miércoles, 25 de marzo de 2015

LÍBRANOS SEÑOR, DE LOS QUE PIENSAN Y OBRAN INIQUIDADES.

 Porque sin caer en la logolatría cuando sí más bien al contrario desarrollando los hechos en sus justos términos, aunque por el contrario resulte del todo imposible sellar cuáles habrán de ser éstos mañana mismo; lo único cierto es que ya, definitivamente, poco a lo cual aferrarse de verdad queda.

Abandonada ya toda postura pasional, entendiendo como es lógico que la presencia de la misma, de la pasión digo, no hace sino esconder un atisbo de esperanza; lo cierto es que hacer cualquier esfuerzo no ya encaminado a su invocación, simplemente a la constatación de la misma, no encierra sino una suerte de conducta infantil que lejos de ser bienaventurada en el caso que nos ocupa, viene más bien a encerrar una suerte de conducta servil no solo poco recomendable, sino ciertamente poco recomendable a la vista no tanto de los tiempo, cuando sí más bien de los modos que a todas luces, o por ser más acordes, a todas sombras, vienen a tornarse en la mejor expresión de la realidad.

Porque a tales extremos hemos llegado, o por ser más precisos, a tales hemos consentido ser conducidos. En un tiempo, o por ser más certeros cuando no justos, con las herramientas que ceñidas a los tiempos que corren han venido circunscritas a los mismos, lo cierto es que solo la escasamente reconfortante verificación de la desidia existente, puede venir a corroborar, que nunca a justificar, el elevado estado de desidia en el que se encuentra nuestra sociedad, reflejo fiel y certero, a la sazón mejor que ninguno otro, del estado en el que se hallan no lo olvidemos, los ciudadanos bajo cuya designación nos ubicamos.

Sociedad e individuo, Ética y Moral por definición comprometidas, como lo están en última instancia los que antaño fueron sus protagonistas, los hombres en última instancia.

Pero ahora que ya no queda madera. Una vez que ni un espeque nos queda al cual amarrar al rucio (no quedan rucio toda vez que ya para carne fueron vendidos) solo la élite puede hoy aspirar a cabalgadura, que por ello quedan ejemplares de Rocinantes, es cuando comenzamos a sufrir, que ni siquiera ahora todavía a entender, el no ya paupérrimo cuando sí más bien escuálido, de los estados en los que se encuentra no ya ni tan siquiera el mundo, cuando sí más bien cualquiera de las múltiples interpretaciones que del mismo podemos osar hacernos.

Mas si de mera interpretación pudiera ser acusada la suerte de los tiempos por los que hoy por hoy discurre nuestra realidad, de baldía, cuando no de insubstancial podría ser en buena justicia condenada la presente reflexión, dejando su autor pues que tales consideraciones lo arrastraran al mundo de los tristes ya se sabe, a ése por metafísico recóndito lugar al que los apegados a la actual corriente de Positivismo ¿Ilustrado?, tienden a arrojarnos a los que bien por desgracia, el tiempo dirá si por suerte, carecemos una vez más de la Gracia ¿de Dios?, para poder degustar las esencias vertidas sobre los fieles, las cuales redundan en la mayor felicidad de los fieles.

Abandonada pues cualquier apuesta por lo Monoteísta, convencidos si cabe con mayor fuerza de lo inapropiado de las convenciones Politeístas, lo cierto es que solo el albor de la Ciencia se presta, aunque no sin reticencias toda vez que la Tecnocracia amenaza hoy en día con convertirse en el reflejo del Diablo en la Tierra, a recogernos bajo la sombra de su manto protector.

