miércoles, 20 de enero de 2016

DE NO SABER QUÉ DA MÁS MIEDO. SI EL ESTAR EQUIVOCADOS, O EL SABER QUE LA VERDAD NOS ESTÁ VETADA.

Anochece. La oscuridad, quién sabe si única muestra sincera de cuantas manifestaciones nos ha proporcionado el día, se adueña de nosotros en la medida en que no contenta con apropiarse de nuestro presente, amenaza con dirigir nuestro futuro, pues no en vano nos ha hecho rehenes de nuestro pasado.

Testigos inciertos de un presente en el que cada vez nos resulta más difícil ubicar no ya un ahora, tan siquiera un aquí; asistimos con aparente indiferencia a la suerte de desaire a la lógica al cual reducimos el triste pasar por la vida de una sociedad que definitivamente se ha rendido. En un mundo distante por cercano, protagonizado por un individuo propenso al aislacionismo como pago precisamente al exceso de comunicación al que se ve forzado; no tanto la realidad como si más bien la interpretación que de la misma nos reporta la suerte de ficción en la que estamos instalados nos arroja a la constatación de una realidad enajenante por enajenada, reflejo de una mentira fruto del pavor que al hombre moderno le provoca verse reflejado en el espejo soez de una realidad empecinada en no ocultar nada, ni siquiera la certeza de su propia desaparición.

Certeza. Concepto más que palabra, ubicada, o por ser más certeros diremos que emplazada, dentro de ese oscuro mundo de lo absoluto; un mundo en el que el relativismo implícito en cada pálpito de nuestra realidad, metáfora perfecta del latido de cada uno de los corazones de quienes conformamos esta galaxia que es el mundo toda vez que conjunto formado por los miles de mundos que somos cada uno de sus habitantes, ha de dejar necesariamente paso a la concepción cuando no a la certeza de que necesariamente nos encontramos formando parte de un momento muy grande, de un momento destinado a identificar en lo incipiente de cada uno de nosotros, la certeza de un proceso cuya meticulosidad difícilmente puede negar el hecho de que inmersos como estamos en la interpretación de un oscuro código de señales en principio indescifrables, es muy probable que estemos dejando pasar el contenido del mensaje.

Sea pues quizá por ello que, acostumbrados como estamos al tabú, como dignos siervos de la falacia en la que se regodea el eufemismo, la mera presunción de verdad que no tanto se observa como sí más bien se atisba una vez analizada la repetitiva sucesión de fracasos a la que podemos referir el experimento que surge de denotar las vivencias adscritas a nuestros pocos años viviendo en libertad, actúa sobre nosotros de manera absolutamente contraria a como en principio cabría esperar. Una vez más, el exceso de luz que preconiza el brillo de la verdad actúa como repelente contra las concepciones de esa pobre especie que comprende el locus de lo que se ha dado en llamar Especie Humana.

Y no podemos decir que no estuviésemos advertidos. De hecho, al igual que amanecer tras amanecer siempre son varios, a veces incluso cientos los que quedan ciegos por mirar directamente al primer rayo cuando despunta el alba, así periódicamente son no cientos, a menudo miles los que incapaces de moderarse una vez que creen superada la oscuridad de los periodos poco dados a la luz de la libertad, fallecen como lo hizo Moisés, teniendo a la vista aquello que supuso el objeto de su máximo anhelo a saber, la Tierra Prometida.

Porque si bien hoy por hoy no parece que quede nada por descubrir, mucho menos una Tierra Prometida, no es menos cierto que un Éxodo sí resulta por otro lado más reconocible como denominador común integrador de las múltiples escenografías en las que nos hallamos inmersos.

Es un éxodo un viaje, y si bien este viaje ha de darse precisamente en el contexto que proporciona la certeza de saber que no queremos irnos del lugar en el que estamos lo cierto es que tal consideración, lejos de restar seriedad a lo expuesto, redunda por el contrario en el reforzamiento de unas tesis que a título imprescindible han de enmarcarse en la escenografía de la paradoja a la que ya hemos hecho sobrada mención.

