miércoles, 27 de noviembre de 2013

DE “EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS”, AL ESTADO DE “QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA.”

Porque tal es el recorrido, cuando no la franca involución, que bien podría servirnos para describir, dicho sea de paso, sin demasiados esfuerzos, el tránsito que nuestro país ha recorrido en el tiempo récord de apenas cuatro años.

España, el país que no hace mucho rezumaba, junto con su sol, la imagen de estado de las oportunidades, se ha convertido hoy en día y por méritos propios,  en lo más parecido a un cementerio donde reposan no solo las ilusiones y los sueños de unos pocos, sino que para desgracia de muchos a estas alturas las concesiones al dios Tánatos han pasado ya a estar vinculadas a conceptos para nada metafísicos.

Víctimas cuando no presos de una indolencia cuya intensidad solo puede ser concebida, que no justificada, por la ignorancia; lo cierto es que el país ha abrazado de una manera nuevamente sorprendente los protocolos, cuando no las consecuencias en tanto que las mismas no son del todo evidentes; de unas políticas, de unos procederes en cualquier caso, que son la constatación evidente del triunfo manifiesto de una Ideología cuyo radicalismo, conceptualización y esquemas patrones dejan tan poco lugar para la duda, cuando no tan siquiera a la interpretación, que verdaderamente resultan tan inaceptables, como irreconocible empieza a ser el país sobre el que quieren implantarlos.

Porque revisados no tanto ya los previos sobre los que tales pretensiones se apoyan, como más tal vez las posibles consecuencias que bien podrán constatarse una vez los mencionados puedan llegar a ser instaurados; lo cierto es que solo la constatación de lo acertado de las palabras de un en su momento bien informado Alfonso GUERRA hace ya algunos años, sirva para escenificar el momento hasta el que hemos conducido a este país. “…Con el tiempo, a España no la va a conocer ni la madre que la parió.”

Verificado como digo el grado de exactitud de aquélla, más que magnífica premonición, cierto es que haríamos poco más que constatar el grado de triunfo de las mismas si nos detuviéramos aquí o, peor aún, nos limitásemos a buscar en otros las causas de las mismas, reservándonos para nosotros el cómodo y a la sazón poco menos que vergonzante papel de víctimas.

La derrota es huérfana, mientras que la victoria tiene mil padres. De semejante tesitura podríamos vestir el principio en el caso de que cediéramos, a pesar de todo, a la tentación del victimismo aunque, a pesar de todo nos veríamos obligados en ese caso, a considerar otra serie de cosas coincidentes en el tiempo y en el espacio, aunque no obviamente en las consecuencias, con los acontecimientos que bien podrían ser llamados a capítulo en una especie de careo al que habríamos de comparecer por un lado nosotros, y por otro la realidad.

Porque dentro del patético, cuando no manifiestamente bochornoso ejercicio de amnesia en el que parece que la sociedad se ha instalado, lo cierto es que de nuevo lo único que parece quedar claro es la renovada muestra de desvergüenza a la que la misma se ha dado en practicar pasa inexorablemente por negar la evidencia, cuando no por soslayar las consecuencias que de la misma puedan extraerse, tanto para la sociedad en general, como para los individuos en particular.

Pero es la responsabilidad uno de esos grandes conceptos con los que la Sociedad tiende a darse de bruces, sobre todo cuando se trata de ver o analizar como ésta se ha mostrado del todo incompetente, cuando no manifiestamente burda, a la hora de, por ejemplo, hacer frente a las consecuencias que sus actos pasados, aunque más o menos recientes, han de tener.

Es la responsabilidad la que nos dice que, muy probablemente, y sin solución de continuidad, el guión de la escena que describa nuestra actual situación vaya a pasar del “Sonrisas y Lágrimas” en el que inconscientemente nos hallábamos instalados, a un grandioso “Guerra y Paz”. Y todo ello, he ahí lo peor, sin el menor atisbo de solución de continuidad.

A nadie se le escapa llegados a este punto, y de hacerlo procedo ya a subsanar cualquier vestigio de duda que pueda llevar a nada más que a incrementar la intensidad del error que tal hecho pueda llevar equiparado; que tal y como he manifestado en multitud de ocasiones, considero el voto activo en pos de la consecución de los objetivos promovidos por la Derecha para nuestro país, tanto  parte de la concepción del error, en términos cuantitativos,  como muestra de esa manifiesta ausencia de responsabilidad, en términos cualitativos.