Hacemos así pues presa en la Sociología no como fuente de soluciones, cuando sí más bien en la esperanza de encontrar en la misma los procedimientos destinados a, por ejemplo, encontrar la manera más adecuada esto es, más rápida a la par que del todo alejada de conductas tendenciosas, a partir de las cuales poder llegar a entender el motivo que ha llevado a la mayoría a permanecer al margen de la que sin duda el futuro revelará como la gran cuestión. Una cuestión que paralela a otras de parecido calado y magnitud, como pueden ser las que encierran la virtud de los motivos que llevaban a los Plebeyos de Roma a no rebelarse contra los Patricios, O cuál era la magnitud de los denominados Pactos de Vasallaje que llevaban al siervo a no solo condicionar su futuro, cuando sí más bien en de sus descendientes ante su Señor; habrán por otro lado de contestar a una gran pregunta: ¿Qué subyace en nuestro subconsciente que a estas alturas se traduce en implementar en nosotros una conducta no solo adecuada, sino incluso educada?

Porque el que a estas alturas no solo sigamos conduciéndonos como buenas personas, sino que todavía constatemos cómo la beatitud sigue presidiendo la mayoría de nuestras conductas (y lo visto en la cita electoral andaluza bien podría ser el último ejemplo de lo que digo), puede ser tan solo atribuible a dos cuestiones irreducibles, aunque no por ello necesariamente excluyentes entre sí: O verdaderamente tenemos más paciencia que el Santo Job, o sencillamente nos empeñamos en seguir empeñados en no tener ni idea de lo que ocurre.

Ubicadas pues las variables desde las cuales comenzar a inferir el estado del paradigma en el que nos hallamos, resulta suficiente un somero vistazo para comprender que el problema no está, como cabría esperarse a la vista de los tratamientos que se aplican, en la forma de interpretar el sistema; cuando sí más bien en los componentes y en las múltiples relaciones que entre ellos se dan en pos de, en última instancia, conformar el propio sistema.
Un sistema multidisciplinar, intrínsecamente interconectado, que convierte por ello en un auténtico hándicap cualquier intento de establecer una suerte de cortafuegos dirigido a detener la infección una vez que un virus ha sido introducido por cualquiera de los canales conocidos y que, en base a esa interconexión no importa por dónde haya entrado en tanto que tiene acceso al núcleo del sistema en sí mismo, comprometiendo no solo su desarrollo, como sí su esencia misma.

Es al albor no ya de esta nueva realidad, cuando sí más bien de la comprensión de los parámetros que la misma trae consolidados, que comprendemos su verdadera magnitud, emplazada a partir del famoso paradigma según el cual el todo es siempre mayor que la suma de sus partes.

Surge así pues la nueva realidad como siempre lúcida a partir del tratamiento lóbrego cuando no solo austero de los datos. Ajenos a cualquier elucubración, una vez que las voces propinadas desde catervas exacerbadas de manera más o menos interesadas, solo una cuestión ha de quedar clara, la desintegración propia del proceder analítico tan adecuado en otros casos, no hace en este caso sino erigirse en la mayor de cuantas mentiras se nos ha hecho objeto en los últimos tiempos.

Dicho de otro modo, enfrentarnos por separado al estudio de las causas que nos han traído aquí, así como por supuesto de sus posteriores consecuencias; refiriendo éstas por separado al impacto que sobre Economía, Sociedad, Política y Religión, han podido tener; no hace sino establecer un vínculo erróneo cuyas magníficas consecuencias se traducen en la absoluta imposibilidad de acceder a la verdad, en tanto se siga perseverando en la ejecución errónea de un procedimiento cuya verdadera naturaleza se muestra con una transparencia “Clara y Distinta”, al alcance de cualquiera que tenga el valor de mirar.

Adoptando así pues de manera definitiva el Protocolo Cartesiano, y profundizando en su desarrollo en tanto que ninguna mano venga a disuadirnos de tal convicción, habremos de elucubrar en tanto de la identidad de quines hacen tanto a la para que bien hecho, por mantener oculta no ya solo su identidad, cuando sí más bien que se muestran del todo prolijos en la complicada labor de tapar todas las pistas, convirtiendo en un verdadero juego de adivinación condenado al fracaso propio de los procederes carentes de crédito científico a todo ejercicio vehiculado desde semejante carta de naturaleza.