Se desarrolla pues nuestro viaje cerca de los límites del mito. Resulta incluso probable que alguno de sus integrantes, alguno de los que no en vano parecen destinados a ser investidos con la vitola de héroes, tengan en realidad un interés excesivo, cuando no denodado, en convertirse ellos arrastrándonos en su pos a nosotros; en la casi siempre temeridad que a priori denota el escenario propio de la leyenda…

Pero qué es en realidad un héroe sino una metáfora. Una invención de dios, creada por y para los hombres, destinada de manera extraordinaria a justificar, cuando no a promover, la certeza de que los dioses no solo existen, sino que además desean sernos propicios.
Se materializa entonces  más que surgir, la tentación. La tentación como salto cualitativo destinada a ungir en metáforas de algo superior lo que desde siempre estuvo destinado a ser comprendido y a la postre concebido desde los auspicios de lo que estaba llamado a ser mesurable desde los estrictos patrones del quehacer cuantitativo.

Redunda pues el hombre en su periódica cita con lo que una y mil veces fue, a saber, la constatación expresa de la paradoja de comprobar hasta qué punto el devenir que el hombre expresa en su eterna búsqueda de sus límites, que no es sino la redundancia en la búsqueda de su grandeza, condiciona al hombre hasta reducirlo a lo ínfimo de saberse preso de sus certezas. Unas certezas que como ya hemos atestiguado, no son sino la forma remilgada que elige la decadencia.

Se cierra así pues de nuevo el círculo. Y dentro de esta extraña y quién sabe si absurda percepción que de la vida auspiciamos, destinada no a hacer más comprensible sino más cómodo nuestro devenir; tenemos una nueva cita con un viejo conocido, una cita que nos lleva a rememorar El Mito de la Caverna, en este caso en versión virtual, aunque no por ello menos preocupante ya que ¿estaremos condenados a reeditar nuestra enésima cita con la falacia en forma de atracción por las sombras?

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 13 de enero de 2016

LA HORA DE LOS VALIENTES. (QUE YA PASÓ.)

Una vez que la noche va poco a poco poniendo fin a la que no ha sido sino una petulante jornada, vemos como el otrora enajenante efecto de la noche sirve en esta ocasión para reconfortarnos en el otro, su sinónimo, el del silencio; a cuya atención sin duda nos encomendamos buscando por un lado purgar nuestras culpas, no sin antes exigir a los que se dicen nuestros representantes, de entrada, un poco más de respeto.

En un tiempo, que no tanto en un presente, en el que definitivamente todo vale, el arranque de la Legislatura ha sido el escenario perfecto para que unos y otros escenifiquen respectivamente sus anhelos y sus bochornos; olvidando, quiero pensar que voluntariamente aunque solo sea para evitar el primer sofoco, que si están ahí es precisamente porque el enésimo movimiento de una partida que empezó hace casi cuarenta años sigue, ya sea de manera consciente o inconsciente, proporcionándonos cuando no entretenimiento sí al menos esa forma de placer nervioso que identificamos por ejemplo con el comprar el último boleto de lotería justo antes de que cierren la administración. Ya se sabe, ¡no sea que vaya a ser que hoy sí, toque!

Es así como entre nuevos grupos y viejos grupos, entre viejas formas de entender la política y nuevos políticos dispuestos una vez más a demostrar que efectivamente aún no la entienden; es como el Congreso, salvo los leones y por qué no decirlo, algunos Diputados sobrecogidos aún por la sorpresa no tanto de ver a un niño en el Escaño con su madre, como sí más bien por la que produce ver a un nuevo corrupto sentado en el gallinero el tiempo justo para obtener la condición de Diputado, y con ello la inmunidad a la que tal grado da derecho toda vez que no aspires a ser nombrado “Infanta de España” o a contar con el beneplácito del Fiscal  Sr. Horrach; han empezado hoy la jornada, me gustaría decir que temprano, en cualquier caso desperezándose.

Testigos sin duda de una ocasión única, los españoles hemos, una vez más, ejercido de tales, y nos hemos detenido en lo anecdótico, condenando multitudinariamente al olvido sonidos e imágenes, e incluso silencios muchas veces no ya menos importantes, a la sazón yo diría que mucho más reveladores, enturbiando con un ejercicio ya no me atrevo a calificar si de ignorante o de cínico, lo que nuevamente supondrá el comienzo de una nueva y ¿larga? etapa, en la que nuestra salud, nuestro dinero, e incluso tal y como se han empeñado en demostrar en los últimos años, nuestra integridad moral, correrán de nuevo un serio peligro.

Con todo, o más bien a pesar de todo, la petulancia y la chabacanería, lejos de desaparecer, evolucionan. De otro modo, la conducta de ciertos de sus Señorías correría el riesgo de ser tomada, cuando no interpretada, como propia de 2vulgares cualquieras” rompiéndose con ello la leyenda si no el mito al que muy en el fondo una mayoría de los tales en realidad tiende, esperando no tanto el disfrutar del hecho de sentarse en su Escaño, como sí más bien el fardar este finde con sus colegas en el parque echando unas birritas.

