Busco en lo más recóndito de las distintas concepciones que
de este país tienen los que todavía no sufren de la tan temida amnesia pasajera en la que por otro lado
una gran mayoría parece haberse instalado; y lejos de ser capaz de obtener una
respuesta objetiva, o sea, procedente de los sustratos objetivos, no encuentro
sino una remesa más o menos ordenada, prueba en su orden efectivamente de su
ficción; de sensaciones tan solo comparables a las del adolescente que incapaz
de cerrar por dentro la puerta, y todo hay que decirlo por cometer los errores
propios del exceso de confianza, es
sorprendido por el cabeza de familia en
actitud onanista.
Sea como fuere o por ser más justos, como mejor proceda, ya
va siendo hora de que este país comience a enfrentarse con el que se concibe
sin el menor género de dudas como el mayor de sus problemas es decir, con él
mismo.
Arranquemos así pues ordenando las ideas, en pos, quién
sabe, si de albergar la mínima esperanza no tanto de encontrar las respuestas,
cuando si más bien tan siquiera de hacer las preguntas adecuadas.
Una vez finiquitado el tan traído y llevado Proceso de la Transición, una realidad
que como pasa con Plutón, a la mayoría les coge muy lejano, a pesar de lo cual
todos o casi todos tienen opinión al respecto; lo cierto es que se encuentre o
no éste absolutamente cerrado, o por otro lado tal cierre no se haya sino
producido en falso; lo indiscutible es que nos ha dejado un país en el que
resulta muy difícil encontrar sin forzar la
mayoría de los componentes que por otro lado vendrían a componer lo que alguna
vez llamaríamos Un Estado Integral.
Por alejar fantasmas, tanto conceptuales correspondiendo
éstos a los elementos que vienen a dar luz a las líneas de argumentación; como
reales de entre quienes semana tras semana acuden tan solo albergando la por
otro lado sana afición de criticar; comenzaré por dejar claro que
efectivamente, no estoy diciendo que el nuestro sea un Estado Fallido. Más bien al contrario lo que afirmo es que el
nuestro es un Estado en toda regla, con todas las letras si lo prefieren, con
la excepción consabida de las que hacen o una vez hicieron mención al
sacrificio que inexorable ligado al compromiso terminan por convertirse en los
albaceas de cualquier proceso de esta índole que por otro lado se precie.
Dicho de otra manera, y parafraseando a un gran amigo con la
esperanza de que no se enfade, El español
conforma día a día una suerte de tesis cuyo comportamiento demuestra su
convicción de que el sudor se limpia peor que la sangre.
Lo expresó no sé si mejor, aunque si desde luego con más
sonoridad Julián MARÍAS cuando afirmó que (…) a un español de cualquier época se le identifica por sus conductas.
Así, no esperes que cruce la calle por defender sus convicciones aunque éstas
se encuentren en claro peligro, más no dudará en embarcarse hacia los
territorios de ultramar si con ello salva el denostado honor de una dama, sea
ésta o no, resultado de una mala ficción a menudo vinculada a un mal amanecer
fruto de una mala noche, de peor vino.
Difícil expresarlo mejor, lo cual no hace sino reforzarnos
en nuestras convicciones las cuales hacen presa ahora en cuestiones digamos, de
corte procedimental.
Respondía así pues y llegados a este punto, La Transición, a los parámetros propios
de un quehacer procedimental. Las consideraciones propias de tal naturaleza,
entre las que evidentemente destacan aquellas que por cuestiones de matiz
vienen a confundir lo que está sin hacer,
con elementos que aún son objeto de
profunda revisión a la vista de recientes hallazgos; van componiendo sin el
menor género de dudas un escenario cuya mejor, por no decir única definición,
responde a parámetros de inacabado.
Es así pues la Transición, o por ser más justos, su contenido, reducido, quién sabe si
injustamente o no, a una mera milonga
redomada compuesta a partir de milhojas
de azúcar y hojaldre destinadas, como en el caso de la película de Julie
Andrews, a que la píldora que os dan, pase
mejor.
Remitida por correo
urgente desde su vigente sección en el apartado de Historia Consumada, hasta su nueva ubicación junto a las obras de
ASIMOV y CARTER, o sea, en Ciencia
Ficción, deberíamos, a estas alturas, comenzar a pensar en la larga o corta
sucesión de acontecimientos que han terminado por conducirnos, inexorablemente,
a este aquí, a este ahora.
