miércoles, 25 de febrero de 2015

DE NUEVO LAS DOS ESPAÑAS. EN ESTE CASO LA QUE ESTÁ, Y LA QUE ESTÁ POR VENIR.

O al menos, a asumir como definitiva la existencia de un modelo de España al que solo puede accederse mediante la aplicación más o menos exhaustiva del método dialéctico es decir, mediante la sucesiva implementación de modelos o consideraciones enfrentadas en forma o fondo, con la convicción de que del mencionado enfrentamiento, podamos extraer alguna suerte de conclusión constructiva.

Sin embargo, una vez sometidos a la merecida consideración no tanto los escarceos de toda una Sra. Vicepresidenta del Congreso con sus aditamentos tecnológicos, cuando sí más bien los esperpénticos esfuerzos desentrañados por algunos compañeros empeñados en la absurda labor de defender una vez más lo indefendible; bien podríamos decir que hemos inaugurado una nueva fase (alguno dirá que se ha pasado una nueva pantalla) en el otrora tupido escenario destinado a definir la relación de nuestra Clase Política, con El Pueblo, el que por otra parte puede sentirse verdaderamente ofendido no tanto por los modos desempeñados a la hora de “defenderlo”, como sí más bien, quedando esto ajeno a los vaivenes de cualquier consideración subjetiva; tanto el aparatito en sí mismo, como los programas que al menos a priori deberían son o han sido pagado por el Erario Público.

Inauguramos así pues un nuevo escenario vinculado a la selección de los apelativos con los que ahora los miembros del Ejecutivo, pueden no solo dirigirse al Pueblo cuando lo considera necesario. Aunque la consideración pueda parecer nueva, y en última instancia achacable a la Sra. Celia VILLALOBOS, (de tratarse de una nueva ley podéis imaginaros cómo la denominaríamos) lo cierto es que se trata de una nueva forma de proceder inaugurada por el Sr. Presidente de manera personal, hecho al que procedió cuando tuvo a bien catalogarnos de tristes, a todos aquéllos que éramos incapaces de mostrarnos accesibles a la Gracia de la que sin duda hay que ser benefactor cuando te empeñas en compartir el modelo de España que el Sr. Presidente a base de predicar, ha llegado a creerse él mismo. Y ahí es donde definitivamente subyace el peligro.

Sin embargo, retomado el espíritu desde el que comenzábamos la redacción del presente, lo cierto es que si algo ha quedado científicamente constatado a partir del análisis no tanto de las intervenciones que se han sucedido a tenor del desarrollo del Debate sobre el estado de la Nación, como sí más bien de las declaraciones de las que las mismas se han hecho acreedoras; es de la definitiva constatación de la existencia de las Dos Españas. Hay una España propensa al cretinismo, de la que son testigos tan solo algunos vinculados a la primera línea del Partido Popular, o a las puertas giratorias por éste promovidas;  que se enfrenta a diario con una España normal, de calle, la cual  se ha visto obligada definitivamente a renunciar a su otrora obligado empeño de mantenerse con los píes en la tierra sencillamente porque parafraseando la famosa frase de la insigne película de HANKS, “Tonto es el que dice tonterías.”

Y precisamente tonterías, muchas y algunas de ellas dichas a muy elevado nivel, es lo que hasta los que no estábamos escuchando hemos oído cuando un falsamente ofendido ¿Sr. Presidente del Gobierno? Perdía radicalmente los papeles, hecho al que se accedía sin querer bastando para ello comparar cómo perdía las formas, en ese acalorado intento de demostrar que la tontería, si se dice “a voces” parece siquiera menos tontería.

Pero por qué rebajarnos, por qué entrar en su juego de reducir el problema considerando que el problema viene de ahora, o se resume en la teoría del absurdo desarrollada ayer, cuando la verdad es que nos sobra motivos no solo para constatar, sino abiertamente para demostrar que al aquí y al ahora que nos circunda hemos llegado por múltiples causas, entre ninguna de las cuales se halla por supuesto, la casualidad.