Porque en el fondo, me gustaría decir que, muy en el fondo, lo que está en juego no es ya si cualquiera de nosotros tiene o no aptitudes para ocupar uno de esos sagrados asientos, hecho que por supuesto no solo no pongo en duda sino que más bien al contrario refrendo neta y absolutamente convencido. De lo que curiosamente no estoy tan seguro es de la respuesta que procede de analizar la cuestión de hasta qué punto la actitud de la que parten muchos de sus Señorías es no ya la más adecuada, cuando sí más bien una totalmente contraproducente.
Señores, una vez abandonado el escenario propio de una cita electoral, a lo que todos aspiramos, y de lo que algunos no nos cansaremos de repetirles, es de dejarles claro que les hemos elegido para que generen ideas, no para que hagan pesadas digestiones. Esperamos por su bien, así como por el de todos, que empiecen a usar el cerebro, no el aparato digestivo.

Para los que llegados a este punto piensen que exagero, les reto a que analicen conmigo el proceso a partir del cual se ha ¿gestado? el que los líricos del lenguaje político se han precipitado en llamar El Primero Gran Pacto de la Legislatura.
Lejos de personalizar, aunque en este caso creo firmemente en la importancia de la siempre exigible calidad humana en especial en la persona del que está llamado a ocupar la tercera Autoridad del Estado; lo cierto es que tras desmenuzar la manera mediante la que se ha llevado a cabo el proceso, me atrevo a decir que no ya tanto el sistema digestivo cuando sí probablemente el excretor ha sido el elegido a la hora de poner en suerte a los protagonistas.

Lejos de festejar una hermosa faena, y retrotraída la acción a la metáfora de la tauromaquia, la elección del socialista, lejos de ser digno de consideración, no ha sido más que un hurto de lo que en cualquier otro momento habría estado llamado a ser la faena del año. Dicho lo cual, y sin menguar un ápice la atención sobre los maestros así como sobre sus respectivas cuadrillas una y solo una es la cuestión: ¿Repetirán faenas como la de hoy en otras plazas, no ya en otros lugares como sí más bien en otros escenarios? La opinión de quien les habla, que si bien ni sabe ni gusta de toros, sí disfruta como el que más de los lances que preceden a una suerte de honor,  siendo por ello que se lanza a presagiar una hermosa tarde llena de arte, que pasa por la consideración de que, efectivamente, algunos, los de siempre, han firmado por la Feria completa.

Una Feria completa que, lejos de escapar de los tópicos, los acentúa. Es así como los señoritos andaluces disfrutarán no ya solo de su propia Feria, sino que muchos estarán destinados a hacer faena en sitios y momento que no les son, en absoluto propios. Así, ya no es que primeros espadas andaluces esperen a tomar la alternativa en San Isidro, es que muy probablemente La Sultana se encuentre en tales momentos digna y netamente capacitada no tanto para pedir plaza, como sí más bien para presidir la corrida entera.

A pesar de todo lo rocambolesco de los hechos, y por supuesto de los lances que desde el lenguaje de lo posible se escenifique, lo cierto es que la física se impone, máxime cuando hablando como lo hacemos de habitas contadas, para que entren unos, otros tienen inexorablemente que marcharse.

