miércoles, 2 de octubre de 2013

DE CUANDO LA NATURALIDAD NOS VUELVE PELIGROSOS. DE MARCELIUS AGRIPPA Y LOS PELIGROS DE LA “FILOSOFÍA NATURAL”.

Me sorprendo, una vez más, sorprendiéndome de cuanto  me rodea. Pero la verdad es que en este caso, lejos de poder decir que la existencia de tal sorpresa constituye en si mismo un motivo de alegría, como podría serlo el sorprenderse ante los tonos de un nuevo amanecer, o ante la ilusión de las todavía almas cándidas; lo cierto es que la sorpresa a la que hago mención tiende más, en este caso, a aquélla cuyo espacio converge por los ocupados por el sonrojo, y el cerceno.

Me sorprendo, definitivamente, cuando asisto no ya tanto a los hechos acontecidos este pasado sábado en la localidad madrileña de Quijorna, como sí a las en principio sorprendentes declaraciones efectuadas en la tarde de ayer por aquélla sobre la que recae tanto el gobierno como la representación de todos los vecinos de este pueblo madrileño; cuando en Cadena Ser vino a decir, de forma más o menos literal, que se sorprendía del grado que los acontecimientos habían adquirido toda vez que el acontecimiento se preparó con absoluta naturalidad.

Naturalidad, hermosa palabra. Como ocurre con todas las cosas hermosas, destinada a pintar las más bellas escenas, pero desgraciadamente propensa a desdibujar la sombra de las más espeluznantes miserias.

Es la naturalidad un término derivado de natural. Y es natural por ende otro procedente o relativo a lo que viene de la naturaleza. Es así que, navegando de manera somera, cuando no liviana, en los antecedentes de las Ciencias Modernas, encontramos poco antes del Renacimiento, una corriente conocida como Filosofía Natural, de la que entre otros el ya mentado AGRIPPA fue no solo precursor, sino marcadamente gran maestro; y entre cuyas  múltiples ocupaciones figuraban por ejemplo la sempiterna búsqueda de la Piedra Filosofal, la transmutación de los metales menores en oro, y, como argumento estrella, la convicción de la existencia práctica de un protocolo científico destinado a insuflar de nuevo vida, en aquello que ya parecía, al menos a los ojos de los hombres, definitivamente muerto.

Ocultándose poco menos que como apestados, los pensadores asociados a tales filosofías, fueron definitivamente denostados a partir del triunfo del Racionalismo, con el posterior triunfo que su pertrecho científico le proporcionaba, con el cual entre otros tejió su seda la Ilustración, viendo en principio el siglo XVIII los tímidos debates propuestos por los últimos que osaron esgrimir alguna tesis mínimamente identificable con semejantes principios.
Mas como suele ocurrir en estos casos, habrá que esperar a la denodada acción del más encarnecido de los rivales, para lograr se insufle un mínimo de aire en los pulmones de aquél que parecía irrefutablemente muerto.
Y será así que, en la ferviente cruzada que el Romanticismo del XIX emprende contra el racionalismo a ultranza que contra todo y contra todos ha esgrimido la Ilustración; el Romanticismo caiga definitivamente víctima de la pasión, siendo en este caso él quien resucite al muerto, la propia Filosofía Natural, como a sus muertos, a saber AGRIPPA y sus seguidores.
Y nacerá entonces no ya el Romanticismo, sino sus esperpentos los cuales, por dialéctica, inflamarán definitivamente el alma unas veces de sus seguidores, otras de sus detractores para, de manera a menudo inconsciente, lograr no solo que lo relativo a las emociones desplace a lo exclusivamente racional, resucitando con ello, de paso, viejos fantasmas.

Es entonces cuando, estableciendo de manera a nuestro parecer definitivamente clara el vínculo con el asunto Quijorna; lo que se debate hoy no es tanto la existencia de monstruos, como la mala fe o quién sabe si peor aún manifiesta indisciplina de los que no dudan en resucitarlos, para satisfacer no se sabe muy bien qué objetivos.

Porque cuando la Sra. Alcaldesa del Ayuntamiento de Quijorna se acaparaba ayer en el ya citado argumento de la naturalidad para hacer supuestamente más llevadero el asunto, no lo olvidemos asunto que incluye la flagrante exhibición de material con un marcado calado fascista dentro de las instalaciones del colegio público de la localidad; lo que inconscientemente estaba haciendo no era sino atribuirse de manera francamente impropia el papel de Mary SHELLEY quien, a la sombra de las tardes de otoño a la sombra de las montañas helvéticas ponía forma a los esperpentos monstruosos propios del Romanticismo, amparada en la naturalidad de lo monstruoso.

