jueves, 27 de junio de 2013

DE CUANDO LA DESESPERACIÓN SE MANIFIESTA EN LA AUSENCIA DE DESEOS.

Me sorprendo por primera vez, siendo víctima manifiesta cuando no expresa, de las delaciones propias de aquéllos a los que hasta hoy, identificaba tan solo como víctimas reales de los denuedos de los que, semana tras semana, vengo a dejar constancia.
Y es así entonces que, por primera vez en los últimos cuatro años, ayer me ví del todo incapaz de acudir a mi cita semanal para con estas breves líneas, al reconocer en mi incapacidad para el desarrollo mesurado, las huellas de la desazón derivada de comprobar que tal vez, como algunos se empeñan casi a diario en recordarme, la situación actual no solo no tiene remedio, sino que en realidad, el contexto no merece ser salvado.

Lo radical del comentario, convierte en obligación inexorable al hecho de buscar debidamente las causas de precisamente semejante radicalidad. Por ello, y con el afán meramente constructivo que procede de deducir que tan solo a partir del conocimiento expreso del detonante del problema, cabe la ilusión expresa de toparnos con la solución, que procedo, una vez más, a sumergirme en las procelosas aguas de la ignominia que me rodea, con la esperanza  no tanto de hallar el camino de salvación, sino más bien con la mera intención de que mi conceptual ingenuidad pueda retornar una vez más, intacta.

Acudo pues, a las fuentes. Y es entonces, aunque de nuevo, que me veo obligado a sortear los múltiples obstáculos que cual legión, salen a mi paso acometiéndome con sus pesadas armas. Corrupción, violencia conceptual, nepotismo, tráfico de influencias…vienen a constituir en sí mismos, y por ende mucho más en tanto que asociados, un camino por cuyo penoso transitar no es extraño que hayan perecido, perezcan y sin duda perecerán, cuantos tengan a bien osar rememorar tales tránsitos, sin venir debidamente pertrechados.

Pero ¿Qué composición ha de tener el arsenal de aquél, loco, valiente, o tal vez osado sin más, que se atreva tan siquiera a hacer frente a semejante recua de contingencias, hábilmente dispuestas todas ellas para hacer sucumbir a las almas, por  fuertes que sean?

Inmerso me hallo pues en el plebiscito de la duda, cuando una vez más la Historia recopilada, bien sea con tal finalidad, o como ocurre en este caso, edulcorada en parte por los beneficios de la Literatura, que me topo con la solución, haciendo bueno otra vez el aforismo atribuido a Empédocles de AGRIGENTO: “Así que cuando me enfrento a cuestión capital, de irresoluble gestión, al menos en apariencia; es entonces que me siento a pensar, y la solución no es primera vez que aparece sola, clara y cristalina, por sí misma.”

“Ha llegado el momento de entender que la responsabilidad pasa por asumir que nuestra obligación va más allá de sumar columnas de cifras. La Ética es mucho más compleja y ardua que el Álgebra.”

Esta afirmación, directamente extraída de las memorias de Óskar SCHLINDTER, nos enfrenta una vez más, con la eterna controversia que procede de tener que someter a juicio, la disposición de cada uno de nosotros, cuando llegan las grandes ocasiones.

Ética, Mora, En una palabra, conceptos, y por ende arbitrarios, destinados a poco más que permitir la manipulación conceptual adecuada de algunos de los condicionantes que a la larga condicionan por definición la constitución del ser humanos en tanto que elemento integrador de una sociedad; los cuales, como ocurre con la mayoría de las cosas importantes de la vida, acuden a nosotros con denodada fuerza cuando nos topamos con esos momentos que esencialmente denominamos históricos, tal vez, o quién sabe si de manera netamente precisa, porque su identificación en la época que constituye nuestro presente, nos adelanta la previsible e inevitable llegada de instantes que, efectivamente, serán juzgados por la Historia.