Es por ello que llegados a este punto, una vez considerado reduccionista el proceder encaminado a declarar culpables de todos los males, incluso de la muerte de Manolete a las corrientes vinculadas con la apuesta dada a considerar como realmente responsable de la actual situación de las cosas al efecto generado por la Clase Política; lo cierto es que una vez más vengo a entonar mi particular lacrimosa empecinado en recordar la posibilidad de que puestos a buscar responsables debamos mirar hacia adentro, no tanto que en nuestro derredor.

Se apodera entonces una vez más la Semántica de toda la disquisición, ya sea ésta presente o pasada, apuntando todo y con fuerza a los procederes de consecuciones lógicas futuras, y lo hace para zambullirnos de golpe en el baño de realidad que supone una vez más llamar al orden a la tropa en torno al obligado sacrificio que una vez más hemos olvidado de rendir para satisfacer a una de las últimas manifestaciones que permanece siempre hambrienta, a saber la que se muestra proclive a recordarnos que en tanto que hombres, nos merecemos participar del enésimo tributo a la Responsabilidad.

Porque una vez nos hemos abandonado en pos de las catalogaciones cualitativas, lo que hemos alcanzado una vez superadas las consideraciones meramente cuantitativas, más que la reprobable conducta de la Sra. Vicepresidenta del Congreso, a la cual podemos exigir que de necesitar jugar al menos lo haga a juegos made in Spain; lo cierto es que a mí me enerva bastante más, por decirlo de manera adecuada, afirmaciones como las desentrañadas por el Sr. RAJOY cuando investido de no sé que suerte de conducta cuasi orgiástica, se atreve a catalogar de patética la actuación del  que no lo olvidemos a día de hoy es y sigue siendo Primer Grupo Político en la Oposición.

Porque si efectivamente en algo se hizo palpable y manifiesta la pérdida de las formas, ese algo hay que buscarlo en la más que extraña sensación que efectivamente sabemos se paseaba a sus anchas por la Cámara. Una sensación que como un frío atronador se regocijaba en el cogote de alguna de sus Señorías, vinculado a la evidente atribución de viso de evidencia más que de verdad que resulta imprescindible tributar a una de las pocas si no la única verdad absoluta que podemos poner en boca de Mariano RAJOY cuando éste afirmó que efectivamente, estamos ante el último Debate para algunos.

Que estamos ante el último Debate para algo, me atrevería a decir yo.

En el último Debate para las viejas formas, en el último Debate para la vieja guardia (los baby-saurios han pedido plaza en los Documentales de la 2), en el último Debate, y ahí es donde a unos y a otros les viene el rechinar de dientes, del bipartidismo.

Porque que nadie se engañe, y si lo hace que sea desde la convicción propia. Lo que realmente traía por el cerro de la amargura a unos y a otros, de ahí que el grado de conducta propia de zote no hiciera distinciones de sexo ni de Partido, no era sino el efecto que la cada vez más alargada sombra de PODEMOS, cernía sobre la Cámara Baja.

Porque reto a cualquiera a que me diga, en los taitantos años de Actividad Parlamentaria más o menos normal, que a excepción del daño estructural que fenómenos tales como el 23 F, o las mayorías absolutas vinculadas al Partido Popular han consignado; jalonan la vida de España, son capaces de citar uno y solamente uno momento en el que un ente que, nombrado desde el arquetipo de extraparlamentario que tan brillantemente describiera hace poco la nunca suficientemente tenida en Gloria Sra. AGUIRRE como de ente todavía extraparlamentario, afecte en realidad tan duramente al desarrollo de cuanta actividad, inclusive la más seria y rigurosa, se lleva a cabo en el hemiciclo.

Porque nos engañaríamos una vez más, haciéndonos una vez más acreedores de las peores consideraciones con ello; si nos negáramos a enfrentarnos con la evidencia que en esta ocasión se esconde tras la presencia evidente de PODEMOS y lo que puede ser peor, de la evidencia más que evidente de que lo que en realidad podía estar en presencia de su velatorio era en realidad la forma de entender la manera de hacer Política de este país.
Y lanzados en la vorágine de las consideraciones inerciales, otra de las cuestiones de las que ya nadie duda, cuestión que más bien al contrario gana adeptos con cada minuto que pasa, discurre por el derrotero no ya de saber cuántos votos capturará la nueva formación no tanto ya con su supuesto buen hacer, como sí más bien a tenor de las malas formas y peores fondos demostrados por unos y otros.