En ambos casos se está insuflando vida a un muerto. En ambos casos se apuesta por resucitar a un monstruo, con el cual defenderse de aquello que cada una de estas mujeres, en sus respectivos campos, considera sin duda un mal superior al cual hay que dar caza sin contemplaciones.
Pero si SHELLEY pudo argüir en su defensa, como así se expresa al final de la obra, el lógico desconocimiento de los efectos que liberar al KRAKEM traerían aparejados toda vez que no existía experiencia alguna al respecto, lo cierto es que la Sra. MARTÍN, alcaldesa de Quijorna, se encuentra del todo inhabilitada a efectos de usar tal argumento. El ejemplo constituido por la propia SHELLEY se convierte, de manera clara, en la muestra de los efectos que seguir tales consignas suelen traer aparejadas.

Pero claro, nada ni nadie puede a estas alturas garantizarnos que la Sra. MARTÍN haya leído a Mary SHELLEY. O lo que es peor, que considere oportuno hacerlo en un futuro no demasiado lejano.

Para no herir susceptibilidades, y ante todo para no desviar de manera inconsciente la atención del verdadero foco, hemos de decir, llegados a este punto, que quien esto escribe no cree que Quijorna sea el problema. Más bien al contrario, acontecimientos como el descrito, y más concretamente el corolario de reacciones suscitadas por el mismo, no hacen sino poner de manifiesto el grado de abotargamiento bajo el que vuelve a encontrarse la sociedad española. Un abotargamiento anticipo del colapso hacia el que indefectiblemente tiende nuestra sociedad, y que hace del silencio culpable de unos, y culposo de otros, la más atronadora de las pruebas.

Porque el que a estas alturas el propio SR. TORRES-DULCE haya de comparecer tildando de preocupantes para la estabilidad constitucional (nada menos), los acontecimientos sobre los que hoy esgrimimos, no hace sino poner de manifiesto toda una serie de acontecimientos, incluso de pensamientos, muchos de los cuales han sido convenientemente expresados en forma de opinión, por sus protagonistas unas veces, y por sus correligionarios otras; que convergen en un único y por ello si cabe más preocupante punto, el aumento de la intensidad del pensamiento fascista en España.

Pongo como casi siempre mucho cuidado tanto en las palabras que empleo, como en la forma de emplearlas. Así, me cuido muy mucho de mentar si quiera un posible conato de recuperación del fascismo en España, y lo hago no por consideración, sino sencillamente porque soy de la opinión de que en este país jamás ha habido de maneras consciente, ni tan siquiera un modelo fallido de fascismo. La causa de semejante afirmación pasa por entender que el fascismo parte del principio básico y vertebrador de pensar que su planteamiento responde a la consideración o tenencia de un modelo marcadamente exclusivo fruto del cual emergerán realidades o pensamientos que si bien cambiarían el mundo, lo harían de un modo y a unos niveles por otra parte Incomprensibles para el común de la plebe. Un común que, a lo sumo, habría de observar, eso sí por supuesto sin molestar, los usos y costumbres de quienes ejercerían el poder por ellos.

Nos encontramos así no ante el resurgir de nada. Se trata más bien de la confabulación de un nuevo monstruo, que se alimenta en este caso con el alma de cuantos se encuentran podríamos decir que muy subiditos. Un grupo que no me atrevería a catalogar como de exaltados, sino más bien como de víctimas toda vez que constituyen la primera remesa de logros de un nuevo plan destinado a hacer que la ideología más reaccionaria recupere su puesto. Un plan que comenzó con José María AZNAR, en 1996.

Y como en aquél, sin duda el monstruo se cobrará sin duda sus presas. La primera, su propio creador. Las siguientes, una vez más víctimas propiciatorias cuyo único delito es el de ser contemporáneas de una realidad estridente, que no comprende nada, que no comprende a nadie.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

1 comentario:

  1. A la Shelley no me la toques, que la tengo yo mucha ley...pobrecita mía, que me la comparas con la señora alcaldesa casposa de Quijorna. Ayayayyy...
    Es natural que dicha señora hable de naturalidad. Lo es, para ella, que ha nacido, crecido, reproducido y morirá respirando fascismo. Vaya argumento.
    Lo peor del caso es que su partido, que presume de democrático, no la haya forzado a dimitir. No pueden porque para ellos también es natural. Porque lo llevan en su adn político y porque su humus, del que se nutren, es fascista.
    Lo que nos está tocando ver...
    Enhorabuena, Jonás. Como dicen los chavalillos del Insti...no cambies.

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