miércoles, 30 de enero de 2013

DEL CLAMOR DEL SILENCIO. EN EL 80º ANIVERSARIO DE HÍTLER A LA CANCILLERÍA EN ALEMANIA.


Anochece. Un día más, la certeza propia de la oscuridad se convierte en la única causa capaz de convencerme de que, en realidad, otro día más ha sucumbido. Y con él lo ha hecho la ilusión de mucha gente, sepultada por esa losa que se forma grano a grano, el que pueden poner cada uno de los más de seis millones de parados que tiene el país. O si por el contrario somos más dados a los ejercicios de concreción,  acudamos a la lista de desahucios de hoy. Seguro que no hace falta mucho esfuerzo para encontrar personas con nombres y apellidos para los que las ambiciosas medidas anunciadas hoy por el Sr. Ministro de Economía, llegan, sencillamente, tarde.

Recorro de soslayo, con el distanciamiento que precede al desprecio, los titulares de la por otra parte cada vez más inquisitiva Prensa Española, y me todo con realidades las cuales, no por resumidas a través de esos mismos titulares, resultan menos lamentables. Urdangarines y fianzas millonarias, compiten de cerca con Bárcenas y blanqueos. Un Espectáculo en el que sólo la desidia nos hace esperar casi con desasosiego no ya su resolución, sino más bien el siguiente capítulo.

Y en medio de todos ellos, como único denominador común, el de la frustración general. Frustración que se manifiesta en una desidia generalizada hacia nuestros políticos. Desidia, frustración…abulia en una palabra. Tal vez a estas alturas la única capaz de dar respuesta a la cuestión que cada vez más personas nos planteamos abiertamente. ¿Constituye hoy por hoy el silencio la respuesta más razonable?

Podían quedar, a estas alturas, dudas a tal respecto. Sin embargo, en el día en el que el Duque de Palma ha arrastrado definitivamente hasta el fango a la otrora Institución Monárquica. El mismo día en el que Bárcenas ha llevado a la Audiencia las pruebas según las cuales “limpió” más de once millones de euros con la amnistía fiscal (¿a qué diantres espera Montoro para irse definitivamente a su casa?) yo me hago eco de un magnífico artículo publicado por El País: ¿Se merece España la categoría política que gasta?

La cuestión, atractiva donde las halla, no hace sino traer a colación, cada vez de manera más rápida, trepidante diría yo, una de las cuestiones que más rápidamente ha evolucionado en el paramento moral del ideario nacional español.
Así, en España, los españoles hemos ido, poco a poco eso sí, despertando de un falso sueño, por otro lado inducido, atendiendo al cual hemos pasado, atendiendo por ejemplo a una de sus variable más rocambolescas; de ser un país atrasado en términos generales, sobre todo en lo concerniente a usos y deberes democráticos; a dar lecciones cuando no directamente a imponer militarmente usos y costumbres democráticos en territorios ajenos.

Y es así como el experimento fraguado durante la transición, aquél según el cual la salida del túnel de la dictadura no sólo se hizo de manera suave, sino que dio píe a cosas como que se transitara con dulzura una vez fuera del mismo; haya dado, por otra parte paso a que grandes de la otra España, la de aquéllos que entre el 40 y el 70 debieron sin duda de estar dormidos, publiquen lindezas como las que el Sr. USSIA nos desvelaba en su artículo de La Razón,  del sábado 26 de enero.

Insigne artículo, como digo, toda vez que, sin necesidad de acudir a ninguna maldad, y mira que me lo pide el cuerpo; se convertía en el más importante de los ejemplos que yo he encontrado en los últimos años en Prensa asociado a la idea de las dos Españas. No, no se sulfuren todavía. Hablo de las que, por un lado permanecieron tácitamente dormidas, tal vez para no escuchar los clamores, si no los llantos, de la otra. Ahora ya sí pueden sulfurarse.

No está en mi ánimo hacerle los coros, ni tan siquiera virtuales, ni al Sr. USSIA, ni a su obra. Mas no por ello me voy a contener de dejar constancia más o menos literal de alguna de las maravillas que el trabajo contenía: “.(…) así, una de las manifestaciones a las que el experimento republicano nos enfrentó, fue la realidad, poco menos que imprescindible, del acto revolucionario que puso fin a la misma.”

¿Un calificativo? Precioso.

Entonces, si traigo a colación todo lo anterior, es sencillamente por la reciente constatación de un hecho que hasta hoy, formaba parte exclusivamente de los corolarios pertenecientes a las líneas de pensamiento de aquéllos que aparentemente estamos al borde de la locura. Los que decimos que al país le hace falta ver el resurgir de un Partido Político que unifique en torno de sí los aspectos más cavernarios de la Derecha Latente, aquélla que permanece dormida, como todos esos españoles que a día de hoy, aún no encuentran motivos suficientes para clamar no por lo que habían de ser sus derechos, sino por los derechos que nos están siendo vilmente arrebatados.