Es entonces cuando el Fenómeno Cásper, descrito en este caso como el que se produce cuando todo el mundo salvo el muerto sabe que lo está; se convierte en la piedra de toque a partir de la que tratar no tanto de comprender, a lo sumo tratar de explicarse, el tremendo barullo en el que el Partido Socialista ha logrado meterse.
Para no aburrir a la concurrencia resumiremos la situación acudiendo a las consecuencias. Así, el PSOE ha logrado generar la Tormenta Perfecta.
En el caso de querer embarcarse en el improbable ejercicio de formar gobierno, se encontrará con que más allá de los impedimentos cabalísticos descritos en la precisión en la que se traduce contar con apenas 90 escaños arrojarán, más que impedimentos aritméticos, los propios de tener que comprender que estás yendo en contra del mandato que tus electores te hicieron, el cual no lo olvidemos se traduce precisamente en verificar qué se puede y qué no se puede hacer con tus votos.
Ahora bien, si aprovechando digamos la clarita,  se siente la tentación de acudir a la llamada de un posible Frente Nacional esto es, a una alianza formal con el Partido Popular, a lo que el PSOE puede enfrentarse no es ya a la contemplación de la desbandada de sus afiliados, con lo que el PSOE puede llegar a enfrentarse es a tener que responder a una sola cuestión, la que pasa por verificar la manera menos dolorosa de extirpar un carnet de afiliado de entre los ojos cuando ésta ha sido arrojado contra la testuz de un Secretario General utilizando para ello la técnica con la que los Ninja arrojaban sus mortíferas estrellas.
Nos queda así pues la tercera y última opción, la que denominaremos opción pasaba por aquí. Tal y como los más avispados, a menudo los más malos, habrán imaginado, es la que pasa por constatar el fenómeno por el que aquella joven sobrina de sacerdote de pueblo quedó embarazada: “Ya sabe doctor. Me tropecé, me caí, y fui a dar con mis huesos sobre mi tío, que plácidamente dormía.” Salvadas las mofas, la opción se reduce al asentimiento por omisión, o sea, a permitir la definitiva elevación a los altares del Sr. Rajoy, en este caso, por omisión, la cual se manifestaría en una suerte de abstención.
Algunos dicen que es la única opción que le queda, personalmente creo que las carcajadas van a oírse desde Nueva España pasando, ¿cómo no? por el Puerto de Palos.

Dicho lo cual algunos bien podrían, o podríamos, valorar seriamente la opción de emigrar.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

jueves, 7 de enero de 2016

DE CONSTATAR QUE “EL VÍNCULO QUE UNE TODAS LAS COSAS SE HA ROTO POR VOLUNTAD DE DIOS. A ESO SE LE LLAMA EFECTIVAMENTE, CAER EN DESGRACIA”. Doménico María de NOVARA

Porque si bien podemos llamarlo de múltiples maneras y formas, si podemos incluso erigir castillos de eufemismos en pos de ocultar tras el atisbo de penumbra que los mismos acierten a proporcionarnos, lo que no es sino la carga eterna de un dogmático tabú; lo cierto es que al final habremos de enfrentarnos al que todos sabemos compone la esencia del dilema en sí mismo, un dilema que pasa no por saber, a lo sumo por aceptar, que las cosas, inexorablemente, han cambiado.

Porque de manera parecida a como lo hiciera precisamente en tiempos de Novara, tiempos en los que la realidad de Europa se tambaleaba precisamente a raíz de los descubrimientos de un joven Koppernigk, así hoy parece de nuevo volver a hacerlo.
Como entonces, estructuras a la sazón esenciales, no solo para comprender la sostenibilidad del continente, sino para entender y explicar la existencia del propio Hombre, en tanto que tal; eran no ya puestas en duda, sino incluso arrojadas al baúl de los detritos toda vez que para la demostración de las unas, resultaba necesario no tanto la superación, más bien la eliminación de las otras.
Se trataba pues, sin duda, de tiempos duros. Tiempos, si se quiere, carentes de piedad, de una piedad que no se pedía pues, de hacerlo, demostraba en el hecho la condición de no merecida.

Como entonces hoy, ni el joven polaco, ni por supuesto el presuntuoso Maestro de Bolonia estaban solos. Como siempre una corte confeccionada por aduladores en unos casos, por serviles en otras, venía a tejer el tétrico contexto social sin el cual ninguna conspiración que se precie puede esperar no tanto sobrevivir, como sí más bien pasar a la historia. ¿O no es en definitiva de eso de lo que se trata?

Si bien los tiempos han cambiado, el juego es el mismo, porque lo son sus peligros. Si Copérnico luchó para desbancar, según él creía, por justicia, lo que afirmaba no suponían sino errores inexpresables solo argumentables desde la exactitud de las matemáticas, así hoy los nuevos conspiradores centran su actividad en la inhóspita labor de desbancar actos y en definitiva teorías que como todas, siempre, partían de un consideración de esencia en tanto que se sabían eternas.

Como entonces, hoy, los nuevos conspiradores se ponen en marcha al constatar en su derredor el efecto causado por el mayor de los males, la decadencia. No es la decadencia sino la transcripción de la nada, a  lenguaje humano. Como toda suerte de contingencia, necesita arrastrarse día tras día para ofrecer su tributo a su ente superior, que le proporciona la dosis justa de energía que le servirá, a lo sumo, para sobrevivir un día más. Algunos dirán, hoy como entonces, que cuál es el problema: Copérnico se buscó él solito sus problemas, ¿por qué habría nadie de complicarse? Entonces puede que hasta hubiera un ápice de sentido en la afirmación, el problema se presenta en toda su magnitud una vez constatado que el tributo somos nosotros, en sí mismo.