Citando casi a
vuelapluma al Sr. Ministro de Hacienda quien hablando en este caso de
asuntos vinculados con la obligación de crecimiento para con las tasas de déficit vinculadas a las CC.AA,
diremos, repito, como aquél, que es así
que no es la actividad de las Comunidades Autónomas sino más bien el quehacer
de las personas que por otro lado integran éstas, quienes contribuyen con sus
actos a incrementar o en su caso a reducir, las mencionadas tasas.
Hechas las salvedades obvias, y por supuesto respetadas las que sean de rigor, lo único que nos
queda es la constatación evidente de que a las personas y solo a las personas,
hemos de atribuir en justicia los logros, o en su caso los defectos, de
cualquier actividad directamente a ellas vinculadas. Y una de las pocas
certezas que a estas horas podemos seguir esgrimiendo es aquella en base a la
cual la Política es, por definición, la actividad que inexorablemente más
arraigo tiene de cara a las personas, por ende seres sociales destinados a confeccionar una sociedad que requiere de
un esfuerzo organizativo.
Es llegado este punto cuando comenzamos a establecer las
primeras diferencias. Así, categorizados los elementos que en base a su
incidencia contribuyen de una u otra manera, con mayor o menor intensidad, en
la confección del mencionado sistema; que podemos entre otros determinar el que
denominaremos grado de responsabilidad
que hacia lo potencialmente probable, existe.
Dicho de otro modo, existen diferencias de carácter digamos punible, que pone de manifiesto
diferencias entre los que pueden por una lado tomar decisiones de carácter
ejecutivo, a la sazón vinculante; y quienes están por otro lado ligados al
proyecto esgrimiendo una tendencia que podríamos determinar como marcadamente pasiva.
De la traducción de la mencionada categorización obtenemos
una categorización que bien podría hacerse ostensible aceptando por un lado la
existencia de una minoría destinada a funciones ejecutivas; la cual es
respaldada por una mayoría que paradójicamente ve a menudo reducida su función
a una mera comparsa.
Si bien resulta incuestionable que a menudo la expresión de
la opinión de la mencionada mayoría no es solo obviada sino lo que es peor,
sometida a continuas manipulaciones condenadas cuando no a hacer pasar lo
blanco por negro, promoviendo con éxito la insalubre conducta de hacer comulgar con ruedas de molino; lo
cierto es que lejos de justificar el silencio y el ostracismo, semejante
conducta materializada en el hecho de reducir el valor del sufragio al que
puede tener una chocolatina en la puerta de un colegio no debería sino redundar
en una permanente crítica traducible, al menos en tiempos como los que nos ha tocado
vivir, en una suerte de tensión dinámica la
cual, extendida de manera homogénea por las calles y plazas de todo el
territorio nacional, contribuyera a la generación de una sana atmósfera
traducción directa de la cual fuera la convicción de que si somos nosotros
quienes nombramos Gobiernos, gozamos de la misma condición competencial a la
hora de relevarlos.
Mas al contrario, de lo que somos testigos tras proceder con
un análisis que ni tan siquiera requiere de la necesidad de ser profundo, es de
cómo la verdad emerge en forma de la tantas veces denunciada falta de proyecto y compromiso por parte
de quienes a la postre habrían de ser los más interesados en la evolución del
proceso según estos cánones.
De tamaña falta de compromiso, analizada en base a un
proceso de desintegración, para ser devuelta luego a su estado habitual
procediendo de conformidad a los métodos
Cartesianos los cuales no hacen sino avalar la certeza de las conclusiones;
elevamos al rango de tal la hasta ahora
mera tesis en base a la cual en la base de todo el problema que a título
integral hemos planteado, no reside sino una absoluta y lamentable falta de
responsabilidad, aderezada con el consiguiente abandono activo de funciones que converge en torno a la franca negligencia.
Es desde tal universo, donde se pone de manifiesto un
horizonte de sucesos en el que pueden convivir con absoluta sobriedad una vez
más elementos tan inherentemente desvinculados como pueden ser la discusión de
un Proceso de Autodeterminación desde
el punto de vista digamos integrador, desarrollado
por un Ministro de Hacienda que, como es obvio, resume cuando no reduce la
totalidad de sus parámetros a los competentes para aplicar un algoritmo el cual, no os hagáis
ilusiones, muchas veces trae aplicado de
casa.
Parafraseando el título de una magnífica
película…¿Vencedores o Vencidos?
Aunque tal vez resulte más adecuada esta otra: Todos eran
culpables.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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