miércoles, 16 de diciembre de 2015

DE LA CERTEZA OCULTA. EN EL VERDADERO VALOR DEL ¡HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO!

Podía haber sido, sin duda, una frase más. Podía haber pasado desapercibida. Podía haber sido olvidada, caracterizada, burlada. Podía haber dado lugar a multitud de chanzas, algunas incluso en su vertiente moderna, eso que los “modernos” llaman memes, si no me equivoco.
Se trata de algo tan incomprensible, tan insostenible, que bien podía haber dado lugar a la respuesta contraria y así, haber protagonizado gestos de apasionamiento, en forma de seguidismo irracional. Todo esto, y posiblemente muchas cosas más, al menos cuantificables como de tantas, son las que podían haberse extraído del no debate al que asistimos el pasado lunes. Un debate que comenzó arrebatándonos alguno de nuestros derechos. Un debate, quién sabe, si presagio de lo que ha venido a ocurrir hoy, que sin duda ha terminado de arrebatarnos lo poco que de Campaña Electoral le quedaba al periodo en el que, lo crean o no, nos hallamos inmersos.

Confieso que hasta hace unos minutos, esperaba con anhelo el instante que semana tras semana me sirve de catalizador para encontrarme conmigo mismo, curiosamente a partir del análisis que de todo lo que me es extraño en tanto que acontece fuera de mi, me sirve para identificar mi lugar en el mundo comparando, precisamente, el efecto cuando no el impacto que todo ello causa en mi conciencia.
Y es precisamente al categorizar no tanto ese impacto, como sí más bien el elevado grado de diferencia que semana tras semana detecto entre el efecto que en mí causa la realidad, y el causado entre los que me rodean, lo que precisamente me lleva a tomar de manera no ya solo consciente, sino absolutamente evidente, la decisión por la que aquí y ahora asumo que, sencillamente, no me siento identificado con el mundo que me ha tocado en suerte, o por ser más exacto, manifiesto mi desazón para con las personas con las que en general, vengo a formar el Común, al cual doy forma junto a los que me son contemporáneos.

Lo cierto es que sería injusto decir que estas palabras surgen de la improvisación. Una cosa así aunque sea objeto de la impresión, no surge de repente. O por ser más concretos, no se forma de un día para otro. Ocurre más bien, tal y como es propio de aquellas cosas que son verdaderamente importantes, que se va formando poco a poco. Ocurre, como en el caso del ruido asociado al cauce de los grandes ríos, que la tromba presagio del colapso que acompaña a los grandes cauces cuando éstos se desbordan en pos del rumbo marcado por la catarata, procede de lo que una vez fue el tintineo sibilante de esa primera fuente de lo que tiempo a fue la primera fuente, el manantial que dio lugar y forma a ese río. Un río del que todos conocen sus espectaculares cascadas, pero del que a pesar de lo obvio, la mayoría parece ignorar que antaño, procede de una fuente primigenia.

“A pesar de lo que muchos prefieren olvidar.” Bien podría ser el título de un capítulo de un mal libro, o incluso el título del libro en sí. Mas en realidad no es sino el diagnóstico de lo que tal y como hoy ha quedado puesto de manifiesto, se ha revelado ante nosotros como la causa primigenia de muchos de los grandes males que ahora, y lo que es peor, desde hace mucho tiempo, vienen afectando a la substancia más estructural de nuestra sociedad.

No pretendo perder ni un solo instante en revisar (dado que pretender analizarlo  es del todo baldío) ni uno solo de los momentos que supuestamente vinieron a componer el que supuestamente fue el “cara a cara” que “habría de enfrentar” a los que por otro lado personifican las estructuras dominantes en esto que unos y otros hemos dado en llamar el bipartidismo. Por ello, y lejos en mi ánimo el osar decir, ni tan siquiera pensar, que el mencionado acontecimiento no ha obrado en mí alguna suerte de modificación, diré más bien que en contra de lo que pueda parecer, creo no exagerar si digo que nunca hasta este momento un evento sometido a los cánones del electoralismo, había logrado infligir a mi conciencia un castigo tan inconmensurable que, y de nuevo entro en el terreno de las confesiones, ha logrado, efectivamente, modificar el sentido de mi voluntad a la hora de decidir mi voto.

