martes, 22 de mayo de 2012

DE CUANDO, MUY A PESAR NUESTRO, TODO EMPIEZA A ENCAJAR.


O como diría alguien nada conocido, alguien a quien la manera de desarrollarse los acontecimientos desde su muerte ha dado plena vigencia de actualidad y certeza: “todos se van, poco a poco, retratando.”
Es hora de decir las cosas por su nombre, decía hoy mismo el Sr. BASAGOITI desde la Cadena de Televisión todavía Pública. Pues hagámoslo. Invitemos, aunque en principio sea humildemente, a todos nuestros oyentes primero, con la esperanza de que luego, poco a poco, la idea transcienda. A lo mejor de esta manera, dejando a un lado la falsa modestia, esa que tanto daño ha hecho a este país en la medida en que adoptaba sus diferentes formas, entre la que destaca la de falsa humildad; podamos, como primer ejercicio, llamar a las cosas por su nombre.

Asistimos, lo repetimos una vez más, a un momento histórico. Pero como novedad a ese comentario, aparentemente repetido, podemos poco a poco, empezar a identificar a los protagonistas del mismo.
Y si podemos hacerlo es porque efectivamente, se retratan. En una entrevista nuevamente memorable, a cargo de la Sra. PASTOR, uno de los valores en alza del PP, el Sr. BASAGOITI, decía entre otras lindezas que a España le ha llegado el momento de aceptar que no puede gastar más de lo que ingresa, que inexorablemente el ejercicio de transparencia que (ellos, el PP) acababan de hacer constituye un ejercicio de gran transcendencia de cara a la apuesta que hacen para reforzar nuestra imagen ante Los Mercados, la fuente a la que España ha de tender a la hora de acceder a la capitalización de los Bancos. Para ello, el esquema es claro, primero austeridad que, a base de medidas y recortes devolverá la confianza perdida, luego vendrá el tiempo de crecer.
Y según sus propias palabras son medidas que no me gustan, pero que sin duda tendrán consecuencias electorales que, indudablemente asumirá como propias.

Por fin las piezas comienzan a encajar. Y para mi asombro, una vez más compruebo que lo hacen con la solvencia propia de aquello que, en realidad, siempre estuvo destinado a ser así.
Una vez más, El Pueblo va por delante de sus dirigentes. Lo que éstos catalogan bajo el epígrafe de incapacidad manifiesta de la masa para alcanzar métodos que confluyan positivamente en la consecución de objetivos realmente válidos para la defensa del bienestar común, (o sea, que todos somos básicamente unos cretinos), se traduce en que El Pueblo, aplicando a plomo el Sentido Común, logra verificar de manera inexorablemente acertada un único hecho, la Crisis conceptual y axiológica que nos envuelve ha alcanzado hasta tal punto los cimientos del modelo basado en el Capital, que éste está, definitivamente, acabado. Ésto, lejos de ser dramático, no hace sino poner de manifiesto un corolario que sí constituye, de manera terrible la constatación evidente de un drama que se plantea de manera evidente. Si el Sistema Capitalista yace vacilante, herido de muerte, ¿Por qué se empeñan algunos dirigentes, entre los que se encuentra desgraciadamente un cada día más lívido Mariano RAJOY, en seguir alimentando a un muerto?
La respuesta es tan evidente, que llegar a ella por métodos tan sencillos ridiculiza a sus actores, y banaliza las conclusiones. El Estado está tan asustado, que ha olvidado no ya sus funciones, como de hecho ha ocurrido. Ha olvidado incluso las bases que sustentan su existencia:

“Nuestro Régimen sirve los intereses de la masa de los ciudadanos y no sólo los de una minoría y. por ello, se le ha dado el nombre de democracia. En los asuntos privados, los hombres tienen delante de la ley las mismas garantías, y es el prestigio particular de cada uno, no su pertenencia a una clase, sino su mérito personal, el que le permite acceder a los cargos y magistraturas. De la misma manera, ni la pobreza de nadie, ni tampoco su humilde condición social, son un obstáculo, si es capaz de servir a la patria. Nos gobernamos en un espíritu de libertad, y esa misma libertad se encuentra en nuestras relaciones cotidianas, en las que la desconfianza o el recelo están ausentes y tampoco nos ofende que nuestros vecinos quieran vivir de la forma que mejor les plazca.
En conclusión, yo afirmo que nuestra ciudad es, en su conjunto, un ejemplo a seguir para todos.”