Y con ella, lo serán nuestros actos. Actos que merecerán validación o reproche, no solo por su consumación activa, sino que más bien serán analizados desde en punto de vista de la prevaricación y el cohecho, manifestados en su materialización más mezquina, la que procede de la omisión.
Omisión que se da, se está dando y se dará, igualmente a partir del planteamiento de la variable más desasosegante a la par que extendida que podemos encontrarnos. La variable del silencio.

Callar es, en sí mismo, y hoy por hoy, constitutivo de delito moral.

Es delito callar ante las políticas generales de las que estamos siendo víctimas, fruto no lo olvidemos de la mayor estafa política de la que este país ha tenido constancia en su historia  moderna.
Es delito por ende permitir, auspiciando con nuestro silencio insisto, el triunfo en forma de pasividad generalizada de las campañas de desinformación generalizada a las que este gobierno nos somete día a día, consciente y sabedor de que solo desde las mismas puede albergar el menor género de esperanza, constituido en esta ocasión en la esperanza de mantenerse aferrado en el poder, protagonizando con ello el grotesco melodrama destinado a convencerse a sí mismo, y quién sabe si todavía a algunos de los demás, de cara a las próximas citas electorales.
¿Alguien se cree que va a poder evitar el adelanto electoral?

Pero el mayor de los delitos pasa, una vez más, por permitir la labor que a más largo plazo se está llevando a cabo.
Una labor ideológica, con un claro y marcado carácter dogmático, elaborada por aquéllos que siempre vivieron cercanos a los lemas de los absolutismos, de la fe y de la permanencia de las cosas, convencidos por ende y en coherencia de que la responsabilidad del individuo se juzga en proyección a las aportaciones que éste hace no tanto y por supuesto al día a día, sino más bien a las grandes cuestiones, las que, curiosamente y por otra parte, huyen del fino tapiz que encierra a las pocas nociones sobre las que el Hombre tiene, o cree tener, alguna clase de control.
Dibujamos con ello una escenografía neta y absolutamente anómala, ajena por definición al control de los parámetros de lo sensible, y constituida ad doc para poder ser manipulada mediante el ejercicio exclusivo de la razón, reduciendo por ende el índice de activos que pueden tener acción sobre ella.

Reducción, elitismo, redistribución de riquezas, meritocracia. Constituyen así poco a poco, pero igualmente de manera afín, el listado de aptitudes, cuando no de buenas maneras, a las que ha de ceñirse a partir de ahora todo aquél que desee jugar, ahora o peor aún, en el futuro, el más mínimo papel en el mundo que éstos ingentes hijos de la ideología capitalista, han tenido a bien diseñarnos.

Porque en el fondo, de eso y de nada más que de eso se trata. Del triunfo de una opción ideológica por todos bien conocida, que tiene sus repercusiones en la elaboración de un marco competencial asumible el cual necesita inexorablemente de asegurarse su propia pervivencia, para lo cual ha de acudir al sistema educativo con la esperanza de hallar en el mismo el mejor aliado de cara a poner en marcha cuantas reformas sean imprescindibles para asegurar que el amoldamiento conceptual al que mediante la manipulación ha reducido todos y cada uno de los marcos de competencia de la Educación, terminen por generar individuos pragmáticamente predefinidos para asumir de buen grado mañana, situaciones y realidades que hoy resultan del todo infumables.

Y es así que a eso, nada más, y nada más que a eso, se reduce la actual lucha.

En definitiva, otra constatación más de que nos hallamos inmersos en un momento histórico.
¿Es lícito reducir nuestra acción a sumar columnas?



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 19 de junio de 2013

AHORA NO SOLO SABRÁN QUE SOMOS MALOS. AHORA ADEMÁS SABRÁN QUE SOMOS VERDADERAMENTE INCOMPETENTES.

