Corren,
sin duda, malos tiempos. La sensación de que algo gordo se trama, circula ya por las calles. El miedo, adoptando
su primera forma, la de la duda y la desconfianza, comienza a hacer presa entre
el Común. Y ese es, sin duda, el
instante en el que la clase dirigente, debería
empezar a preocuparse. El siguiente paso es claro, recuperar el poder, una vez que la convicción de
que esa clase dirigente no hace lo
que debe, no lo olvidemos, aquello para lo cual fue elegida, hace mella
definitiva entre el Pueblo.
Y
de ahí, al escarmiento, hay un paso.
El
presente es estremecedor. Así dicho, puede resultar obvio. Si además dedicamos
unos instantes a comprobar cómo suena en
presente, esto es, arrebatándole cualquier posible potencialidad, refiriendo de
manera clara y descarnada su absoluta condición de realidad por todos
compartida, termina por dibujar un especio realmente desalentador.
Un
espacio en el que, por otro lado, se nos obliga de manera inequívoca y descarnada,
a interpretar no ya nuestro ahora, sino que ya a todas luces, constituye la
realidad con la que habremos de convivir durante muchos años.
Las
frías cifras, en su absoluto descaro, ponen sobre la mesa no ya un escenario,
sino una completa realidad, que no deja lugar ni a dudas, ni a
interpretaciones, sean éstas interesadas, manipuladas o, simplemente,
socarronas. Porque a la sensación generalizada de que la fiesta se acabó, se unen ahora las certezas que, poco a poco,
van emergiendo. Como en todas las fiestas, alguien tendrá que venir mañana, a
limpiar los detritos.
Y
el mañana es, a estas alturas, el hoy más descorazonador. Al proceso de
inventario es lento. Nadie quiere hacerse cargo. Nos falta experiencia en
semejantes lides. “He visto a campesinos
defender a su caballo hasta la
muerte. He visto a caballeros llorar como niños ante el
primer síntoma de batalla.” Esa frase, que figura en las memorias de Juan de AUSTRIA, bien puede constatarse
hoy.
A
diferencia de los tiempos de Flandes, en
los que las batallas se planteaban por ambas
partes. El terreno de batalla era
conocido, casi consensuado, por los contendientes. Y. por encima de todo,
existía la plena convicción de que ciertas
normas serían siempre respetadas.
Hoy,
las batallas no se luchan, se padecen. El terreno es abstracto, etéreo, virtual
vamos. Y lo que es peor, al mayor enemigo no lo conocen ninguno de los dos
contendientes. Por ello las batallas son sordas, mortales, carentes de arraigo,
y vacías de honor. Ni D. Quijote, ni el propio Juan de AUSTRIA, tendrían nada
que ganar en esta nueva realidad.
Y
en medio de tanta miseria moral, de tanto
vacío conceptual, una vez asumido no ya el drama de que los héroes se hayan ido, sino convencidos de la
desazó propia de saber que ya nunca volverán, hemos de asistir prestos al
duelo que se prepara.
Nadie
vela armas, ¿Para qué, si no hay
honor? El lugar que antaño ocupase Excalibur,
aparece hoy sembrado participaciones
preferentes. El torreón desde el que
Juana de Castilla decidió con su
inmovilismo la Historia de España, forma hoy parte del catálogo inmobiliario de Banco de Santander.
En
una palabra, el presente vuelve actual a UNAMUNO, cuando certificó la máxima de
que “…llegará un día en el que no te reconocerás en el espejo.”
La
actualidad manda. El empate de “La Roja”, prolonga durante unos minutos más la
agonía de vacío conceptual que persigue
ya a este país. Agonía que alcanza su máximo desarrollo en la certeza de la falta de certezas que
personifica a su Presidente del Gobierno. Nunca nadie dio tanta
credibilidad a la máxima según la cual, lo
difícil está en la comisión del primer Pecado. Los demás, por muchos que sean,
ya no hacen sino justificarlo.
