miércoles, 26 de marzo de 2014

QUE NADIE SE LLAME A ENGAÑO. EN ESPAÑA TENEMOS EXPERIENCIA.

Resulta que, basta con echar un ligero vistazo en nuestro derredor, entendiendo en este caso las distancias como temporales, para darnos literalmente de bruces con otro instante histórico en el que en este país, “se usaban artes malas para confundir al Pueblo, creando así sensación de bulla propia de los ambientes de farándula, incluso en los barrios en los que éste no estaba de predicar...” (Titular de marzo de 1766 de Diario Noticioso Universal)

Corrían así no solo los días, sino que también lo hacían propios y extraños, por las calles de Madrid. Y lo hacían bailando por aquel entonces al son que les marcaba “El Real Cuerpo de Intendencia”, remitido amablemente por un amable Carlos III. “El Mejor Alcalde, el Rey.” Aunque me atrevo a pensar que si se hubiera tomado la molestia de preguntar, a lo mejor se hubiera llevado la desagradable sorpresa de que nadie le votaba. Es curioso así pues que, efectivamente hayan pasado 250 años, y en Madrid siga habiendo Primeros Ediles que no saben lo que es enfrentarse no ya a un Pueblo enfervorizado, sino a un Pueblo que se dirige a cumplir con el sano derecho del sufragio.

Y de nuevo, como en aquel entonces, las capuchas, o por ser más precisos los chambergos, (sombreros de ancha ala que “vertía sombra irreparable sobre el rostro”), vinieron a convertirse en la espoleta de lo que acabó siendo una revolución en el amplio sentido de esa definición según la cual “Una guerra es el hecho que se produce cuando es tu Gobierno quien designa al enemigo. Una revolución es cuando el enemigo forma parte del Gobierno.”

Corrían las calendas en marzo de 1766, y corrían también, los caballos sobre los adoquines de Madrid. Y lo hacía también para perseguir a madrileños de pura sangre, pero lo hacían también para perseguir a otros venidos de todas partes del reino.
Se trató de la primera protesta, pero no fue, obviamente, la última. Como ha ocurrido hace algunos días, la desesperación, en sus más diversas formas y definiciones, se ha adueñado de la voluntad de la gente. Una gente que, en el mejor de los sentidos, ya está más que harta de que se confunda paciencia con hastío, ejemplaridad con falta de compromiso.

Como sacado de una Máquina del Tiempo, las explicaciones que Julián Marías da a tenor de tales hechos, parecen verdaderamente sorprendentes, al estar dotadas de una precisión tan manifiesta, que nos sentimos obligados a reproducirlas de forma íntegra, toda vez que mañana bien podrían formar parte de cualquier titular de un medio de prensa de actualidad, siempre que éste no forme parte del catálogo conformado por el  TDT Party.

“...Es así que estas razones utilitarias -seguridad pública, conveniencia de que se pueda reconocer a los delincuentes- no eran más que apariencia. La justificación objetiva hay que buscarla en otras razones más hondas, estéticas y estilísticas. Los hombres del Gobierno de Carlos III sin duda sentían malestar ante aquellos hombres tan de otro tiempo, tan distintos de los que se usaba en otra parte, tan arcaicos. Es así que la aversión a la capa larga y al chambergo eran una manifestación epidémica de la sensibilidad europeísta y actualísima de aquellos hombres que sentían la pasión de sus dos verdaderas patrias, Europa y el Siglo XVIII”

¿Necesitamos acaso un esquema? ¿Va a ser cierto que, definitivamente, no hemos sido capaces de aprender nada? ¿Acaso el “Motín de Esquilache” traído aquí a colación no es sino el manual de instrucciones, el esquema franco de nuestra absoluta incompetencia, una incompetencia mostrada primero para con nosotros mismos, y para con la Historia?

Somos así pues, un país rico en Historia, pero carente de recuerdos. Un país lleno de épica, pero vacío de héroes. Tal vez porque dentro del ejercicio de nuestro deporte favorito, el de la total y absoluta falta de indulgencia para con los nuestros, somos capaces no ya de matarlos, sino de colgarlos al sol para que se sequen, haciendo de ello además, motivo de escarnio, cuando no de manifiesto festejo.



Y es así que, en este vaivén prosaico, unos y otros, ricos y pobres, terratenientes y desahuciados; encuentran en la práctica de la desavenencia y el agravio entretenimiento desde el que dar rienda suelta a sus respectivas mediocridades.
Se confabulan así personas que en condiciones de las denominadas normales, jamás hubieran llegado no ya a intimar, sino quién sabe si ni tan siquiera a intercambiar una sola palabra; para dar lugar en este caso a una  suerte de compadreo versado en los mismos ardides desde los que se refuerzan los lazos entre los chichiribailes que, ociosos por las calles, esperan el paso de Boccherini, lanzando piedras a los perros, haciendo del vicio común resorte desde el que apostillar su día destinado a la desgracia.

Se confabula así la Historia no ya de Madrid, sino de España. Una Historia que nos devuelve a un presente incapaz, como aquel entonces, de esconder los verdaderos problemas a saber, el desmedido auge de los precios de una España que, presionada por las malas cosechas, e inmersa en un proceso de inflación galopante, ve que el sueño de un proceso ilustrado se va al traste impulsado por la certeza de que un estómago vacío no deja lugar a un cerebro ocioso, o propenso al desarrollo de corolarios que no tengan repercusión directamente práctica.


Es ésta pues la constatación práctica de que en España lo de flagelarnos al amparo de los errores propios ya cometidos a lo largo de nuestra propia  Historia, es algo que no solo no nos pilla de sorpresa, sino que más bien venimos a convertirlo en algo así como deporte nacional, destinado siempre a enardecer los ánimos de un reducido grupo que investido de Razón, se pone El Mundo por montera, aunque para ello hayan de dinamitar El País.

Es por ello que, una vez todo haya saltado por los aires, y tratemos de encomendarnos a Santa Bárbara, el número de truenos habrá sido ya tan grande, que incluso ésta se habrá quedado ya sorda, incapaz pues de satisfacer nuestras demandas, permaneciendo impasible a nuestras demandas.
Será ese y no otro el momento en el que las cosas habrán de cambiar, y no por detalles como los observados en los últimos días, cuando sí más bien por la ausencia de determinadas conductas, y abiertos comportamientos, que verdaderamente se echan en falta, y cuya ausencia no hace sino poner de manifiesto la concreta duda que algunos tenemos de que verdaderamente, habitemos en un país serio.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 19 de marzo de 2014

DE CUANDO CRUZAR AL OTRO LADO DE LA CALLE, SE CONVIERTE PARA ALGUNOS EN ALGO MÁS COMPLICADO DE LO QUE PARA OTROS VIENE A SER “CRUZAR EL CABO DE HORNOS”

O al menos semejante paradoja es la que se observa en caso de dar un mínimo de verosimilitud a las palabras recientemente pronunciadas por el Señor Presidente del Gobierno, no lo olvidemos, en sede parlamentaria; en base a las cuales España dejaba atrás la crisis, entrando en un proceso de clara, cuando no manifiesta, prosperidad.

Por eso, cuando organismos como la OCDE, dedicados a la “Cooperación Internacional en Materia de Desarrollo”, y que no constituyen en absoluto materia sujeta ni de lejos a la sospecha (así podemos referir que entre las recomendaciones estrella fruto de sus últimos informes, destacan peticiones tales como el retraso de la edad de jubilación hasta los 67 años, o abiertamente proceder a la inmediata subida del IVA); se erige a la vez en el juez que te encausa en pos de denunciar que, efectivamente, y sin duda por méritos propios, te has convertido en el país miembro en el que más rápidamente crece la brecha de la desigualdad social; lo cierto es que, a lo mejor, definitivamente ha llegado el momento de asumir que, efectivamente,  tenemos un grave problema.

Mas retornando al espíritu que al menos hoy parecía fluir en pos de mis reflexiones, lo cierto es que todo esto bien podría hallarse en el terreno propiciatorio de lo expuesto en términos de lograr atravesar el Cabo de Hornos; cuando en realidad yo hoy de lo que me había propuesto hablar era de lo complicado que resulta ya tan siquiera cruzar la calle.