Derramo una vez más mi frustración en forma de manifiesta ofuscación hacia el tiempo perdido, cuando acude en mi auxilio, en este caso, mi propensión hacia lo abstracto como forma de enfrentarme a los acontecimientos.
Desde la alfeiza de mi ventana, me proyecto una vez más hacia lo que debería de ser el futuro, mas como en el propio caso de la característica atribuible al lugar en el que como digo hoy establezco mi torre de lontananza, he de asumir para mi desgracia la posibilidad de que lo prudente haya de pasar no tanto por el camino hacia delante, como más bien por el repliegue, visto por supuesto no como retroceso manifiesto de nuestras posiciones de razonamiento, sino más bien maniobra destinada a la toma de impulso.

Y es así que, la perspectiva que procede de observar las cosas desde la distancia, tiende a proporcionarte, de manera inequívoca a la par que integradora, una proyección realmente envidiable, sobre todo a la hora de llevar a cabo disquisiciones destinadas a formular valoraciones cuando no abiertamente juicios, en los que el aporte subjetivo adquiere rango de verdadera legitimación.

Sin embargo, no es menos cierto que esa misma perspectiva, que esa misma distancia, acaba por trasmutarse en un franco alejamiento de la realidad, que conduce de manera en principio inexorable hacia la deshumanización del agente activo.

Comienza a ser, alcanzado semejante estado, que comportamientos casi olvidados, cuando no abiertamente censurados, tales como el cinismo, los razonamientos paradójicos, y qué decir de los protocolos a base de silogismos; adoptan de nuevo patente de corso, campando abiertamente por sus designios, sumándonos sin el menor recato ni pudor en un estado de apoplejía moral cuyas consecuencias están tan solo al alcance de ser definidas a colación de los que siguieron con detenimiento, a finales del XIX, las estribaciones, cuando no abiertamente las derivas que el parnasianismo sembró, como hoy primero por Europa, y finalmente en España.

Es así que hoy, sobre poco más o menos que como entonces, siempre habrá alguien (no en vano dice La Torá “(…) que es así que incluso sobrevenido el peor de los tiempos, siempre se podrán encontrar treinta y seis hombres justos…”); a quien en definitiva, el actual estado de las cosas no solo escandalice, sino que abiertamente le escandalice.

Porque si hay algo que me lleve al estado de estupefacción en el que me muevo, es precisamente la ausencia de estado propiamente dicho en quienes me rodean.
Con unas cifras de paro en volúmenes desconocidos. Una vez superadas todas y cada una de las “barreras psicológicas” que todos nuestros políticos nos ponían ( a pesar de lo cual no hay ni habrá seguramente una sola dimisión) y con unas cifras de consumo interno desconocidas e inviables, que nos llevan a unas proporciones solo comparables a las que en 1929 conducían a empresarios a saltar literalmente desde su ventana; lo cierto es que el actual estado de sodomía conceptual en el que nos hallamos inmersos es tan sólo comprensible si asumimos como tal el ascenso de los esperpentos del teatro de D. Ramón,  al ejercicio político, o desde la visión que aporta el parnasianismo, aplicada en este caso a la práctica totalidad de los elementos atrincherados tras lo que llamamos realidad,

Realidad que se torna sórdida cuando tratamos de someterla a los perfiles de la realidad. Tétrica cuando el tamiz lo ponemos en los límites que es capaz de concebir el entendimiento humano, y por supuesto irreconciliable con el sentido común cuando lo que aplicamos es el tamiz de la justificación conceptual.

Dibujamos entonces así el esquema de una realidad que no resulta concebible. Una Realidad Surrealista, concepto éste que, lejos de erigirse en cacofonía, revierte sobre si mismo, impregnando con ello todo lo demás; en especial el cúmulo de aberraciones de las que hemos de ir haciendo acopio no tanto para tratar de comprender el esperpento que determinamos, como cuando menos los parámetros desde los que los mismos pueden ir siendo paulatinamente considerados.

