Poco a poco, el tiempo, el gran agente balsámico
por excelencia, ejerce su labor. Sin embargo, no sin sorpresa, comprobamos qué,
en el caso que nos ocupa, el mero paso del tiempo no sólo no constituye alivio
alguno para nuestros problemas, sino que, por el contrario, el hecho de que
éste transcurra sin que por otra parte de observen en el Gobierno
“manifestaciones propia de existencia de Vida Inteligente”, no nos abocan sino
a la ya firme convicción de que, efectivamente, tenemos un problema.
La constatación diaria de la
realidad no sirve sino para comprobar como la convicción que algunos tenían,
según la cual el Partido Popular se había puesto al frente del país armado tan
sólo con la sacrosanta convicción de
que su condición natural supondría en sí mismo motivo más que suficiente para
promover la pronta resolución de los problemas que nos acucian; alcanza por
otro lado grado de absoluta certeza cada vez que asistimos a alguno de los ejercicios de gobierno que aparentemente le
son propios al Sr. RAJOY, en tanto que ejerce de su condición, no lo olvidemos,
de Presidente del Gobierno. Y si, efectivamente en ese rango también incluyo
las carreritas en las rampas del garaje del Senado.
Pero claro, la risa, si alguna
vez la hubo se trunca en llanto cuando constatamos no ya sólo que con estos bueyes hemos de arar, sino que
la manera de hacerlo es, en sí misma, altamente patética.
Cuando tras el triunfo de
HOLLANDE en las elecciones francesas, RAJOY corrió a recibirle diciendo que juntos emprenderían el camino que por un
lado rompería el dominio de Alemania, a la par que abriría una nueva etapa de
crecimiento para Europa, algunos, que somos por desgracia poco dados al
desenfreno, nos preguntamos, y lo hicimos en alto, cómo era posible que sendos representantes de ideas y formas de
concebir la Política tan dispares, pudieran llegar a ponerse de acuerdo en algo
sin que ello les supusiera un ejercicio de neurosis. Pero como uno está
ciertamente cansado de que le llamen agorero, y la Historia está llena de
alianzas imposibles basadas en el principio según el cual, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, pues aceptamos renegar de
nuestra incredulidad a base de cogernos una melopea
conceptual capaz de hacernos creer que la Derecha Cavernaria
española estaba dispuesta a aceptar que no podíamos seguir recortando. Y así,
después de sufrir los efectos de la resaca,
decidimos apostar por la posibilidad de que el desenfreno en el que
aparentemente se halla instalado Mariano RAJOY, le llevara no sólo a dar un romántico paseo en barca con la Canciller, sino
que esperamos, pobres indinos de nosotros, que de aquello podía surgir algo más
que otro de los habituales revolcones
políticos a los que están acostumbrando en Europa a RAJOY.
Así que, evidentemente,
perdimos la apuesta. Nos
tocó pagar no sólo la cogorza, sino
que también hubimos de hacernos cargo de
la cuenta de destrozos varios. A saber, la credibilidad de España ante el resto
de países, la pequeña cajita en la que guardábamos los últimos vestigios de
orgullo (exteriores los había dilapidado por la forma mediante la que estaba
llevando la enésima crisis del Peñón.) Pero
sobre todo nos toca pagar, y muy caro cada día, la cuenta de intereses que los
acreedores que España tiene, nos pasan cada día. Hoy, sin ir más lejos, al 6%.
Y claro, si para nosotros, que
afortunadamente vivimos perdidos en
Gredos, estas cosas resultan indescifrables, para HOLLANDE, que el hombre sabe bien lo que se pesca, podéis
imaginaros lo que le ha costado calar a
RAJOY y lo que es peor, lo ladinas de sus intenciones.
Según me cuentan, el ultimátum tuvo esta forma: “si a lo más que aspiras es a disimular la
intervención disfrazándola de rescate financiero, vas dado si esperas que te
acompañe.” Al día siguiente, tenía lugar el bochornoso paseo en barca junto
a Ángela MERKELL. Allí, entre susurros y lamentos de enamorados, tiene lugar la
escenita según la cual poco menos que se ve obligado a ponerse de rodillas
implorando un hueco en la Conferencia Extraordinaria sobre Crecimiento de Bruselas.