Resumiendo de una manera y a la sazón muy sencilla, diremos que en pocas ocasiones como en la que traemos hoy a colación, las formas han jugado un papel tan predominante.
Por no perdernos en eufemismos, ni por supuesto en giros que a veces por inverosímiles no conducen sino al aumento de la complejidad de lo expuesto; diremos sencillamente que siguiendo al pie de la letra lo que es conocido incluso por los más viejos del lugar, Las formas pueden hacerte perder, incluso la razón. Aunque para ser del todo justos, requisito imprescindible para perder la Razón es haber tenido alguna vez noción de la misma. Y en el caso de Pedro Sánchez, creo poder afirmar aún a riesgo de equivocarme, que tal hecho todavía no se ha producido.

Incapaces pues de acudir a lo esencial, pues en tamaña superficialidad no solo difícil, más bien imposible resulta encontrar un mero atisbo de algo que no amenace con ser arrastrado por el viento ante el primer asomo del mismo; habremos de decir que más sorprendente que las ya de por sí lamentables tácticas desarrolladas por el todavía hoy líder de la oposición, resultan con mucho los incomprensibles esfuerzos que a modo de batería han sido desarrollados por quienes desde dentro, se han esforzado primero en justificar, y después en legitimar, conductas que por darse en personas de una u otra manera llamadas a ser consideradas modelos, ejercen una gran cuando no notable influencia sobre quienes por uno u otro motivo deciden salir a buscar fuera los motivos de sus propios actos.

Desde tamaña irresponsabilidad, el triunfo de tan dañinas conductas, triunfo del que somos netamente conscientes una vez que la conducta torticera de la que el pasotismo generalizado ha dado muestra en tanto que no ha hecho nada en pos de cortar las mismas de raíz, ha terminado por permitir brote lo que otrora germinó a partir de la mera posibilidad de dar crédito a la fábula en base a la cual, tal y como ocurre en el amor y en la guerra, en política todo vale.
Ya es por ello tiempo de que de manera alta y clara, a la vez que de manera absolutamente indiscutible, primero nos enteremos, aunque solo sea para luego hacérselo entender a los demás, que no solo lo de que todo vale es una falacia destinada a favorecer a los que siempre han temido a los posibles efectos que tanto para ellos como especialmente para su posición puede tener el hecho de que efectivamente se imponga tamaña condición; sino que ahora más que nunca la política, o más concretamente el ejercicio de la misma, es cuando más cuidadoso ha de resultar en el ejercicio de los menesteres que le son propios.

Los motivos, tan evidentes como complicados en tanto que netamente sometidos a la complejidad del marasmo de la interpretación, se agrupan cuando no se resumen en el hecho de que no tanto la política como sí más bien el ejercicio de la misma se hallan en este caso cimentados en el planteamiento de la cesión representativa del poder. Expresado a grandes rasgos, la imposibilidad de que todos accedamos unívocamente a las estructuras de poder lleva a los más capacitados a erigirse en representantes de los por otro o en cualquier caso, más mediocres. Mas supondría un ejercicio de absoluta ingenuidad el llegar no solo a suponer sino sencillamente el considerar, que las acciones de los primeros estuvieron ni por un solo instante inspiradas en lo que podríamos denominar el bien común, o lo que sería lo mismo, una suerte de proceder con afección tanto en el sentido ético como en el moral, en base a lo cual las acciones propias de los entes activos, estarían motivados en lograr la satisfacción de los agentes pasivos, los cuales a la sazón son, en términos estrictamente cuantitativos, soberbia mayoría.

Es con ello que a medida que vamos despertando del sueño altruista en el que nos hemos visto inmersos, nos damos de bruces contra la realidad sintetizada en un mundo en el que los depredadores no es solo que devoren a los llamados a ser depredados, sino que en contra de lo que cabría ser esperado, ambos se sienten cómodos en el respectivo lugar que la cadena trófica les reserva.

Asistimos pues al triunfo de la chabacanería. Un triunfo que no lo dudemos responden a una demanda bidireccional. Por un lado el mediocre se siente cómodo ejerciendo de mediocre, traduciendo su mediocridad en el acto pasivo de no pensar; en tanto que otros se sienten encantados de poder suplantarles en el ejercicio de esa preciosa labor.

Pero la chabacana mediocridad es a la par voluble, propensa a las emociones fuertes, y por ello necesitada a diario de estímulos que han de ser cada vez más y más impactantes.
De ahí que la intensidad de los estímulos con los que el pasado lunes Pedro Sánchez hubo de dirigirse a sus huestes, bien podría darnos una idea del actual estado de las cosas. ¿Necesitan una pista? Vayan a buscarla a Pontevedra, de paso a lo mejor encuentran la patilla de las gafas del que pese a quien pese, es por decisión democrática nuestro Presidente del Gobierno.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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