miércoles, 31 de octubre de 2012

DE LA DESFACHATEZ COMO COBERTOR INCIPIENTE DE LOS DESMANES.


Y así es como, de manera casi accidental en un primer momento, y de otra aparentemente más organizada a continuación, aquellas insignificantes gotas de agua, lograron colarse, de manera casi imperceptible, entre la casi arquitectónica red de canalillos que horadaban de manera aparentemente accidental hasta lo más profundo, el alma de esas piedras vetustas, históricas, casi ancestrales, que conformaban a la vez no ya el recuerdo, sino más bien la memoria de cuantos conformaban aquel pueblo.

El tiempo pasó. Y tal vez una de las pocas muestras visibles de semejante hecho, había que buscarla precisamente en la cada vez más evidente acumulación de sedimentos que de manera  casi imperceptible primero, pero más voluminosa después, cada día que pasaba; se iba acumulando al pie del muro.

Y así fue como el invierno llega en lo que tarda en pasar el otoño. Y como quiera que todos en su silencio, seguían siendo testigos indolentes de lo obvio, todos igualmente se prepararon para pasar el invierno. Al menos algunos fueron previsores, y acumularon leña. Un trabajo éste que si bien requería comportamientos arduos, una vez más, como ocurre generalmente con todo lo que tiene que ver con la tradición, se mostró de nuevo eficaz en lo que concierne a decir que hizo que algunos se calentaran tres veces.

Y las heladas hicieron acto de presencia.  Y así fue como aquellas inocentes gotas, acumuladas en el interior del alma de las piedras, mostraron ahora todo su poderío, una vez que la magia mística de la naturaleza provocó su cambio de estado.

Efecto de cuña expansiva lo llamaron los resabiados del lugar. Meteorización dijeron otros, concretamente los especialistas que los gobernantes habían hecho venir, nunca sabremos si en una muestra más de su incompetencia, o en un verdadero ejercicio de ésa cada vez menos practicada virtud que pasa por saber reconocer como llegado no tanto el momento del error, como sí el de no tener ni idea de cómo demonios continuar.

El caso es que, sea como fuere, el muro de piedra centenario, resto de la muralla que conformó el último atisbo de Historia que le quedaba al lugar amaneció aquélla mañana derruido. Y sus piedras, como lamentable metáfora del dolor que sólo puede comprender el mecano una vez es abandonado por el niño cansado de jugar con él; tejían en el suelo un extraño tapiz, en el que a modo de burda parodia, los matojos de hierba residente, aportaban unos matices de color, de ensoñación, al drama que allí se desarrollaba en aquél momento, el momento en el que todos eran conscientes, por acción o por omisión, de que nada volvería a ser igual.

Constituye éste, a mi entender, un buen ejemplo de comparación del momento que nos ha tocado vivir, así como de las distintas concepciones de espíritu que se suscitan en las personas a medida que, efectivamente, tal hecho de la vida se produce.
Como en ocurre en el caso del pueblo que hemos ubicado de manera ilusoria, nosotros también creemos que aquello que nos ha sido dado, bien por la tradición, bien por la memoria, o quién sabe si verdaderamente por la Historia realmente; tiene en sí mismo el motivo de su existencia, de manera que su salvaguarda es una característica igualmente necesaria, para la cual en consecuencia nosotros poco o nada podemos realmente aportar.
Desde semejante percepción, fruto sin duda de la tranquilidad déspota que procede de no ser capaces de valorar en su justa medida el acervo de las cosas, sobre todo porque no hemos participado de su consecución; es por lo que nos encontramos ahora sumidos en el absoluto desconcierto que procede de ver como realidades que nosotros proferíamos como permanentes, inalterables, y sin duda casi transcendentales, se desmoronan ahora de manera casi cándida, en medio de un atronador silencio que sólo es comparable al que en parecidos términos provoca nuestro desconcierto, previo sin duda a la desazón.

Y así es, igualmente, como muros históricos, aparentemente inalterables por el paso de las generaciones, de los hombres, y por ende de los políticos; se desmoronan ahora, haciendo bueno tanto al dicho, como al que lo pronunció. …nuestra sociedad está asentada sobre creencia, mitos e ídolos. En ellos apoyamos en realidad nuestras esperanzas  (…) mitos e ídolos que, en realidad, descansan sobre pies de barro.

Estado de Derecho. Estado del Bienestar. Estas son sólo algunas de las formas que esos ídolos han adoptado a lo largo del discurrir de nuestro pasado más reciente, incluso de nuestro presente. Lo único de lo que podemos estar seguros a estas alturas, es  que no formarán parte de nuestro futuro, al menos a corto plazo.
Lo más penoso de la realidad, que la verdadera causa del desmoronamiento de semejantes figuras, no hay que buscarla en su aparente debilidad intrínseca. La causa final de la caída de estos ingentes mitos, subyace no en sí mismos, sino en la comprensión de la actitud que todos hemos adoptado, en mayor o menor medida, hacia ellos.

