He de confesarles qué desde que comenzó todo, hace ya
más de cinco años, ésta ha sido la primera semana en la que verdaderamente me
he sentido pesimista. Semejante hecho no tiene por qué ser, verdaderamente,
constitutivo de nada, puesto que ni yo, ni por supuesto mis opiniones tienen ni
capacidad para influir en nadie, ni mucho menos voluntad de hacerlo. Mas en
cualquier caso, el que yo no sea persona dada a caer en melancolías
conceptuales, unido al hecho de que mi factor emotivo permanece siempre por
debajo del estrictamente vinculado al segmento ligado a lo constatable, sí que
me lleva, no obstante, a considerar seriamente la posibilidad de que algo esté
empezando a calar profundamente a mi alrededor, modificando estructuralmente el
teatro de operaciones en el que se ha
convertido todo lo que envuelve la nuestra realidad. Un algo que, como todo
elemento sibilino a la par que perverso, juega sus bazas en silencio, apoyando
sus discursos en la farfulla, y logrando sus objetivos mediante los silencios
espesos.
A día de hoy, lo único que podemos expresar sin ánimo de ser
replicados, es la certeza de que nada volverá a ser igual. Todos parecemos
haber asumido que ya está, que hasta aquí hemos llegado, que la fiesta se
acabó. Los amigos de la linde, y los borrachos del discurso genovés, hacen su
agosto, obrando como si de echadoras de
cartas del mundo calé se trataran. A base de repetirlos, el discurso de que
el cambio se aproxima, ha ido haciendo mella en todos cuantos conforman nuestra
realidad, hasta conformarse en un precepto,
en un himno, ¿a la nostalgia, a la alegría, a la melancolía tal vez? Ya
nadie lo sabe. Sin embargo, lo verdaderamente peligroso, como suele ocurrir con
todos estos procederes, es lo que no se ve, es aquello a lo que tan sólo se
puede acceder acudiendo a la sensación, a la sensación de que, una vez más, nos
están contando sólo la parte del cuento que a los de siempre les interesa. Y
semejante sensación, adquiere rango de certeza absoluta, cuando verificamos, sin necesidad de acudir a las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, único verificador aparentemente
válido según El Gobierno del PP, que, inexcusablemente, otro es el hecho
que nos han colado “de tapadillo”. Un
hecho que, como en la mayoría de casos importantes, basa su importancia en la
naturalidad con la que se materializa a
partir del momento en el que constatamos no ya que el futuro ha cambiado, sino
que el presente, en forma de aquí y ahora, ya lo ha hecho, y de manera inexorable.
Porque sólo así se pueden entender cosas como que la
promueve que todo un Presidente del Gobierno sacrifique la transparencia que,
indudablemente ha de estar presente en todo acto gubernamental, amparando la
total ausencia de ésta en pos del bien común, defendido éste en forma de sostenibilidad de las estructuras de
gobierno. ¿Desde cuándo la transparencia en la forma de proceder un
Gobierno puede ir en contra de la estabilidad de la estructura en la que se
ampara dicha acción? O planteado de otro modo, ¿Cómo puede hace daño al Pueblo conocer sus miserias, como
paso previo a solventarlas?
Pero aquí desde luego no acaba la cosa puesto que, si malo
es que un Gobierno, amparado en la sempiterna
responsabilidad, se empeñe en oscurecer los cristales en pos de impedir la
acción clarificadora del Sol, pero es si cabe que una Oposición se alíe en con
él, mezclados ambos, a modo de contubernio, y no precisamente de la talla de el
de 1968, en pos no de impedir esclarecer, sino abiertamente de mantener opacos,
los motivos que han promovido no ya la consecución de ciertas acciones, sino
los todavía más vergonzosos si cabe, razonamientos que nos han llevado hasta
ellos.
Porque si el lunes amanecí verdaderamente pesimista, ayer me
desayunaba con el dato de la Prima de
Riesgo, hoy me he encontrado con algo si cabe mucho más dañino. El dolor
que me ha producido escuchar de boca del ya a estas alturas Exgobernador del
Banco de España, la expresión propia de que, si bien lo que me apetece es hablar, por responsabilidad no lo haré.