Será este partido de Ultraderecha Católica, el referente real que haga patente el hecho que por  otra parte es ya un clamor en el Partido Popular, según el cual Mariano RAJOY es ya la antítesis de José María AZNAR. La prueba definitiva, el maravilloso trabajo estratégico de reforzamiento ideológico que para la Derecha llevó José María AZNAR, aquél mismo trabajo que le aupó a la Presidencia con mayoría absoluta, cómo si no, el 3 de marzo de 1996; ha sido vulgarmente dinamitado por otro gallego, el cual, mediante la constatación expresa de la mayor de sus virtudes, a saber la franca inacción, ha llevado en poco menos de un año al pie de los caballos la antaño labor de ingente prestidigitación que acabó por convencer a los españoles de que eran las recetas de la derechona de siempre, precisamente lo que una vez más necesitábamos.

De haberse planteado esta cuestión en otros tiempos, no tan alejados como en realidad sí añorados, hubiésemos puesto sin duda nuestras esperanzas en manos de un cambio, cuando no de un relevo generacional, convencidos en cualquier caso de que el núcleo o la  matriz del sistema eran, en base y fundamentalmente, digna de ser salvable. Sin embargo, hoy por hoy, la constatación expresa del grado del drama que nos acucia pasa por aceptar inexorablemente que cualquier intento de salvar piezas de cara a una futura reconstrucción, conlleva asumir el grado por otra parte excesivo de infectar con el mismo mal cualquier intento de regeneración futura.

Hace algunas semanas, inmersos en el fragor del debate dialéctico al que necesariamente hay que someterse hoy por hoy si queremos ser justos con la labor moral, alguien me acusaba de practicar la demagogia. Para ello, acudía a un argumento que, por proceder de la observación objetiva, resulta incuestionable. Me acusaban de ocultar que la crisis no es algo exclusivo de España, sino que se extiende en realidad por toda Europa.
Ateniéndonos a tal realidad, una obviedad como tal, podemos en realidad extraer una consecuencia por otro lado fundamental, que establece un paralelismo con la España que hemos analizado con el Sr. USSIA. Así, al igual que nosotros pasamos una “Transacción” para terminar entregando España de nuevo a la Derecha, así es como Europa pasó a continuación, casi sin solución de continuidad su Gran Guerra para luego, entregar de nuevo el poder a los alemanes, en general  a la Derecha.

Y todo ello, precisamente hoy que se cumplen 80 años de la proclamación de Hitler como máximo dignatario de la Alemania Nazi.

Sin embargo, en un intento de hacer un ejercicio de responsabilidad que nos lleva a huir de la demagogia, aunque la misma estuviera recogida dentro de los manuales de saber hacer de la primera Democracia Griega, sí que por otra parte, habremos de buscar argumentos más sólidos en los cuales apoyar nuestras exposiciones.
Así, basta un pequeño vistazo a nuestro derredor para comprobar cómo, efectivamente, la crisis ha tenido, como uno de sus resultados más visibles, aunque aparentemente menos observados, la desaparición del poder de la práctica totalidad de Gobiernos que se hallaban en manos de fuerzas de Izquierdas. En definitiva, la ideología romántica ha sido sustituida por gestión objetiva.

Pero esto, lejos de suponer un atisbo de solución, no está sino contribuyendo de manera activa al triunfo de una políticas toxicas que, a base de aplicar el miedo cauterizado en forma de recortes, no están sino atenazando el alma de Europa, y con ello de los europeos, hundiéndonos de nuevo en el infierno por el que Europa ya transitó hace más de 75 años. Un pozo al que se llegó sustituyendo la racionalidad por pasión, la que hace falta para echarse a la calle con cifras de  paro que se acercan peligrosamente al 30% de la P.A.
La República de WEIMMAR era también una Democracia Consolidada, que se enfrentó a una certeza desmesurada, la que procede de constatar que “La Verdad es una manta corta. Siempre te deja los pies fríos.”

Luis Jonás VEGAS VELASCO.



miércoles, 23 de enero de 2013

DE LAS RUTAS HACIA LAS AGUAS ENFANGADAS, Y DE LOS QUE SE OFRECEN COMO GUÍAS.


No puedo saber muy bien el porqué, sin embargo, algo que con gran fuerza se opone al normal movimiento que me viene impulsando a lo largo de todo este ya largo tramo que viene siendo mi vida, me impide seguir adelante con la antaño normal fuerza, que una vez convirtió en gráciles los movimientos que han descrito mi pasar por la vida. Por ello, me detengo…

Detengámonos pues, y convirtamos esa parada, en principio destinada a poco más que a descansar, en algo mucho más provechoso, al menos para nosotros, al menos a título de consumo interno.
Hagamos un alto pues, y comprobemos nuestro derredor en pos de algo que nos haga más agradable nuestro decantar por la vida. A nuestra Derecha, una caterva todavía enfurecida de nostálgicos, reaccionarios y neoliberales, se enfundan sus particulares guantes de faena con el firme, cuando no único propósito, de no mancharse las manos no ya con la otrora sangre de sus víctimas; sino que hoy resulta más imprescindible no cortarse con el filo dorado de los sobres que justifican y por ello no se cuestionan.
A nuestra Izquierda, un sinfín de elementos discordantes, carentes muchas veces no ya de organización, sino más bien de quien los organice, una vez que el conservadurismo ha calado, paradójicamente, en el alma de aquellos que una vez defendieron a ultranza el progresismo.