Volviendo a los paralelismos geológicos, es la meteorización el proceso que se describe como el de los desmoronamientos que se producen por la acción directa de la gravedad al operar ésta de manera del todo natural sobre formaciones que son permeables a la acción de otros elementos en coordinación, tales como el agua o el viento. Su característica fundamental, la ausencia de desplazamiento de los sedimentos generados, los cuales han de permanecer, invariablemente, al pie del punto donde se ha producido el fenómeno.
Por el contrario, constituye la erosión un fenómeno directo, realmente dinámico, en el que las causas del derrubio o desprendimiento de los elementos analizados, han de ser buscados verdaderamente en el ejercicio directo de los procedimientos para los cuales éstos han sido verdaderamente creados. Así, siendo recurrentes con el tratamiento de los sedimentos resultantes de la mencionada acción, para el caso de la erosión, estos no sólo no permanecen aposentados en el punto donde el fenómeno tiene lugar, sino que como condición inexorable, tienen que ser desplazados por la acción de arrastre que en la mayoría de ocasiones el mismo elemento precursor del fenómeno erosivo, tiene añadido. El ciclo es conocido, y por ende repetido. Erosión, transporte y sedimentación.

Restableciendo, ahora sí, los valores sociológicos del análisis de hoy, podemos fácilmente establecer una clara correspondencia entre la manera mediante la que tiene lugar el derrubio del escenario social que hasta hace apenas un lustro ha condicionado nuestra realidad; y la actitud que ésta ha despertado en todos nosotros.
El desmoronamiento de nuestra realidad, a través de la caída de las distintas variables que la componían, habrá tenido lugar mediante un proceso de meteorización en aquellos casos en los que la actitud con la que hemos seguidos tales caídas haya estado marcado por el inmovilismo, la apatía, cuando no abiertamente por la abulia. Serán estos casos en los que la incapacidad para valorar correctamente la cantidad de esfuerzo que una vez fue exigido para la consecución de tal o cual derecho o logro, procederá del desconocimiento real de lo que tales esfuerzos suponen en realidad. Las causas, son evidentes. El empeño que las recientes generaciones han puesto en juego para mantenernos alejarnos del aparente sufrimiento que igualmente parece fue imprescindible para su sustento, han conformado una realidad que a la mayoría nos parece artificial en tanto que el no poder trabajar en su forja o mantenimiento, nos aleja de ella.
En línea contraria, o tal vez complementaria en realidad, comprobaremos a poco que miremos la existencia de más gente de la que en un primer momento hubiésemos sido capaces de imaginar, que aboga activamente por el derrocamiento de las actuales formas de administración y gestión social, sencillamente porque el actual reparto de los bienes no les satisface, o bien consideran que de cualquier otra manera podría serles francamente más favorable.

Y el catalizador real de todo esto, como no podía ser de otra manera, la ideología. La ideología, un fenómeno tan ligado a la manera de conformar por un lado los escenarios que les son más proclives a algunos, como a la de destruir aquéllos que en principio no les favorecen, generalmente porque la imprescindible acumulación de capital que es imprescindible para la satisfacción de éstos, generalmente requiere de muchas erosiones y meteorizaciones.

Así, podemos resumir los acontecimientos acaecidos en los últimos cinco años, en dos grandes grupos en función de la aptitud que hayan despertado en nosotros o en los que nos rodean.
Serán acontecimientos inspirados en ideologías de carácter cercano a la meteorización del sistema, aquéllos que hayan despertado en nosotros la necesidad de permanecer impasibles ante el gran robo de derechos que la desaparición del Estado de Derecho y Bienestar trae consigo para la gran mayoría.
Seremos entonces culpables por omisión.

Si por el contrario te encuentras entre los que puede identificar dentro de los actos procedentes de su mentalidad acciones erosivas, podrás decir sin ánimo de equivocarte, aunque puede que no sin rubor, que perteneces a esa ideología dominante que está encantada de promover la desaparición del actual orden, sencillamente no porque lo considere injusto, sino sencillamente porque está convencida de que existen multitud de combinaciones que le serán más ventajosas, aunque en la búsqueda de las mismas haya de llevarse por delante realidades y procedimientos que son positivos para una muy amplia mayoría de la gente.
Si es así, eres netamente culpable por acción.

En cualquier caso, Historia y Tiempo Geológico son realidades que miden sus éxitos y fracasos ligados a larguísimos periodos. Esperemos que en este caso quede alguien para verlo.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 24 de octubre de 2012

DE CUANDO SON LAS CERTEZA, Y NO LAS PREGUNTAS, LAS QUE CAUSAN DESAZÓN.


Navegamos, un día más, por las procelosas aguas en las que éstos, los insufribles “Misterios de la Humanidad”, campan a sus anchas. Una vez que hemos comprendido, no sin innumerables sustos, y algún que otro desvarío; que cualquier intento de camuflar nuestro contexto (o sea, nuestro aquí, y nuestro ahora) constituye en realidad un ejercicio anacrónico, casi suicida.
Así, mientras que a la falacia se le encomienda la labor de diferenciar entre lo verdadero y lo posible; y la certeza es desterrada bajo la acusación hiriente de “demasiado contumaz”, todo un nuevo teatrillo, con sus personajillos, y por supuesto sus escenarios, toma el control no de la realidad, sino de la metáfora perpetua en la que nos sumergen, haciéndonos creer qué, en realidad “La Vida es Sueño”.

Cruel sátiro fue aquél que, en un ejercicio moralmente vandálico, pero estéticamente incomparable, osó trazar en torno de nosotros los visos de una realidad que, por definición, había de dibujar con trazo firme. Personajes, momentos e incluso tentaciones, que por su condición etérea habían de ser inexcusablemente volubles. Mas puede que la condición de sabio que ya por entonces merecidamente ostentaba, procediese precisamente de la ingente demostración que de capacidades como ésta había dado en sobradas ocasiones.
Y así, aquella genialidad ganó terreno, y con ella sus agentes. Los nuevos prestidigitadores se erigieron en los nuevos realistas. “¿Qué no le satisface su Realidad? No se preocupe, nosotros le tejemos otra, a medida, y con encajes.