Y
como patética repercusión, el clamor de
la penitencia en la que a estas alturas se convierte el análisis de las
cifras:
En
números redondos, hemos igualado, sin haber cerrado el primer semestre del año,
la cifra que constituía el total de la estimación de déficit presupuestario para todo el año. Sin ser alarmistas, bien
podríamos elevar las previsiones de éste para final del ciclo hasta el 8,3%. El
anterior Gobierno lo dejó en el 7,7%, y a estas alturas todavía hay un Gobierno
que sigue viviendo de las rentas de aquél
discurso.
En
parecidos términos, el comportamiento del diferencial
respecto del bono alemán a diez años (esa prima tan odiosa), coloca los tipos de interés de los mercados secundarios
en unas prerrogativas que han llevado, incluso a D. Mariano, a reconocer
como cercano el momento en el que España no podrá acudir a financiarse en los
mercados exteriores. ¿Somos conscientes de lo que eso significa, o por el
contrario hace falta deletrearlo? Pero
tranquilos, que no seré yo quien se lo deletree. La reunión del Euro-Grupo, que acaba de finalizar, ha
dejado ya por fin claro un hecho, La absoluta certeza de que de la Línea de Crédito de 100.000 millones de
Euros destinada a salvar nuestro “Tejido Financiero”, viene hasta nosotros
respaldada, como no podía ser de otra manera, por el aval que suponemos todos y
cada uno de los ·”españolitos”. Conclusión, los más de diez días que se han
traído discutiendo si la deuda repercutiría sobre el déficit, o sobre la deuda,
no era más que otro espejismo.
Y
mientras, los men in Black ya están
en Madrid. ¿Para qué? Como es obvio, no para cumplir las aparentes muestras de
deslealtad dadas por el Comisario de
Asuntos Económicos Sr. ALMUNIA, como ha dicho abiertamente la Sra. De COSPEDAL. Más bien, y como parece evidente para
cualquier observador objetivo, para
llamarnos al orden, o lo que es lo mismo, para desarrollar la batería de medidas de carácter estructural
que sin duda pasarán a formar parte de nuestra, a partir de ahora, dura
realidad.
Una
vez más, la sensación de que el clamor en pos de promover la muerte del mensajero no hace sino preconizar
la absoluta incapacidad de aquél que dirige.
Porque
a los consabidos medicamentazos, céntimos
verdes o sanitarios, así como al resto de memeces que el actual Gobierno pueda plantear, tan sólo una cosa
parece ya obvia. Que nada volverá a ser como fue.
En
poco más de seis meses, un Gobierno plañidero
y desnortado, ha logrado colapsar el país. Algunos de los que parecían
condenados a ser eternos candidatos, que
no dudaban en azuzar el Congreso al grito de “..dejadlos caer, a ver si entramos nosotros y la levantamos” son hoy Ministros
de Hacienda que han de tragarse el
sapo de reconocer el público que “España tiene, hoy por hoy, tremendamente
complicado recurrir a la financiación exterior”.
Ese
mismo Gobierno que lleva a De GUINDOS a rendir
el Reino. Tiene que ir, primero a Bruselas, y luego a Luxemburgo, a llorar
un rescate que por soez lo es incluso
en el nombre. Una vez más, el país adolece de la falta de gallardía
imprescindible para llamar a las cosas por su nombre.
Y
España va a la tanda de lanzamientos desde los
once metros.
Y
España le concede otra moratoria al Sr. RAJOY. Al menos hasta el próximo lunes
este país no tendrá consciencia de su
situación real.
Y
en medio de todo, la respuesta a la cuestión con la que abríamos hoy esta
sección de opinión, emerge con todo su poder:
La diferencia entre el Crédito y la
Credibilidad estriba en que el primero, como moneda de cambio que es, cuando se
pierde, es propenso de ser recuperado. Por el contrario, la Credibilidad, como
fenómeno moral, una vez perdida, jamás retorna.
Dicho
lo cual, Sr. PRESIDENTE, Si el Crédito nos ha abandonado como País, y la
Credibilidad jamás le acompañó en tanto que su figura de liliputiense político le acompañará ya a todas partes. ¿A qué
espera para marcharse?
Sin
duda, España y Europa aplaudirán su marcha.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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