Es así pues que antes de prorrumpir en una suerte de proceder que nos arroje en manos del tan justamente temido silogismo disyuntivo, que haremos un último esfuerzo encaminado en pos de localizar la respuesta modificando el objeto de nuestra pregunta. Así, la cuestión no pasará ya por averiguar la naturaleza de la obscuridad que cubre al que se supone objeto de nuestros devaneos. La nueva cuestión pasa ahora por inducir la naturaleza de aquella fuerza tan descabellada que es capaz de interferir en todos los esfuerzos realizados en pos de ubicar la posición de un estado que induce al Hombre Moderno a estados de apatía tales que le llevan a confundir a Dios con un gitano, metáfora que lejos de conducirnos por la tendenciosa vía del clasismo, no hace sino ilustrarnos en la no menos edificante vía de constatar lo sencillo que resulta desviarnos de nuestro a priori original.

Concluimos así pues que hoy no vivimos en ningún tiempo. Nuestro presente se ve así reducido a una especie de paradoja sistémica en la que la salmodia monocorde entonada desde la concreción del concepto crisis, proporciona al Sistema el escenario perfecto desde el cual desviar por enésima vez la atención del que sin duda habría de ser el único asunto capaz de ocupar nuestras mentes, dispersas por otro lado en apagar conatos sitos en la periferia, mientras el verdadero incendio ha llegado ya al Sistema en sí mismo el cual, lejos de abrumarse, no hace sino garantizar su supervivencia erigiendo una suerte de barrera insalvable en forma de una cuestión co-substancial: ¿Debe el Sistema regenerarse, o debe por el contrario asumir la necesidad de renacer plenamente renovado?

Ahora me decís si esto constituye o no un auténtico gesto de iniquidad.

LUIS JONÁS VEGAS VELASCO.



miércoles, 18 de marzo de 2015

DE LA DEFINITIVA CONSTATACIÓN DE QUE YA TODO ES POLVO Y CENIZA.

Amanece un nuevo día. Azotados por los vientos siquiera matutinos, la todavía incipiente calenda, propensa a la esperanza vinculada al deseo de albergar lo justo, pasa lista a sus componentes. La rutina tiene aquí una de sus más duras facetas así, casi con deportividad, asume la falta a la obligatoria cita de algunos, presa que lo fueron de la constatación de que definitivamente, los miedos nocturnos ayer lo fueron a algo más, a algo que definitivamente les justifica, ahora ya sí, para siempre.

Pero no es lo único malo, ni con mucho lo peor, que aquí haya muerto un poeta, que allí lo haya hecho un músico. Ni siquiera que aquí nos falta algún Filósofo ¡coMo sí anduviéramos sobrados de los de semejante calaña! Lo peor, en contra de lo que pueda parecer dada lo absoluta de la condición que la muerte aporta, pasa por asumir que para los que quedamos vivos, solo lo peor puede quedarnos reservado, huyendo pues de nuestra cita con la Parca.

Porque solo así, enfocado no desde un aspecto melodramático, sino más bien desde el único aspecto al que nos dejan referirnos; bien pudiera ser que ni siquiera pronto, ni siquiera tarde, a lo sumo ya, que hayamos de comenzar a asumir la necesidad de comprender el mundo, el nuevo mundo…¿o resulta igual de adecuado decir el viejo mundo?
Porque al final, a pesar de todo, o más bien gracias al ingente compendio que el todo genera, será que podemos optar cuando no a comprender, sí a tratar de sobrevivir asumiendo que solo la ignorancia nos hará no en este caso librea, cuando sí más bien, a lo sumo, supervivientes.

