miércoles, 24 de julio de 2013

DE NUEVO A CUESTAS CON EL PARNASIANISMO.

No se trata de un error, ni mucho menos de una redundancia. Sencillamente, comprobar desde la menos violenta de las desazones cómo, muy a nuestro pesar, se cumplen no solo los protocolos, sino para peor las conclusiones sobre las que cimentamos nuestros argumentos, y por ende nuestras certezas se convierte, en contra de lo que una minoría malintencionada pueda pensar, en un verdadero suplicio.

Porque, definitivamente, y una vez más por supuesto sin pasión, necesitamos volver sobre nuestros pasos, o por qué  no, sobre los de quien corresponda, para tratar de dilucidar no ya las causas de la debacle en la que nos hallamos inmersos, sino más bien para tratar de comprender el grado de cumplimiento en el que se halla el plan de los que, indefectiblemente, han tejido semejante maraña.

Comulgo activamente con los que afirman que el actual estado de las cosas responde de manera inequívoca, a un plan perfectamente preconcebido. Me desmarco, no obstante de la mayoría de las fuentes cuando éstas se dedican a repartir culpas. Así, en un mero ejercicio de economía exponencial, ahorraré al amable lector el esfuerzo de revisar, compartiendo o no, largas listas de acusación  semejantes en estructura a las de Los Juicios de Nuremberg, para por el contrario resumir mi certeza, a la sazón que vórtice de mi diferenciación, diciendo que allí donde algunos ubican las causas, yo no hago sino ubicar los preceptos conceptuales.
Así, en definitiva, el aspecto financiero de esta crisis no es, en resumidas cuentas, sino la válvula de la olla a presión la cual, a base de girar y girar, no hace sino liberar presión del interior de la propia olla, impidiendo en consecuencia que la mencionada estalle.

Pero una vez más, y como no me canso de afirmar, lo que incluso Julián MARÍAS constató no sin pudor, es que España es diferente.

Y lo es  no solo por el hecho de que no estalle. Lo es más bien porque, como dirían los personajes de Cartas Marruecas, “…estallaremos dónde y cuándo lo creamos oportuno (…) que no así habrá de nacer nadie que nos venga a decir cómo habemos de hacer las cosas en este confín de España.”

¿Les suena? A propósito que hoy mismo la Comisión Permanente del Congreso, otra estructura más que, cómo no, ha sucumbido de la mano de las Mayorías Absolutas de la Derecha Reaccionaria (¿PP?) Ha tenido a bien despreciar la petición de comparecencia que  a efectos se pedía en sede parlamentaria, y que viene a reclamar a la excelsa figura del Sr. Presidente del Gobierno se digne a presentarse en la mentada plaza con el fin de que deje de hurtarnos ni por un segundo más a todos los españoles cuáles son sus opiniones a tenor de lo que todo el mundo, menos él al parecer conoce ya no solo como “el caso Bárcenas”, sino más bien como el caso que bien podría estar en condiciones de llevarse por delante ¿este sueño? De Democracia en el que creemos firmemente hallarnos instalados.
Porque es de eso, y no de otra cosa de lo que llegados a la presente hemos de comenzar a hablar.
De cómo un partido político puede llevar más de veinte años financiándose de manera aparentemente ilegal. De cómo sus dirigentes ajustaban el detrimento que habían sufrido en capacidad económica, pasando ésta a ser “sobrada”. De cómo grandes compañías, algunas procedentes de la privatización post’96 volvían al mercado mediante el pago previo de comisiones que acababan sirviendo para financiar campañas electorales que pasaban así a estar “enmerdadas” hasta el extremo de justificar el que tratemos de ilícito cualquier resultado por las mismas obtenido. Sí, por otro lado lo mismo que el PP ha hecho de manera evidente en lo concerniente a la puesta en práctica del Programa Electoral que lo encumbró.

Y es entonces que, una vez analizado todo lo anterior, hemos de volver inexorablemente al principio de todo nuestro entramado, para tratar de comprender en este caso cómo la realidad, supera con mucho a la ficción.

O más concretamente a cómo la ficción lo envuelve todo, sumiendo con ello a la realidad en toda una suerte de penuria incapaz ni tan siquiera de hacerse digna de sí misma.
Nos arroja así la actualidad a la necesidad de la mentira en pos de constatar desde la misma la posible verdad de la realidad.
Experimentamos con ello toda esa suerte de emociones solo concebibles desde la convicción de que, más pronto que tarde habremos de despertar de lo que solo puede ser un sueño.

Sueño, ficción, ilusión. Nostalgia, en una palabra, basada en una interpretación fraudulenta de un pasado que, de forma crédula, hemos llegado a asumir que siempre fue mejor.

Así, desde la filosofía del conejo que huye del incendio, nos hemos acostumbrado a decretar no ya como adecuado, sino realmente como maravilloso, toda una suerte de acontecimientos, realidades e incluso de estructuras, que no es ya que sean falacias, es que se acaban por revelar como burdas patrañas.

Y así no es que se caiga, es que se desmorona, todo un edificio fraudulento que entre todos, unos por acción, y otros por omisión, hemos permitido se construya.

Es así, nuestra realidad, un proceso abocado diariamente a la frustración, y al desasosiego. Emociones éstas solo comparables a las que sintió Ulises cuando retornó a casa.

Es por entonces que llegado el momento debido, tan solo el parnasianismo, interpretado en su vertiente política como el proceso del disfrute político en tanto que tal, o sea carente de motivación ajena; pueda garantizar la supervivencia de ciertos procederes.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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