Pero lo que diferencia al sueño de la realidad, no es sino que ésta lleva prendida, inexorablemente, una cruel certeza. La responsabilidad, que como apéndice sedicioso pende impío de la certeza. Se convierte en malvado reloj el cual, jactándose de su poder, nos recuerda y amenaza perpetuamente, seguro de que sólo desde él, tiene sentido soñar, porque soñar es proyectarse, y proyectarse es evocar el futuro, vistiéndolo con los retazos del pasado que en nosotros dejaron los recuerdos.

Así, con la distancia que procede de ser conscientes del espacio, y con la posición que procede de saberse conocedor de las intrínsecas metáforas que ejerce el tiempo, como la que procede de comprender que el presente, por más que lo deseemos no tiene mayor certeza que la que demos a la paradoja del grano de arena que se escapa, celoso de su libertad, entre nuestros trémulos dedos; habremos de ser conscientes de que una de nuestras mayores desgracias, como tantas otras ligadas a nuestra existencia, pasa por aceptar que la belleza de soñar, procede de la certeza irrefutable de que más pronto que tarde, habremos de despertar.

Y como tal, despertamos. Y lo hacemos en un aquí, en un ahora, del cual han de esforzarse en convencernos de que es el nuestro.
Y se esfuerzan, ¡vaya si lo hacen! Nos bombardean con falsas premisas las cuales, en un ejercicio de la falacia antes argüida, no hacen sino convertirse en la prueba irrefutable de todo lo contrario a lo que quieren en apariencia demostrar.
Nos arrebatan nuestros puntos de referencia vitales. Nos enfrascan con ello en una loca carrera convencidos de que la falsa sensación de seguridad servirá para disimular los resquicios que sus prisas han sido incapaces de dejar debidamente recreados en el transcurso de la reforma a la que han sometido a éste, nuestro mundo, a ésta nuestra realidad.

Pero se olvidaron de ciertas cosas. Aspectos fundamentales quedaron al descubierto. Así, comprobamos que pintor es mucho más que aquél que traza. Pintor y artista quedan enclavados en el mismo campo semántico, el que obtiene su denominador común, a la par que integrador, de la certeza de que una de las funciones del arte pasa por ser capaz de acercarnos a las variables propiciatorias del sueño, de lo onírico; con la salvaguarda de que la certeza de la realidad, se halla en este caso, neta y absolutamente presente.

Es entonces cuando la realidad, unida a su inexorable constante, la responsabilidad, nos obliga a abandonar definitivamente el estado de casi lasciva omnipotencia en el que llevamos años inmersos, para exigirnos el cumplimiento de cuantas obligaciones lleva implícita no ya nuestra propia condición de hombres, sino esa otra si cabe más impactante, la de seres históricos.

La realidad nos golpea, nos colapsa. Nos insulta y nos agrede. Todo en pos de un único objetivo, tal vez inalcanzable, porque como Descartes dice en El Discurso del Método: “es así que una vez finalizado el proceso de análisis, es decir, de descomposición a su mínima expresión, de todo cuanto rodea al Hombre (…) es cuando uno comprende que él mismo, es también sujeto propenso a semejante descomposición. ¿Tiene entonces el Hombre dos proyecciones reales. No en términos reales, una proyección es real, la otra es ilusoria, pero no por ello menos real a efectos del propio hombre. Entonces ¿Nos encontramos en verdaderas condiciones de separar lo soñado de lo real? Es más, ¿Podemos afirmar lo que es “verdaderamente soñado” de lo que es “realmente vivido”.

Llegados a semejante condición, o tal vez tan sólo desde ella, es que a partir de aquí, podamos comenzar a hablar en términos reales, o más bien en los que resulten más similares a tal condición.
Lo digo así porque una vez analizada la realidad, no resulta imprescindible que sea en términos cartesianos,  llegamos a la famélica conclusión de casi es preferible pensar que todo lo que conocemos, no es sino una recreación de nuestra imaginación.

Así, la crisis no habría de ser sino la sensación que llevó al genial personaje de L. CARROLL  sentarse a descansar bajo el árbol que contenía el pasadizo hacia el País de las Maravillas.
En consonancia con ello, la terrible desazón que nos embarga, sería exclusivamente comparable al miedo que Alicia siente en el transcurso de la caída que antecede a su llegada definitiva al mágico lugar. Un lugar en el que responsabilidad y tiempo quedan absolutamente desligados de todo parecido con sus recreaciones, las que nos son reconocibles en nuestro mundo. Por ello, incluso la responsabilidad emerge desde un plano distinto, de manera que no resulta culposo ayudar al lacayo MONTORO en el histriónico ejercicio que consiste en buscar sus “guantes blancos de ceremonia”, o lo que es lo mismo, en hacer creer al mundo sus cifras de Déficit Público.
De igual manera, no será para nosotros oneroso, ni moralmente reprochable, disfrutar de lo lindo presenciando el espectáculo que de GUINDOS nos ofrece embarcado como está en hacer creíble lo increíble, esto es, en vestir con visos de certeza algo tan esperpéntico como han resultado ser para todo el mundo, las Cuentas Generales del Estado para el Ejercicio 2013. Siguiendo con los paralelismos, el esperpento está implícito, como lo está en el Discurso de La Reina de Corazones, un silogismo bellísimo: “Tú, niña entrometida! ¿Qué haces en mi Reino? La pena por delito es la muerte, o que el azar decida.
Jugaremos una partida de cartas. Si ganas, te cortaré la cabeza. Si noto que haces trampas para perder, te la cortaré también.”

