Porque tal es el recorrido, cuando no la franca involución,
que bien podría servirnos para describir, dicho sea de paso, sin demasiados
esfuerzos, el tránsito que nuestro país ha recorrido en el tiempo récord de
apenas cuatro años.
España, el país que no hace mucho rezumaba, junto con su
sol, la imagen de estado de las
oportunidades, se ha convertido hoy en día y por méritos propios, en lo más parecido a un
cementerio donde reposan no solo las ilusiones y los sueños de unos pocos, sino
que para desgracia de muchos a estas alturas las concesiones al dios Tánatos han pasado ya a estar vinculadas
a conceptos para nada metafísicos.
Víctimas cuando no presos de una indolencia cuya intensidad
solo puede ser concebida, que no justificada, por la ignorancia; lo cierto es
que el país ha abrazado de una manera nuevamente sorprendente los protocolos,
cuando no las consecuencias en tanto que las mismas no son del todo evidentes;
de unas políticas, de unos procederes en cualquier caso, que son la
constatación evidente del triunfo manifiesto de una Ideología cuyo radicalismo, conceptualización y esquemas patrones
dejan tan poco lugar para la duda, cuando no tan siquiera a la interpretación,
que verdaderamente resultan tan inaceptables, como irreconocible empieza a ser
el país sobre el que quieren implantarlos.
Porque revisados no tanto ya los previos sobre los que tales
pretensiones se apoyan, como más tal vez las posibles consecuencias que bien
podrán constatarse una vez los mencionados puedan llegar a ser instaurados; lo
cierto es que solo la constatación de lo acertado de las palabras de un en su
momento bien informado Alfonso GUERRA hace ya algunos años, sirva para
escenificar el momento hasta el que hemos conducido a este país. “…Con el
tiempo, a España no la va a conocer ni la
madre que la parió.”
Verificado como digo el grado de exactitud de aquélla, más
que magnífica premonición, cierto es que haríamos poco más que constatar el
grado de triunfo de las mismas si nos detuviéramos aquí o, peor aún, nos
limitásemos a buscar en otros las causas de las mismas, reservándonos para
nosotros el cómodo y a la sazón poco menos que vergonzante papel de víctimas.
La derrota es
huérfana, mientras que la victoria tiene mil padres. De semejante tesitura podríamos
vestir el principio en el caso de que cediéramos, a pesar de todo, a la
tentación del victimismo aunque, a
pesar de todo nos veríamos obligados en ese caso, a considerar otra serie de
cosas coincidentes en el tiempo y en el espacio, aunque no obviamente en las
consecuencias, con los acontecimientos que bien podrían ser llamados a capítulo
en una especie de careo al que
habríamos de comparecer por un lado nosotros, y por otro la realidad.
Porque dentro del patético, cuando no manifiestamente
bochornoso ejercicio de amnesia en el que parece que la sociedad se ha
instalado, lo cierto es que de nuevo lo único que parece quedar claro es la
renovada muestra de desvergüenza a la que la misma se ha dado en practicar pasa
inexorablemente por negar la evidencia, cuando no por soslayar las
consecuencias que de la misma puedan extraerse, tanto para la sociedad en
general, como para los individuos en particular.
Pero es la responsabilidad uno de esos grandes conceptos con
los que la Sociedad tiende a darse de
bruces, sobre todo cuando se trata de ver o analizar como ésta se ha
mostrado del todo incompetente, cuando no manifiestamente burda, a la hora de,
por ejemplo, hacer frente a las consecuencias que sus actos pasados, aunque más
o menos recientes, han de tener.
Es la responsabilidad la que nos dice que, muy
probablemente, y sin solución de continuidad, el guión de la escena que
describa nuestra actual situación vaya a pasar del “Sonrisas y Lágrimas” en el que inconscientemente nos hallábamos
instalados, a un grandioso “Guerra y Paz”. Y todo ello, he ahí lo peor, sin el
menor atisbo de solución de continuidad.
A nadie se le escapa llegados a este punto, y de hacerlo
procedo ya a subsanar cualquier vestigio de duda que pueda llevar a nada más
que a incrementar la intensidad del error que tal hecho pueda llevar
equiparado; que tal y como he manifestado en multitud de ocasiones, considero
el voto activo en pos de la consecución de los objetivos promovidos por la Derecha para nuestro país, tanto parte de la concepción del error, en términos
cuantitativos, como muestra de esa
manifiesta ausencia de responsabilidad, en términos cualitativos.
