“Qui nescit simulare, nescit regnare”. Quien no es capaz de fingir,
no lo será de reinar. DELLA ROVERE, Giuliano.
Proféticas palabras, máxime si tenemos en cuenta que su
autor, el que estaba llamado a ser nombrado Sumo Pontífice de Roma, y que reinaría bajo el nombre de Julio II; las
escribió en el borrador de la misiva que, dirigida al que por entonces era aún
Papa (Alejandro VI); habrían probablemente de servir como muestra de
condolencia por la dramática pérdida que éste había sufrido una vez hallado el
cadáver de su hijo cosido a puñaladas y arrojado a un vertedero Pues tal fue el
destino de Juan Borgia, Duque de Gandia, asesinado precisamente por estas
mismas fechas, de 1497.
En lo concerniente a aquellos que ahora mismo tratan de
dilucidar dónde se encuentra la causa que me ha llevado a considerar conforme a contexto tamaña cita, espero
baste con decirles que en la larga lista de nombres que se barajaba a la hora
de encontrar a los responsables del fatídico hecho, se encontraba, y
curiosamente no despertaba por ello ningún recelo, el del propio Della Rovere.
La prueba de que no hubo suspicacias, o de que si las hubo no fueron tomadas en
consideración, se encuentran en que finalmente se le consideró como el más
adecuado para portar El Anillo de Pedro. Y
había múltiples aspirantes. Casi tantos como para dar muerte al propio Juan
BORGIA.
Desde entonces hasta hoy, múltiples han sido las muestras
aportadas por la Historias de casos en los que simulación, traición y poder han
ido de la mano. Ya
sea para conseguir el poder o para mantenerlo, la traición se ha mostrado como
el más eficaz de los procedimientos ya sea en pos de lograr giros inesperados,
por ejemplo en batallas; o como imprescindible método destinado a franquear el
paso a unidades enemigas hasta el interior de ciudades cuya magnífica defensa
hubiera teñido de imposible tamaño menester, a la vista de las defensas. Que se
lo digan a Publio Cornelio SCIPION, a la hora elevar a público el proceso mediante el cual se forzó la toma de
algunas poblaciones bárbaras, como
por ejemplo la que me viene a la memoria, situada en lo que hoy es Soria; cuyo
devenir estará inexorablemente ligado a los relatos destinados a convertir en
inmortales las hazañas del que a pesar de todo habrá de ser considerado como
uno de los más grandes estrategas y conquistadores.
Entonces como ahora, el
miedo guarda la linde. Dicho de otro modo el miedo, o por ser más exactos la valoración de los
condicionantes que desde el mismo se lleva a cabo, conduce a menudo a elaborar
listas de objetivos, y por supuesto de los procedimientos que estamos
dispuestos a poner en marcha en pos de lograr tales objetivos; cuyo único
denominador común pasa por la observancia de que lo que en condiciones normales
podría ser considerado como una absoluta inepcia, alumbrado por la nueva luz
que aporta el miedo, alcanza visos no solo de conveniencia, sino incluso de
verdadera optimización.
Nos vemos así pues en la obligación de constatar que, a la
vista de los nuevos escenarios que se suscitan una vez que nuestras emociones
alteran nuestras capacidad para separar con diligencia dónde acaba lo real, y
comienza lo supuesto; que hemos de tomar en consideración la posibilidad de que
sin llegar a los extremos decretados por DESCARTES cuando llega a formalizar la
tesis según la cual no podemos dilucidar la existencia que separa el mundo que
percibimos despiertos, respecto del que interpretamos cuando estamos dormidos;
lo cierto es que muy probablemente la alteración de la percepción que puede
llegar a promoverse a partir de la incitación del miedo puede desencadenar una
serie de conductas absolutamente incomprensibles para el mismo individuo una
vez éste las analiza ajeno eso sí, a los elementos que le han infundido el
miedo.
Es así que la valoración de considerandos tales como el
propio miedo, la percepción que de sí mismo tiene el individuo, la valoración
de su progresos a lo largo de su pasado reciente y lo que es más importante,
las expectativas que al respecto de su futuro se han venido conformando por
parte de sí mismo, y de su entorno más cercano; pueden ayudar a entender,
cuando no incluso a explicar, cuestiones tales como la del extraño caso del votante de IU que, de manera incomprensible si
nos atenemos a los considerandos rutinarios que rigen su actitud para con el
Partido, el pasado día 26 de junio decidió no ir a votar o lo que es “peor”,
decidió hacerlo en pos de la lista presentada por el PSOE.
Tamaño proceder, en principio incomprensible, alcanza visos
de notoriedad no tanto porque su verosimilitud crezca de manera exponencial a
medida que la perspectiva crece, como lo hace el tiempo transcurrido desde la
última cita electoral; como sí más
bien porque la propia
Historia , a través de uno de sus protagonistas, el llamado a
su vez a descifrarla, nos aporta claves de indudable valor. Dirá así Erich
FROMM que no es la Libertad ceder al
azar. Los seres humanos tenemos una serie de estructuras específicas que solo
pueden desarrollarse en virtud de la norma. Se entiende entonces que el ejercicio de
la Libertad no pasa por librarse de todos estos principios guía, sino que ésta
se ejerce cuando crecemos de acuerdo a las leyes de la estructura de la
existencia humana (…) Significa obedecer las leyes que gobiernan el desarrollo
humano óptimo.
Asumir la existencia de un desarrollo humano óptimo, conlleva aceptar a su vez la existencia
de un escenario en el que tal desarrollo se lleve a cabo de manera óptima. Sea
como fuere, nos encontramos ante la constatación de que todo ejercicio de rebeldía,
cualquier acción encaminada a promover no tanto la superación, como sí más bien
el crecimiento del Ser Humano en Libertad, se muestra no solo estéril sino
abruptamente insostenible toda vez que la comprensión del escenario nos lleva a
comprender que cualquier pensamiento surgido en su seno, resulta
maravillosamente pernicioso.
Es así que UTOPÍA cayó, y lo hizo como NUMANCIA, salvedad
hecha de que aquí no queda sitio para los héroes.
UTOPÍA se desmorona. Se desmorona por fin a través del uso
de ese votante de IU que incapaz de asumir la necesidad de integración (o
cabría decirse la desintegración) de su formación en el seno de PODEMOS, decide
hacer lo que nunca pensó realizaría. No solo se pasa al PSOE, sino que encuentra fuerzas para justificar tamaña
acción, e incluso la explica con fines didácticos
cuando es para ello requerido por otros camaradas.
Sucumbe así pues una vez más la realidad, y vuelve a hacerlo
paradójicamente ante el peso de los
argumentos de un alemán. Argumentos que sirven para explicar cómo es
posible que una formación política prefiera
suicidarse impidiendo el triunfo de la opción que sin duda se hubiera traducido
en el incremento de su poder en forma de más representantes en el Parlamento;
creyendo que tal acción no habrá de tener consecuencias o sea, que dentro de un
tiempo podrán volver a resurgir, como si
no hubiese pasado nada, para construir de nuevo ese lugar imaginario en el que no existe pesar, toda vez que no hay
responsabilidades que puedan ser exigidas.
Como dijo Rodrigo Borgia a la vista del cadáver de su hijo
cosido a puñaladas: “¡Dios! ¿Acaso no es
para volverse loco?”
Luis Jonás VEGAS VELASCO.