Pero supervivientes de qué, dirán algunos. Pues de nosotros mismos. Porque nadie ha de confundirse, sobre todo porque el error a estas alturas no constituye una opción: Todos, inexorablemente una vez más, somos como nunca, o de nuevo cayendo en la paradoja como nunca, responsables de nosotros mismos.
Y puestos a escuchar que no a cantar las verdades del barquero, lo cierto es que una vez superadas ciertas limitaciones que por otro lado tenían claramente señalizado el peligro del que nos protegían, ya ni tan siquiera a la falacia del Tiempo que podemos hacer mención:

“¡Nefasto siglo éste y malhadada edad la que permite que campen por sus respetos éstas gentes! ¡Qué lejos quedan los tiempos en que la caballería andante imponía sus nobles fueros!”

Por si todavía quedase pues tentación de aportar sobre la variable Tiempo, ya fuera por su conveniencia o ingratitud, naturaleza de moraleja, decir nos queda que, si bien la fuente de tales palabra, que no de su mensaje, parece lastrada en el pasado, en un para algunos remoto pasado; lo cierto es que la esencia de las mismas resulta tan actual, que parecen no, están, dotadas de una absoluta actualidad.

Y por ende, que no por más, que su autor sigue de la siguiente guisa:
Pues nunca que caballero alguno atacó a traición ni por la espalda, porque de haberlo hecho, el baldón y la vergüenza más ignominiosa hubieran caído no ya sobre él, sino sobre toda su casta, y su pueblo todo. Por eso digo y repito que infeliz la época en que esto que ayer nos pasó puede pasar impunemente. (…) Ayer te digo y hoy te repito: la cobardía nada defiende, ni con ella pueblo alguno alcanzará la libertad.”

Sobradamente creo pues llegado el momento de retar a cualquiera, ya sea presente o pasado, me abstengo del futuro por estar éste desmedidamente hipotecado, a quitar una coma, ni con mucho a añadir un solo punto, a lo hasta ahora expuesto lo cual, que por más que parezca a la luz de las formas de adolecer de cierto humor a rancio, que dirían algunos; lo cierto es que por lo demás, en especial atenidos a la obligación semántica, no solo de pretéritos no hace ascos, cuando sí más bien que de la lección que de los mismos extrapola bien podrían beber los que hayan de pagar, más pronto que tarde, la hipoteca del mentado futuro, al que antes hacíamos distraída mención.

Porque si de locura parecía adolecer el otrora protagonista de encuentros en fusta y leal servicios, bendita la sociedad que en tales bríos podía osar verse representada. Hoy, al contrario, no es lo malo que la conducta sana sea la que va en detrimento de todo lo que se salga un tanto de la norma. Una conducta que ve como normal que se saque de su casa a familias con niños para luego subastar esas casas, otrora hogares, o que entiende (otorgando en tanto que calla) que los sus gobernantes se rían no ya a carcajadas, a mandíbula vatiente, cuando las nuevas leyes recién aprobadas sirven para meter en vereda, o directamente en la cárcel, a quienes osaron, porque de eso se trata ya, de verdadera osadía, no ya a enfrentarse a las autoridades cuando sí más bien a sugerir, que lo que está pasando, que lo que están haciendo, a lo mejor no está del todo bien. ¡Y para llegar a tamaña conclusión no han tenido que leer El Ingenioso Hidalgo!

Y aunque si bien es cierto que haberse granjeado la amistad de Don Quijote habiéndose mostrado digno de su confianza pasando con él al menos un par de jornadas no es un requisito imprescindible; no resulta menos cierto que la ausencia, digamos curricular de tamaños acervos, sí que sirve no para poner en solfa, cuando sí más bien para justificar a título de tentación confesa las voluntades de los que de manera más o menos velada, empiezan a clamar de manera disimulada (si es que tal convección resulta viable) de una suerte de voto censitario. ¿Alguien me da pues otra explicación cuando el alma se sonroja al comprobar el daño que hace constatar la certeza de la afirmación “urnas llenas de votos procedentes de la Ignorancia”?

