Podía haber sido, sin duda, una frase más. Podía haber
pasado desapercibida. Podía haber sido olvidada, caracterizada, burlada. Podía
haber dado lugar a multitud de chanzas, algunas
incluso en su vertiente moderna, eso
que los “modernos” llaman memes, si
no me equivoco.
Se trata de algo tan incomprensible, tan insostenible, que
bien podía haber dado lugar a la respuesta contraria y así, haber protagonizado
gestos de apasionamiento, en forma de
seguidismo irracional. Todo esto, y
posiblemente muchas cosas más, al menos cuantificables como de tantas, son las que podían haberse
extraído del no debate al que
asistimos el pasado lunes. Un debate que comenzó arrebatándonos alguno de nuestros
derechos. Un debate, quién sabe, si presagio de lo que ha venido a ocurrir hoy,
que sin duda ha terminado de arrebatarnos lo poco que de Campaña Electoral le quedaba al periodo en el que, lo crean o no,
nos hallamos inmersos.
Confieso que hasta hace unos minutos, esperaba con anhelo el
instante que semana tras semana me sirve de catalizador para encontrarme
conmigo mismo, curiosamente a partir del análisis que de todo lo que me es
extraño en tanto que acontece fuera de
mi, me sirve para identificar mi lugar en el mundo comparando,
precisamente, el efecto cuando no el impacto que todo ello causa en mi
conciencia.
Y es precisamente al categorizar no tanto ese impacto, como
sí más bien el elevado grado de diferencia que semana tras semana detecto entre
el efecto que en mí causa la realidad, y el causado entre los que me rodean, lo
que precisamente me lleva a tomar de manera no ya solo consciente, sino
absolutamente evidente, la decisión por la que aquí y ahora asumo que,
sencillamente, no me siento identificado con el mundo que me ha tocado en
suerte, o por ser más exacto, manifiesto mi desazón para con las personas con
las que en general, vengo a formar el
Común, al cual doy forma junto a los que me son contemporáneos.
Lo cierto es que sería injusto decir que estas palabras
surgen de la
improvisación. Una cosa así aunque sea objeto de la
impresión, no surge de repente. O por
ser más concretos, no se forma de un día para otro. Ocurre más bien, tal y como
es propio de aquellas cosas que son
verdaderamente importantes, que se va formando poco a poco. Ocurre, como en
el caso del ruido asociado al cauce de los grandes ríos, que la tromba presagio
del colapso que acompaña a los grandes cauces cuando éstos se desbordan en pos
del rumbo marcado por la catarata, procede de lo que una vez fue el tintineo
sibilante de esa primera fuente de lo que tiempo
a fue la primera fuente, el
manantial que dio lugar y forma a ese río. Un río del que todos conocen sus
espectaculares cascadas, pero del que a pesar de lo obvio, la mayoría parece
ignorar que antaño, procede de una fuente primigenia.
“A pesar de lo que muchos prefieren olvidar.” Bien podría
ser el título de un capítulo de un mal libro, o incluso el título del libro en
sí. Mas en realidad no es sino el diagnóstico de lo que tal y como hoy ha
quedado puesto de manifiesto, se ha revelado ante nosotros como la causa
primigenia de muchos de los grandes males que ahora, y lo que es peor, desde
hace mucho tiempo, vienen afectando a la substancia más estructural de nuestra
sociedad.
No pretendo perder ni un solo instante en revisar (dado que
pretender analizarlo es del todo baldío)
ni uno solo de los momentos que
supuestamente vinieron a componer el que supuestamente
fue el “cara a cara” que “habría de enfrentar” a los que por otro lado personifican las estructuras dominantes
en esto que unos y otros hemos dado en llamar el bipartidismo. Por ello, y lejos en mi ánimo el osar decir, ni
tan siquiera pensar, que el mencionado acontecimiento no ha obrado en mí alguna
suerte de modificación, diré más bien que en contra de lo que pueda parecer,
creo no exagerar si digo que nunca hasta este momento un evento sometido a los cánones del electoralismo, había logrado
infligir a mi conciencia un castigo tan
inconmensurable que, y de nuevo entro en el terreno de las confesiones, ha
logrado, efectivamente, modificar el sentido de mi voluntad a la hora de
decidir mi voto.
Resumiendo de una manera y a la sazón muy sencilla, diremos
que en pocas ocasiones como en la que traemos hoy a colación, las formas han
jugado un papel tan predominante.
