martes, 6 de diciembre de 2011

DE LOS NUEVOS TIEMPOS, DE LAS NUEVAS AMENAZAS, Y DE LA SORPRESA COMO EL MAYOR DE LOS RIESGOS.


Una vez más, la inevitable sensación de irremplazable pérdida a la que el paso del tiempo nos enfrenta, nos lleva hoy a comprobar cómo de nuevo, la marcación en tono rojo del día seis de diciembre en nuestro calendario, nos lleva a necesitar de algo más de unos instantes para comprender a qué es esto debido.

Haciendo tan sólo una petición de carácter estrictamente personal, creo sinceramente que, en estos tiempos en los que la carencia de cosas importantes por tratar ha permitido el acceso a los altares del poder de tanta gilipollez, bien podríamos plantear seriamente a quien corresponda, la adopción de un tono de tintado distinto para las fiestas de carácter institucional, esto es, aquéllas en las que la acción religiosa no tiene cabida por no resultar relevante. Así, evitaremos acciones propias de los que al levantarse hoy tenían verdaderos problemas de ubicación una vez constatado que la Curia permanecía convenientemente recluida en sus cuarteles.

Una vez dicho esto, llamada la atención de los que estén verdaderamente interesados, y repudiada la presencia de los que llegados a este punto hayan abandonado la lectura del presente por no constituir momento litúrgico, considero de verdad llegada la hora de comenzar con la verdadera exposición de intenciones.

Conmemorar el 6 de diciembre como El Día de la Constitución, se había convertido en un hecho que, unido en España al netamente coyuntural de la cercanía de la fiesta religiosa que le acompaña inmediatamente a continuación; convertía la celebración en algo completamente desprovisto no ya de sentido, sino de realismo alguno.

La flagrante manifestación en este caso de ese nuevo síndrome de las cosas bien hechas del que España adolece desde que vamos por el mundo imponiendo nuestros modelos en comportamientos internacionales de los que hasta hace 30 años no sólo no teníamos ni idea, sino que abiertamente nos eran inabarcables, nos lleva, en el caso de la translocación del hecho a caracteres nacionales, a adolecer abiertamente de los errores propios del que peca de novato.

La ferviente realidad que en España constituye el necesitar apuntalar en el hecho católico, eventos que deberían ser exclusivamente laicos, nos lleva a convertir en ahora más actual que nunca, el aforismo según el cual “La Biblia y La Constitución tienen en España muchas cosas en común. Así, todo español tiene una de cada, no las ha leído, a lo sumo ha consultado, y en el caso actual, considera como razón inamovible de Fe todo lo que en ambos documentos se expone.”

Sin embargo, lo convulso de los momentos en los que nos encontramos inmersos, se manifiesta sobre todo en que los terremotos que llevan aparejados son o serán previsiblemente capaces de echar abajo incluso el más sólido de los edificios institucionales, sean estos catedrales, o sedes de gobierno,

El laconismo propio de dar por sentado que el mundo en el que vivíamos era el mejor de los posibles, tenía una de las manifestaciones más hermosas en la convicción que casi todos los españoles presentaban, en basa al cual el inmovilismo institucional, manifestado en la plena y absoluta convicción de que no hace falta tocar nada; se convertía en el mejor argumento a favor del “beautiful world” en el que nos encontrábamos inmersos.

Sin embargo, la bochornosa modificación del artículo 135, el que hace referencia a las formas de proceder presupuestarias, nos ha sacado de nuestro promovido e interesado inmovilismo. Puesto que ¿Quién podía sinceramente plantearse a corto plazo el mundo en el que vivimos?

La nueva realidad, puesta de manifiesto hoy mismo nada menos que por el Excmo. Sr. PECES BARBA, uno de los padres de la Constitución, señala como imprescindible la adopción de medidas urgentes que tengan como resultado la retirada inmediata del articulado obsoleto en materia de consolidación autonómica, y la consolidación de aquél destinado a fomentar el reforzamiento de Europa.

La coincidencia en tiempo y forma de estas declaraciones, con las pronunciadas directamente por los máximos dignatarios de Alemania y Francia una vez que estos han adoptado la convicción de que son los nuevos mesías, nos lleva a la convicción de que no sólo ya nada ocurre por casualidad, sino que incluso las sorpresa son un arma en caso de ser bien gestionadas en sus tiempos.

Y mientras, D. Mariano corre a tomar posiciones de cabeza en ese inmenso dictado en el que parece se está convirtiendo la política europea. Cierto es que, a día de hoy es imprescindible plantearse la modificación de los tratados europeos para hacerlos más realistas en tanto que cada vez está más claro que de esta tan sólo salimos con más Europa. Sin embargo, el orden y la prudencia parecen ser, ahora más que nunca los mejores consejeros a la hora de participar en la redacción y consolidación de los nuevos articulados que regirán nuestro futuro más cercano, y que sin duda llevarán aparejados la renuncia de mucha de la soberanía nacional en manos de Estructuras y Políticas Multinacionales.

¿Encontrarán en medio de las prisas un instante para explicárnoslo convenientemente? Espero sinceramente que nos sorprenda de nuevo el 6 de diciembre esperando una respuesta.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


1 comentario:

  1. Esa primera página del ejemplar oficial de la constitución no es la autentica.
    La de verdad tiene el escudo con el águila de San Juan
    Vale

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