En definitiva, lo único de lo que tanto el Sr. RAJOY como yo estaríamos seguros llegados a esta tercera página es de que los que el año que viene guarden paciencia y arrestos suficientes para lidiar con otro Debate se enfrentarán no solo con una nueva Clase Política, cuando sí más bien con el resultado de una nueva manera de entender la Política surgida de la muerte del Bipartidismo.

¡Eso sí que es patético Sr. RAJOY! El permanecer hierático mirándose tan solo su ombligo, o quién sabe si la bragueta, es sencillamente deleznable.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 18 de febrero de 2015

SE TRATA, SIN DUDA, DE UNA TRAGEDIA.

Pero de una tragedia de esas que se dicen en mi pueblo, de las gordas. Una tragedia desnaturalizada. Una tragedia atemporal. Una tragedia abstracta, sencillamente porque resulta difícil de comprender, de ubicar. En una palabra, resulta difícil de creer.

Y si cuando todavía no hemos abandonado el campo semántico de la Metafísica, allí donde podíamos albergar la somera esperanza de que alguna suerte de extraños ser viniera a dorarnos la píldora generando alguna suerte de recreación del mundo en la que tuviesen cabida cuestiones tales como aquéllas a partir de las cuales por ejemplo el Programa Electoral del Partido Popular tuviera algún viso de volver a ser creíble; imaginaros ahora que tal escenario prácticamente ha desaparecido, por no decir que ha caído en desgracia, siendo a la sazón sustituido por aquél en el que la cruda realidad asume como propios los estados de neurosis en los que vive, habiéndose de enfrentar a sí misma toda vez que ya no encuentra enemigos de talla.

Porque ahí, precisamente ahí, sea donde por otro lado redunde uno de los grandes problemas cuya resolución resulte imprescindible para devolver el respeto a este país; en la necesaria comprensión de la restitución a la que nuestro país ha de proceder para con ciertas cuestiones, o si se prefiere para con ciertas estructuras de componente estructural cuyo abandono, ya sea éste atribuible al mero despilfarro conceptual, cuando no a una suerte de estudiada desidia conceptual, han abocado a España no al agujero, más bien al oscuro y largo túnel, en el que hoy por hoy se halla inmersa.

Aunque bien mirado, o lo que viene a ser lo mismo considerado desde la óptica que proporciona la disposición del momento, me sorprendo una vez más siendo demasiado bien pensado, tanto que, como sería propio del reproche que un buen amigo le hace semanalmente a otro buen amigo, sigues siendo demasiado ingenuo. Ingenuidad, ¡bendita palabra¡ O tal vez deberíamos considerar bendito al error que la misma oculta, y que se descubre en el ejercicio de la otrora virtud que pasaba por atribuir, al menos a priori a cualquier persona, un lechado de buena voluntad original que exoneraba a cualquiera del pesado escudo protector del que hoy has de dotarte en todo momento si de verdad mantienes alguna esperanza de salir indemne en el abigarrado escenario hacia el que todo tiende, y en el que todos se conducen.

Escenario abigarrado, escenario en cualquier caso. Representación si se prefiere, por lo de mantener la tensión en el discurso, alejándonos de los conceptos ambiguos en la medida en que colaboran enrareciendo el discurso, toda vez que dejan demasiado espacio a la interpretación.
Porque al final de eso y de nada más que de eso se trata, de una confabulación en la que participan todas sin excepción de las estructuras que consolidan nuestro medio, algunas de las cuales, unas con más suerte que otras obviamente en función de su repercusión y talante, logran no obstante consolidar el grado de crédito de la falacia.

Sin embargo, tal y como ha quedado demostrado una y otra vez, en un hecho de cuya constancia nos damos cuenta no en base a la intensidad del mismo, sino más bien si nos detenemos a comprobar las veces que el mismo se repite; comprobamos cómo los errores que pueden poner en evidencia la mencionada naturaleza ficticia del entramado se producen cuando el exceso de confianza unas veces, o la falsa inspiración procedente de concebir al todo el universo que les rodea como propensa a la estulticia en otros, termina por desdibujar el maquillaje de los gestores del montaje, propiciando que todo salte por los aires, de una manera más o menos literal.