Por no perdernos en eufemismos, ni por supuesto en giros que
a veces por inverosímiles no conducen sino al aumento de la complejidad de lo
expuesto; diremos sencillamente que siguiendo al pie de la letra lo que es
conocido incluso por los más viejos del lugar, Las formas pueden hacerte perder, incluso la razón. Aunque para ser del todo justos, requisito imprescindible
para perder la Razón es haber tenido alguna vez noción de la misma. Y en el caso de
Pedro Sánchez, creo poder afirmar aún a riesgo de equivocarme, que tal hecho
todavía no se ha producido.
Incapaces pues de acudir a lo esencial, pues en tamaña
superficialidad no solo difícil, más bien imposible resulta encontrar un mero
atisbo de algo que no amenace con ser arrastrado por el viento ante el primer
asomo del mismo; habremos de decir que más sorprendente que las ya de por sí
lamentables tácticas desarrolladas por el todavía hoy líder de la oposición, resultan con mucho los incomprensibles
esfuerzos que a modo de batería han sido desarrollados por quienes desde dentro, se han esforzado primero
en justificar, y después en legitimar, conductas que por darse en personas de
una u otra manera llamadas a ser consideradas modelos, ejercen una gran cuando no notable influencia sobre
quienes por uno u otro motivo deciden salir
a buscar fuera los motivos de sus propios actos.
Desde tamaña irresponsabilidad, el triunfo de tan dañinas
conductas, triunfo del que somos netamente conscientes una vez que la conducta
torticera de la que el pasotismo generalizado ha dado muestra en tanto que no
ha hecho nada en pos de cortar las mismas
de raíz, ha terminado por permitir brote lo que otrora germinó a partir de
la mera posibilidad de dar crédito a la fábula en base a la cual, tal y como
ocurre en el amor y en la guerra, en política todo vale.
Ya es por ello tiempo de que de manera alta y clara, a la
vez que de manera absolutamente indiscutible, primero nos enteremos, aunque
solo sea para luego hacérselo entender a los demás, que no solo lo de que todo
vale es una falacia destinada a favorecer a los que siempre han temido a los
posibles efectos que tanto para ellos como especialmente para su posición puede
tener el hecho de que efectivamente se imponga tamaña condición; sino que ahora
más que nunca la política, o más concretamente el ejercicio de la misma, es
cuando más cuidadoso ha de resultar en el ejercicio de los menesteres que le
son propios.
Los motivos, tan evidentes como complicados en tanto que
netamente sometidos a la complejidad del marasmo de la interpretación, se
agrupan cuando no se resumen en el hecho de que no tanto la política como sí
más bien el ejercicio de la misma se hallan en este caso cimentados en el
planteamiento de la cesión representativa
del poder. Expresado a grandes rasgos, la imposibilidad de que todos
accedamos unívocamente a las estructuras de poder lleva a los más capacitados a
erigirse en representantes de los por otro o en cualquier caso, más mediocres.
Mas supondría un ejercicio de absoluta ingenuidad el llegar no solo a suponer
sino sencillamente el considerar, que las acciones de los primeros estuvieron
ni por un solo instante inspiradas en lo que podríamos denominar el bien común, o lo que sería lo mismo,
una suerte de proceder con afección tanto en el sentido ético como en el moral,
en base a lo cual las acciones propias de los entes activos, estarían motivados en lograr la satisfacción de los agentes pasivos, los cuales a la sazón
son, en términos estrictamente cuantitativos, soberbia mayoría.
Es con ello que a medida que vamos despertando del sueño altruista en el que nos hemos visto
inmersos, nos damos de bruces contra la realidad sintetizada en un mundo en el
que los depredadores no es solo que devoren a los llamados a ser depredados, sino
que en contra de lo que cabría ser esperado, ambos se sienten cómodos en el
respectivo lugar que la cadena trófica
les reserva.
Asistimos pues al triunfo de la chabacanería. Un
triunfo que no lo dudemos responden a una demanda bidireccional. Por un lado el
mediocre se siente cómodo ejerciendo de mediocre, traduciendo su mediocridad en
el acto pasivo de no pensar; en tanto que otros se sienten encantados de poder
suplantarles en el ejercicio de esa preciosa labor.
Pero la chabacana mediocridad es a la par voluble, propensa
a las emociones fuertes, y por ello necesitada a diario de estímulos que han de
ser cada vez más y más impactantes.
De ahí que la intensidad de los estímulos con los que el
pasado lunes Pedro Sánchez hubo de dirigirse
a sus huestes, bien podría darnos una idea del actual estado de las cosas. ¿Necesitan una pista? Vayan a buscarla
a Pontevedra, de paso a lo mejor encuentran la
patilla de las gafas del que pese a quien pese, es por decisión democrática
nuestro Presidente del Gobierno.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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