Y en el Centro, ese centro en España tan criticado siempre mediante el uso velado de la acusación de ambigüedad, la cloaca. Una cloaca que se extiende a lo largo y ancho de cientos de hectáreas metafóricas, y que baña de manera no metafórica, sino desgraciadamente muy certera, las costas de territorios limítrofes tanto con los de Derechas, como con los de Izquierdas.
Una cloaca en cuyo fango, aparentemente muy nutritivo, hunden sus raíces especies de la peor calaña, y comen de sus detritos lo mejor de ambas casas, haciendo bueno el dicho retrógrado de que En este país, quien no roba, y no jode, es porque no tiene dónde.

Siempre fue una apuesta muy arriesgada la que protagonizó este país, no sabemos si por las prisas, o porque sencillamente no quedó otra oportunidad; cuando nos echamos abiertamente en manos del bipartidismo. Consecuencia o causa, aún tardaremos tiempo en saberlo; era como si la minoría de edad que disimulaba mal la estulticia política de los habitantes de España, necesitara cobrarse una última víctima en forma de homenaje velado que convertiría en imprescindible la rememoración en la arena de un nuevo Circo, de alguna de las múltiples viejas batallas que a España, o mejor dicho a algunos de los españoles, les quedaba por rememorar.

Pero como sigue diciendo el refranero castellano, El Hombre propone y Dios dispone. Así, el nuevo Dios, en forma de Tiempo, tenía otras expectativas. La Democracia, La OTAN, La CEE primero y la UE después, e incluso si me apuran la superación de la Cuestión Militar, amenazaban con hacer del nuestro un país en el que hasta valdría la pena vivir.
Pero ellos no lo podían permitir. ¿Qué vendría después? ¿Acaso estos desarrapados acabarían por creerse capaces de mandar? ¡Pues hasta ahí podíamos llegar!

Y se pusieron manos a la obra, y lo hicieron bien, pues si algo hay que reconocerles a estos chicos es que son como los electrodomésticos SOLAC lo que hacemos, lo hacemos bien. Es evidente, cuentan con Dios entre sus filas, y cuando éste no es suficiente, pueden acudir a la Banca, donde tienen tanto o más crédito que entre los confesionarios.

Primero, en un golpe maestro muestra de alguien que maneja los absolutos como nadie, pues no tiene prisa; dejaron que el enemigo se confiara, a la par que se debilitaba. La forma es sencilla, Como dice el oficial de Submarinos ¡Déjalos que canten! Así “consintieron” que su España fuera gobernada por aquél nido de rojos que a las órdenes de un andaluz con traje de pana, llegó a creerse capaz  de pasar a la Historia de España con la unanimidad en el plebiscito de los españoles. Infeliz, hoy por hoy el único que ha logrado semejante hazaña es Fernando VII.

Mientras ellos, en la sombra como siempre, se preparan el terreno. Han aprendido de sus errores, y son ahora alumnos aventajados. Por ello, lo mejor es que en ciertos puestos haya gente de innegable valía. Valía que procederá en unos casos de la convicción ideológica, pero que siempre podrá alquilarse en el caso de que la anterior no se tribute. Nace la técnica de los sobres.

Y de ahí, a las elecciones de 1996. Tres de marzo de 1996.  El nuevo destape ha llegado, y ahora no hace falta marchar a Francia para disfrutarlo.
Son las elecciones de 1996 no tanto las del triunfo del Partido Popular, como en realidad las de la reimplantación de las teorías de la Derecha más reaccionaria a la par que rancia y cavernaria de Europa. Tal vez por ello en Europa no puedan ni quieran ver a sus representantes. ¡Lástima que sean los miembros de nuestro Gobierno!

Así se fragua, financia y alimenta, el actual estado de depravación existente.
Pero hoy asistimos a un hecho mucho más ladino. Presenciamos no tanto el triunfo de un modelo, por depravado que nos parezca, como al fracaso de otro, que bien puede haber muerto de éxito.

Cuando a partir de 1975 se empiezan a promover iniciativas que acaban por convertirse en cuerpo legal, comprobamos cómo la buena fe y el sentido común que a priori se suponen en todas no son ni con mucho, base suficiente como para dar por hecho que su supervivencia ni mucho menos su éxito puedan estar garantizados.
De tal guiso nos encontramos a la hora de clamar por concepciones básicas tales como la Ley de Bases Representativas. De manera escueta,  la mencionada atribuye, siguiendo las consabidas bases del XVIII francés, la inexcusable necesidad de depositar en un grupo representativo la voluntad del Pueblo; el cual ha de renunciar, simbólicamente o de facto, al ejercicio del Poder que le es propio. He ahí la base fundamental de los Sistemas Parlamentarios.