Comenzamos así a intuir no tanto una realidad, sino más bien solo sus efectos; conformada a partir de una sucesión de percepciones manifiestamente maniqueas, que tienen su componente matricial nada más y nada menos que en el historicismo, esto es, la capacidad innata que por rutina se concibe en las sociedades adultas, en base a la cual los contemporáneos de las mismas asumen, de manera necesaria, que sin el menor género de dudas, el tiempo que es propio constituye, sin el menor género de dudas, el mejor tiempo en el que se podría vivir.

Contemplando desde semejante perspectiva los componentes que concitan la realidad que nos es propia, podemos comenzar a elaborar una especie de mapa conceptual destinado en este caso no tanto a convertir en asumible un pensamiento, como a hacer comprensible al esquema humano de las cosas a partir del cual ese concepto ha de ser comprensible.

Así, la cuestión no pasa tanto ya por discutir si en realidad somos todos o no iguales ante la ley. Ni siquiera se trataría de comprender si estadísticamente se pueden cometer trece errores consecutivos a la hora de tramitar expedientes asociados a movimientos inmobiliarios achacables a personas cuyo nif especial cuenta tan solo con dos cifras.
Tampoco se trataría pues, de ser capaces de analizar si es lógico que un Tribunal de Justicia declare nulas las actuaciones que han llevado a dar con sus huesos en la cárcel a uno de los banqueros responsables del agujero por todos conocido.
De que al juez que ha instruido el caso mañana le pueda caer un chuzo del copón, es algo de lo que, indefectiblemente, tampoco vamos a hablar.
Renunciamos igualmente a someter a consideración el porqué de que en cualquier otro país serio, o al menos en el que “los Sainetes” no forman parte de la génesis estructural del tejido estatal; personas como el Sr. Bárcenas estarían en la cárcel, arrastrando consigo a una mayoría de sus adláteres, mientras que en España ni tan siquiera se ha recogido no ya una dimisión, nos conformaríamos con una intervención pública, aunque fuera de rango menor, como aquélla protagonizada por la Sra. Secretaria de Estado de Hacienda.

Nos bastará, no ya llegados, sino plena y conscientemente superados los límites de estos acontecimientos, a tener que analizar no tanto la conformación, como sí en cualquier caso la conducta, de los que redundan, jalean y consienten con los hechos descritos.

Se trata pues, no ya de tratar de encontrar respuesta a la pregunta derivada del cómo es posible que a estas alturas, con el Estado literalmente reducido a la condición de trapo de cocina (recientes investigaciones redundan en afirmar que es difícil encontrar más bacterias por centímetro cuadrado), los servicios públicos desaparecidos cuando no privatizados; y teniendo como tenemos a nuestros representantes subastándose lo que queda del chiringo convencidos tan solo de que su labor pasa inexorablemente por perpetuarse en el cargo; la verdad es que ahora más que nunca, he de preguntarme hasta dónde o hasta cuánto estamos esperando, o estamos dispuestos a soportar.

Es ahora cuando pregunto, ¿Qué es más doloso, lo de malos, o lo de incompetentes?



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 12 de junio de 2013

DE LAS INCLEMENCIAS DEL TIEMPO.

Ando una vez más, sumido en el desasosiego que me produce tratar de encontrar en los demás, la clave que me permita no ya descifrar el enigma que su conducta, sino sencillamente recuperar la esperanza de saberme digno, algún día, de posicionarme en el camino adecuado para lograr tal efecto.

Es así que, proclive al desaliento, y abandonado quién sabe si de manera irrevocable, decido una vez más vincular mis aciertos y mis errores a la Historia, convencido en el caso que nos obra, de que habiendo de abandonar mis ineptitudes creativas, posea al menos la humildad suficiente como para ser capaz de reconocer en otros, y en el pasado, las excelencias que Minerva hoy escatima conmigo.

¡Cuán lejos quedan los tiempos aquéllos en los que regabas sin piedad y a borbotones los campos! Tiempos en los que el logos fluía entre los campos, como el néctar de los dioses lo hacía entre los pliegues de la papada del cercano Baco.