Por eso cuando en la mañana de hoy me he echado a la cara a uno de los que representan a lo mejor a la par que lo más joven de las nuevas esencias de la derecha, el cual estaba siendo entrevistado nada menos que en uno de los programas de máxima audiencia de la cadena pública; riéndose literalmente de lo gracioso que a él mismo le habían parecido sus propias palabras, las cuales él y nadie más que él consideraba maravillosamente empleadas al vincular con una Tragedia Griega la actual situación la cual se está dando, no debemos olvidarlo, en Grecia; se ha desencadenado sobre mí una única certeza, aquélla que no por asumida ve reducido su margen de tendencia nihilista al redundar una y mil veces en la constatación de que efectivamente, tenemos lo que nos merecemos.

Porque más allá de lo pagado de sí mismo que la todavía cría del Partido Popular  a la que hago alusión pueda estar, lo lamentable, lo verdaderamente lamentable pasa por comprender hasta qué punto nada, absolutamente nada es objeto cuando no resultado de una concatenación accidental de momentos, personas y lugares, que inexorablemente han conducido nuestros caminos hasta aquí.

Solo así, unas veces por alusiones, otras por concesiones (las mismas que nos han traído hasta aquí,) podremos empezar a intuir, por supuesto nunca a comprender, la consecución de hechos y conductas que han terminado por hacer encallar el barco de la Sociedad Moderna en este arenal.

Será así que cuando integremos en su correcto espacio, e intuyamos el efecto de sus verdaderas derivadas, de situaciones que describen mejor que ninguna otra la naturaleza del presente y por ende del futuro que amenaza la integridad de nuestro país; entonces, solo entonces, podremos comprender que nuestro país, y muy probablemente el total de la realidad en el que éste se halla inmerso, estén no ya amenazados cuando sí más bien heridos de muerte.

Porque no se trata de que el efecto causado por un famélico conceptual propenso al dilema del border line deba llevarnos a considerar como cierto el hecho que subyace a la existencia de un enemigo poderoso, tal y como amenaza. La naturaleza del peligro comienza a hacerse evidente cuando ni tan siquiera la existencia del sujeto descrito resulta lo suficientemente estimulante como para provocar el más mínimo respingo.

Respingo como reflejo material de una suerte de reacción intelectual. Respingo que por otro lado, ni está ni un día más se le espera. El motivo por el que me atrevo a ser tan contundente con una opción que no me atañe, sencillamente porque se trata de una cuestión grupal, emana de la constatación de que efectivamente, no ha estado y tampoco se le ha esperado  a la hora de hacer valoraciones de cuestiones de calado enorme tales como por ejemplo El IVA Cultural, La derogación de la mal llamada Ley del Aborto, y en definitiva ese largo etcétera de cuestiones cuya concatenación, que por otro lado no resulta imprescindible se lleve a cabo de manera ordenada, acaba una vez más por converger en la tesitura destinada a comprender cómo, efectivamente, vivimos en un mundo de cartón-piedra.

Un mundo que a pesar de su ruinosa esencia, o si cabe en mayor medida por ello, no solo no se libra de sufrir lo envites de la realidad sino que los sufre con más fuerza si cabe toda vez que sencillamente, no se encuentra dotado para enfrentarse a los mismos.
Un mundo que en contra de lo que pueda parecer, a pesar de estar sometido al ridículo diario como lo estaba el mundo que era propio a los esperpentos de D. Ramón María del Vallé-Inclán, carece de la protección que le proporcionaba la capacidad propia de conducirse por los derroteros del absurdo, ajenos en todo caso al peligro de perderse sencillamente por encontrarse en manos del mejor timonel.
Un mundo que lejos de aprender del pasado, parece empeñarse en retroceder al Siglo XIX convencido de que podrá volver a lidiar los toros que eran propios de primeros espadas como podían ser BLASCO IBÁÑEZ, o el mismísimo JARDIEL PONCELA; sin querer comprender que hoy ya no queda ni Cultura de la Tauromaquia.

Por eso no nos queda otra que vestirnos de humildes, y asumir que una vez más o de nuevo si se prefiere, no tanto las respuestas cuando sí incluso las preguntas adecuadas, habrán de venir de fuera.