Sin embargo en tal concepción redunda también la máxima lacra de tal sistema, la que se traduce inexorablemente en la cogeneración de un protocolo que termina por convalidar la existencia de una serie de diferencias a priori casi inapreciables entre los que componen el grupo de administración, y los que son en realidad administrados. Ha nacido la casta política.

Y lo hará con consecuencias lamentables, qué duda puede caber. Pero unas consecuencias en cuya base, como siempre, redundan las incompatibilidades que para con la consecución del bien común parece tener el género humano. Así, las envidias en unos casos, pero la abulia, o la simple apatía en la mayoría de ocasiones, ponen fin a éste por otro lado hermoso proyecto destinado en principio al logro de una serie de condiciones que redundarían en el bien común.

Pero una vez más, y como siempre, la responsabilidad, o en este caso la ausencia de la misma, socava hasta límite incomprensibles el correcto tránsito por el que en principio debería haber discurrido el binomio descrito. Es entonces cuando se palpa la tragedia. La neurosis nos lleva a confundir los términos de la ecuación antaño tal bellamente planteada, de manera que el hecho contingente cree verdaderamente ser necesario. El administrador se cree con plenos poderes, y el Pueblo desiste de su derecho a reclamar la devolución de los mismos.

Y es en ese momento cuando comprobamos que no es sino la frustración la fuerza que entorpecía el discurrir de los pasos del caminante que nos ha abierto amablemente el camino de nuestro disentir de hoy.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 16 de enero de 2013

DE LAS CUENTAS, O DE UNOS CUANTOS QUE GANAN MUCHO CONTANDO CUENTOS.


“Me pide que defina a la Nobleza. Para colmo me exigirá que lo haga  con una sola frase, seguro que también quiere que ésta sea grandilocuente. Pues lo haré, un Noble es alguien que se atribuye los méritos que dignifican a la tierra, mientras exige que sea el Pueblo el que sangra por ella.”

La frase, atribuida a Lenin, y pronunciada  nada más llegar en tren a San Petersburgo procedente de su exilio voluntario en Suiza, bien pudiera encerrar cada una de las virtudes, o quién sabe si de los defectos, que acarrea la actual situación en la que vivimos. Una situación que se engloba ya para la Historia bajo el epígrafe de La madre de todas las Crisis Económicas, pero para la que a estas alturas ya sólo los cortos de miras, o quién sabe si de entendederas, consideran exclusivamente como económica.

Y me veo obligado a traer de nuevo a colación la cita, precisamente ahora, en este preciso instante, momento en el que ya tan sólo aspiro a que ninguna nueva sorpresa termine por dinamitar de manera definitiva, y ya sí tal vez irreversible, la somera confianza que en el modelo me queda. Un modelo débil, blasfemo y herético en las más amplias acepciones de los términos, los cuales no son grandilocuentes, sino más bien los únicos que, dado lo miserable que ha sido la jornada en lo que a  términos morales; creo alcanza a definir a grandes rasgos, y por ello con premura, la tasa de inflación moral desde la que el mundo, y en especial España, arrancarán su jornada mañana.

Una jornada en la que, sin solución de continuidad, habremos de mesurar la posibilidad de mezclar en la misma baraja, intentando a pesar de todo no cortar; a auténtico cafres de medio pelo, los cuales por otra parte compartirán postín con avezados de medio pelo, algunos de ellos con mejor bigote, y todos sin duda con mejores trajes, los cuales entonarán de nuevo otra oda a la miseria, destinada a ensombrecer a aquéllos que una vez redactaron nuestras máximas, convencidos no ya de que eran imprescindibles, sino más bien o sobre todo de que nuestro país las merecía.

Pero lejos de tratar de personalizar, y no por falta de motivos, sino más bien por falta de espacio; creo que un día más he de poner de manifiesto la definitiva defenestración de la Clase Política de nuestro País.
Defenestre que alcanza definitivamente a todos por igual, toda vez que, por acción o por omisión, nadie parece poder salvarse definitivamente a la hora de pasar por justo, o por pecador.
Porque a estas alturas, lo único de lo que inexorablemente todos estamos de acuerdo, es en el irreversible estado de depravación, en el que han caído no ya la Política, sino nuestros políticos.

Llegados a este extremo, hemos de enfrentarnos inexorablemente a una cuestión sempiterna. ¿Pueden las instituciones, basadas en su innata abstracción, mantenerse al margen de las calamidades que las acciones de sus participantes las traen aparejadas?
La cuestión es, a mi entender, fundamental. Y lo es porque, en un momento fundamental, como es éste que nuestro presente nos ha reservado, nos vemos en la irremediable conmiseración de comprobar con desazón, cuando no con abierta desazón, cómo en apenas unos instantes, los que van de los años finales del pasado siglo XX, a los primeros del siglo que, aunque no lo parezca, apenas hemos comenzado a rozar; hemos dinamitado no ya sólo las características de un modelo económico en apariencia sólido, como lo era aquél sobre el que construimos nuestras aspiraciones. Un modelo que, tal y como la Realidad, una vez más taciturna se han empeñado en demostrar, no era sino otro mero espejismo de los múltiples que preñan la Historia de nuestra Humanidad.