Acudimos con este pasaje, como no podía ser de otra manera, a la Historia. Tal es el caos qué, de nuevo, hallaremos en el pasado la respuesta a las preguntas que el presente no se ha atrevido a hacer. La quintaesencia del modelo existencial en el que se engloba nuestro quehacer político, lo que puede ser deseado si cumplimos con lo  que constituye nuestro deber, así como lo que contiene una descripción práctica y a la sansón muy acertada, de los procedimientos necesarios para conseguir su definitiva y razonada implantación; se muestran en el mismo. Y lo hacen con un aplomo y una certeza, realmente difíciles de derogar.
Así, resulta difícil acceder a otra muestra más lograda que ésta, de lo que bien podría ser una definición elegante, casi postmoderna, de algunos de los principios mas atractivos que aparentemente sanciona nuestra Moral; una muestra  en la que de manera brillante y casi efímera, se solventan de manera hábil donde las haya, aspectos fundamentales de nuestro aparentemente nuevo modelo de gobierno basado en la democracia; cuales son una sorprendente por lo sobria definición ejemplar de la democracia, junto con una sublime descripción de sus características.

Este texto, que está extractado de la obra “Historia de la Guerra del Peloponeso, 423-411 a.C.” es obra de TUCIDIDES, un coetáneo de PERICLES, ya sabéis, el gran elemento de aportaciones tan abrumadoras al marco de aplicación de una democracia la griega del siglo V a.C, la cual, tal y como ha quedado puesto de manifiesto a la luz del texto, sería de total y absoluta aplicación en la actualidad.
Para aquéllos que en este momento se sienten abrumados, muchos de los cuales bien podrían formar parte de ese grupo de elegantes indignados que por unos u otros motivos podrían igualmente suscribir las bases de ese perfil de Factbook que reza algo así como Si perteneces a ese millón cuatrocientos mil votantes que confiasteis en la Derecha, y ahora os sentís defraudados, pues te jodes. A ellos, cabe sin duda decirles que realmente no se trata de abrumar a nadie. Se trata, sencillamente, de hacer comprender a nuestro Gobierno que así, definitivamente, no. Un no basado no en la escaramuza política, ni en la desavenencia electoralista, sino un no basado en la convicción de que la justicia en la tumba, no es justicia.
Pero un no que, en contra de lo que ellos practican asiduamente, no está basado en la técnica excluyente, sino que parte de la convicción de que sólo acotando los desmanes de un Sistema que pretende llevarse, entre sus últimos estertores, la racionalidad del pueblo al que, no lo olvidemos, una vez representó, le obliga nuevamente a tomar las riendas de su realidad, desde la convicción de que no hacerlo, aquí, y ahora, conllevará aceptar de manera no pacífica, sino pasiva, la pérdida de libertades y derechos fundamentales que por otro lado han costado demasiado tiempo no ya conseguir, sino consolidar una vez se han vencido las barreras de unas mentes en las que La Iglesia y La Derecha habían llevado a cabo una labor de implantación realmente magistral.

La pregunta entonces es clara, y su formulación obvia. ¿En qué nos hemos equivocado, dónde nos hemos dormido para que documentos estructurales de hace dos mil quinientos años, adquieran hoy pleno dominio de vigencia?

Tal vez baste un corto paseo por la realidad que nos rodea, comprobando los retrocesos en el estado de derecho, viendo el ascenso de las estructuras autárquicas por definición, o las francas cesiones en capítulos y libertades otrosí se pensaban consolidadas, nos sirvan  para comprobar definitivamente que la actualidad no sólo no se nutre exclusivamente del presente más rabioso, sino que a menudo tiene que recuperar un conato de orden bebiendo en las fuentes del tranquilo pasado que,  a medio plazo, espera, en estado latente, su ocasión. Una ocasión que a veces se traduce en orgullo, si bien otras adopta la firma de la vergüenza más dolosa.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.


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