Y es como entonces que, a punto de sucumbir, abandonando la Episteme, para sustituirla por mera y frugal Doxa, que mi moral se resiente, se sulfura, para nada aquiescente.

Es por ello que, decidido, como siempre, emprendo una vez más el camino que de guijarros ha sembrado para mí la razón, convencido como estoy, de que la única realidad que separa el hecho de la opinión, es su capacidad para no someterse a los desaires del Tiempo. Es por ello que agradezco el detalle de las piedras, al menos éstas no serán presa de los pájaros.

Recuerdo entonces, lo que una vez dijera Wilde: “Cualquiera puede simpatizar con las penas de un amigo, simpatizar con sus éxitos requiere una naturaleza delicadísima.”

La frase, de por sí, es única, incomparable, en tanto que inconmensurable, toda vez que de una y por todas, quién sabe, parece unificar las múltiples tesis que en pos de definir al Hombre, naufragan una tras otra en la servidumbre del relativismo.
Sin embargo, ésta afirmación reúne a priori los requisitos que resultan imprescindibles para toda afirmación que se precie:
Es sincera, asequible, y cuenta con el refuerzo de la veracidad fundamentado en la experiencia.

A pesar de todo, me niego, y me atrevo a decir que lo hago por responsabilidad; a aceptar, cuando no abiertamente a permitir, que la envidia, que es lo que en último término subyace a la anterior afirmación, pueda ni tan siquiera osar erigirse en protagonista de una sola de mis líneas.
Por ello, y casi amparado en éste caso por la necesidad, rebusco en mi atestado baúl, hasta hallar la certeza de saber que conozco aquello que en realidad Wilde quería expresar, y que tal vez el barro de lo vulgar, quién sabe si incrustado en los zapatos de lo rutinario, se ha empeñado en arrojar como mediocre contenido, como desperdicios arrebujados en pos de que los perros coman, en un último intento de que al menos, dejen de ladrar.

Recuerdo entonces, a Thomas KEJEALLY, quien en una de las obras más conocidas, y a la sazón probablemente peor interpretadas, viene a decir que: es ésta la historia del triunfo pragmático del bien sobre el mal, un triunfo en términos eminentemente mensurables y estadísticos, y nada sutiles. Cuando se trabaja en la dirección opuesta, y se narra el éxito mensurable y predecible que el mal suele alcanzar, es fácil mostrarse agudo, y sarcástico, y evitar el sentimentalismo. Es muy fácil demostrar cómo, inexorable, el mal terminará por apoderarse de lo que llamaríamos bienes inmuebles del relato, aunque en poder del bien queden algunos escasos imponderables como la dignidad y el conocimiento de sí mismo.
La fatal maldad humana es la materia prima de los narradores, el pecado original, su leche materna.
Pero escribir sobre la virtud es empresa ardua.

Y si ahora, para definitivamente abstraerme del todo, contextualizo lo anterior vinculando al autor con su obra, o más concretamente con la biografía de aquél industrial arruinado en la fabricación de tractores, que se reconvierte al esmaltado de cacerolas y enseres de campaña, al abrigo del ente nazi en los albores de 1938; es probable que una mitad vez cómo se le enciende la bombilla, mientras que la otra mitad, tal vez con razón, se eche a temblar.

Viene a mi memoria, de manera exigua todo hay que decirlo, la publicación va a hacer ahora catorce años, por parte de un por entonces amigo; de un más que brillante artículo de fondo que gráficamente tuvo a bien titular Algo se mueve en Europa.
Retrotrayéndonos en el tiempo, en la forma por otro lado adecuada; podremos sin mucho esfuerzo ubicarnos en una Europa implícitamente embebida, en los proyectos de la Europa Social, propiamente dicha.
Como puede desprenderse del contenido cínico que en algunos extremos enarbolaban aquellas acertadas líneas; el objetivo no era otro que el de promover entre los ilusos votantes de izquierdas, una vez más convencidos de que la inexorable certeza de que el bien triunfará, la convicción de que, otra vez, la derecha no necesitaría de hacer las cosas ni medio bien. Una vez más sería suficiente con que se sentara paciente, a esperar.