Pero este instante, este aquí y este ahora, es dueño de una circunstancia nunca antes experimentada en el tiempo. La que procede de comprobar cómo, todo el mundo, cada uno en su proporcional manera, es consciente de la realidad a unos niveles desconocidos hasta el momento, desconocidos porque nunca antes una sociedad lo fue hasta tal extremo de la información.
Y de la información se deriva formación, o al menos conducta válida para tener opinión. Por eso, en nuestra actualidad, con la contada salvedad de los hoy por hoy casi inexistentes analfabetos funcionales, todos hemos de ser capaces de tener opinión propia, lo que inexorablemente nos ambigua con el término de la responsabilidad.

No se trata, ni mucho menos, de afirmar que hoy por hoy nadie se pueda equivocar. Se trata de asumir que permanecer en el error constituye, en sí mismo, una postura. Postura que puede proceder del ejercicio de una voluntad, en cuyo caso ¡yo adelante, en el error, pero firme!  O en el peor de los casos puede constituir el reflejo de un nuevo modelo de intransigencia, indefectiblemente ligado a la cesión gratuita de nuestro espacio y de nuestro tiempo en principio marcado para el ejercicio de nuestra acción, en cuyo caso no habremos de dudar que pronto será ocupado por otros, o lo que es lo mismo, otros vendrán a pensar por nosotros, o lo que es peor, a decirnos cómo hemos de pensar.

Es el renacer del fundamento de la alienación. Un proceder por otro lado tan viejo, como los tiempos, porque como la necesidad de saciar el hambre, o el resto de apetitos, el individuo humano siempre ha tenido la necesidad categórica de saberse dueño de la Razón, o en su defecto de contar con los medios para imponerla. Es una certeza antropológica.

Por eso me da tanta pena certificar la miseria moral que supone cuan corta evolución. Y digo esto porque tan sólo desde la revisión fundamentada de los aspectos referidos desde el principio, podemos atender a diseñar el escenario franco que nos permita comenzare a entender el fenómeno por el cual, a pesar de la miseria cuando no la barbarie institucional que nos rodea, es la calle la que por otro lado sólo se mantiene tranquila.

¿No será por el contrario, lejos de un motivo de satisfacción, la  muestra definitiva del triunfo de la alienación sostenida?

No será ésta, la única manera de poder finalizar sin volvernos locos, o sin pedir cabezas, jornadas como la que ya acaba, en la que BÁRCENAS queda al descubierto, GÜEMES ha de darse el piro, BOTELLA sigue sin dimitir, MAS hace mutis por el foro, y DURÁN I LLEIDA dice donde dije digo, ahora no digo nada.

Pero en Política no vale con decir nada, es más, a menudo el silencio es motivante de dimisión, CHURCHILL acuñó el término silencio clamoroso. Así que, cuando el presente se alía con la fonoteca, el escándalo está servido. Y si encima a tal estado, le añadimos las calenturas propias de una Campaña Electoral, tendremos sobre la mesa el escenario propiciatorio para lo que a todas luces habría de ser el fin de una carrera política.

Mas no olvidemos que estamos en España. Un país qué, como dijo Julián MARÍAS, puede asistir impávido a la muerte de una virgen, si bien luego puede hacer que arda Troya porque no está conforme con el precio de un café en barra.

Y el Gobierno lo sabe, y por ello hace de tales hechos su máxima preocupación, y el camino en el que pone todo su empeño. Por un lado nos escamotea datos que cuestionan esos otros que ellos manejan hoy, que hablan de una supuesta recuperación, mientras que por otro lado incrementan por encima de los tres millones de euros el presupuesto para la policía.

Si es que ya se sabe, unas veces con un cirio, otras con un palo.
E Incomprensiblemente, a estas horas, la señora de COSPEDAL, todavía sin dimitir. ¡Menos mal que pasa en España!

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 9 de enero de 2013

DEL RETORNO DE “CUÉNTAME”, A LAS CONSECUENCIAS DE LA MERA MENCIÓN DE LA “CUESTIÓN MILITAR”.


Desgrana el Tiempo, poco a poco sus cuentas, sumergiéndonos de nuevo en la inquietante sinrazón de la lujuria propia de los que atribuyen a la rutina dotes cercanas a la sensualidad; para comprobar una vez más, aunque no por ello sin la expectación propia del momento, que sólo el cinismo puede a veces recubrir con el último matiz del brillo, lo que hace tiempo que, de existir verdaderamente el respeto, habría de estar no ya cubierto por la mugre, sino que debería haber constituido expresamente pasto para los lobos.