Y digo esto amparado en la certeza de que nadie que de verdad se haya detenido unos instantes en pos de descifrar el jolgorio programático en el que sin duda ha acabado transformándose el catálogo conceptual desde el que se define hoy por hoy la Derecha en España; puede sincera, cuando no positivamente afirmar que del mismo puede extractarse una línea procedimental propensa a alumbrar un mínimo proyecto para el país, máxime cuando ni tan siquiera aquellos que alumbraron su génesis pueden, hoy por hoy razonar en pos de la misma de forma argumentativa.

Estoy diciendo de manera absolutamente transparente, y lo hago antes de que definitivamente me lo prohíban, que cada vez resultan menos creíbles los esfuerzo que por parte de cualquiera puedan desarrollarse en pos de convencer a nadie de la validez de un Programa de Gobierno del que, una vez constatados dos años de vigencia del mismo, lo único que podemos decir acudiendo de nuevo a la lista de aforismo es, en este caso, que ni está ni se le espera.
Porque en estos instantes de certidumbre sobre los efectos de unos recortes ya sufridos; sazonados por la incertidumbre propia de otros recortes que sin duda están por venir, lo único de cuyo placer no me voy a privar es de aquél que procede de clamar abiertamente mis preguntas a aquéllos que si, con su voto, han promovido el retorno a esta en apariencia ya olvidada realidad. Una realidad más propia de esa España reaccionaria, ultracatólica y paupérrima a la que, sinceramente lo confieso, algunos pensamos solo regresaríamos a través de las imágenes del NO-DO.
Una España tan densa, tan acartonada y definitivamente, tan profunda, que verdaderamente parece difícil no ya solo de describir, sino manifiestamente de alcanzar. Por ello, desde nuevamente la constatación a mi entender evidente de semejante hecho, hemos de concluir finalmente la aceptación de que, efectivamente tal logro no es sino la consecución de un logro perfectamente planeado, alejado pues neta y absolutamente de todo intento de proverbiar una aparente cesión a supuestas fuentes externas de aparentes influencias perniciosas.

Y digo esto precisamente el día en el que he tenido acceso al documento, más concretamente a la carta, mediante la que el FMI consignaba al por entonces Presidente del Gobierno, D. José Luís RODRÍGUEZ ZAPATERO, el catálogo de medidas, en principio obligatorias sí, como parecía ser menester se pretendía evitar el colapso del país. Catálogo de medidas, lista de obligaciones, dejemos los eufemismos para quienes hoy por hoy todavía se hallen inmersos en los mismos si bien lo único cierto es que de la ejecución práctica de las que a título de corolario se extrajeron de semejante lista; se configuró la comparecencia de aquél para muchos fatídica comparecencia del 12 de mayo de 2010, fecha de el principio del fin.

A modo de guía destinada a ayudar a los que llegados a este punto parezcan no entender nada, dejaré dicho que la mencionada comparecencia cercenó todo ánimo de renovación del cargo para el Presidente, y de paso para el PSOE, precisamente por integrar uno por uno y eso sí, de manera categórica, la mayoría si no todos de los principios estructurales para los que la Derecha llevaba años lampando o lo que es lo mismo, cuestionándose seriamente las consecuencias que para la Historia y quién sabe si para Dios, traerían equiparados semejante línea de implementaciones.

Pero de nuevo, una vez más, lo que se constata es que aquello cuya satisfacción para la Derecha no tiene ningún tipo de contraprestación electoral; para la Izquierda se convierte en una lacra, en un lastre de toda parte insalvable.
Es así que no hablamos ya del trauma conceptual que lleva años arrastrando la Izquierda. Hablamos una vez más de la especial configuración genética que, a modo metafórico, parece dotar a la Derecha de una especie de escudo antirradiación que la exonera, entre otras, de toda responsabilidad para con los actos derivados de la puesta en marcha de sus Programas Electorales, ya se traten de los oficiales, falaces y chabacanos; o de los ocultos, impíos y a la sazón desvergonzados.

Y en medio, a título de constatación de lo expuesto, las serias dificultades a las que hay que hacer frente hoy en día para “Ser Español.”



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


1 comentario:

  1. ¡Ay, la izquierda! Siempre enzarzados (Monty Phyton dicen, ahora que se arrejuntan) entre el Frenye de Liberación de Judea y el Frente Judáico de Liberación. No queda en el país papel de fumar suficiente para que nos la podamos coger

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