Tal y como resulta de la comprobación empírica, el grado de acierto de la afirmación es tal, que verdaderamente hace imprescindible la redefinición inmediata de ciertos contenidos procedimentales.
Sin embargo, lejos de redundar aquí en protocolos de acción, la cuestión a revisar es evidente. ¿Por qué una vez más, nos vemos donde nos vemos?

Se me enciende la sangre, y antes de perder el control, me veo en la obligación de citar a otro clásico del XVI español cuando dijo “…Hay así España, cómo te ves una vez más, por tu mala cabeza, y quién sabe si peor gobernanza.”

Llegados a este punto, toca ya el momento de las felicitaciones, los elogios, y los epílogos cariñosos.

Felicidades, de verdad, sois unos genios. ¿Alguien puede decirme seriamente que ni tan siquiera en sus mejores sueños contábais con promover un teatro de operaciones cuyo grado de certeza e intensidad pudiera ni de lejos compararse con el que hoy habéis sido capaces de definir?

Revisando desde un exhaustivo punto de vista objetivo, la realidad nos dice que, una vez la comparativa respecto del transcurrir por los meridianos históricos les ha demostrado lo insuficiente de las derivas religiosas (inquisición), políticas (absolutismos) y sociales (restauraciones etc.) Lo cierto es que tan solo les quedaba por explorar la deriva propuesta desde la semántica económica.
Pero he aquí el problema. La traducción que en España se hace de variables por aquel entonces ya habituales en el resto de Europa, no son para nada mesurables en España. En otras palabras, nos encontramos ante la circunstancia eminentemente práctica del fenómeno al que tantas veces hemos hecho alusión, cual es la no existencia en España de una verdadera Revolución Industrial, lo cual impide la correcta trasposición en términos de paralelismo, de hechos que tienen el rango de certeza práctica conforme a los silogismos propios de esos países.

El descalabro conceptual que supone, en términos de tiempo histórico, la no existencia ni por asomo, de un escenario en el que `pudiera llevarse a cabo ni tan siquiera a escala proporcionada, una Revolución Industrial, constituye una realidad cuyas consecuencias se desarrollarán en el tiempo, pero que hunde en el propio origen de los tiempos las raíces de las que se alimenta.
Tenemos así un hecho co-substancial en la medida en que tiene implicaciones pretéritas desde las que justifica indolentemente su pasado; a la par que reubica en términos de proyección de futuro las imprescindibles constataciones de los hechos que habrán de ser sobrevenidos, toda vez que son constatables.

Es así que, como decimos, una vez que la revisión certera de la Historia ha proporcionado lecturas con datos no solo atinentes, sino también, obviamente, precursores de las partes adecuadas; lo cierto es que, hoy por hoy, y sembrando en territorio abonado, toda vez que nuestra sociedad, como todas las que son recordadas, ha hecho de la amnesia su particular fabricante de antidepresivos.
El triunfo del olvido ha abierto un camino largo de transitar, y la falacia y la mentira han sido los primeros en formar tándem. De esta manera, Europa ha iniciado, de manera ciertamente indolente, un camino a la  perdición en el que, sinceramente, no se aprecia la menor posibilidad de retorno.

Al final, la solución, como tantas otras veces, está dentro. Como dijo Anaxágoras de Clazomene “llegado el momento de retomar un problema demasiado arduo, es a veces que me siento a pensar, y la solución termina por aparecer por sí misma.”


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 5 de junio de 2013

DE LA CERTEZA DE SABER QUE EN EL GOBIERNO DE ESPAÑA, EPICURO NO HABRÍA HECHO CARRERA.