El Cinismo, o lo que por otro lado no viene sino a constituir una más de las múltiples paradojas a las que hemos reducido, o peor aún, hemos consentido que otros reduzcan, lo que hasta hace relativamente poco conformaba el teatro de operaciones del mundo de la Política. Una Política con la que algunos nos sentíamos a gusto, no necesariamente satisfechos, pero si a gusto.
Y es tal vez por eso, por conformar un mundo en el que la paradoja encierra en realidad el último conato de mera posibilidad, por lo que una vez más habremos de clamar en el desierto, para acudir a nuestra cita convencidos no ya de que pocos son los que leerán estas palabras, y seguramente menos los que escuchen mañana su correlato hablado radiofónico.
Sin embargo, en contra de lo que realmente es de suponer, casi mejor así. Porque ignorar ciertas cosas puede ser de nuevo, no ya mejor, en tanto que te ahorra disgustos, sino de nuevo, otra vez, bastante más seguro.

Actúa de nuevo el Tiempo en su especial obra, llamada la vida. Se encuentran en un Acto maravilloso, el que representa nuestro aquí, y nuestro ahora. Un aquí y un ahora curioso, peculiar; sobre todo porque donde antes había deseos, futuro, sueños y evolución, no hay ahora más que reminiscencias del pasado. Incluso de aquél que la mayoría creíamos haber alcanzado el acuerdo tácito de proceder a guardarlo en el rincón de las cosas malas, aquéllas que sólo guardamos para aprender la manera de no repetirlas jamás.

Y de nuevo la paradoja. Porque puede que precisamente del triunfo del olvido, hayamos dado lugar a un estado de amnesia consentida, del que como siempre algunos, a vuelapluma me acuerdo de los que Rosa DÍEZ definió en su momento como hijos de la oscuridad; puedan de nuevo aprovecharse una vez más.

Que a nadie le quepa la menor duda. Son estos hijos de la oscuridad, los mismos que, hoy por hoy, una vez que han dado por finalizado el proceso de refundación ideológica al que procedió José María AZNAR allá por 1996 toda vez que su triunfo electoral, el mismo que permitió el retorno de la Derecha al gobierno de España no fue suficiente para ellos, fue inmediatamente reforzado con la puesta en marcha de un más que cuidado protocolo con múltiples funciones y objetivos, uno de los fundamentales y obvios, devolver a la Derecha y a sus miembros, lo que siempre, por derecho, les correspondió, a saber, el mando absoluto sobre los designios de esta, su España.

Y es así que, en danza macabra, los velos van siendo arrojados, dando luz no ya a una virgen, sino más bien a un ente atroz, versado en la perfidia, dotado para la atrocidad. La amenaza le insufla la fuerza, una fuerza que dirige unos músculos que hacen del recorte su acción, la cual a su vez viene presidida por el triunfo de un pensamiento tan atroz como único, el eterno pensamiento del miedo.
El miedo, elemento universal a la par que eterno, y que tal vez por ello se convierte en el mejor de a cuantos catalizadores esta Derecha, ahora en el poder, podía aspirar a la hora no ya tanto de hacer comprensibles sus políticas, sino sencillamente de tratar de justificarlas.
Aquí es donde entra en juego el último elemento, aquél que por otro lado aún no ha sido suficientemente valorado. El elemento que procede de constatar la borrachera de poder que confiere una mayoría absoluta. Porque el mismo ánimo de espíritu que sin duda presidía la voluntad de todo un Rey de España cuando estuvo durante más de cinco horas negándose a pedir disculpas porque él era el Rey, y un Rey no tiene ante quién disculparse, de parecida manera un Rajoy dotado de una mayoría absoluta, no tiene a nadie a quien pedir réditos ni cuentas.

Así, y sólo así, podemos comenzar a hacernos una idea del nivel de sonambulismo y abstracción de la realidad en el que se hallan sumidos los que supuestamente se encuentran al frente de nuestro país. Un país que en términos objetivos, tiene su actividad industrial sumida en términos objetivos comparables con los de la España de principios de los 80`. Una España que se conduce a golpe de dato de la DGT próximo a los que se barajaban a mediados de los 70`. Un país que en definitiva, vuelve a oler a rancio, precisamente ahora, que acabamos de tirar a la basura las últimas bolas de naftalina, toda vez que habíamos vuelto a creer que esto a nosotros no podría volvernos a pasar.

Porque alcanzado este punto, es cuando muy a nuestro pesar hemos de decir que lo malo no es en realidad que haya pasado. Lo que de verdad resulta lamentable es el poco tiempo y menos esfuerzo que les ha resultado necesario emplear para conseguirlo. Es como si ahí, agazapado, esperando, en el imaginario de todo el mundo se hubiera encontrado firmemente afianzada la convicción, aunque en algunos casos se trataba sencillamente de la esperanza, de que esto volviera a cambiar.
Reside ahí, o al menos así a mi se me antoja, el motivo gracias al cual ésta nueva camarilla, y sus correspondientes allegados, han sido capaces, en apenas cinco años, de infundir en nuestro país el mismo o parecido ambiente en el que tenían sumido al país en los tiempos en los que el miedo ya observado, y el hambre nunca olvidado, campeaban a su discreción.

