miércoles, 29 de julio de 2015

EL FIN DE LA TRANSICIÓN ¿O RESULTA MÁS ADECUADO HABLAR DEL FIN DE LA TRADICIÓN?

Busco en lo más recóndito de las distintas concepciones que de este país tienen los que todavía no sufren de la tan temida amnesia pasajera en la que por otro lado una gran mayoría parece haberse instalado; y lejos de ser capaz de obtener una respuesta objetiva, o sea, procedente de los sustratos objetivos, no encuentro sino una remesa más o menos ordenada, prueba en su orden efectivamente de su ficción; de sensaciones tan solo comparables a las del adolescente que incapaz de cerrar por dentro la puerta, y todo hay que decirlo por cometer los errores propios del exceso de confianza, es sorprendido por el cabeza de familia en actitud onanista.

Sea como fuere o por ser más justos, como mejor proceda, ya va siendo hora de que este país comience a enfrentarse con el que se concibe sin el menor género de dudas como el mayor de sus problemas es decir, con él mismo.
Arranquemos así pues ordenando las ideas, en pos, quién sabe, si de albergar la mínima esperanza no tanto de encontrar las respuestas, cuando si más bien tan siquiera de hacer las preguntas adecuadas.

Una vez finiquitado el tan traído y llevado Proceso de la Transición, una realidad que como pasa con Plutón, a la mayoría les coge muy lejano, a pesar de lo cual todos o casi todos tienen opinión al respecto; lo cierto es que se encuentre o no éste absolutamente cerrado, o por otro lado tal cierre no se haya sino producido en falso; lo indiscutible es que nos ha dejado un país en el que resulta muy difícil encontrar sin forzar la mayoría de los componentes que por otro lado vendrían a componer lo que alguna vez llamaríamos Un Estado Integral.

Por alejar fantasmas, tanto conceptuales correspondiendo éstos a los elementos que vienen a dar luz a las líneas de argumentación; como reales de entre quienes semana tras semana acuden tan solo albergando la por otro lado sana afición de criticar; comenzaré por dejar claro que efectivamente, no estoy diciendo que el nuestro sea un Estado Fallido. Más bien al contrario lo que afirmo es que el nuestro es un Estado en toda regla, con todas las letras si lo prefieren, con la excepción consabida de las que hacen o una vez hicieron mención al sacrificio que inexorable ligado al compromiso terminan por convertirse en los albaceas de cualquier proceso de esta índole que por otro lado se precie.

Dicho de otra manera, y parafraseando a un gran amigo con la esperanza de que no se enfade, El español conforma día a día una suerte de tesis cuyo comportamiento demuestra su convicción de que el sudor se limpia peor que la sangre.
Lo expresó no sé si mejor, aunque si desde luego con más sonoridad Julián MARÍAS cuando afirmó que (…) a un español de cualquier época se le identifica por sus conductas. Así, no esperes que cruce la calle por defender sus convicciones aunque éstas se encuentren en claro peligro, más no dudará en embarcarse hacia los territorios de ultramar si con ello salva el denostado honor de una dama, sea ésta o no, resultado de una mala ficción a menudo vinculada a un mal amanecer fruto de una mala noche, de peor vino.

Difícil expresarlo mejor, lo cual no hace sino reforzarnos en nuestras convicciones las cuales hacen presa ahora en cuestiones digamos, de corte procedimental.

Respondía así pues y llegados a este punto, La Transición, a los parámetros propios de un quehacer procedimental. Las consideraciones propias de tal naturaleza, entre las que evidentemente destacan aquellas que por cuestiones de matiz vienen a confundir lo que está sin hacer, con elementos que aún son objeto de profunda revisión a la vista de recientes hallazgos; van componiendo sin el menor género de dudas un escenario cuya mejor, por no decir única definición, responde a parámetros de inacabado.
Es así pues la Transición, o por ser más justos, su contenido, reducido, quién sabe si injustamente o no, a una mera milonga redomada compuesta a partir de milhojas de azúcar y hojaldre destinadas, como en el caso de la película de Julie Andrews, a que la píldora que os dan, pase mejor.
Remitida por correo urgente desde su vigente sección en el apartado de Historia Consumada, hasta su nueva ubicación junto a las obras de ASIMOV y CARTER, o sea, en Ciencia Ficción, deberíamos, a estas alturas, comenzar a pensar en la larga o corta sucesión de acontecimientos que han terminado por conducirnos, inexorablemente, a este aquí, a este ahora.