¿Encuentran el sentido? No lo busquen, la única esperanza que nos queda pasa por desear que tal sentido, en realidad, no exista.

Y digo esto, porque ni MONTORO es el Conejo Blanco, ni de GUINDOS tiene la capacidad y astucia que tenía LA REINA DE CORAZONES. Más bien, en este caso la Reina es una bruja, teutona para más seña, que no va a sentirse resarcida por ganarnos a los naipes. En cualquier caso, seguro que tiene todas las bazas.
Pero lo peor de todo, es que sin lugar a dudas, RAJOY no tiene la capacidad ni el talento que desbordaba L. CARROLL.
Por ello, colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 17 de octubre de 2012

DE CUANDO LA OBRA SE ACABA, PORQUE YA HASTA LA GORDA HA CANTADO.


Un día más, y son, ciertamente, muchos, nos enfrentamos con la cada vez más importante labor, de mostrarnos como cronistas del Tiempo que nos ha tocado vivir.
Por primera vez para muchos, nuestro presente constituye la primera de las ocasiones en las que, de manera inequívoca, tenemos acceso en tiempo real, en riguroso directo como a muchos les gusta decir, a la cadena de acontecimientos que sin duda comparten un único denominador común, el que procede de la ya absoluta certeza de que, inexorablemente, nada volverá a ser igual, ni tan siquiera parecido.

Este País, su gente, y en especial el modelo de desarrollo social que constituía su parapeto a la hora de discernir el concepto que le serviría de cara a presentar ante el futuro el que en principio habría de ser su teoría, en especial en el campo de lo social, se desmorona en medio de una orgía de situaciones la mayoría de las cuales, no por previsibles, sino más bien por incontrolables en tanto que conforman una sucesión de acontecimientos del todo inabarcables; dan al traste, amparados en la burda disculpa que a estas alturas podemos ofrecer, con lo que tanto tiempo costó concernir.

La Ópera, se acabó. El espectáculo, de ilusionismo, ha dejado su espacio a una sucesión de macabras escenografías que deben su supervivencia al paroxismo que se genera a su alrededor. No sabemos lo que pasa. No sabemos de dónde viene. No conocemos sus causas.

A ciencia cierta, sólo sabemos que algo, algo que por otra parte no somos capaces ni tan siquiera de describir y mucho menos de calificar; está haciendo saltar todo por los aires. Y eso, no porque seamos capaces de entenderlo. Sencillamente somos testigos diarios de las voladuras del sistema.

Basta un sucinto repaso a la Historia, para comprobar de forma manifiesta, como la misma está plagada de momentos, de hitos parecidos al que intentamos aproximarnos hoy. De hecho, la misma Historia reconoce de forma explícita que uno de los mejores recursos de los cuales dispone en pos precisamente de logar su desarrollo, y la siempre exigible evolución de las especies que la integran, pasa precisamente por la superación de tales episodios, los cuales, de por sí, constituyen un cisma del todo irreversible, de cara a comprender el nuevo Tiempo que de su existencia se deriva.

Asumido así, que la actual crisis no constituye, al menos en lo concerniente a su componente de génesis, una excepción clara respecto del resto de las mayorías de episodios que jalonan el Tiempo, habremos en consecuencia de comenzar a buscar los elementos que conforman, de entre el múltiple catálogo que se nos ofrece, aquellas circunstancias abiertamente diferenciadoras que podemos encontrar, o en su defecto obtener.

Pero como el presente pretende ser un artículo de opinión, y para nada considera pertinente ser considerado como un ejercicio de carácter científico, ni tan siquiera de carácter historicista, es por lo que podremos llevar a cabo excepciones en el carácter de lo procedimental, cuando no abiertamente en el terreno de lo científico, para acudir directamente a poner de relevancia el marcado papel que la variable humana tiene, como no puede ser de otra manera, en el modo y la forma mediante la que se está plantando cara, a la denostada crisis.

Constituye la variable humana, y su factor de desarrollo por excelencia, cual es el manifestado en la acción política, el más alto de los exponentes a los que nos podemos referir. Por ello, en un ejercicio de economía conceptual, el cual, por otro lado sin duda será agradecido por el lector, centraremos nuestras deliberaciones, cuando no nuestro análisis, directamente en este vector.
Es la Política la traducción, cuando no la interpretación, de las voluntades de aquellos que dirimen, en base a los principios de la denominada justicia representativa; los designios que por otro lado manifiestamente convergen en la consecución si no del mayor desarrollo de la comunidad, sí al menos de los aspectos que resulten más ventajosos para sus miembros.
En base a tal principio, y en especial a las canónicas leyes que vienen a confeccionar los modos y maneras, los usos y costumbres que por otra parte ayudan a conceptualizar la corrección de tales procederes; no estaremos sin duda cometiendo ninguna clase de adulterio procedimental si venimos en consecuencia a hacer responsable de la actual situación, y en especial de aquellas que han resultado sus causas; al máximo responsable de la comunidad, a saber, el Sr. Presidente del Gobierno.