Pero por supuesto, no me voy a desdecir un ápice de ninguna de mis consideraciones previas. Ni tan siquiera, o por supuesto mucho menos, de aquéllas en las que llevo tiempo afirmando que la culpa de la actual situación no la tienen tan sólo los agentes inductores. Al menos tan responsable resultará a ojos del análisis de la Historia aquél que teniendo medios, cuando no conocimientos, o tal vez ambas cosas; permaneció impasible, viendo como una vez más, los últimos retazos caían.

Responsabilidad. Por enésima vez, la que nos lleva a clamar en el desierto por el desmoronamiento del Estado del Bienestar. Por la puesta en cuestión del Estado de Derecho. Por la privatización de la Sanidad Pública, antaño uno de los pilares insalvables. O peor aún si cabe, por la puesta en marcha masiva de un renacer de las consignas opresivas, dogmáticas y por definición fascistas, que sólo en la incursión educativa a través de las reformas puestas en práctica por un energúmeno de la talla del Ministro WERT pueden tener algún atisbo no de triunfo, sino de implantación.

Ellos lo tienen claro. Allí donde no llega el brazo ejecutor, ha de llegar el poder de la amenaza. Así y sólo así, en semejante contexto, pueden entenderse las palabras del Ministro de Defensa pronunciadas en el Solemne Acto de la Pascua Militar, arguyendo sobre el estado de tranquilidad que presenta nuestro ejército. ¿Acaso es de recibo ningún otro estado? ¿Ha de sorprendernos esa tranquilidad acaso menos que el hecho de que las piedras de las iglesias no se muevan de su sitio? Aunque de nuevo vuelva a ser observable el fenómeno por el que algunos curas confunden su reclinatorio, con el atril de una plataforma política.

Y para colmo, se acaba de hacer público el dato según el cual los españoles somos cada vez, objetivamente, más pobres, y no sólo de espíritu.

Ellos lo tienen claro. La estabilidad durante el presente año no dependerá de la evolución de las cifras de paro. No vendrá ligada a la evolución de la Prima de Riesgo, ni tan siquiera estará relacionado con el miedo a la Deuda Pública.
La estabilidad durante el presente año dependerá de la habilidad que el Gobierno muestre de cara al control de la calle.

¿Les ayudamos? Yo, sinceramente, no pienso perder ni una sola de las ocasiones que se me brinden.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 2 de enero de 2013

DE CUANDO LA AUSENCIA DE GESTIÓN ELEVA A LOS ALTARES A LA SUGESTIÓN.


Dicho de otra manera, de cuando los miedos de Sócrates se tornan en realidad, de manera que no ya los sofistas, sino más bien los prestidigitadores, o mejor aún los fantoches con título y diploma, y además ejerciendo, corren al cabo de la calle tratando de deslumbrarnos con brillos de colores propios de la peor versión de la retórica, lo que no acierta a ocultar los instantes en los que la inmundicia corre a raudales por las calles más céntricas, incluso del “Madrid de los Austrias”.

Por enésima vez, he de recordarme a mí mismo, que ejerciendo de mensajero del miedo, de verdad que no se está nada cómodo. Ciertamente, Dentzel WASHINGTON clava literalmente esa interpretación en la película que lleva ese mismo título. Sin embargo me resulta mucho más sencillo decirme cada día, sin ánimo de autobombo, ni tan siquiera de masaje para el ego, que hoy por hoy, seguir activo en el modo crítico es, sin duda alguna, una de las formas más racionales que le queda de ejercer a la por otro lado tan denostada responsabilidad.

Aquí, ya, sin  más demora porque sin duda ya es tarde, debería desear a todo el mundo un muy feliz año nuevo. Sin embargo, acudiendo de nuevo a la tan traída y llevada responsabilidad, sencillamente no puedo. No puedo porque el deseo chirría, no tanto en lo concerniente a lo subjetivo, como sí irreversiblemente ante lo objetivo.
Porque acudiendo a la sinceridad, otro de los términos que se ha retirado a sus cuarteles de invierno en pos de esperar mejores tiempos, he de ratificarme en mis ya conocidas posturas nada halagüeñas por otro lado, las cuales en definitiva no vienen sino a subrayar mi más que absoluto convencimiento de que no ya la sostenibilidad, sino incluso la paz social, no se mantendrán intactas por mucho tiempo más allá del primer semestre del año que acabamos de comenzar.

Pero,,, sinceramente de nuevo. ¿Qué puede habernos traído a estos niveles de desasosiego, por otro lado nada místicos si nos atenemos al análisis de la evolución de la realidad en los últimos meses?

Si nos retrotraemos un poco en el tiempo. No, a los tiempos de la herencia socialista no, un poco antes incluso. Sí, eso, al 22 de mayo de 2011, momento en el que las elecciones locales y autonómicas ponen al Partido Popular al frente de la mayoría de las Comunidades Autónomas, catapultándolo de facto al ejercicio práctico del gobierno, y presagiando el más que evidente ascenso a la Presidencia del Gobierno; podremos en cualquier caso comenzar a hilvanar los pasos que, indefectiblemente han ayudado a ponernos en la senda de un proceso que, a nadie le quepa la menor duda, responde a un plan a largo plazo muy bien condicionado, cuya única certeza es la de su deseo de perseverar en el tiempo.