Si aceptamos una vez más la premisa de que vivimos en un
país regido por un sistema representativo,
hemos de asumir que el Poder que respalda al Sr. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, no es
sino uno procedente indirectamente en este caso de la voluntad del Pueblo. Y
digo indirectamente porque, al contrario de lo que ocurre con los cargos
destinados a formar parte de las instituciones gubernamentales, éstos, los
cargos técnicos, son directamente nombrados por los primeros, a modo de cargos de desempeño y confianza. Sin
embargo, ésta aparente complicación, no desmerece un ápice la convicción de que
ellos han de responder igualmente ante el Pueblo, bien en su carácter directo,
o en el que procede de su condición de haber sido nombrados por otro, en cuyo
caso arrastraría, o así debería ser, a éste en su caída.
Por ello, los comentarios del Sr. FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ, no por
reiterados adquieren menor viso de validez o certeza.
Para acceder a semejante plano, habremos de analizarlos en
otro contexto, aquél que se presenta ante nosotros, una vez más, cuando
analizamos ésta y otras declaraciones semejantes, véase al ingente Ministro de
Educación, cuando todos forman un conjunto cacofónico
cuyo único atisbo de afinación parte de la absoluta convicción que todos
manifiestan y a estas alturas ya ni se molestan en disimular, según la cual
todos aquéllos que no formamos parte activa de sus tejemanejes, somos abiertamente deficientes mentales, obtusos o, en
el peor de los casos, sencillamente idiotas,
en la acepción griega del término.
Y entonces es cuando, para despejar cualquier género de duda
que pudiera caber al respecto, D. Mariano RAJOY, en un hecho sin precedentes,
cual es el de dar su primera rueda de
prensa en solitario en España desde que es ¿Presidente del Gobierno? Convoca
a los medios en Génova. Evidentemente,
se siente más tranquilo rodeado de sus adláteres,
que haciéndolo en Moncloa, donde
habría de habérselas visto con sus acólitos. Y todos empezamos a comprobar
cómo se las gasta la Sra.
SÁENZ de SANTAMARÍA. A propósito, hoy en la Capital Federal de
Estados Unidos, la que tendrá ocasión de comprobarlo será la Sra. LAGARDE , en su
condición de GESTORA DEL FMI. Esa misma señora que ha recomendado a los griegos
que empiecen de una vez a pagar sus
impuestos, a la vez que asumen que el resto del mundo no está para resolverles
sus problemas.
Pero volviendo de nuevo al Sr. RAJOY, y ensalzando una vez
más su inexcusable voluntad de gallego, de nuevo lo que más fuerza tuvo
de su intervención no fue lo que dijo, sino lo que una vez más, como viene
ocurriendo en los últimos días, ocultaron.
A día de hoy, sólo una cosa está clara. Estamos virtualmente intervenidos. Como el ingente por contumaz Sr. De GUINDOS ha
tenido a bien aclarar hoy, BANKIA no constituye el origen de los problemas
financieros de España. En eso estamos de acuerdo, mas mucho nos tememos que si
se convierta en la tercera puñalada, la
que, como en el caso de Isbel de Castilla, haga bueno el dicho según la cual
“todas hieren, menos la última que mata.” Así, sumidos en el ejercicio de
la irrealidad, hemos de asistir cansados a la representación circense en la que
se convierte cada viernes la comparecencia posterior al Consejo de Gobierno.
Pero en este caso, la Pista Central le estaba reservada al propio ¿Sr.
Presidente? El ejercicio, mezcla genial de malabarismo con prestidigitación,
requería por otra parte grandes dosis de concentración, y claro está, dominio
de la materia. Y
claro, ahí ha estado el error. El absoluto desconocimiento que RAJOY presenta
hacia las Instituciones Europeas, así
como hacia los protocolos que rigen su funcionamiento; desconocimiento éste del
que ha hecho gala en múltiples ocasiones en forma del más absoluto desprecio,
ha adquirido tintes melodramáticos, a modo del Satiricom, cuando lleva dos días paseando no ya por Europa, sino
por el Mundo, la idea descabellada de que sea el BCE el que venga a hacerle a él el favor de recapitalizar a
los bancos, a saber la joya de su corona,
claro está, sin pasar por el Gobierno el cual, como ya pasara en España con
otro asunto a un nivel no menos estructural, amaneciera un día radicalmente cambiada. Pero
desgraciadamente hay un problema. La propia conformación de la UE hacen de ella
una estructura paquiderma, lo que la
convierten en propia de cualquier
apelativo, menos el de ágil.
Así que, Sr. RAJOY, no es ya que España no disponga de un
año. Es que usted, en su condición política, tampoco lo tiene.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.