Citando casi a vuelapluma al Sr. Ministro de Hacienda quien hablando en este caso de asuntos vinculados con la obligación de crecimiento para con las tasas de déficit vinculadas a las CC.AA, diremos, repito, como aquél, que es así que no es la actividad de las Comunidades Autónomas sino más bien el quehacer de las personas que por otro lado integran éstas, quienes contribuyen con sus actos a incrementar o en su caso a reducir, las mencionadas tasas.

Hechas las salvedades obvias, y por supuesto respetadas las que sean de rigor, lo único que nos queda es la constatación evidente de que a las personas y solo a las personas, hemos de atribuir en justicia los logros, o en su caso los defectos, de cualquier actividad directamente a ellas vinculadas. Y una de las pocas certezas que a estas horas podemos seguir esgrimiendo es aquella en base a la cual la Política es, por definición, la actividad que inexorablemente más arraigo tiene de cara a las personas, por ende seres sociales destinados a confeccionar una sociedad que requiere de un esfuerzo organizativo.

Es llegado este punto cuando comenzamos a establecer las primeras diferencias. Así, categorizados los elementos que en base a su incidencia contribuyen de una u otra manera, con mayor o menor intensidad, en la confección del mencionado sistema; que podemos entre otros determinar el que denominaremos grado de responsabilidad que hacia lo potencialmente probable, existe.

Dicho de otro modo, existen diferencias de carácter digamos punible, que pone de manifiesto diferencias entre los que pueden por una lado tomar decisiones de carácter ejecutivo, a la sazón vinculante; y quienes están por otro lado ligados al proyecto esgrimiendo una tendencia que podríamos determinar como marcadamente pasiva.

De la traducción de la mencionada categorización obtenemos una categorización que bien podría hacerse ostensible aceptando por un lado la existencia de una minoría destinada a funciones ejecutivas; la cual es respaldada por una mayoría que paradójicamente ve a menudo reducida su función a una mera comparsa.

Si bien resulta incuestionable que a menudo la expresión de la opinión de la mencionada mayoría no es solo obviada sino lo que es peor, sometida a continuas manipulaciones condenadas cuando no a hacer pasar lo blanco por negro, promoviendo con éxito la insalubre conducta de hacer comulgar con ruedas de molino; lo cierto es que lejos de justificar el silencio y el ostracismo, semejante conducta materializada en el hecho de reducir el valor del sufragio al que puede tener una chocolatina en la puerta de un colegio no debería sino redundar en una permanente crítica traducible, al menos en tiempos como los que nos ha tocado vivir, en una suerte de tensión dinámica la cual, extendida de manera homogénea por las calles y plazas de todo el territorio nacional, contribuyera a la generación de una sana atmósfera traducción directa de la cual fuera la convicción de que si somos nosotros quienes nombramos Gobiernos, gozamos de la misma condición competencial a la hora de relevarlos.

Mas al contrario, de lo que somos testigos tras proceder con un análisis que ni tan siquiera requiere de la necesidad de ser profundo, es de cómo la verdad emerge en forma de la tantas veces denunciada falta de proyecto y compromiso por parte de quienes a la postre habrían de ser los más interesados en la evolución del proceso según estos cánones.

De tamaña falta de compromiso, analizada en base a un proceso de desintegración, para ser devuelta luego a su estado habitual procediendo de conformidad a los métodos Cartesianos los cuales no hacen sino avalar la certeza de las conclusiones; elevamos al rango de tal  la hasta ahora mera tesis en base a la cual en la base de todo el problema que a título integral hemos planteado, no reside sino una absoluta y lamentable falta de responsabilidad, aderezada con el consiguiente abandono activo de funciones que converge en torno a la franca negligencia.

Es desde tal universo, donde se pone de manifiesto un horizonte de sucesos en el que pueden convivir con absoluta sobriedad una vez más elementos tan inherentemente desvinculados como pueden ser la discusión de un Proceso de Autodeterminación desde el punto de vista digamos integrador, desarrollado por un Ministro de Hacienda que, como es obvio, resume cuando no reduce la totalidad de sus parámetros a los competentes para aplicar un algoritmo el cual, no os hagáis ilusiones, muchas veces trae aplicado de casa.

Parafraseando el título de una magnífica película…¿Vencedores o Vencidos?
Aunque tal vez resulte más adecuada esta otra: Todos eran culpables.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario