“Haré lo que
tenga que hacer, aunque para ello tenga que hacer cosas que vayan en contra de
mis propias ideas, si con ello preservo el interés general” Mariano RAJOY.
“BANKIA es
hoy por hoy una entidad fuerte. Sus cuatrocientos mil accionistas, y sus más de
diez millones de clientes pueden estar tranquilos.” Rodrigo RATO.
Cierto es que hasta el miércoles no toca. Pero, una
vez más, el flujo constante de información me lleva, de manera casi enardecida,
a enfrentarme de nuevo a la gratificante labor de dar mi punto de vista a los
acontecimientos que, de manera fulgurante en su desarrollo, pero
estructuralmente taxativa, van acaeciendo a mi alrededor, convirtiendo el hecho
de vivir en el aquí, y en el ahora, en una verdadera suerte conceptual.
Poco a poco, las cartas van quedando sobre la mesa. Como en una
partida de naipes que ha llegado a la fase del descarte, todo el mundo se va
retratando. Y la verdad, es que todos y cada uno de los que se hallan situados
alrededor de la mesa dan perfectamente el perfil.
Tenemos al Dirigente.
Sagaz, inteligente, confiado en su capacidad, hasta el momento no
cuestionada, se cree de verdad capacitado para arreglar el desaguisado, aunque para ello tenga que pasar por
encima de los que, hace algún tiempo, le votaron.
Tenemos al retornado.
Ya sabéis, ese hijo de cacique que hizo
las Américas, y ha vuelto al pueblo para deslumbrar a los rústicos. El primer paso, es conocido, construirse
una Villa. Ese, su rincón, en el que
humeando entre habanos sin duda
prohibidos, piensa en la manera de iluminarnos a todos con su sagacidad, la cual se mantiene virgen, como la vergüenza.
Tampoco nos falta el
aventado. Dícese del Alcalde saliente, que versa en la actualidad con
funciones de Secretario, en tanto que como la sapiencia es un bien que aparentemente escasea, hace que
prácticamente se repartan de manera
alterna el cargo. Sufre, y muestra ese sufrimiento por medio de un sudor
frío, y de un discurso farfullado, propio
del que cree saber, mas prefiere en todo caso que no se sepa, para que nadie
pueda arrebatarle el dulce sabor del premio no competido. Ya se sabe, si tienes paciencia y tiempo para esperar,
el cadáver de tu rival político verás pasar.
Y sólo nos falta un tercer jugador, el señor Cura. Aunque éste, como cuenta
con aquiescencia mayor, le
dispensaremos, porque sin duda se encuentra computando los beneficios propios
de un domingo en el que neófitos adeptos han
abrazado el que se dice segundo de sus sacramentos, lo que viene a ser El Código Legal de un Sistema que pese a
estar dirigido a Humanos, parece tan sólo responder ante Dios.
La situación es gravísima, casi roza lo esperpéntico
en términos democráticos. La depravación más absoluta se ha adueñado de
nuestros dirigentes, y estos no dudan en dar muestra de la misma en actitudes
tan dispares y contradictorias, que van desde el negarse a hacer declaraciones
públicas en algunas ocasiones; dando con ello muestra de la irresponsabilidad
que parece presidir hoy por hoy sus actos; hasta la hemorragia conceptual que padecen en otras ocasiones, cuando de
manera casi sorpresiva nos riegan por
aspersión con un torbellino de declaraciones que parecen venir a justificar
unos actos que, en la mayoría de ocasiones, aún no se han producido. Como dijo
Inocencio III “Justificación no pedida…”
Y en medio de todo esto, el escarnio. La consagración
definitiva de que el ejercicio efímero de la Democracia, se ha visto desbancado
por el poder manifiesto de la Economía.
Las declaraciones de nuestros eminentes dirigentes,
hacen presagiar un futuro a corto plazo muy duro para todas y cada una de las
instituciones de nuestra Democracia, así
como, para la supervivencia de los preceptos que las han dotado de
verdadero cuerpo y realidad.
Asistimos sin el menor recato, al proceso por el cual
no ya la Economía, sino su hijo bastardo,
el Libre Mercado, concebido mediante la semilla podrida que es la especulación,
campea ya libremente, no sólo por
los terrenos que le fueros dados. Como en el caso de Zeus con El Titán, cometimos el error de pensar
que aceptarías las reglas impuestas para garantizar la mutua supervivencia.
Pero olvidamos una cosa, como en el caso del Mítico Dios, la labor de gobierno desgasta y cansa, mientras él tiene
tiempo para estudiar, descansar y fortalecerse.
Y como tal, le ha bastado esperar paciente su
ocasión. Como en aquél caso, hemos sido de nuevo las que una vez fuimos sus
víctimas, las que le hemos liberado. De nuevo, la existencia de una amenaza
mayor nos ha llevado a pensar que un riesgo minusvalorado podía convertirse en
solución. Y hemos liberado a la bestia.
Ahora la bestia se regodea. Nos mira, lujuriosa,
desde la distancia.
Siempre desde la distancia, esa que le proporciona el desprecio
que en realidad siempre nos dedicó. Para ella en realidad nunca fuimos nada,
nada más que peones en un gran juego
de ajedrez cuya partida lleva desarrollándose desde hace muchos años, incluso
siglos. Una partida en la que unas veces prima la estrategia, en otras
ocasiones la aparente estabilidad, cuando los contendientes se enrocan durante un tiempo, para lamer
sus heridas, y estudiar al contrario; pero que siempre presenta un denominador
común, el que procede de saber que siempre quedarán peones por sacrificar.
Y como en toda partida que se precie, el alfil. Víctima propiciatoria, de verdad
se cree protagonista de algo. Su aparente libertad
de movimiento, le lleva a considerarse protagonista. Pobre estúpido, el
hecho de poderse mover tan sólo en diagonal, hace que, llegado el momento
decisivo, resulte sencillo anticipar en qué casilla se halla emplazado.
La trampa queda, de esta manera descubierta. No se
trata de seguir jugando. No podemos permitirnos el lujo de seguir intercambiando piezas. Considero
firmemente llegado el momento de dar un
manotazo, lanzar todas las fichas al suelo, y dar la vuelta al tablero, en
busca no ya de otra manera de jugar, sino abiertamente de proponer otro juego.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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