Será así que, efectivamente, volveremos a los escenarios propios de las representaciones atribuidas a las Tragedias Griegas.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 11 de febrero de 2015

DE NO CREER EN LAS CASUALIDADES.

 O DEL EFECTO QUE CAUSA  VER AL “DIARIO EL PAÍS” REGALANDO LAS OBRAS COMPLETAS DE KANT. (EN EL 211º ANIVERSARIO DE SU MUERTE.)
Alcanzado un momento en el que una de las pocas cosas de las que estoy absolutamente seguro es de que no creo en las casualidades, puede resultar del todo menos anecdótico el comprobar hasta qué punto resulta acertada la elección de la obra con la que el Diario El País decide dar comienzo a la que supongo será el enésimo intento, seguro de nuevo fallido, de acercar la Filosofía a los mortales.
Sin dudar un solo instante por supuesto de lo adecuado que resultará proceder de manera detenida y completa a dar cumplida lectura a la mencionada obra, lo cierto es que sin entrar en pormenorizadas valoraciones, la Ética de Kant, más allá de que resulte o no amena, al menos según los cánones que hoy por hoy se arbitran a la hora de determinar explícitamente tales consideraciones, no viene sino a poner de manifiesto las grandes diferencias que en lo concerniente a las catalogaciones morales (o sea a la hora de discernir entre lo que está bien y lo que está mal), han venido a definir con respecto a su propia evolución, nada menos que la evolución de la propia Humanidad.
Porque una vez hemos alcanzado un estado tal de depravación que convierte en imprescindible la puesta en marcha de toda una operación encaminada si no a encontrar soluciones, sí cuando menos a dejar claro el momento en el que éstas comenzaron a ser imprescindibles, no resulta menos cierto que constatar, cuando menos por aproximación, la magnitud del retroceso cronológico al que hemos de proceder siempre en la búsqueda no debemos olvidarlo del instante en el que dejamos de ser humanos, o al menos auténticamente sociables, habría de sumergirnos en un proceso de varias fases algunas de las cuales habrían de comenzar por el sonrojo generalizado, para ir luego evolucionando hacia el bochorno como conducta a institucionalizar.
Aunque una vez vistas las líneas generales sobre las que se asienta la manera de pensar, o más concretamente la manera de no hacerlo, sometida esta consideración en un primer momento a la población en general, y centrada luego en aquéllos que mediante su ejercicio, o por la carencia de éste, se creen de verdad capacitados para decir que efectivamente sirven al Pueblo; lo cierto es que lo único que se me ocurre decir en su descargo, pues nunca en su defensa, de la que tanto unos como otros hace tiempo que dejaron de ser merecedores; es que lo mejor que le podía pasar al Maestro de Königsberg , pasa por que le dejaran en paz.
Que nadie se equivoque, La línea fundamental de mi razonamiento, aquélla que pasa por dar por sentado que Immanuel Kant o más concretamente la constatación práctica resultante de algunas de sus deliberaciones parece ahora haberse materializado dotando de cierto trasfondo a algunas de las consideraciones que en principio justifican los desmanes sin par ejercidos por el Desgobierno que nos gobierna, han de ser tenidas en cuenta, ¡cómo no! a partir de la disposición que nos queda al ejercer las disposiciones de semejante semántica en el contexto determinado por un Gobierno del que solo se puede extraer la conclusión de que odia, abiertamente, cualquier disposición o procedimiento que permita alentar, ya sea de manera directa o indirecta, la posibilidad de conciliar a la razón con cualquier forma de pensamiento actual, o sea, con cualquier protocolo que se sienta con fuerzas como para conciliar en una sola oración los términos pensamiento actual con razonamiento acertado.
Es por ello que interesado ya en poner sobre la mesa la lista que contiene todos y cada uno de los ingredientes que con mejor o peor suerte habrán de componer esta disquisición, que me encuentro a título personal cuasi gratificado de encontrar a Kant en el fondo de las disquisiciones desde las que unos y otros han procedido a armar las estructuras que más pronto que tarde habrán de resultar si no el patíbulo de Monedero, sí seguro la pira en la que vengan a arder en sacrificio cuasi ritual muchas de las aspiraciones de PODEMOS a conseguir el voto de muchos de esos que llamamos indecisos, cuya participación pasará, de ser considerados importantes, a ser casi, o incluso sin duda, decisivos.
Es así que, trayendo una vez más a colación el argumento tantas y tantas veces esgrimido en base al cual mal, rematadamente mal habrán de estar las cosas si hemos de retroceder en el tiempo, en este caso nada menos que 211 años en pos de soluciones; lo cierto es que me sorprendo si cabe más intuyendo la sombra de las mismas en la Ética de un Filósofo que directamente enmarcado en el siglo XVIII, y desde la paradoja obvia de atreverse a dar respuestas a preguntas universales sin necesitar para ello abandonar jamás la ciudad que le era propia, supo como ningún otro definir no ya los pensamientos, sino concretamente las estructuras del pensamiento en sí mismas, inaugurando con ello y sin duda la verdadera Era Moderna.