Discutida por entonces la cuestión primordial de la posición del Hombre respecto del resto de las cosas, hoy fundamos la naturaleza del debate en cuestiones que, al menos en apariencia resultan menos, cómo decirlo…absolutas. Mas si nos detenemos un instante a analizar que no a comprender, la naturaleza de la que está constituido el debate en sí mismo, nos bastará en apariencia un segundo para constatar hasta qué punto el contraste existente entre los elementos participantes en la discusión es exactamente igual de absoluto.

Al igual que entonces, hoy pretendemos utilizar fundamentos dotados de naturaleza absoluta, para solventar cuestione cuyo dominio está perfectamente referido al mundo de lo material. Así, a la vista del reciente caos derivado de la extrapolación de resultados emanados del ejercicio democrático (a la sazón el tenido hasta hoy como el más perfecto en tanto que el mismo siempre ha resultado en verdades fácilmente extrapolables), nos enfrenta hoy con un resultado que no sabemos si nos desagrada más por haberse dado, o tal vez por no saber cuánto tiempo hace que llevábamos esperándolo.

Hoy, como entonces, hay y habrá cobardes. Fueron entonces traidores los que como Jacob ZIEGLER abandonaron el barco cuando éste aún no había finalizado la travesía. Lo hicieron por miedo, pero ¿miedo a qué? Seguramente a ellos mismos, la clase de miedo que se identifica no con el pánico que trasmite lo desconocido. Más bien esa clase de miedo que ante  nosotros se manifiesta una vez somos conscientes de que todo, en especial lo que creíamos desconocido, en realidad siempre estuvo dentro de nosotros mismos, formando parte de nuestra absoluta intimidad.

Como entonces, hoy, habrá advenedizos. Los que como el poeta NONO aprovecharán a lo sumo para intuir, nunca llegar a interpretar, las verdades de lo que en las reuniones de Bolonia se decía.

Se discutía entonces la posición del Hombre respecto del resto de las cosas. Tal vez sea eso lo único que hoy no ha cambiado. Porque entonces, como hoy, es la posición del Hombre, manifestada en este caso a través del efecto que sus decisiones traen asociadas, el hecho en definitiva discutido.

Cuestionó Copérnico el Corpus Hermeticum que sostenía lo que se aceptaba como el mundo y sus postrimerías. Atacó con ello al dios europeo, desenterrando con ello amenazas de Libertad, a la sazón el otro concepto que indirectamente ligado al de la decadencia venían a justificar, cuando no a volver imprescindible, el ejercicio de una revolución.
Así cuestionan hoy otros el spiritus mundi que aparentemente mantiene unido el universo. Porque al menos en apariencia, de tales fuerzas parece que igualmente hablamos hoy.

Constituye hoy el bipartidismo tanto dios como la fuerza que aparentemente mantiene unido este a la sazón cambiante universo compuesto por todos los elementos llamados a conformar la democracia española. Desde tamaña perspectiva, el conflicto que Copérnico planteó, y que resolvió con las matemáticas, tiene  hoy su referencia en otro conflicto mucho menos atractivo toda vez que su derivada primordial, a saber la de la Ideología, se mueve por derroteros neta y absolutamente subjetivos, lo que se traduce en que desde luego del todo menos matemáticos habrán de ser los argumentos destinados a componer cualquier suerte de proceder que ose atisbar la respuesta.

Así como Copérnico hubo de romper para después unir, conformando un universo nuevo; así es como al menos en principio se atisba si no la solución, sí el estado que compondrá el a priori del ente resultante. Y como es de suponer, aquél o aquello que esté llamado a la destrucción, salvo que se sienta llamado por la condición de mártir, sin duda venderá cara su piel.

Formas, modos, procedimientos…En definitiva, todo, habrá de cambiar. Y no porque estuvieran equivocados. Habrá de hacerlo sencillamente porque no ya el contenido de las respuestas, sino la esencia de las preguntas, ha cambiado para siempre.

Y si queréis una respuesta a la pregunta de por qué nada de esto ha de ser necesariamente malo. Recordad precisamente la vieja máxima que reza: Cuando creíamos tener las respuestas, vinieron y nos cambiaron las preguntas. Por primera vez constatar tal hecho no solo no nos frustra, sino que nos llena de ilusión.

Ilusión, el sentimiento que siempre ha inspirado los viajes de los grandes hombres.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.