lunes, 21 de mayo de 2012

EL RINCÓN DE JOKIM. HOY. PERIODISTAS DE COLMILLO RETORCIDO.


Determinados medios de comunicación españoles de postín, se han empeñado en denigrar y deshonrar este oficio, a golpe de difamaciones, insultos, injurias, falacias, enredos, cambalaches, calumnias, insidias, chismorreos o lo que es más grave, a través de juicios sumarísimos, en los que el encausado, sin posibilidad de defenderse y generalmente inocente, pierde tal condición para convertirse en enemigo público de la sociedad.

Solo ellos, solo los profesionales de estos medios, si es que se les puede denominar así, parece que están en posesión de la verdad absoluta. Suelen ser juez y parte, pero este insignificante y minúsculo detalle, no se tiene en cuenta por los adictos a los mensajes, quienes felices y gozosos reciben su dosis diaria, ya sea en columnas de prensa, en programas de radio o de televisión.

A cualquier noticia, por intrascendente que parezca, se le puede dar la vuelta y convertirla en un arma arrojadiza contra el enemigo; enemigo es aquel que no piensa como ellos o simplemente que no está con ellos. Raramente defraudan a la afición porque les cuentan, justo, lo que quieren oír. Valiéndose de una mal entendida libertad de expresión, se lanzan como posesos a una carrera, cuyo vencedor es aquel que manifiesta el mayor disparate.

Instalados en ese reino del despropósito tienen, en estos días, su momento más lúcido. Y no es otro que Bankia. No hay que ser un lince para observar hasta que punto les ha escocido que el Gobierno haya tenido que acudir al rescate de la cuarta entidad financiera, del país, que con los batacazos que se está dando en la bolsa, a este paso se va a situar en el furgón de cola bancario. Les ha dolido especialmente que una entidad auspiciada por el PP tenga que estar en boca de todos y sea el hazmerreír en los círculos económicos internacionales.

Pero fieles a su estilo, los trompeteros han salido en tropel para culpar del desaguisado al presidente del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, a José Luis Rodríguez Zapatero, a Elena Salgado e incluso, pásmense, al exministro de Fomento José Blanco. En ninguna de sus torticeras columnas hay mención alguna para el exquisito Rodrigo Rato, quien, a juicio de estos gurús de la información, no parece culpable de nada, incluso da la impresión de que no figuraba al frente de Bankia. Es más, ni se menciona que percibirá una indemnización millonaria pese a salir de la presidencia por la gatera.

Y es que cuando se trata de lanzar dardos envenenados, nada mejor que acordarse de Zapatero y sus secuaces y olvidarse de los verdaderos culpables. Aquí se demoniza todo lo que huele a socialismo, a rojerío y a herencia recibida, y sin embargo se eleva a los altares a quienes, sin sentido alguno de la responsabilidad, sin credibilidad y a tijeretazo limpio, se están cargando el estado de bienestar con el beneplácito de gran parte del país, que atenazado por el miedo asiste, impasible, a este dislate en el que se ha convertido la vida económica y social española.

Con un panorama que no puede ser más desolador y con un país que no ve la manera de salir del atolladero, estos tribuletes, de pluma afilada, están estos días que no caben en sí de gozo, al observar, que al fin el Gobierno prepara el asalto a RTVE.  La joya de la corona será tomada por las bravas, sin consenso alguno y tras cambiar la ley de elección del presidente del ente público, con el valor que da una mayoría absoluta, obtenida mediante el engaño, la mentira y la desvergüenza.

Aquí se colocará lo más granado de la profesión. Aquellos a los que hay que pagar por los servicios prestados. La televisión de todos dejará de ser referencia internacional y se convertirá, de nuevo, en aparato de propaganda. Acudirán como moscas para ocupar puestos que les permitan obtener salarios escandalosos. ¿Qué les importa la crisis? Su hipocresía y demagogia no conoce límites.

Son encantadores de serpientes porque no se les puede catalogar de profesionales cuando adolecen de su sentido más estricto, informar desde un punto de vista objetivo, o al menos, no tan sesgado como sucede actualmente. Está claro que el periodista objetivo está en vías de extinción. Ahora toca soportar este periodismo de colmillo retorcido, rastrero, miserable, indigno y vil, impropio de una sociedad del siglo XXI.

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