Tomándonos ciertas licencias, amparadas no obstante en la acción creativa, y en la constatación manifiesta de que afortunadamente no contribuyen a una excesiva desnaturalización del hecho referido; lo cierto es que podemos atrevernos aquí y ahora, a constatar la naturaleza de la corriente filosófica del epicureismo a partir de las acciones encaminadas a comprobar que, la vida placentera y virtuosa no será aquélla vinculada a la satisfacción de las pasiones, sino que por el contrario la vida realmente virtuosa estará tan solo al alcance de quienes, en el ejercicio de la prudencia extrema, renuncien si quiera al conocimiento de los placeres, consumando su felicidad a la constatación en el tiempo de que el no conocimiento de los placeres, nos librará por siempre de la insatisfacción que emponzoñará para siempre nuestro corazón con tan solo una vez éstas no se vean resarcidas.

Es entonces que, comprobado no tanto la veracidad de la proposición expresada, como sí por otra parte su innata escrupulosidad en lo concerniente a formulación técnica; que procedemos así a poner de manifiesto que la salida en tromba del Gobierno a colación de las últimas cifras de desempleo, lo colocan, indudablemente al menos en materia de organización, como diametralmente emplazados respecto de las tesis de Epicuro.

Reviso con el cuidado que sin duda merecen, el continuo flujo de declaraciones que con el motivo aludido se han producido, en lo que va de semana. Desde esas insólitas declaraciones del Sr. Presidente la pasada semana, en las que se adelantaba misteriosamente a los datos oficiales, hasta las no menos sorprendentes declaraciones de la Sra. Báñez, se trasponen una tras otra, una legión de bienhechores, o quién sabe si de meros cuando no vulgares oportunistas, que corren como alma que lleva el diablo, en un impulso final que busca, sencillamente, poder apuntarse algún tanto, hecho que adquiere mayor trascendencia si cabe en un momento como el que estamos atravesando, en el que tan escasos son los momentos remotamente propensos a la tranquilidad, cuando no a la esperanza.

Pero poco dura la alegría en la casa del pobre.

Dejo aquí constancia expresa de lo poco, por no decir absolutamente nada, que me importa me carguen con el apelativo de Abogado del Diablo. Lo cierto es que resulta casi apetecible, por no decir de obligado cumplimiento, el que alguien se dedique, aunque lo haga claro está desde el prisma de la opinión, a poner de manifiesto, para pleno dominio, y conocimiento del Común, la larga y angosta lista de tropelías en las que se apoya la acción de gobierno de los nuestros, excelsos representantes.

Es así que para aquellos que sazonan sus críticas hacía mí, aduciendo el manido comentario de que disfruto haciendo leña del árbol caído, les diré que ciertamente considero menos problemático a todos los niveles semejante comportamiento expresado por el que no es sino el más tonto de la canasta, que el tener que comprobar día sí, día también cómo nos gobierna un poder basado en el sometimiento, cuando no abiertamente asentado en la ignominia política que subyace a la estafa electoral que se deriva de hacerte con una presidencia, a partir de la enumeración enfática y por ello si cabe más lamentable, de una difícilmente constatable lista de irresponsabilidades, y mentiras.

Surtidos así de la guisa necesaria para proceder con nuestra labor, constato una vez más la apabullante muestra de irresponsabilidad que subyace a las efusivas muestras de satisfacción que en público no han aminorado ni por un instante, algunos por no decir la mayoría de miembros del Gobierno, y aquí incluyo por supuesto al Sr. Presidente, cómo no a la ministra del ramo (ha logrado crear empleo en esta ocasión sin estar de vacaciones), y por extensión a los pregoneros, medios de comunicación en especial prensa escrita, que tan denodado esfuerzo llevan a cabo no tanto de comunicar, sino de hacernos comprensible el mensaje, que nos manda nuestro Gobierno.