Actualizada a nuestro aquí y a nuestro ahora semejante afirmación, tenemos que D. Mariano RAJOY, es responsable directo, si no de las causas y desarrollos de los acontecimientos que han terminado por consolidarse en la actual situación; sí cuando menos de la incapacidad que resulta imprescindible para ser consciente tanto de los mismos, como de las consecuencias que sin duda habrían de venir aparejadas.

Así, de la lenta y pormenorizada lectura de los últimos diez meses de nuestra historia, que suponen a la sazón los primeros diez de la tan sufrida etapa de gobierno del Sr. RAJOY, sólo una tesis podemos extraer. Semejante soliloquio de estupideces, enajenaciones, incapacidades, cretinismos y disparates; no pueden sino ser obra de una mente alienada, estulta, cínica, propensa al dislate y, ante todo, sumida en el que constituye el mayor de los errores del político, cuando no abiertamente del que ostenta obligaciones de mando. A saber, la certeza de que todo el mundo se equivoca, máxime cuando le llevan la contraria.

Los diez meses que concentran el Gobierno del Sr. RAJOY, atesoran, de manera inexorable, la mayor muestra de desgracias que España, y por ende el Pueblo Español, se han visto obligados a sufrir desde la segunda mitad el pasado siglo XX.
Y si no, veamos:
La crisis nos golpea con una violencia inusitada, cuando no furibunda. Y atónitos hemos de comprobar no ya que el Gobierno del PP no sólo no nos saque de ella. Más bien hemos de escuchar, de manera sorprendente, las declaraciones de todo un Ministro de Economía, el cual se jacta abiertamente no ya de que España haya comenzado a crecer, sino de que siga decreciendo en el tercer trimestre, ¡si bien lo hace al mismo ritmo con el que lo hizo en el trimestre anterior!
El desarraigo social alcanza cifras auténticamente exorbitantes. Los números arrojan por primera vez un saldo neto negativo en lo que concierne a la emigración. España vuelve a convertirse en un país de emigrantes.
La Política de Empleo, a saber el caballo de batalla del actual Gobierno, muestra toda su fuerza. Lo malo es que lo hace en lo concerniente al capítulo más desagradable, a saber aquel que hace referencia a la destrucción de empleo. Las cifras, ajenas estas sí a lo subjetivo, aunque no a la interpretación como tan hábilmente nos muestra la Sra. BÁÑEZ, nos demuestran de nuevo las bondades del Sistema Liberal Capitalistas, cuando se refieren al empleo.
Y dejamos para lo último, nuestra cita con la Historia. Una cita que guarda su muestra de patetismo en lo concerniente al resurgimiento de las políticas nacionalistas en los feudos de los territorios con acciones específicas. Lo resumiremos en la lección dada, tal y como no podía ser de otra manera, por el Sr Ministro de Educación, cuando dijo la ya famosa frase de “la función de la Educación en España pasa por españolizar a los catalanes”. Brillante, si no fuera porque el patetismo que rodea a tamaña afirmación desbanca cualquier otro elogio.

Sr. RAJOY, usted, y la caterva que encabeza, ha logrado en diez meses arruinar a España (no en vano usted ha de ser el Presidente que firme el rescate). Ofuscar a los ciudadanos (no necesito recordarle los recientes acontecimientos de Madrid). Hacer bueno el dicho de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo (tal y como se percibe del hecho de que tan sólo usted podía conseguir poner de acuerdo a todos los elementos que componen la función educativa en pos de montarle una huelga.) E incluso, hacer que Isabel de Castilla se remueva allá donde esté, al comprobar los ímprobos esfuerzos que usted está llevando a cabo para dar al traste con la consabida y reiteradamente consentida “Unidad de España”.

Sr. RAJOY. Resulta difícil, incluso poniendo en ello todo el empeño, demostrar en tan corto periodo de tiempo tanta capacidad destinada no ya a obrar el mal, sino sencillamente a promover la indolencia, la abulia, y el patetismo desenfrenado, como mejores aliados de cara a definir la actual situación de España.

Sr. Presidente, ¿cómo decirlo?... Por favor, no espere a que se lo tengamos que volver a repetir, pues de lo contrario a lo mejor el tono no es, con mucho, tan afable.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.





miércoles, 10 de octubre de 2012

AHORA QUE YA NADA TIENE SOLUCIÓN, PRUEBA A CONTARLES LA VERDAD…


Una vez más, no hemos necesitado de un título inventado para lograr el ímpetu emotivo y visceral que, a modo de ejercicio publicitario, a menudo se exige a un título periodístico. De nuevo, la Historia ha puesto en nuestras manos esta máxima, pues tales fueron las palabras que Ted KENNEDY le espetó  a su hermano, por aquel entonces ya Presidente del Gobierno USA, J.F.K.

Si por aquel entonces fue el asunto de Bahía de Cochinos, y la magnífica acción de contraofensiva que en el mejor de los planos mediáticos montó el ya por entonces escabroso Comandante Fidel CASTRO; lo que constituía de manera eficaz la que ya fue denominada madre de todas las crisis; lo cierto es que por entonces, como ahora, la verdadera crisis es otra. La crisis afecta a cuestiones muy profundas, incontables y, generalmente, con un marcado coste tanto moral, como fundamentalmente ético.

Sin salirnos un ápice del tema, y mucho menos sin sacar los pies del tiesto, habemos de incorporar al asuntos dos conceptos fundamentales, específicos, y completamente contextualizado. Me estoy refiriendo a sendos principios, o catalogaciones de valor, cuales son los de imbécil, o el de idiota.
Se trata, en el primero de los casos, de un principio cuyo vestigio aparece ante nosotros en todo su esplendor, si acudimos al manual de psicología, sea cual sea la procedencia del mismo. Así tenemos, en términos bastante ambiguos, que es el imbécil hermano del cretino, y primo del estulto.

