lunes, 7 de mayo de 2012

DE CUANDO HEMOS DE HACER FRENTE A LOS NUEVOS RETOS, CONTANDO A LO SUMO CON DOS TONTOS Y UN PARAGUAS.


Haré lo que tenga que hacer, aunque para ello tenga que hacer cosas que vayan en contra de mis propias ideas, si con ello preservo el interés general” Mariano RAJOY.
“BANKIA es hoy por hoy una entidad fuerte. Sus cuatrocientos mil accionistas, y sus más de diez millones de clientes pueden estar tranquilos.” Rodrigo RATO.

Cierto es que hasta el miércoles no toca. Pero, una vez más, el flujo constante de información me lleva, de manera casi enardecida, a enfrentarme de nuevo a la gratificante labor de dar mi punto de vista a los acontecimientos que, de manera fulgurante en su desarrollo, pero estructuralmente taxativa, van acaeciendo a mi alrededor, convirtiendo el hecho de vivir en el aquí, y en el ahora, en una verdadera suerte conceptual.

Poco a poco, las cartas van quedando sobre la mesa. Como en una partida de naipes que ha llegado a la fase del descarte, todo el mundo se va retratando. Y la verdad, es que todos y cada uno de los que se hallan situados alrededor de la mesa dan perfectamente el perfil.
Tenemos al Dirigente. Sagaz, inteligente, confiado en su capacidad, hasta el momento no cuestionada, se cree de verdad capacitado para arreglar el desaguisado, aunque para ello tenga que pasar por encima de los que, hace algún tiempo, le votaron.
Tenemos al retornado. Ya sabéis, ese hijo de cacique que hizo las Américas, y ha vuelto al pueblo para deslumbrar a los rústicos. El primer paso, es conocido, construirse una Villa. Ese, su rincón, en el que humeando entre habanos sin duda prohibidos, piensa en la manera de iluminarnos a todos con su sagacidad, la cual se mantiene virgen, como la vergüenza.
Tampoco nos falta el aventado. Dícese del Alcalde saliente, que versa en la actualidad con funciones de Secretario, en tanto que como la sapiencia es un bien que aparentemente escasea, hace que prácticamente se repartan de manera alterna el cargo. Sufre, y muestra ese sufrimiento por medio de un sudor frío, y de un discurso farfullado, propio del que cree saber, mas prefiere en todo caso que no se sepa, para que nadie pueda arrebatarle el dulce sabor del premio no competido. Ya se sabe, si tienes paciencia y tiempo para esperar, el cadáver de tu rival político verás pasar.
Y sólo nos falta un tercer jugador, el señor Cura. Aunque éste, como cuenta con aquiescencia mayor, le dispensaremos, porque sin duda se encuentra computando los beneficios propios de un domingo en el que neófitos adeptos han abrazado el que se dice segundo de sus sacramentos, lo que viene a ser El Código Legal de un Sistema que pese a estar dirigido a Humanos, parece tan sólo responder ante Dios.


La situación es gravísima, casi roza lo esperpéntico en términos democráticos. La depravación más absoluta se ha adueñado de nuestros dirigentes, y estos no dudan en dar muestra de la misma en actitudes tan dispares y contradictorias, que van desde el negarse a hacer declaraciones públicas en algunas ocasiones; dando con ello muestra de la irresponsabilidad que parece presidir hoy por hoy sus actos; hasta la hemorragia conceptual que padecen en otras ocasiones, cuando de manera casi sorpresiva nos riegan por aspersión con un torbellino de declaraciones que parecen venir a justificar unos actos que, en la mayoría de ocasiones, aún no se han producido. Como dijo Inocencio III “Justificación no pedida…”

Y en medio de todo esto, el escarnio. La consagración definitiva de que el ejercicio efímero de la Democracia, se ha visto desbancado por el poder manifiesto de la Economía.
Las declaraciones de nuestros eminentes dirigentes, hacen presagiar un futuro a corto plazo muy duro para todas y cada una de las instituciones de nuestra Democracia, así  como, para la supervivencia de los preceptos que las han dotado de verdadero cuerpo y realidad.
Asistimos sin el menor recato, al proceso por el cual no ya la Economía, sino su hijo bastardo, el Libre Mercado, concebido mediante la semilla podrida que es la especulación, campea ya libremente, no sólo por los terrenos que le fueros dados. Como en el caso de Zeus con El Titán, cometimos el error de pensar que aceptarías las reglas impuestas para garantizar la mutua supervivencia. Pero olvidamos una cosa, como en el caso del Mítico Dios, la labor de gobierno desgasta y cansa, mientras él tiene tiempo para estudiar, descansar y fortalecerse.
Y como tal, le ha bastado esperar paciente su ocasión. Como en aquél caso, hemos sido de nuevo las que una vez fuimos sus víctimas, las que le hemos liberado. De nuevo, la existencia de una amenaza mayor nos ha llevado a pensar que un riesgo minusvalorado podía convertirse en solución. Y hemos liberado a la bestia.

Ahora la bestia se regodea. Nos mira, lujuriosa, desde la distancia. Siempre desde la distancia, esa que le proporciona el desprecio que en realidad siempre nos dedicó. Para ella en realidad nunca fuimos nada, nada más que peones en un gran juego de ajedrez cuya partida lleva desarrollándose desde hace muchos años, incluso siglos. Una partida en la que unas veces prima la estrategia, en otras ocasiones la aparente estabilidad, cuando los contendientes se enrocan durante un tiempo, para lamer sus heridas, y estudiar al contrario; pero que siempre presenta un denominador común, el que procede de saber que siempre quedarán peones por sacrificar.

Y como en toda partida que se precie, el alfil. Víctima propiciatoria, de verdad se cree protagonista de algo. Su aparente libertad de movimiento, le lleva a considerarse protagonista. Pobre estúpido, el hecho de poderse mover tan sólo en diagonal, hace que, llegado el momento decisivo, resulte sencillo anticipar en qué casilla se halla emplazado.

La trampa queda, de esta manera descubierta. No se trata de seguir jugando. No podemos permitirnos el lujo de seguir intercambiando piezas. Considero firmemente llegado el momento de dar un manotazo, lanzar todas las fichas al suelo, y dar la vuelta al tablero, en busca no ya de otra manera de jugar, sino abiertamente de proponer otro juego.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario