalado todos.

Un día más, nos instalamos en ese constante estado de sopor en el que la manida crisis nos ha embebido definitivamente, para comprender cómo, a estas alturas, el deterioro sistémico en el que nos encontramos instalados es de tal calibre, que ya ni las aberraciones nos despiertan.
Amanecemos, día tras día, permanentemente ubicados ya en este largo trance, que dura ya más de cinco años, para comprobar con desasosiego como el mirar día tras día las fauces del monstruo, nos ha vacunado contra el mismo, generando con ello la desagradable sensación de que ya nada, por sí solo, podrá en realidad volverse aún peor.

Pero las desgracias, como es de todos sabido, nunca vienen solas. Por ello en el caso que nos ocupa hoy, acuden a nosotros acompañados de un Ministro.
Renuncio por ello a mi habitual estado, y por ello accedo a mirar dentro de las fauces de la bestia, y es entonces cuando me enfrento con la terrible realidad, aquélla que por otro lado procede de saber que en contra de lo que pueda parecer, la negrura que encierra las entrañas de la bestia, no sólo no está cercana a aminorar su intensidad, sino que yo me atrevería a afirmar, sin el menor riesgo de poder parecer antipatriota, cuando no alguna cosa peor, que no estamos lejos de comenzar a mejorar, sino que ni tan siquiera hemos comenzado a aminorar el procesote declive en el que a todas luces estamos inmersos.

De tal modo, que el monstruo no sólo no ha puesto coto a sus demandas, sino que embravecido, como no en vano dirían algunos, se presta para poner bajo asedio algunas de las últimas plazas que le quedan por conquistar.
El Estado de Bienestar y el Estado de Derecho en el que últimamente hemos vivido, ya han caído. La falsa muralla que les ofrecía una vana protección, débil tal y como las pruebas han demostrado, se han derrumbado con absoluto estrépito, tal y como entonces lo hicieron las de Jerícó. En tales tiempos bíblicos, testigos como ninguno otro de catástrofes como las que el Hombre no ha vuelto a padecer, bien podríamos comenzar a buscar los indicadores que sin duda nos proporcionen la justa medida de la actual situación en la que nos hallamos inmersos.

De hacerlo, de tener el valor suficiente  que no es otro que el imprescindible para enfrentarnos al hecho de ser capaces de reconocer la verdad cuando la tengamos delante, podremos por ejemplo concluir que como entonces, el ruido de las trompetas no sirvió sino para distraer la atención de los otrora moradores de Jericó, para alejarles de la verdadera causa de sus desgracia, los zapadores que encubiertos por el ruido que proferían las trompetas, socavaban poco a poco, pero con paso firme, la estabilidad de las hasta llegado tal momento, imperturbables murallas.

Pero de nuevo, una vez más, nos enfrentamos con la desasosegante certeza de que, hoy en día, los trompeteros son más burdos. Igual de eficaces, pero sin duda mucho más burdos. Así y sólo así puede comprenderse, cuando nos habemos de enfrentar con la circunstancia de que personajes de tan poco trapío, como pueden ser el Sr WERT, o incluso el antaño ingente GALLARDÓN, se disputen el privilegio de ser los piqueros de su excelsa majestad.

Hemos de recalar una vez más, en el siempre sosegado puerto que para el discurso representa el reconocer que vivimos en un país único, cuando no difícilmente definible. Pero hemos de hacerlo de nuevo toda vez que circunstancias en cualquier otro sitio como de lamentables o complicadas, se tornan aquí imprescindibles, cuando no verdaderos parapetos del alarde de Sistema que nos hemos creado. Así y sólo así, podremos aceptar sin necesidad de sonrojarnos ante el resto de invitados, que circunstancias como el bipartidismo a ultranza que en cualquier otro país civilizado que se encuentre en plenas celebraciones de sus 34 años de supuesta recuperación de la Libertad supondría motivo de congoja; suponga en nuestro caso en realidad la última esperanza de salvación que aparentemente nos quede.
Un bipartidismo que, lejos de ofuscarnos cuando menos en el terreno de la Política, cuando no abiertamente en el de la Democracia, nos arroja sin piedad en el baúl de los orgullos, convirtiéndose cuando no queda ya otra circunstancia o método, en el último bastión del que se sirve la Derecha, para emerger cuando no manifiestamente recuperada, casi rejuvenecida, hastiada de disimulos, y macabra en su hediondez, presta a cumplir con sus funciones, aquéllas para las que sin duda fue creada, y por las cuales, qué duda cabe, ha sobrevivido.

Y es así que prestos, raudos y veloces,  sus campeones, sus paladines corren a sus puestos, ansiosos por comenzar el torneo.

Fuera las máscaras, cae el último telón. Ya no hace falta fingir. Bienvenidos a la representación que para ustedes tiene preparada la Derecha Cavernaria. ¡Lástima que tan sólo sea una revisión de la última que representó en éste mismo lugar, hace 75 años, y de la que todavía no nos hemos recuperado plenamente!

Aquí los tenemos de nuevo. En sus blancos corceles, con sus brillantes armaduras, y sus afiladas lanzas. Y hoy el pendón al que deben pleitesía, aunque se aleja un poco del de la Cruz, se acerca no obstante, aunque de forma ciertamente obscena, al de el Nuevo Dios.

Y con ello se acaba la magia. El sortilegio se desvanece. La fórmula que hasta hoy regía el encantamiento, ya sabéis, esa que reza como en el Oráculo de Delfos: “La Izquierda malgasta los caudales que la derecha gestiona”, Cae hoy presa de los designios de uno de sus Sumos Sacerdotes, a saber el Ministro GALLARDÓN, cuando hoy ha afirmado, en el santuario que le proporciona la Cadena COPE, que a menudo gobernar consiste en repartir dolor.

Sr. PRESIDENTE, en qué parte de la sarta de falacias y mentiras hemos de ubicar ésta nueva realidad que sus delfines nos dibujan día tras día.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.






No hay comentarios:

Publicar un comentario