Resulta por ello que cuando la recua conformada por los activos que integran el Gobierno, se alía en este caso con la caterva que viene a engrosar las filas propias de los que de no ser por su actitud podrían haber sido efectivamente confundidos con un grupo destinado a hacer oposición; se consolida una suerte de amago de verdad cuya comprensión pasa por asumir que, inexorablemente, solo el ladrido de unos, y la amenaza de infección que se esconde tras la baba infecciosa de otros, podría llegar a erigirse en un problema para los integrantes de ese nuevo grupo político que para muchos que son de la opinión de, por ejemplo, Esperanza Aguirre no son una opción de gobierno en tanto que a día de hoy siguen siendo una fuerza extraparlamentaria.
Porque de ser ciertas tales afirmaciones, o de tomar en consideración cuando menos las fuentes de las que emanan, lo cierto es que tienen cada vez menos sentido, si es que alguna vez tuvieron tan siquiera un atisbo del mismo, los razonamientos desde las que han partido las conductas que han terminado por materializarse en la suerte de persecución en la que hoy por hoy permanecen sumidos unos y otros, partidos políticos como los ya mentados, instituciones como Manos Limpias, cadenas de televisión (y no incluyo a la que ejerce la voz de su amo,) y un largo etcétera cuya aparatosa carencia de homogeneidad parece desvirtuarse al mentar el catalizador que permite el milagro de diluir aceite en agua fría sin que se formen vacuolas. A saber, la destrucción del “coletas” constituye hoy una consigna capaz de aglutinar en pos de su consecución a fuerzas tan variopintas que, insisto, justifica mentar a filósofos como inductores de consignas que serán coreadas por los mismos que horas antes votaban en pos de reducir las horas destinadas a impartir Filosofía en los Colegios Públicos….¿Porque hace pensar? Y claro, eso termina por dar lugar incluso a ideologías.
Por eso que cuando zorras y gallinas, puercos y lobos parecen dispuestos a justificar un alto el fuego en sus sempiternos enfrentamientos alimentado éste en la salvedad de que bien podría ser que no supiéramos con quién estamos, pero a ciencia cierta sí somos capaces de saber contra quién estamos; un sin duda resquemor me recorre todo el cuerpo, entrando por el dedo gordo de mi píe, y saliendo por mi cada vez más ralo pelo, hasta conformar en mí ese modo previo a las grandes ocasiones, el que se reserva para los instantes en los que sabes que a partir de los mismos ya nada volverá a ser igual.
En definitiva, cuando todo un Ministro de Hacienda juega a dios esgrimiendo tras su dedo acusador semidivino, y a espaldas de su risa de cínico embalsamado las cualidades propias tanto de uno como de otro, es cuando en definitiva acudo a Immanuel Kant en la búsqueda de los Imperativos Categóricos. Se tratan éstos, a saber, de toda una suerte de consideraciones, epistemológicas en su mayor parte, las cuales una vez correctamente ordenadas se erigen en guía y salvaguarda de todos y cada uno de los protocolos de los que el común, y por ende también los mortales, se surten a la hora de interpretar el mundo, siendo con ello o tal vez por ello condicionantes expresos de la manera de vivir.
Uno de éstos, el vinculado a las conductas devengadas de la Ética, dice que la coherencia que habrá de existir entre las conductas desarrolladas por el Hombre, y la fuente de corrección de las mismas, o sea el aditamento que servirá para certificar la adecuación en términos morales de las mismas; habrá de basarse en la naturaleza abiertamente necesaria de éstas. O sea, que la absoluta ausencia de contingencias que cabe asumir a la hora de llevar a cabo tamaña constatación pasa por la indisoluble comprensión de que la corrección de un hecho viene ligada a su corrección para con la norma. Dicho de otra manera, no cabe relativismo, una conducta es propia en la medida en que resulta coherente para con la norma. Sin interpretaciones que puedan reforzar o limitar la ya mencionada naturaleza absoluta de la misma.
En definitiva, solo desde la aceptación consuetudinaria del ya descrito principio kantiano según el cual es la naturaleza cualitativa y no el haber cuantitativo los capacitados para dictar sentencia en tamaño colofón; en el que parece haberse instalado esa suerte de marabunta dispar que se ha integrado no tanto en pos de cazar en un brete a Monedero, como sí más bien  de hacer plausible la comparación del monto de lo supuestamente defraudado con lo efectivamente robado por otros, entre los que cito de memoria por ejemplo a Bárcenas, o acciones tales como el pago de la reforma de Génova.
Sea de una u otra manera, una cuestión lleva días consumiendo mi otrora tranquilo suelo. Una cuestión que se dirime de la siguiente manera: ¡Cuán mal está un país que no ha de discutir la naturaleza de sus ladrones en base  al hecho delictivo, cuando sí más bien a la cuantía de lo robado!