¡No por favor, no empiecen a sonrojarse aún! Sean tan amables de esperar no tanto a que acabe con mis desarrollos, cuando sí más bien  con su paciencia. Aunque tampoco les garantizo evitar el efecto devastador que puede llegar a suponer que, pasado un rato, ya sea después, ya sea durante la exposición de mi sarta de tropelías; lleguen a considerar la posibilidad de que, aún de manera parcial, ustedes y yo pudiésemos estar de acuerdo, al menos en parte. Será entonces cuando podrán mostrar en todo su esplendor y valía, el efecto que mis desinencias procedimentales y semánticas les provocan. Vayamos pues con la mejor: ¿A alguien más que a mí le resulta el actual estado de clamoroso silencio la enésima muestra del estado de acogotamiento, castración física y no solo química, y depravación institucional, más que inconcebible; la constatación palmaria de que todo, absolutamente todo, está perfectamente orquestado?

Así y solo así, o si los prefieren de manera metafórica viendo cómo el Sr. Del Valle-Inclán monta en cólera por la malversación de caudal intelectual que supone ver a estos golfos ataviado con levita pervertir su imagen cuando no concepto de los esperpentos; que podemos rubricar “con firma que bien la hubiera envidiado un notario” (como la que Panza empleó para soliviantar el asunto de la Ínsula) como definitiva certeza la hasta ahora mesurable duda en base a la cual los pájaros disparan definitivamente a las escopetas.

Porque a título de conclusión, lo malo no es que España no tenga solución. Lo realmente sangrante por concluso, es que no tanto España, como sí más bien los españoles, no merezcamos ser salvados. No tanto porque la ruina en la que como cerdos nos revolcamos no responda sino a hechos perfectamente conocidos a la vez que juzgados, de los cuales insisto el presente es sentencia; como sí más bien al hecho de que como cerdos consecuentes, cuando no incluso agradecidos, que no dudamos en mostrar nuestro regocijo entre revolcón y revolcón.

Y si lo de el homenaje al porcino puede parecer excesivo, máxime cuando constatamos que al contrario de lo que ocurre con la mayoría de las personas, del cerdo se aprovechan hasta los andares; podemos acudir unos instantes a la granja de los équidos.. Allí, sin exceso de contemplación ni por supuesto elocuencia de menester, no tardaremos en encontrarnos por ejemplo con gallardos ejemplares plomizos, tanto por su color, como por lo oscuro de sus intenciones, los cuales por otro lado no dudarán en mostrarnos si nos dejamos, las bondades de los pastos que crecen en los pastos que configuran sus tierras. Pastos frescos aunque muy selectos, probablemente ni su cabalgadura ni la mía pueda congratularse de tan hermoso yantar; ubicados a los vientos de tramontada del Pirineo, concretamente en la vecina aunque no por ello menos desconocida Andorra.

Aunque como justa imagen no del actual escenario, como sí más bien de los que componemos el paciente plantel de extras, la que nos proporciona la cabaña bóvida porque ¿Acaso a alguien se le ocurre un animal mejora a la hora de apostar por el tamaño del “cuajo” que hoy por hoy hace falte no para aguantar a esta caterva, cuando sí más bien para no mandarlos a todos a…?


LUIS JONÁS VEGAS VELASCO.

http://cadenaser.com/ser/2015/03/18/videos/1426665442_231210.html?ssm=14092012-Ser-rs-1-Fb

miércoles, 11 de marzo de 2015

DE LA ESPAÑA SUJETA CON ALFILERES, A LA ESPAÑA SUSTENTADA SOBRE ESPEQUES.

Y todo ello sin abandonar durante un solo instante no tanto  la España, como sí  más bien la atmósfera propia no tanto del hoy por hoy conmemorado CERVANTES, como sí más bien del todo y por ello absolutamente inmersos en los escenarios que prestos parecen querer acudir a reunirse con los personajes que sin lugar a dudas le son propios y a la sazón, inmortales.

