Tan
apabullados nos tienen con el cúmulo de datos económicos negativos que a diario
nos cae en la cabeza…dos o tres por día y a cual peor…qué, de golpe, todos nos
hemos convertido en economistas y manejamos la terminología como si fuéramos
recién licenciados. Con ser positivo…sin duda…que ampliemos nuestros
conocimientos y capacidad de análisis sobre cualquier aspecto de la vida, el
hecho de que la macro economía se haya convertido…ya desde hace tiempo…en el
tema central sobre el que gira la conversación cotidiana de la mayoría de las
personas, no solo tiene un alto valor significativo sobre los tiempos que
corren, sino que, define, también, una manera imperante de entender y encarar
la vida que, por el efecto real de los malos datos, tiende a ocultar otras
facetas del ser humano; y, lo que es más grave, nos hace sentir y vernos como
culpables de una situación que nos frustra, porque aleja e impide a la mayoría
alcanzar el objetivo idealizado por el capitalismo para la clase media, cual es
la espiral consumista del sistema.
Deliberado
o no, machacar con las cifras…siempre frías y de difícil comprensión para la
mayoría…o, peor aún, utilizarlas para lanzar a diario admoniciones…esto es amonestaciones…y
advertencias, que solo enmascaran lo que percibimos íntimamente como amenazas,
es el flaco favor que nos hacen los responsables políticos que nos
gobiernan…los nacionales e internacionales…y los grandes grupos empresariales
que les utilizan; porque no hacen más que incidir en el sentimiento de
culpabilidad que se nos traslada con ellas.
Es
así, sin dar más alternativa que la de aceptar el negativo impacto social de
las cifras rojas, como se nos inocula el miedo al presente y al futuro que se
extiende entre las clases medias, temerosas de perder el poco o mucho margen de
maniobra económico del que venían disfrutando: principalmente el de tener un
puesto de trabajo, que va camino de convertirse en un artículo de lujo, por muy
mal pagado que esté. Es de este modo, cómo las clases medias…hasta ahora la
gran base social de España…quedan atenazadas por el sentimiento de
responsabilidad culpable ante una crisis que nos hacen creer que es
exclusivamente económica, cuando en realidad asistimos a un cambio de modelo de
civilización, en el que los ciudadanos anónimos se convierten en los
protagonistas de su destino como sociedad, en detrimento de poderes
establecidos, instituidos y de los que actúan en la sombra en forma de grupos
de presión o “think tank”.
Este
es el torbellino en el que estamos atrapados, y en el que el miedo que se nos
administra a diario no solo nos atenaza, sino que cumple un doble objetivo aún
más perverso: por una parte, el de olvidarnos de exigir responsabilidad a los
culpables de esta galerna y, por otra, el de impedirnos y no dejarnos ver y
pensar, que las nuevas herramientas inteligentes que todos manejamos y el uso
que hacemos de ellas, sitúan a los ciudadanos anónimos, a los mortales comunes,
en el centro y como protagonistas de un nuevo modelo de orden social que entre
todos se está definiendo.
Un
orden social en el que el ciudadano quiere decidir sobre aquello que le afecta
porque ahora disfruta de la capacidad de difundir sus ideas al mundo entero sin
intermediarios; porque puede auto organizarse con otras personas a partir de su
propia iniciativa o de la que comparte con otras personas con los mismos
objetivos o intereses; porque puede participar en la toma de decisiones si la
superestructura de poder social le deja; porque puede y quiere ejercer un mayor
control sobre los que nos gobiernan; porque con su actividad genera una efecto
de transparencia social donde cada vez hay menos espacio para el poder
omnímodo, lo secreto y lo oculto.
Son
todas estas nuevas capacidades (y otras que quedan en el tintero) las que están
generando ya un caldo de cultivo social que empieza a demandar - y más pronto
que tarde a exigir- un nuevo replanteamiento del actual modelo democrático y
del sistema de organización y representación política, para hacerlos más
democráticos y participativos, y con ello menos opacos y autónomos.
Este
es el efecto de fondo del miedo que nos meten y con el que nos abruman, solo
para que no despertemos y nos demos cuenta de que este, mejor que ningún otro,
es el momento para reclamar y acometer cambios profundos y de calado con el que
poner fin el orden social de rapiña en el que vivimos.
JOKIM.
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