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

jueves, 5 de febrero de 2015

DE NUEVO GRECIA. DE NUEVO EL PASO DEL MITO AL LOGOS.

Vivimos permanente sumidos en la suerte de tranquilidad que nos proporciona el escenario que, conformado a partir de la sutil mezcla  de los elementos materiales que nos proporcionan seguridad, combinados con el cúmulo de sensaciones que se confabulan para traer a nuestra memoria los recuerdos otrora felices; logran componer una suerte de memoria retórica capaz de hacer retornar a nosotros el anhelo de los tiempos versados en la certeza de que cualquier tiempo pasado fue mejor, logrando sumirnos en la postración lacónica a partir de la cual los que todo lo saben, se sienten capaces de seguir con sus añagazas, capaces de triunfar con sus mentiras.

Es entonces cuando, tal y como la Historia ha demostrado ya en incontables ocasiones, precisamente en el momento en el que el Hombre, como resultado del devenir propio de su condición de ente social, empieza a considerar con rigor la posibilidad de que ciertamente, bien podría ser el suyo el mejor momento posible; precisamente el momento elegido por los que coordinan las superestructuras para poner fin a la fiesta, el momento elegido para despertar al Hombre de su sueño, sumiéndole de nuevo en la pesadilla en la que entonces puede llegar a convertirse la realidad.

Porque si una vez haya llegado ese momento será inexorablemente tarde, lo cierto es que con la mayor naturalidad del mundo, con la mayor responsabilidad si se prefiere, que habremos de asumir la importancia de los momentos previos, esto es, de esos instantes a partir de los cuales la ordenación de los elementos nos llevan a intuir que efectivamente algo pasa, como los certeros para poner en conocimiento del común que efectivamente, algo pasa. Y esperar entonces que pueda quedar tiempo para reaccionar.

Fue Grecia probablemente el lugar donde empezó todo. Por ello resulta casi romántico que sea allí donde definitivamente todo termine. Porque si a estas alturas una de las pocas cosas de las que no existe duda pasa por asumir que la Cultura Helena se encuentra en la base de todo lo que nos hace europeos, incluyendo por supuesto la génesis del sueño europeos, parece casi de Justicia Poética que sea en Grecia donde de una manera u otra se ciernan definitivamente las sombras que hoy por hoy parecen amenazar como pocas veces nada lo ha hecho antes precisamente al sueño europeo.

Desde la Leyenda de Europa, hasta por supuesto la constatación eficaz de que vivimos sumidos en Ídolos que no tienen sino los pies de barro, pasando por supuesto por la comprensión, asunción más bien de que todo, absolutamente todo ha de terminar cediendo ante la presión inaguantable de una farsa económica que maquilla en este caso su peste hedionda por medio del perfume que proporciona la ficción del denominado Proyecto de Europa de los Pueblos; lo cierto es que siempre, o en mayor o menor medida supimos que esto, como tantas otras aventuras desarrolladas con anterioridad, tenía también que llegar a su fin.

