Y
así es como, de manera casi accidental en un primer momento, y de otra
aparentemente más organizada a continuación, aquellas insignificantes gotas de
agua, lograron colarse, de manera casi imperceptible, entre la casi
arquitectónica red de canalillos que horadaban de manera aparentemente
accidental hasta lo más profundo, el alma
de esas piedras vetustas, históricas, casi ancestrales, que conformaban a
la vez no ya el recuerdo, sino más bien la
memoria de cuantos conformaban aquel pueblo.
El
tiempo pasó. Y tal vez una de las pocas muestras visibles de semejante hecho,
había que buscarla precisamente en la cada vez más evidente acumulación de sedimentos que de manera casi imperceptible primero, pero más
voluminosa después, cada día que pasaba; se iba acumulando al pie del muro.
Y
así fue como el invierno llega en lo que tarda en pasar el otoño. Y como quiera
que todos en su silencio, seguían siendo testigos indolentes de lo obvio, todos
igualmente se prepararon para pasar el invierno. Al menos algunos fueron
previsores, y acumularon leña. Un trabajo éste que si bien requería
comportamientos arduos, una vez más, como ocurre generalmente con todo lo que
tiene que ver con la tradición, se
mostró de nuevo eficaz en lo que concierne a decir que hizo que algunos se calentaran tres veces.
Y
las heladas hicieron acto de presencia. Y así fue como aquellas inocentes gotas,
acumuladas en el interior del alma de las
piedras, mostraron ahora todo su poderío, una vez que la magia mística de la naturaleza provocó
su cambio de estado.
Efecto de cuña expansiva lo llamaron los resabiados
del lugar. Meteorización dijeron otros, concretamente los especialistas que
los gobernantes habían hecho venir, nunca sabremos si en una muestra más de su
incompetencia, o en un verdadero ejercicio de ésa cada vez menos practicada
virtud que pasa por saber reconocer como llegado no tanto el momento del error,
como sí el de no tener ni idea de cómo demonios continuar.
El
caso es que, sea como fuere, el muro de piedra centenario, resto de la muralla
que conformó el último atisbo de Historia
que le quedaba al lugar amaneció aquélla mañana derruido. Y sus piedras,
como lamentable metáfora del dolor que sólo puede comprender el mecano una vez es abandonado por el niño
cansado de jugar con él; tejían en el suelo un extraño tapiz, en el que a modo
de burda parodia, los matojos de hierba residente, aportaban unos matices de
color, de ensoñación, al drama que allí se desarrollaba en aquél momento, el
momento en el que todos eran conscientes, por acción o por omisión, de que nada
volvería a ser igual.
Constituye
éste, a mi entender, un buen ejemplo de comparación del momento que nos ha
tocado vivir, así como de las distintas concepciones de espíritu que se
suscitan en las personas a medida que, efectivamente, tal hecho de la vida se
produce.
Como
en ocurre en el caso del pueblo que hemos ubicado de manera ilusoria, nosotros
también creemos que aquello que nos ha sido dado, bien por la tradición, bien
por la memoria, o quién sabe si verdaderamente por la Historia realmente; tiene
en sí mismo el motivo de su existencia, de manera que su salvaguarda es una
característica igualmente necesaria, para
la cual en consecuencia nosotros poco o nada podemos realmente aportar.
Desde
semejante percepción, fruto sin duda de la tranquilidad déspota que procede de
no ser capaces de valorar en su justa medida el acervo de las cosas, sobre todo
porque no hemos participado de su consecución; es por lo que nos encontramos
ahora sumidos en el absoluto desconcierto que procede de ver como realidades que nosotros proferíamos como
permanentes, inalterables, y sin duda casi transcendentales, se desmoronan
ahora de manera casi cándida, en medio de un atronador silencio que sólo es
comparable al que en parecidos términos provoca nuestro desconcierto, previo
sin duda a la desazón.
Y
así es, igualmente, como muros
históricos, aparentemente inalterables por el paso de las generaciones, de
los hombres, y por ende de los políticos; se desmoronan ahora, haciendo bueno
tanto al dicho, como al que lo pronunció. …nuestra
sociedad está asentada sobre creencia, mitos e ídolos. En ellos apoyamos en
realidad nuestras esperanzas (…) mitos e
ídolos que, en realidad, descansan sobre pies de barro.
Estado de Derecho. Estado del
Bienestar. Estas son sólo algunas de
las formas que esos ídolos han
adoptado a lo largo del discurrir de nuestro pasado más reciente, incluso de
nuestro presente. Lo único de lo que podemos estar seguros a estas alturas,
es que no formarán parte de nuestro
futuro, al menos a corto plazo.
Lo
más penoso de la realidad, que la verdadera causa del desmoronamiento de
semejantes figuras, no hay que buscarla en su aparente debilidad intrínseca. La causa final de la caída de estos ingentes mitos, subyace no en sí mismos,
sino en la comprensión de la actitud que todos hemos adoptado, en mayor o menor
medida, hacia ellos.