Sin embargo, a la hora de acarrear los principios en torno a los cuales discernir los parámetros de un término lacónico como es el de idiota, comprobamos, seguro que con sorpresa para la mayoría, que habrá de ser necesariamente a los manuales de Historia, que no a los de psicología, el lugar al que habremos de dirigir nuestros pasos, si queremos entender, aunque sea sutilmente, la verdadera transcendencia que se oculta tras un  término tan habitualmente menospreciado, tal vez por la facilidad con el que es usado.

En terminología típica, y en franca corrección de dominio, hemos de acudir a los bagajes de la Grecia Clásica, precisamente a la precursora de la Democracia, para comprender de manera eficiente, el completo sentido de un término como el de idiota. Así, contextualizado de la forma que hemos podido identificar, aunque sea de manera somera, idiota es la catalogación que recibe todo el que renuncia, de manera más o menos voluntaria, al ejercicio de sus derechos y libertades, las cuales le son propias en tanto que miembro de una comunidad que se rige y coordina atendiendo en cualquier caso a los principios de la Política.
Es entonces el idiota, el que renuncia, el que abandona, el que pone en manos de otros el ejercicio de lo que siempre hubo de ser en realidad gestionado por sí mismo, como goce y disfrute de las facultades que le son propias, en tanto que exclusivas, y a la sazón inalienables.

Queda así a priori respondida cualquier intento de pregunta, o de amago de la misma, que pueda venir a cuento, o en el mejor de los casos tan siquiera venir a colación, cuando procedemos con un análisis, muy somero eso sí, de cualquiera de las manifestaciones que nuestro ingente, y sobre todo querido Presidente, SR. RAJOY BREI, tiene a bien dirigirnos.

Porque por mucho empeño que le ponga uno, cuando te enfrentas de un lado a la amenaza que la UIP representa contra todo bicho viviente, sea ésta demócrata o no, una vez que han recibido la orden de cargar; mientras que de otro a las tremendas y casi más impactantes declaraciones que nuestro ínclito y nunca suficientemente loado Presidente tiene a bien manifestar, cuando se apropia de manera soez, del silencio de cuantos son excesivamente respetuosos, o sencillamente incautos; es cuando comprendes lo complicado que resulta, de todas, todas, tan siquiera terciar, cuando no imposible mediar.

Es la de la provocación mala técnica en manos de un Presidente de Gobierno, por más que semejante consideración se asiente de manera, aparentemente estable, en una mayoría absoluta. En tiempos como los que no ha tocado vivir, es la mayoría absoluta, si bien igual de asentada como fuente de poder, la más vigilada, auspiciada y controlada, de cuantas procedencias puedan achacársele al Poder.
Propenso a la divagación podría llegar a ser, el ponernos aquí y ahora tan siquiera a esbozar la mencionada cuestión. Sin embargo, eludiendo el compromiso, que no las consecuencias, uno y sólo uno es el envite al que de la misma hemos de hacer frente, por contener en sí mismo concentrado todo el poder de la reflexión. Nos estamos refiriendo, una vez más, a la responsabilidad.

Por más que repetida nunca suficientemente esbozada, es la responsabilidad el elemento sintético en torno del cual se posicionan todos y cada uno de los componentes que vienen, por activa o por pasiva, a componer el debate objeto de toda la exposición.
Porque es sólo acudiendo al efecto que la responsabilidad, o más concretamente en este caso a la ausencia de la misma, que podemos cuando menos esbozar los términos en los que se están planteando las disquisiciones en torno a las cuales se toman las decisiones que, en estos momentos tan transcendentales, se están llevando al cabo. Decisiones que, a nadie puede caberle la menor duda, se extenderán, al menos en lo concerniente a sus consecuencias, no ya en años venideros, sino a muchas generaciones futuras.

Y si alguien, objeto de la excesiva conmiseración hacia sus gobernantes; o presa de un ejercicio de complicidad hacia los que manda, osa todavía cuestionar lo expuesto hasta el momento, bien puede darse un paseo por las cifras, datos, y exposiciones que ha hecho hoy públicos el Fondo Monetario Internacional. Sin entrar para nada en función de análisis, sino más bien al contrario, integrando los mismos en una sucinta conclusión, lo único certero, hoy por hoy, es la conclusión no ya de que estamos hechos unos zorros, sino el definitivo asentamiento de la certeza de que estaremos así, durante muchos años.

Este Presidente y su forma de gobernar, o más concretamente su forma de no hacerlo, han terminado por arrojar a este país, con Cataluña incluida, al interior de una ruina preceptiva y conceptual que se materializa en una deriva que alcanza ya, al terreno aparentemente sagrado de lo ideológico.
En términos normales, la Derecha ha hecho siempre uso de la realidad, y del término político que le es propio, o sea el de la gestión; para ir luego, a medida que la traducción del éxito material le proporcionaba adeptos, ir transfigurándose, para acabar mostrando su verdadera faz, la de la manipulación ideológica mediante el clamor del dogma.
Sin embargo en el caso que nos trae hoy aquí tal proceder no sólo no se aprecia, sino que incluso se manifiesta en sus tesis contrarias. Así, los gestores, los mal llamados pragmáticos, han de esconder sus miserias procedimentales dentro de un delantal, que en muchas ocasiones no logra tapar del todo los vestigios del antaño hábito, para perderse en elucubraciones horrendas, por conocidas.