Se trata de una cumbre que,
sin lugar a dudas, reúne múltiples peculiaridades. La primera, de entrada, su
nombre. En contra de lo que suele ocurrir en estos casos, su nombre sí que
tiene verdadera relación con su contenido. Porque la Cumbre para el
Crecimiento, pretende hablar verdaderamente de crecimiento, o lo que es más
importante a estas alturas, de la necesidad de comenzar a convencer a los
gobiernos de la UE de lo imprescindible que comienza a resultar, llegados ya a
estas alturas, comenzar a implementar políticas que sean capaces de superar el
trauma en el cual nos hallamos inmersos. Políticas que sean capaces de
constatar que otra manera es posible.
Supone lanzar la paloma al
aire, para ver si regresa con la ansiada rama de olivo, sustituyendo el periodo
de tensa espera, por otro en el que el ejercicio activo genere de nuevo, en sí
mismo, riqueza.
Pero como suele ocurrir
siempre, a toda fuerza de acción, le corresponde otra de reacción, que
inexorablemente actúa en sentido opuesto. Así, aceptar que el tiempo de las
Políticas de Crecimiento ha llegado, supone asumir de manera explícita el fin
de aquéllas otras que basaban exclusivamente en medidas recesivas, traumáticas por definición, su catálogo de
medidas para superar los tiempos que nos han tocado vivir.
Y entonces, un nuevo drama
tendrá lugar, y lo hará de manera brutal. El drama procedente de reconocer que
cinco años de sufrimientos no han servido para nada, sencillamente porque éste
no era el modo, sencillamente porque tal y como nos imaginábamos, si bien todos
esperábamos poderlo obviar, no hemos estado sino en manos de pirómanos que
habían asumido el papel de bomberos.
La macropolítica de todos los
países tiene un denominador común, la incapacidad manifiesta para proceder con
las decisiones de manera rápida. Si esto es
una realidad que se constata en el interior de cada uno de los países
por separado, no hace falta ser muy avispado para hacerse una idea de lo que
debe suceder en el seno de los Órganos de Dirección de los Veintisiete. Desde
tales premisas, resulta sencillo comprender que la inercia propia del
movimiento generado por la propia estructura es tal que hace que mientras los
grandes ya han comenzado a aplicar medidas correctoras, los periféricos sigamos
inmersos en la ejecución de procedimientos que han sido declarados ya
obsoletos. Desde la observancia de este hecho, resulta no ya sencillo de
comprender, sino casi lógico de asumir, que mientras unos países proclaman
abiertamente que el tiempo del crecimiento ha llegado, otros por el camino
sigan promoviendo que lo mejor es confiar en la sabia conducta de no gastar más de lo que no se tiene, ¿Os gusta
como definición del concepto “estrechez de miras”?
Y claro, las consecuencias son
tan nefastas como ridículas. Mientras unos abogan ya por la inversión en
producción, otros, como el Sr MONTORO, tienen que explicar en público que como
la única forma de financiarse que le queda a España es acudiendo a las Subastas
de Deuda, la mejor Política
Económica pasa por la adopción de medidas encaminadas a
fortalecer la imagen de confianza en España, que motive el flujo de entrada de
capitales extranjeros.
Vamos, la aceptación explícita
de que España, como no tiene tejido
productivo de ningún orden, no puede ni tan siquiera aspirar a salir de
esta por si misma, a la par que nuestra recuperación será si cabe mucho más
lenta.
Y luego llegan los informes de
los organismos internacionales, y te lo ponen todavía peor.
Así que claro, casi es de
justicia reconocerle al Sr Presidente que cuando, en el transcurso de su último
bandazo abandonó al resto de Países Miembros para posicionarse al lado de
¡MERKEL! Y conformar juntos el que algún día conoceremos como Binomio de la Austeridad, casi estaba
llevando a cabo un ejercicio de responsabilidad.
El 25 de julio se conmemora,
como todos saben La Festividad de
Santiago Apóstol, esperemos que para entonces todavía siga siendo Patrón de
España, a la par que podamos segur gritando ¡Santiago y cierra España! Él ya
sabe lo que es luchar contra los Bárbaros
del Norte.
Luis Jonás VEGAS
VELASCO.
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