miércoles, 13 de junio de 2012

DE NUEVO, EL RAPTO DE EUROPA.


“Se atrevió también la regia virgen, ignorante de a quién verdaderamente montaba, en la espalda del toro a sentarse. Cuando el dios de la tierra, y del seco litoral, insensible, lo primero pone en las plantas, en el litoral, y por las superficies, en mitad del ponto se lleva su botín.”

Así se expresaba Ovidio, cuando se refería al capítulo mitológico según el cual la joven Europa, es raptada por Zeus quien, adoptando la forma de toro blanco logra despistar a la guardia establecida para su protección, instalada por su padre el Rey de Io; para finalmente acabar cruzando el mar con ella sobre su lomo, hasta Creta. Allí, debajo de un platanero consumará su rapto, y finalmente Europa acabará convirtiéndose en la Primera Reina de Creta.

Una vez más, muchos años después, dejándonos como entonces en la cara el color agridulce de la frustración, y sin poder alegar como en aquellos tiempos la hermosa retórica de la mitología, de nuevo es a partir de Grecia donde se gesta la mayor de las tragedias, en este caso la Gran Tragedia de Europa.

Y de Ovidio, a Homero: “Temo a los griegos incluso cuando traen regalos.” Regalo envenenado, de eso ya no cabe duda, el que el último hasta la fecha de los Papandréu en el poder, le ha hecho a esta Vieja Europa. Una Europa qué, por primera vez probablemente desde el Tratado de Versalles, el de 1918, no había vuelto a sentirse tan debilitada. Y lo malo es que, una vez más, como sucede en la mayoría de ocasiones, el ataque, bien motivado, o fruto en muchos casos de la mera incompetencia conceptual de aquellos que rigen nuestros designios, se produce desde dentro. Citando por proximidad las Teorías de Rousseau, El Hombre ha de buscar en la cesión de sus privilegios y autoridad en manos de un bien común, la consecución de sus pretensiones humanas.

Cuando Aquiles fue llamado por el Rey Agamenón en pos de cumplir con su sagrada misión, esa que para el Rey consistía en ponerse a su servicio, si bien para la Historia quedará reflejada como el primer intento serio de unificar los por entonces diversos pueblos de la tradición griega; éste acudió a su madre. -¿He de ir madre. Sin duda se me reclama para la Guerra? – Tan sólo a ti concierne la respuesta. Quédate, y sin duda vivirás muchos años. Tendrás hijos, y con su muerte morirá tu recuerdo. Si por el contrario decides acudir a la llamada, puede que no regreses, pero de lo que entonces no cabrá duda es que todos conocerán tus hazañas. Tu recuerdo permanecerá para siempre en la memoria. Dentro de miles de años, tu nombre seguirá infundiendo temor en el corazón de tus enemigos.

Salvando las distancias obvias, he ahí la única excusa realmente válida a la que hoy por hoy, podemos acogernos de cara a no maldecir los tiempos en los que vivimos. Venimos de vivir, sin ser conscientes de ello, una etapa maravillosa. El vino rebosaba la capacidad de todas nuestras ánforas. La comida era no la necesaria para satisfacer nuestra hambre, sino que día tras día nos dejaba ahítos. Y no era ya que nuestras demandas fueran del todos cubiertas. Es que, abiertamente, teníamos días en los que ni tan siquiera nos sentíamos con fuerza para seguir deseando.

Y entonces, llegó ella. Como suele ocurrir en todos los casos, pocos fueron los que la oyeron aproximarse. Como en el peor de los casos, la sensación de seguridad se había convertido en nuestro peor enemigo. Convencidos de nuestra supremacía, incluso habíamos retirado a los vigías de sus puestos, contraviniendo con ello los principios elementales del comportamiento básico.
Así, hace cinco años, pocos fueron los capaces de atisbar por encima del velo de fragancia que todo lo cubría. Y las palabras de esos pocos fueron rápidamente silenciadas por el clamor de los enviados de Baco los cuales, presos de su conducta, arrojaron los excrementos de su miseria moral sobre aquéllos que todavía tuvieron fuerza, ¿o tal vez se trataba de responsabilidad? De usar el ágora como lugar en el que hacer pública su denuncia.
Hoy, la sangre de todos nosotros no cubre ya sólo el ágora, sino que corre ágil por todas las calles de Europa. Y me atrevo a decir que ni toda ella será suficiente para saciar el hambre de las nuevas arpías que claman hoy, ocultas bajo otros ropajes, pero igual de sedientas, su tributo de almas.

A pesar de todo, es más que posible que sea precisamente semejante emoción, la que convierta en tan deseables por otro lado a la época que nos ha tocado vivir. No se trata, evidentemente, de clamar en pos del nuevo héroe dispuesto a guiarnos en la nueva Odisea. Se trata más bien de canalizar las fuerzas de todos, en pos de crear, o más bien de reconstruir, el espíritu común que hace ya algunas décadas, iluminó el camino hacia la verdadera Idea de Europa.
Europa es mucho más que un proyecto económico. Una vez superado aquél Benelux. Una vez que El Mercado Común es tan sólo una más de las múltiples herramientas de las que ha habido que hacer uso para llegar hasta aquí, lo que está claro es que la Unión Europea, a pesar de nacer en Maastricht, un tratado que a nadie se le escapa bebe en consignas eminentemente económicas; no es menos cierto que categóricamente supuso igualmente la proyección hacia delante del verdadero proyecto europeo, aquél que traerá consigo la Europa de los Pueblos.

Cierto es que hablar de esto puede sonar raro. Y más si cabe hacerlo en los tiempos específicos en los que nos encontramos inmersos. No se trata de hacer resurgir el Tiempo de los Héroes Mitológicos. Se trata más bien, por el contrario, de hacer nuestro, de apropiarnos, en el mejor de los sentidos, del espíritu que impregna el significado de la palabra Crisis, que en griego no significa sino CRECIMIENTO.
Atrevámonos a crecer. Superemos incluso las limitaciones que el propio término tiene impuestas, y crezcamos. Superemos los miedos, desmitifiquemos las creencias, saltemos por encima de los Mitos, y desnudemos las certezas.
Superemos nuestra época. Abandonemos el miedo que nos lleva a asirnos al presente con la fuerza propia del desesperado, y abramos nuestro espíritu a la convicción de que otro proyecto es no sólo posible, sino incluso exigible. Sólo en ese momento, el espíritu de Europa habrá sido rescatado de Creta, para imperar sobre nosotros.


Luis Jonás VEGAS VELASCO


No hay comentarios:

Publicar un comentario