Así, cuestiones antaño propensas a la desconsideración, se convierten ahora en objeto de sesudas disquisiciones, en el transcurso de las cuales se hace patente el abandono incluso de principios casi preceptivos, el hueco de cuyas ausencias es llenado por ejercicios de prestidigitaciones, mal llamados “sutilezas del lenguaje”, tales como las que como por ejemplo tienen lugar cuando la Sra. SÁENZ DE SANTAMARÍA entra en discusión con los planteamientos argüidos por ese monstruo político que es la Sra BÁÑEZ, todo ello en relación a si las pensiones van a subir, se van a compensar, o más bien todo lo contrario.

Y en medio de todo, como cuestión ya casi doctrinal, por no decir abiertamente cuestión de fe, el rescate.

Parece que, en términos preceptivos, tal y como se desprende de la exposición de motivos hecha por el FMI hoy mismo, no es que tengamos que pedirlo, es que teníamos que haberlo hecho ya. Yo creo que la amenaza de ver nuestra Prima de Riesgo en 750 puntos, es un motivo más que suficiente. Aunque seguramente, como en el caso de nuestro querido Presidente, seguiremos sin saber, a ciencia cierta, si sube o si por el contrario baja.

A día de hoy, y volviendo de pasada a la Grecia Clásica, los éforos del Oráculo bien podrían ver satisfecha su pretensión con un sacrificio mesurable, digamos tan sólo con el que procede de sacrificar al mensajero. Es probable que si esperamos un poco más, se haga imprescindible la desaparición de la Tripulación en Pleno.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 3 de octubre de 2012

DE LA DEMOCRACIA COMO PLATAFORMA DE LANZAMIENTO. PAYASOS AL PODER.


“Revueltas y Comedias, son síntomas profundamente reveladores de una época. Traducen el clima psicológico, las profundas incertidumbres… y la esperanza de algo mejor, mezclado con el terrible miedo a que todo acabe traduciéndose sencillamente a la consecución de nada.”

Estas palabras, profundamente proféticas, y paradójicamente atemporales en la medida en que están extractadas de una obra de Ciencia Ficción, nos ayudan no obstante a apreciar con otros ojos, a mirar desde otra perspectiva, la tremenda realidad que, hoy por hoy constituye nuestro fatal día a día.
Resonando en nuestro interior, amplificado en nuestro silencio por la certeza incomprensible de la desazón que produce el comprender cómo un autor alejado en el tiempo, Frank HERBERT, logra despertar en nosotros con mayor precisión de la aportada hasta el momento por ningún cronista contemporáneo, una mínima sensación de certeza. Estas palabras se vuelven así mismo redundantes en tanto que, una vez sometidas al duro pesar de la realidad, nos llevan a una terrible constatación: “Nunca antes un cretino certificado había estado no tan cerca del Poder, sino abiertamente ostentándolo.”

La llegada al poder de Mariano RAJOY, constituye en si mismo, y por sí sólo, un momento de merecido análisis. Revestido de las tesis de poder, y confabulado desde las más duras tesituras de la Derecha Reaccionaria, qué duda cabe, la más nacional catolicista, RAJOY integra en torno de sí, o al menos así lo creen aquéllos que lo encumbra, el paladín de los valores más altisonantes, conformadores todos ellos del acervo moral, conceptual y sobre todo ideológico, de la que nos hemos dado en llamar Derecha Cavernaria.

Sin embargo, apreciar esto en toda su magnitud, requiere de un ejercicio de aproximación, un ejercicio de perspectiva. Para lograrlo, acudiremos a la Historia más reciente, para comprender, o al menos intentarlo, que las bases de la actual debacle  en la que está inmerso nuestro país, han de ser buscadas en la victoria que en 1996 los electores dan no a las políticas, ni tan siquiera a los programas, del Partido Popular. Se trata más bien de una victoria personalista, que traduce a sufragios y valores electoralistas lo que otrosí había sido un ejercicio lacónico de acoso y derribo en el que una figura absolutamente humana, cual era la que aportaba José María AZNAR, se encargaba de eliminar el último vestigio del excesivo personalismo en el que había degenerado no la Política, sino la comprensión de la forma de gobernar, por parte de otra persona, a saber Felipe GONZÁLEZ.

Esta situación, lejos de ser atractiva, se manifiesta como el catalizador definitivo de una de las certezas que afloran periódicamente en la historia de nuestro país, la incapacidad por un lado para aceptar como tales las genialidades de aquellos que son genios, a la par que, otras veces, movidos por resortes si cabe más desconocidos, alzamos a los más altos estratos, proclives a la santidad, a personajes que en cualquier otro lugar, o incluso de haber estado sometidos a las inclemencias de otras épocas, no habrían abandonado el fango en el que su ineptitud unas veces, y su craso cinismo otras, les habían tenido hasta ese momento positivamente sumergidos.
Sin embargo, tal y como la realidad se empeña en demostrarnos de manera pertinaz, no es necesario que tales engendros abandonen su estado comatoso, o de semiinconsciencia moral, para alcanzar, no obstante, niveles aceptadamente positivos de desarrollo, o incluso de promoción conceptual.
Cuando esto ocurre, llegados pues al prólogo del drama al que nos referíamos en la entradilla, declararemos abierto el momento de los debates. No se trata de perder el tiempo buscando en el interior de los mencionados elementos la causa de su aparente desarrollo, lo cual constituiría otra muestra de ingenuidad. Lo que de verdad ha de preocuparnos es, una vez más, comprobar desde la desazón del te lo advertí, la confirmación de que no es sino la propia sociedad, o a lo peor todo el periodo histórico en el que ésta se halla inmersa, ha iniciado un proceso de pronunciado descenso, de hecatombe, que ya, inevitablemente, nos confunde a todos hasta el punto de acabar coronando monarca al bufón, manteniendo el nombramiento hasta la mañana siguiente, más allá del momento en el que las primeras luces, metáfora del conocimiento discerniente, han aparecido.