Porque dados en un momento en el que la incertidumbre parece ser el único recurso cuando no medio de cuya prestancia podemos estar absolutamente seguros; lo único que a estas alturas parece preconizarse en un momento como el que nos rodea pasa de manera a priori inexorable por comprender, cuando no por asumir, el grado de sinrazón, colapso y certeza de corcusido a partir de cuya comprensión poder albergar cuando menos la esperanza de merecer, en amplio sentido de la acepción, esto es la de ser dignos, de merecer algo mejor.

Porque a pesar de la constatación de certeza de la sensación de colapso que dentro de un mundo como el que nos ocupa, en el que por otro lado todo es precisamente percepción; lo cierto es que ni esa ni por supuesto muchas como esa, al menos en rango en disposición, pueden ni deben erigirse como excusas en pos de justificar no ya lo propio de los ruidos, cuando sí más bien lo clamorosos de los silencios con los que se ha venido a acompañar las declaraciones emitidas por nuestro insigne Ministro de Hacienda, para más seña Sr. MONTORO, el cual la pasada semana ni corto ni perezoso afirmó que: A estas alturas nadie puede obviar el hecho por el que parece quedar claro que lo único que puede convertirse en un problema capaz de obstaculizar el evidente tono de mejoría por el que pasa la Economía es, precisamente, el ejercicio de la Política.”

Una vez que las declaraciones han macerado, esto es han sufrido en carne propia el efecto por otro lado en la mayoría de los casos dulcificante de el paso de el tiempo; constatamos por otro lado dos únicas verdades. A saber por un lado las que pasan por comprender hasta qué punto ni tan siquiera un milenio es capaz de dulcificar cierta cantidad de hiel; en tanto que por otro lado lo que procede de constatar la sorpresa que en mí mismo produce el haber estado tanto tiempo sin bramar al respecto no sé si por las declaraciones en sí mismas, o más bien por el sonrojo que me produce el constatar la suerte de pacto de silencio que unos y otros han urdido, encaminado muy probablemente a que las mismas, hay que decirlo gracias a su crudeza cuando no manifiesta desvergüenza; pasen de una u otra manera desapercibidas.

Y aunque si bien lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones el tiempo acabe por mostrarse como el bálsamo universal, de la experiencia extraemos el cómo a menudo ese mismo tiempo no hace sino convertir en vinagre lo que otrora fueron excelentes caldos, arruinando con ello la mejor de las fiestas si un descuido supera la acción del mejor de los sumilleres.

Abandonando así pues la metáfora, y entrando por ello de manera evidente en el mundo propio al esperpento, lo cierto es que cuanto más pienso en el calado y en la profundidad de las declaraciones efectuadas, no debemos olvidarlo, por un miembro del actual Gobierno; más se incrementa en mí la certeza que no la sensación de que sin el menor género de dudas muchos, y sin duda todos ellos de gran trascendencia habrán de ser los cambios a los que en breve, más pronto que tarde, todos habremos de enfrentarnos.

Porque de la múltiple compilación de realidades que pueden subyacer a las no menos numerosas interpretaciones de las que las palabras del Sr. MONTORO pueden ser objeto, al menos dos merecen para mí una especial atención. Por un lado, resulta evidente y no por ello menos significativo el degustar la píldora con la que uno de los miembros tecnócratas del presente Equipo de Gobierno se nos despacha en pos de satisfacer su triunfo máximo, el que inevitablemente pasa por constatar cómo la Política queda definitivamente subyugada a la Política.
Por otro lado, aunque no por ello menos importante, la actitud, ¿o deberíamos decir aptitud? devengada por el Sr. Ministro parece poner de manifiesto un hecho absolutamente contradictorio toda vez que resulta difícil de comprender cómo alguien que se siente no ya desvinculado sino abiertamente comprometido con la destrucción de la Política; se empecina en llevar a cabo los que no parecen sino denodados esfuerzos en pos de mantener no tanto al Sistema, cuando sí más bien el sillón, menesteroso símbolo de un Poder en que como ha quedado puesto de manifiesto, nunca se ha creído, no al menos si como tal consideramos el obligado cumplimiento para con el grado de compromiso que se espera en base al cargo.