Y es así entonces que el año de demora que va entre el asalto a las Comunidades Autónomas, y el ascenso a Moncloa, presenta tan sólo un denominador común, el de la falacia procedimental. Una mentira al fin y al cabo que se cifró en el caso de las autonómicas en la manera efectiva de plantear aquel proceso electoral (casi en términos de salvación de la patria); para pasar en el caso de las nacionales, a hacerlo mediante la mentira abierta, sin tapujos ni carantoñas.

Mas no es hoy el recurrente tema de la mentira piadosa el que ha de centrar hoy mis disquisiciones. Al contrario he de hacer mención, una vez más, aunque de manera más matizada si cabe, a una de las mentiras que más réditos morales, políticos y en definitiva electorales le ha traído siempre al movimiento Conservador Español. Una mentira que en el caso específico de la Derecha Española, tiene además el añadido de haber triunfado mediante el desarrollo de una de sus tácticas favoritas, la que procede de convertir en verdad, lo que no es sino una mentira muchas veces repetida.
La mentira según la cual la derecha tiene auto-proclamado el correcto ejercicio de la gestión de las haciendas, ya sean éstas de carácter público, o privado.

Constituye ésta una sandez, propensa al cretinismo. Es un comentario sandio, que se presta rápidamente al chiste, cuando no hoy por hoy al sarcasmo. Sin embargo, una vez se nos haya pasado el ataque de risa, podremos comprobar cómo de nuevo, los viejos traumas de nuestro país, los que proceden de las medias verdades, cuando no de las falacias salpicadas de viejos miedos, vuelven a actuar como rémoras de la vida política, sumergiéndonos de manera eficaz en planteamientos decimonónicos.

Porque es a tales épocas a las que hay que acudir, para comenzar no a comprender, sino meramente a intuir, las actuales circunstancias de la actual crisis. Una crisis que se asienta en términos procedimentales en la certeza a la que pronto llegan los gurús del Capitalismo, según la cual resulta peligroso para ellos seguir permitiendo el ascenso de una emergente clase media la cual empieza a no tener bastante con vivir bien en términos estrictamente mercantilistas. ¡Los muy osados desean de verdad formar parte activa del verdadero tejido que da forma al entramado que decide sobre sus vidas! ¡Y para ello están dispuestos a cuestionar las cosas yendo más allá del mero acto del voto¡

Es entonces cuando los de siempre, consideran que este experimento de la Democracia, del Estado de Derecho, y por supuesto del Estado del Bienestar, ha ido demasiado lejos. Hay que reponer los viejos cánones, y ello conlleva la restitución de los viejos procederes, con la reintroducción como es lógico de aquéllos actores que las conocen, o al menos las preconizan.

El resto de la ecuación es sencilla, abiertamente predecible, y se observa en el mero cumplimiento de que la clase media vuelve a comprender la diferencia entre voto y sufragio. Sufragio viene de sufragar, lo que nos lleva a pensar, de manera para nada descabellada, que los que una vez más habremos de sufragar los costes que a todos los niveles habrá de traer la presente crisis, seremos los de siempre; con el valor añadido en este caso del resquemor procedente de reconocer la valía de una nueva ocasión perdida.

Sin embargo, llegados a este punto la madeja está tan sumamente liada, que ya nada ni nadie puede garantizar que pueda volver a su estado original, no al menos sin cobrarse su cuota de víctimas, unas directas, y otras, la más dolorosas, de carácter colateral.
La conocida teoría del Péndulo de FAUCALUT,  que por otro lado se sustenta en la idea muy simplificada de que todo se repite, no responde en este caso a la realidad al no poder analizar con un mínimo de precisión la ingente cantidad de datos que proceden de una realidad cambiante por definición, en la que no es ya sólo la ingente cantidad de datos generados, sino la imposible velocidad a la que éstos se generan, la que convierte en mera ficción la imprecisa intención de enfrentarse a los mismos.
Así, nos encontramos ya en disposición de afirmar que, irreversiblemente, la velocidad de los acontecimientos, unida a la terrible intensidad con la que se manifiestan las consecuencias de los mismos, nos lleva a poder anticipar sin el menor género de dudas, un año 2013 en el que la otrora inalterable Paz Social, estará franca y definitivamente amenazada. Y seguramente que semejante amenaza tomará cuerpo de certeza antes de que el calor del verano lleve de frío a tibio nuestro calor corporal.

En definitiva, se acabó la prestidigitación. Alguien va a tener que informar a aquéllos que en principio nos gobiernan, de que ya no nos basta con sugestión, verdaderamente el Pueblo, tanto el que le ha votado, como los que no lo hemos hecho, exigimos ver alguna prueba de que su gestión, verdaderamente responde a la defensa del bien común.
Juraría que en algún lugar he leído que para eso se presentan.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.