Tan sólo desde esta nueva óptica, reveladora en multitud de aspectos, podemos no ya comprender, sino empezar a aceptar, que bufones de medio pelo y sin gracia, ciegos sin lazarillo, y obviamente sin perspicacia, y brujas que han cambiado la escoba por un I-pod; constituyan a ciencia cierta el capital humano que ha de discernir abiertamente las líneas, planteamientos y políticas de nuestro país, precisamente en este momento tan complicado.
Y en medio, jugando un papel destacado, y como protagonista, por qué no decirlo…Él, el ingente, el insuperable, D. Mariano RAJOY. Presidente del Gobierno de España (en un momento en el que lo que se presagia es un desgobierno). Proclive a ser nombrado Grande de España, como Dª Espe, precisamente cuando aquí todos le vemos ya como un político de perfil bajo.

Como ocurre con todo gallego que se precie, y éste sin duda lo hace, pasa con D. Mariano que, si te lo encuentras en una escalera, nunca sabrás a ciencia cierta si sube o si baja. Y en este caso, para más INRI, se mostrará competente para confundirte no de tal hecho, sino que incluso será capaz de confundirte a ti mismo en lo concerniente a la dirección que llevaban tus propios pasos en la mencionada escalera.

Aunque parezca imposible, el objetivo de la presente no pasa, ni mucho menos, por satirizar desde la figura del que ya es árbol caído. Lo que me impulsa un día más antes de proceder con la redacción de estas líneas es la necesidad de ordenar mis ideas, y desde ahí hacerlo constar, de un hecho que desgraciadamente han conseguido pase desapercibido. El hecho inefable de constatar una vez más que NI SOMOS MERECEDORES DE LAS POLÍTICAS QUE ESTAMOS SUFRIENDO, NI MUCHO MENOS DE LA ESCASA TALLA POLÍTICA QUE MANIFIESTA LA CAMARILLA QUE HA USURPADO EN CONSECUENCIA EL PODER.

THATCHER, KHOLL, GORVACHOV, ¿Dónde quedan aquellas autenticas personalidades de la Política?

Su marcada ausencia, o más concretamente la no presencia de nadie que pueda osar parecerse a ellos en el plano de la actual concepción de la Política, pone de manifiesto la certeza del gran drama. La inexistencia en el momento adecuado de un contexto evidente que hiciera posible el resurgimiento de unas bases que hicieran posible el afloramiento de las capacidades que de otra manera hubieran permanecido ocultas (como así de hecho ha sido), impiden el desarrollo adecuado y por supuesto la constatación de la existencia de estrategas, de hombres y mujeres de estado, o sea, de políticos de verdad.

En base a ello, como flagrante certificación de la incapacidad que nuestro presente muestra, ni tan siquiera para darse cuenta de la magnitud del momento que nos ha tocado vivir, nos vemos obligados a transigir con los comentarios que, a modo de salidas de pata de banco, estos reyezuelos de taifas llevan a cabo cada día, a modo de patética coreografía con la que pretenden mantener a cualquier precio la ilusión de que verdaderamente ellos llegaron a gobernar.
Sólo así podemos comprender que en Grecia se hayan repetido las elecciones las veces que hayan sido necesarias hasta que el resultado fuera del gusto de quien corresponde (para luego terminar poniendo a un tecnócrata que se va a ir en breve), Que en Irlanda se esté encomendando el derribo del parking inmobiliario a las mismas empresas que lo construyeron, que en Francia HOLLANDE ya empiece a tener tentaciones de hacer derechadas, o que en España nuestro RAJOY ya tenga propensión al llanto con comentarios del tipo “¿Pero de verdad éste va a ser mi reinado?”

Y, a modo de consecuencia, cuando no abiertamente de conclusión (o casi de despedida y cierre), las Políticas que les son propias.
Unas políticas de desguace, de chatarrería…de casquería en una palabra. Unas políticas basadas no ya tanto en el no querer ver la realidad, sino que están ya encaminadas a ocultarnos esa misma realidad, a cualquier precio.

Sólo así podemos no ya entender, sino empezar a intuir que éstos, nuestros gobernantes, hayan perdido de manera tan flagrante el sentido de la realidad, de la sinceridad y del respeto. Sentidos que se han sustituido por uno sólo que ocupa el espacio que estaba reservado a todos los demás, el del mero afán de poder, como muestra, una más, de que los tiempos de la Política han sucumbido.

Constatamos un día más, la certeza de que vivimos tiempos históricos. Los cambios se suceden a una velocidad que deja poco margen para la constatación de los hechos; y a estas alturas tan sólo uno parece evidente: “en alguno de los cruces nos hemos perdido, y estas políticas nos han embarrancado en una vía muerta que, hoy por hoy, no parece tener solución.”

Luis Jonás VEGAS VELASCO.