Es así que me sonrojo de ira, cuando compruebo sus celebraciones, asociadas no  lo olvidemos a que poco menos de cien mil personas han abandonado las listas del INEM. Lanzan las campanas al vuelo, y me sorprendo recordando la vez aquella en la que enfurecido por las celebraciones cristianas, Al-Mansur se dio un paseo hasta Santiago de Compostela, se hizo bajar las campanas de la catedral a lomos de cristianos viejos, para luego fundir su bronce, y emplearlo sin recato alguno contra sus oponentes propios, y extraños.

Digo con esto que, por favor, estoy convencido de que la normalidad se instalará de nuevo pronto en la conciencia de los que ejercen funciones representativas, toda vez que entre los mencionados representantes se sitúan multitud de esos más de siete millones de parados reales que según la Encuesta de Población Activa acumula ya España, un importante porcentaje de los cuales no cobra ya subsidio alguno, lo que significa que son parados de larga duración, lo que en otros términos se traduce en que forman parte del denominado paro estructural, a saber no ya un problema cuyo carácter se enfatice de hoy para hoy, sino que más bien redunda por antonomasia en la que constituye la otra pata del banco del drama, a saber el paro juvenil.

Pero qué decir, de todo esto, cuando la única certeza de que al menos unos y otros parecen comprender la gravedad del asunto, pasa por constatar que, precisamente a la vista de las últimas encuestas, unos y otros se lanzan raudos a poner en práctica cuantos ardides se les ocurren volcados tan solo en mantener a flote el maltrecho barco del bipartidismo en España.

Los unos y los otros, el que más y el que menos, es a estas alturas totalmente consciente de que nada, absolutamente nada, volverá a ser igual. Nada ni nadie permanecerá intacto una vez todo esto haya pasado.
Así, no se tratará tanto de constatar que, efectivamente, quedará vida después de la crisis, se tratará más bien de saber el estado real en el que esa vida habrá de desarrollarse.

Y como prueba manifiesta del nuevo escenario en el que se desarrollarán las mencionadas maniobras, qué mejor que el amago de pacto con el que hoy mismo se han desmarcado Partido Popular y Partido Socialista.
Un pacto vacuo, carente de todo sentido y aplicación…salvo si se mira desde el punto de vista estrictamente político.

Superados los ardores que a algunos les suscitó la remota posibilidad del Gobierno de Concentración, y presas otros del pánico que les producía el poder ver cómo les arrancaban el juguetito de entre las manos, lo cierto es que la burbuja ficticia con la que hoy se han descolgado los dos principales partidos de nuestro país, no viene sino a constatar el grado de alienación en el que aparentemente viven, de cara a la comprensión real de nuestros verdaderos problema, hecho éste a mi entender imprescindible para acometer la mencionada reforma, de manera mínimamente satisfactoria.

Queda así demostrado que solo en España, o mejor dicho, solo en el ejercicio de la Política Española, es posible convertir en desastrosamente lamentable, una conducta que en cualquier otra situación o contexto podría incluso haber resultado brillante.
Pero cuando aquí la enmarcas dentro de un contexto en el que los hoy integrantes de la pareja de moda, se han pasado quince meses enfrascados en una reyerta cuyo máximo resultado ha sido la más absoluta de las pérdidas de tiempo, que se materializaban segundo tras segundo en la caída por inanición de empresas, empleados y autónomos, es cuando se empieza a vislumbrar el motivo contextual por el cual esta comedia no tiene, hoy por hoy, la menor gracia.

Y si para el caso del Gobierno, lo dicho es malo, ¿qué decir del sentido que esto adquiere si le dedicamos un vistazo a la Oposición?

De verdad, ¿tan mal estamos que resulta imprescindible ganar tiempo a cualquier precio, aunque sea rebasando una vez más los límites de frenada indicados por el fabricante de los neumáticos, exponiéndose con ello a un accidente quién sabe si definitivo.

Resulta gráfico, definitivo tal vez llegaría yo a decir, de la calidad de la Política Española, el hecho de que una única realidad, a saber conformada por el incipiente pacto, pueda en realidad satisfacer tanto a dos estructuras tan aparentemente distanciadas.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.