lunes, 18 de junio de 2012

EL RINCÓN DE JOKIM. HOY:


EL TRIUNFO DE LA ESTULTICIA

Negar la evidencia, vender el fracaso como éxito, colocarse medallas en medio de la derrota, mostrarse altanero y camuflar los errores con fatuo triunfalismo, no solo es la definición de lo patético, sino que en boca de un presidente del Gobierno que comparece ante los ciudadanos para dar explicaciones sobre una situación calificada de crítica por el propio ejecutivo, es mucho más que una representación del patetismo, es una tomadura de pelo, es considerar a los ciudadanos como estúpidos ignorantes carentes de cualquier capacidad de análisis y torpes hasta para sumar dos y dos.
La actitud de Mariano Rajoy de ufanarse públicamente de que ha sido él quien ha presionado a Europa, y no al revés, no es solo un ejercicio de altanería ridícula para un mandatario que representa a un país que quiere influir en la política europea, sino que contribuye a incrementar el malestar de varios dirigentes europeos con Rajoy y, por extensión, con España. Malestar del que son fiel reflejo los titulares de la prensa internacional que desde el lunes y al unísono ponen a parir al presidente español con calificativos de todo tipo. Medios que, a este respecto, solo se hacen eco del cabreo que dirigentes como Merkel o los presidentes del Gobierno de Holanda o Finlandia o el comisario de la Unión, Olli Rehn o el presidente del BCE, Mario Dragui y otros varios, tienen con Rajoy, quién ha ido perdiendo crédito político de manera acelerada con decisiones políticas como retrasar la presentación de los presupuestos por las elecciones andaluzas, por cambiar por su cuenta y riesgo el monto final del déficit público para este año después de haberlo pactado con Bruselas y, últimamente, por los bandazos de su Gobierno para solventar la crisis de la banca española, y su empecinamiento –hasta hace una semana- al reiterar por activa y por pasiva que España no iba a necesitar ningún rescate para la banca nacional.
Un crédito que parece ya agotado después de la rueda de prensa del domingo, no solo por el absurdo tono triunfalista, sino porque Rajoy mintió descaradamente cuando afirmó que el crédito que recibiremos de Europa viene sin condiciones, cuando dijo que no computará como déficit público (los intereses del crédito supondrán inapelablemente más déficit público) o cuando señaló tajante que el Gobierno español no había recibido presiones. Tres falsedades que indignaron a varios de esos mismos dirigentes europeos que en las primeras horas de la tarde del domingo se movilizaron para intentar ponerse en contacto telefónico con Rajoy sin conseguirlo, dado que estaba viajando a Polonia (en compañía de su hijo), para ver el partido de España-Italia. Un fuerte malestar del que Mariano fue informado por el Primer Ministro polaco en el descanso del partido, sin que ello hiciera mella en Rajoy.
El resultado de este comportamiento desnortado de Rajoy ha comenzado a pasar factura a España desde el mismo lunes día 11 con contundentes desmentidos a lo dicho por el presidente en la rueda de prensa. Así, por ejemplo, ahora sabemos que sí hay condiciones severas por la concesión de la línea de crédito. Entre otras, la más dura, que serán las autoridades europeas las que supervisarán a partir de ahora "la totalidad" el sector bancario español (a los bancos buenos y a los malos), lo cual deja el papel del Banco de España, en mero comparsa del proceso. Ahora sabemos también, que sí hubo presiones fuertes sobre España que desde hace tres semanas venía negociando –sin reconocerlo públicamente- que el rescate a nuestro país se limitara a la banca. Ahora sabemos que fue la videoconferencia del G8 (donde la situación española fue la protagonista) y la del "Eurogupo" del viernes, las que terminaron por doblegar la tozudez empecinada de Rajoy en negar la evidencia. Una actitud que llevó a la cancillería alemana a forzar la mano de don Mariano, filtrando el jueves a la agencia Reuters la noticia de que España pediría el fin de semana el rescate bancario: como finalmente ha sucedido.
Y si estos son los problemas que ha generado la actitud de Rajoy a España en Europa, no son mejores –sino peores- los que está generando en sus propias filas, incluido el Gobierno, y por extensión en la sociedad española. En la madrugada del domingo las luces del Palacio de la Moncloa estuvieron encendidas hasta bien entrada la madrugada, momento en el que Rajoy dio su brazo a torcer y aceptó la petición que le hacían destacados miembros de su gabinete, para que compareciera en rueda de prensa (el domingo), después del aluvión de críticas recibidas por no haber salido a dar la cara y dejar que el ministro De Guindos fuera quien anunciara a los españoles la petición del rescate de la banca española; todo ello después de haber dicho a la prensa que para saber lo que estaba pasando con este tema, se lo preguntaran directamente a él. Como si fuera tan fácil encontrar a un hombre cada vez más escurridizo.
Rueda de prensa que vistos los resultados, no solo ha sido un fracaso de claros efectos negativos en el plano internacional, sino también para la cohesión del propio Gobierno. Que se lo pregunten a Luis De Guindos quien está más que molesto con Rajoy, al verse desmentido en varias ocasiones por el presidente y, más específicamente, en esa rueda de prensa donde Mariano desmintió lo dicho por De Guindos el viernes en otra comparecencia, al afirmar que los efectos del crédito que llegará de Europa no tendría impacto sobre el déficit público.
Palabras de Rajoy que dejan a los pies de los caballos al ministro y a su equipo económico, que no entienden por qué teniendo un informe claro y preciso sobre lo que había que decir en la rueda de prensa para no meter la pata, Rajoy va, se lo salta a la torera, y la mete hasta el corvejón.
Esta actitud prepotente y arrogante como pocas, es la que sitúa al presidente en el centro de la escena, tanto en Europa como en España. Aquí demuestra sus escasos reflejos a la mínima oportunidad. El jueves 14 de junio sin ir más lejos, con la prima de riesgo en 550 puntos y el interés del bono español en el 7%, dio la callada por respuesta, al evitar, hasta en tres ocasiones, a los periodistas que reclamaban un mensaje de tranquilidad. Sin embargo, lanzó a sus lacayos para que pidieran, sin ambages, la dimisión de Joaquín Almunia, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Competencia, por entender que había sido desleal con el Gobierno de España. Ahora resulta que decir la verdad es un acto de deslealtad. Porque el “pecado” de Almunia fue desmentir, el pasado lunes, a Rajoy, que había asegurado que el rescate no tendría efectos sobre el déficit. Una cortina de humo más para ganar tiempo y evitar lo que ya empieza a deslizarse por Europa. Su propia dimisión. Las próximas semanas resultaran clave. 

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