Porque mirado fríamente desde fuera, con la perspectiva que te proporciona la ausencia de pasión fruto de la defección inducida, lo único de lo que a estas alturas podemos estar seguros de manara más o menos plena es de que nos encontramos en los ciernes del colapso de otro de los múltiples fracasos en los que el denominado Proyecto Europeo lleva insistiendo desde digamos, aproximadamente los últimos quinientos años.

Sea unas veces por la manifiesta incapacidad de los gobernantes del momento para digerir de manera adecuada los poderes que les han sido otorgados; sea por lo impropio de los recursos con los que en otras ocasiones son dotados las nuevas estructuras surgentes, tal y como puede ser notable ejemplo la Burguesía del Renacimiento; lo cierto es que la distancia conceptual que siempre ha parecido superar a las fuerzas imprescindibles para la dinamización del proyecto nos llevan a tener que considerar con visos de cierta prestancia la posibilidad real de que probablemente, no estamos preparados para degustar los manjares que ante nosotros nos son presentados porque ¿cómo considerar de otra manera la constatación inequívoca de la que es reflejo la actual crisis o sea, la comprensión certera de que hemos vuelto a fracasar?

Y de nuevo tiene que ser Grecia. O por decirlo mejor, de nuevo tiene que ser en Grecia. Porque de nuevo ha sido en Grecia donde primero se han confabulado los paradigmas para constatar que otras formas son posibles. De nuevo ha tenido que ser en Grecia donde se den las condiciones que permitan la alquimia que dé como resultado la poción mágica que faculte a un hombre para enfrentarse a la Valkiria.
Y lo más importante, de nuevo ha sido en Grecia donde se originen las preguntas. Porque tal y como demostraron los Griegos Clásicos, tener preguntas no es síntoma de ignorancia; la verdadera ignorancia se encuentra entre los que creen no tenerlas, por ser ellos víctimas del dogma.

El nuevo dogma, o si se prefiere, la nueva religión. Una nueva religión que lejos de aportar nada nuevo, profundiza una vez más en el cisma que para con el Hombre la concesión religiosa significa, sumiéndole en la falsa idolatría propia de pensar que es en la búsqueda de la nueva verdad absoluta, hacia donde ha de configurar todas sus aspiraciones.

Porque tal y como pasó hace más de dos mil seiscientos años, ¿podría alguien imaginar el impacto que tendría comprobar que, como entonces, otra forma de gobernar es posible?
Tal y como ocurrió entonces, habría que encomendarse a la labor encomiable de volver a constituir una nueva realidad. Pero por supuesto habría que hacerlo poniendo mucha pericia la cual habría de desarrollarse en el extremo cuidado de no sustituir a unos dioses por otros.

Imbuidos pues en tamaña metodología, y por mantener los paralelismos, lo que tratamos de decir es que muy probablemente lo que más miedo le produce al europeo moderno no sea el comprender lo equivocado que estaba al ofrecer sus sacrificios ante el altar de la religión de la austeridad, de la que son santos patronos el racionalismo extremo, y el déficit público.

Por eso, y ya solo por eso que resulta casi justo elegir a la paradójica nueva Grecia como modelo incipiente de la que una vez más partirán las ideas que una vez más, y de forma tan inexorable como entonces, volverán a incendiar Europa.
Que nadie piense que será sencillo. Como ya ocurriera entonces, extendiéndose después a lo largo de siglos, brujas  y herejes, precursores en una palabra, ardieron en hogueras destinadas no tanto a satisfacer la sed de justicia, como sí más bien la mera sensación instintiva sin más.

Con todo, o quién sabe si a pesar de todo, somos hijos de nuestra Historia, conformada sobre todo a partir de nuestros errores.

Y todo ello albergando la esperanza de que, ahora sí, el Hombre esté realmente preparado, ya que de no ser así, tan solo conseguiríamos reproducir dilemas y conformaciones que se han demostrado tan inútiles como agotadores. Y de lo único de  lo que podemos estar seguros, es de que tanto el tiempo como el espacio para los experimentos van siendo cada vez más reducidos.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.