Dicho lo cual, y ahondando en las palabras que hoy son objeto de nuestra disquisición, lo cierto es que de manera paradójica hemos en este caso de acudir al exterior, a la perspectiva para más seña, si queremos perseverar no tanto en la búsqueda de esencias, como sí más bien de las claves que nos permitan intuir el cúmulo de variables desde el que las palabras del Sr. Ministro pueden llegar a constituir una fuente casi inagotable de certezas, la mayoría de las cuales, como suele pasar con todo lo importante,  empezarán a mostrar la verdadera intensidad de su contenido macabro, dentro de mucho tiempo.
Es entonces cuando sin dejarnos arrastrar por el dramatismo circundante en pos del ya inminente Viernes 13, procedemos a constatar en la variable que indirectamente proporciona el contexto la que pronto se manifiesta como más interesante de cuantas variables pueden verse participadas en aras de tratar de hacer comprensibles las por otro lado ladinas declaraciones.

Es así que sin demasiado esfuerzo, contexto, dos mil quince y escenario de múltiples procesos electorales se presentan ante nosotros de manera “clara y distinta” que diría el precursor del Racionalismo para  hacernos un esquema, cuando no un croquis destinado sin duda a hacer comprensible incluso a aquellos que, bien por ser abiertamente duros de mollera, bien por padecer los influjos de quienes siguen preconizando las bondades de este Gobierno a título de materialización de las reformas como tal efectuadas, parecen querer ignorar, ya sea de manera consciente o inconsciente el hecho según el cual, tal y como todo parece indicar no se trata ya de que verdaderamente lo tenga harto complicado, jodido lo diría yo, para rememorar no ya otra mayoría absoluta, tan siquiera para obtener una victoria. El hecho que asusta verdaderamente a unos y a otros, y que les une en su silencio, pasa por la a estas alturas ineludible constatación de que no tanto las reglas, como sí más bien el marco desde el que la próxima y por ende las siguientes citas electorales que se plantearán este año, ha cambiado inexorablemente.

Y es ahí precisamente donde radica como parece a estas alturas evidente, el éxito de PODEMOS. ¿De qué manera si no interpretar el gesto de un Montoro que está dispuesto a sacrificarlo todo, incluyendo la Política, con tal de que los desarrapados no toquen pelo?
Éste y solo éste, incluyendo eso si la multitud de variantes a las que las mismas pueden dar lugar, constituyen el escenario desde el que posicionarnos para tratar de acceder a la sin duda nueva realidad a la que la formación todavía extraparlamentaria nos ha traído.

Una nueva realidad que mostrándose incluso ajena a los efectos de la manipulación, ya proceda ésta del escenario mediático o del electoral, pasa por la innegable constatación de que sin duda, algo, por no decir todo, ha cambiado y lo que es mejor, probablemente lo haya hecho para siempre.
Como en los mejores tiempos. Siguiendo al pie de la letra manuales escritos por los maestros de la utopía, los que pensaban que jamás nadie leería sus divagaciones; un nuevo proceso se ha puesto en marcha. Desde dentro, desde El Sistema, ha procedido con el desarrollo de todas y cuantas demandas sean necesarias para hacer saltar por lo aires al propio Sistema.  Lo ha hecho con paso firme, decidido, convencido de que nada volverá a ser igual.

Es así como PODEMOS, obtenga o no el que pueda ser considerado como un buen resultado electoral, ha conseguido dos cosas fundamentales. Por un lado ha puesto de manifiesto las debilidades de un modelo que por otra parte todos consideramos eterno en tanto que único.
En cualquier caso, tan solo el constatar el estado de nervios al que mucho están siendo conducidos, basta revisar por una y última vez las declaraciones ministeriales que han dado lugar a la presente disquisición, me llevan a dar por bien empleados los minutos empleados en la elaboración de la  misma.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.