Volviendo
a los paralelismos geológicos, es la meteorización
el proceso que se describe como el de los desmoronamientos que se producen
por la acción directa de la gravedad al operar ésta de manera del todo natural
sobre formaciones que son permeables a la acción de otros elementos en
coordinación, tales como el agua o el viento. Su característica fundamental, la
ausencia de desplazamiento de los sedimentos generados, los cuales han de
permanecer, invariablemente, al pie del punto donde se ha producido el
fenómeno.
Por
el contrario, constituye la erosión un
fenómeno directo, realmente dinámico, en el que las causas del derrubio o desprendimiento de los
elementos analizados, han de ser buscados verdaderamente en el ejercicio
directo de los procedimientos para los cuales éstos han sido verdaderamente
creados. Así, siendo recurrentes con el tratamiento de los sedimentos
resultantes de la mencionada acción, para el caso de la erosión, estos no sólo
no permanecen aposentados en el punto donde el fenómeno tiene lugar, sino que
como condición inexorable, tienen que ser desplazados por la acción de arrastre
que en la mayoría de ocasiones el mismo elemento precursor del fenómeno
erosivo, tiene añadido. El ciclo es conocido, y por ende repetido. Erosión, transporte y sedimentación.
Restableciendo,
ahora sí, los valores sociológicos del análisis de hoy, podemos fácilmente
establecer una clara correspondencia entre la manera mediante la que tiene
lugar el derrubio del escenario
social que hasta hace apenas un lustro ha condicionado nuestra realidad; y la
actitud que ésta ha despertado en todos nosotros.
El
desmoronamiento de nuestra realidad, a través de la caída de las distintas
variables que la componían, habrá tenido lugar mediante un proceso de meteorización en aquellos casos en los que la actitud con la que hemos seguidos tales
caídas haya estado marcado por el inmovilismo, la apatía, cuando no
abiertamente por la
abulia. Serán estos casos en los que la incapacidad para
valorar correctamente la cantidad de esfuerzo que una vez fue exigido para la
consecución de tal o cual derecho o logro, procederá del desconocimiento real
de lo que tales esfuerzos suponen en realidad. Las causas, son evidentes. El
empeño que las recientes generaciones han puesto en juego para mantenernos
alejarnos del aparente sufrimiento que
igualmente parece fue imprescindible para su sustento, han conformado una
realidad que a la mayoría nos parece artificial
en tanto que el no poder trabajar en su forja o mantenimiento, nos aleja de
ella.
En
línea contraria, o tal vez complementaria en realidad, comprobaremos a poco que
miremos la existencia de más gente de la que en un primer momento hubiésemos
sido capaces de imaginar, que aboga activamente por el derrocamiento de las
actuales formas de administración y gestión social, sencillamente porque el
actual reparto de los bienes no les satisface, o bien consideran que de
cualquier otra manera podría serles francamente más favorable.
Y
el catalizador real de todo esto, como no podía ser de otra manera, la
ideología. La ideología, un fenómeno tan ligado a la
manera de conformar por un lado los escenarios que les son más proclives a
algunos, como a la de destruir aquéllos que en principio no les favorecen,
generalmente porque la imprescindible acumulación de capital que es imprescindible para la satisfacción de éstos, generalmente
requiere de muchas erosiones y meteorizaciones.
Así,
podemos resumir los acontecimientos acaecidos en los últimos cinco años, en dos
grandes grupos en función de la aptitud que hayan despertado en nosotros o en
los que nos rodean.
Serán
acontecimientos inspirados en ideologías de carácter cercano a la meteorización
del sistema, aquéllos que hayan despertado en nosotros la necesidad de
permanecer impasibles ante el gran robo
de derechos que la desaparición del Estado de Derecho y Bienestar trae
consigo para la gran mayoría.
Seremos
entonces culpables por omisión.
Si
por el contrario te encuentras entre los que puede identificar dentro de los actos
procedentes de su mentalidad acciones erosivas, podrás decir sin ánimo de
equivocarte, aunque puede que no sin rubor, que perteneces a esa ideología
dominante que está encantada de promover la desaparición del actual orden,
sencillamente no porque lo considere injusto, sino sencillamente porque está
convencida de que existen multitud de combinaciones que le serán más
ventajosas, aunque en la búsqueda de las mismas haya de llevarse por delante
realidades y procedimientos que son positivos para una muy amplia mayoría de la
gente.
Si
es así, eres netamente culpable por acción.
En
cualquier caso, Historia y Tiempo Geológico son realidades que miden sus éxitos
y fracasos ligados a larguísimos periodos. Esperemos que en este caso quede
alguien para verlo.
Luis
Jonás VEGAS VELASCO.