Y digo esto amparado en la certeza de que nadie que de
verdad se haya detenido unos instantes en pos de descifrar el jolgorio programático en el que sin duda ha acabado
transformándose el catálogo conceptual desde el que se define hoy por hoy la
Derecha en España; puede sincera, cuando no positivamente afirmar que del mismo
puede extractarse una línea procedimental
propensa a alumbrar un mínimo proyecto para el país, máxime cuando ni tan
siquiera aquellos que alumbraron su génesis pueden, hoy por hoy razonar en pos
de la misma de forma argumentativa.
Estoy diciendo de manera absolutamente transparente, y lo
hago antes de que definitivamente me lo prohíban, que cada vez resultan menos
creíbles los esfuerzo que por parte de cualquiera puedan desarrollarse en pos
de convencer a nadie de la validez de un Programa de Gobierno del que, una vez
constatados dos años de vigencia del mismo, lo único que podemos decir
acudiendo de nuevo a la lista de aforismo
es, en este caso, que ni está ni se le espera.
Porque en estos instantes de certidumbre sobre los efectos
de unos recortes ya sufridos; sazonados por la incertidumbre propia de otros
recortes que sin duda están por venir, lo único de cuyo placer no me voy a
privar es de aquél que procede de clamar abiertamente mis preguntas a aquéllos
que si, con su voto, han promovido el retorno a esta en apariencia ya olvidada realidad.
Una realidad más propia de esa España reaccionaria, ultracatólica y paupérrima
a la que, sinceramente lo confieso, algunos pensamos solo regresaríamos a
través de las imágenes del NO-DO.
Una España tan densa, tan acartonada y definitivamente, tan
profunda, que verdaderamente parece difícil no ya solo de describir, sino
manifiestamente de alcanzar. Por ello, desde nuevamente la constatación a mi
entender evidente de semejante hecho, hemos de concluir finalmente la
aceptación de que, efectivamente tal logro no es sino la consecución de un
logro perfectamente planeado, alejado pues neta y absolutamente de todo intento
de proverbiar una aparente cesión a supuestas fuentes externas de aparentes
influencias perniciosas.
Y digo esto precisamente el día en el que he tenido acceso
al documento, más concretamente a la carta, mediante la que el FMI consignaba
al por entonces Presidente del Gobierno, D. José Luís RODRÍGUEZ ZAPATERO, el
catálogo de medidas, en principio obligatorias sí, como parecía ser menester se
pretendía evitar el colapso del país. Catálogo de medidas, lista de
obligaciones, dejemos los eufemismos para quienes hoy por hoy todavía se hallen
inmersos en los mismos si bien lo único cierto es que de la ejecución práctica
de las que a título de corolario se extrajeron de semejante lista; se configuró
la comparecencia de aquél para muchos fatídica comparecencia del 12 de mayo de
2010, fecha de el principio del fin.
A modo de guía destinada a ayudar a los que llegados a este
punto parezcan no entender nada, dejaré dicho que la mencionada comparecencia
cercenó todo ánimo de renovación del cargo para el Presidente, y de paso para
el PSOE, precisamente por integrar uno por uno y eso sí, de manera categórica,
la mayoría si no todos de los principios estructurales para los que la Derecha
llevaba años lampando o lo que es lo
mismo, cuestionándose seriamente las consecuencias que para la Historia y quién
sabe si para Dios, traerían equiparados semejante línea de implementaciones.
Pero de nuevo, una vez más, lo que se constata es que
aquello cuya satisfacción para la Derecha no tiene ningún tipo de
contraprestación electoral; para la Izquierda se convierte en una lacra, en un
lastre de toda parte insalvable.
Es así que no hablamos ya del trauma conceptual que lleva años arrastrando la Izquierda. Hablamos
una vez más de la especial configuración
genética que, a modo metafórico, parece dotar a la Derecha de una especie
de escudo antirradiación que la exonera, entre otras, de toda responsabilidad
para con los actos derivados de la puesta en marcha de sus Programas
Electorales, ya se traten de los oficiales, falaces y chabacanos; o de los
ocultos, impíos y a la sazón desvergonzados.
Y en medio, a título de constatación de lo expuesto, las
serias dificultades a las que hay que hacer frente hoy en día para “Ser
Español.”
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
¡Ay, la izquierda! Siempre enzarzados (Monty Phyton dicen, ahora que se arrejuntan) entre el Frenye de Liberación de Judea y el Frente Judáico de Liberación. No queda en el país papel de fumar suficiente para que nos la podamos coger
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