No
hace falta ser un lince para comprobar que este medio año de gobierno del
Partido Popular, se ha convertido en una alegoría del disparate. En este
tiempo, la derecha ha mostrado como no se debe actuar ante una crisis económica
y financiera de esta envergadura. Su incompetencia, inutilidad e ineptitud, a
la hora de afrontar este trance, esta llevando al país al borde del abismo.
Mariano
Rajoy y sus mariachis, porque no tienen otro nombre esos advenedizos, a cual
más soberbio y ramplón, que le acompañan en esta cruzada, se han propuesto
empequeñecer la figura del otrora adalid de la derecha más cavernaria, José
María Aznar. Mariano Rajoy, de sobra conocido por Europa como un títere, que no
sabe muy bien a quien acercarse, para finalmente situarse en tierra de nadie,
ha mostrado al mundo la clase de político que es. Un personaje gris al que le
queda excesivamente grande el cargo que ostenta. Mariano Rajoy, que no se
engañe nadie, no lucha por salvar al país de la quema, es decir, del temido
rescate, lucha por no perder su posición de privilegio. Intenta, con una
estrategia cuando menos estrambótica, no tener que presentar la dimisión para
convertirse en el presidente más efímero de la historia de la democracia
española.
Por
eso, trata de disfrazar el manido rescate a la banca. Nadie duda ya que habrá
que recurrir a ayuda externa, para recapitalizar a los bancos. Para acabar con
ese desaguisado originado por la nefasta gestión de esos directivos, que lejos
de sentirse culpables, se van para sus casas de rositas y con unos buenos
millones de euros en sus cuentas corrientes. Pues bien, Mariano Rajoy pretende
que el rescate no sea tal, o que se presente como algo suave, que el Gobierno
de España no ha tenido que pedir, sino que se debe a una ayuda desinteresada de
sus socios europeos. ¿Cuándo Europa ha prestado dinero sin pedir nada a cambio?
El
rescate llegará de forma directa, indirecta, de lado o de canto. Será un
rescate con condiciones, no tan duras como las que les ha tocado sufrir a
Grecia, Irlanda y Portugal. Pero habrá que ajustarse aún más el cinturón.
¿Cómo? Subida inmediata del IVA, bajada de pensiones y despido de funcionarios.
Eso es lo que no quiere contar nuestro insigne presidente. Eso es lo que le
pide Alemania. Bueno, más bien, lo que le exige. Porque la banca española
necesita una millonada para sanearse. Las cifras se mueven entre los 80.000
millones de euros y los 110.000 millones de euros. Y este dinero no se presta
por la cara bonita de nadie.
Por
si esto fuera poco, el país no solo asiste a una crisis económica sino también
a una crisis del sistema, del modelo democrático que tanto hemos defendido y
que han pervertido, hasta decir basta, quienes lo gestionan. Una crisis
acompañada de falta de principios éticos y
de una ausencia total de transparencia democrática.
No
se salva nadie. Primero la más alta institución del Estado, la Corona , con el Rey a lo
John Wayne en Hatarí, de safari, cazando elefantes. En sus discursos navideños
no faltan sus alusiones a la responsabilidad, pues menudo ejemplo. El Monarca
desaparece cuando pintaban bastos en España, aún pinta este palo, y gracias a
que se fractura la cadera el país se entera de sus aventuras por la Sabana. Luego Iñaki
Urdangarín y sus andanzas.
Turno
para el Gobierno. Su política de falta de transparencia y diálogo parece más
propia de una dictadura. Se niega a crear comisiones de investigación en el
caso Bankia, se niega a comparecencias públicas de sus gestores y del ya
exgobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez. Se niega a entablar
negociación alguna sobre las reformas y recortes. Impone, por su mayoría
absoluta, al nuevo presidente de RTVE, acabando con una ley que permitía el
consenso. Impide el desarrollo normal de las manifestaciones. A la mínima la
policía tiene orden de acabar con la concentración a palo limpio. Aplica la
política de rodillo y ha convertido la vida parlamentaria en un trámite sin
sustancia para los ciudadanos.
El
poder judicial. Su máximo representante, Carlos Dívar, presidente del Consejo
General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo torea a la sociedad española
no admitiendo responsabilidad alguna por sus viajes a Marbella, donde a costa
de los contribuyentes, pasó largos fines de semana en hoteles y restaurantes de
lujo. Mal parado sale el poder judicial, con Dívar menospreciando a la sociedad
y al intelecto, dado que todavía permanece en la retina el vergonzoso y
múltiple juicio sumarísimo al que fue sometido Baltasar Garzón.
Así
las cosas, los sindicatos están asfixiados por este Gobierno que les retiene
subvenciones y programas de formación, hechos que han provocado que UGT Y CCOO
hayan tenido que despedir a parte de sus plantillas. El Banco de España es una
comparsa dado que es ninguneado y denostado por un ejecutivo que ha dejado en
manos de dos consultoras foráneas, la auditoría que muestre el estado de salud
real de los bancos españoles.
El
Gobierno, con estas acciones, se ha propuesto acabar con el mayor activo de
este país: su gente. ¿Esta es la
España que queremos?
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