Porque ciertamente, a estas alturas, después de siete años...¡Siete! De miserias, amilanamiento, apatía y abulia, lo cierto es que lo verdaderamente sorprendente no es ya que sigamos, sino que lo hagamos sin haber sentido verdadera necesidad de pintarlo todo de rojo.

Acudo una vez más, en la enésima ocasión, a la revisión del esquema tantas veces citado; ya sabéis, aquél que refiere la lectura del todo en pos del impacto analizado según el modo de recibir ese impacto en cuatro terrenos fundamentales, a saber: Economía, Sociedad, Política y Religión; y una vez más comprobaremos el grado de constatación de la realidad, al que podemos llegar sometiendo una vez más a tamaño análisis las variables que componen nuestro aquí, y en definitiva nuestro ahora.

Toma poco a poco cuerpo así nuestro esquema del mundo, y es que debutamos con el Miura, a saber, La Economía.

Constituye la Economía en la actualidad, algo así como un Vórtice, una suerte de realidad independiente, a la par que netamente alienante (aunque a tal conclusión algunos hace años que llegamos), que se atribuye en cualquier caso propiedades que otrora no le fueron propias, contribuyendo con ello a la generación de un mundo irreal, alienado y por ende deshumanizado, en el que de manera inexorable se consolida, bajo la patente de la normalidad, la mayor de las depravaciones, a saber, la que se produce cuando aquello que jamás debió de abandonar su condición de  medio, se convierte no ya solo en un fin, sino que lo hace en el fin por excelencia.

Es entonces cuando la Sociedad, el sacrificado por excelencia, comprende, demasiado tarde para desgracia del sistema, que todo ha terminado.
La Sociedad, a saber mucho más que un mero conglomerado de seres humanos; siguiendo los cánones cartesianos contendrá la Sociedad el elemento ontológico destinado a configurar el aporte que nos permita identificar que efectivamente, el todo es mayor que la suma de sus partes; pasa en cualquier caso a convertirse y comportarse como un mero convidado de piedra.
Protagoniza así pues la Sociedad, una especie de dejación de funciones la cual se expresa de manera clara y evidente en el perfil desde el que la misma lleva a cabo no ya la toma de decisiones, bastará sencillamente con  comprobar la manera mediante la que se procede para con los propios análisis, para comprobar en todo caso el grado de alienación al que la depauperación del sistema ha conducido.

Pero para ver el logro, para baremar el esfuerzo infringido en pos de la superación de hitos, ¿qué decir a tenor de lo acontecido con la tercera de las variables, a saber, la Política?

Víctima propiciatoria donde las haya, lo acontecido con la Política merece no ya un exhaustivo análisis, cuando sí sin el menor género de dudas, un capítulo destinado a integrar por sí solo el cúmulo de desvaríos, procederes y pérdidas desde las que tratar de albergar de una manera todo lo sólida posible, el estado real en el que se encuentra la que a la sazón se convierte en la gran sacrificada.
En un país como el nuestro, en el que el gran teatro de los sueños lleva a cabo representaciones diarias, con gran éxito por cierto desde 1975, en cualquier caso, lo contumaz y engreído que a veces caracteriza al comportamiento de la realidad histórica; nos obliga a tener que reconocer, tanto en público como en privado, que definitivamente la tramoya de cartón-piedra que no ya solo albergaba nuestro teatro, sino que constituía nuestro único decorado; se ha derrumbado definitivamente a causa de la humedad malsana, los peligrosos vientos y la carcoma que inexorablemente va ligada al paso del tiempo, consolidando con ello un rigor de circunstancias que se han traducido en la necesidad de suspender la obra, y quién sabe si incluso a corto plazo, tener que cerrar todo el teatro.
Son de tales hechos suficiente ejemplo, al menos a mi entender, realidades tales como las que se constata de un Gobierno que ejerce a golpe de Decreto, que anula la vida parlamentaria dejando casi en suspenso la vida en la Cámara Baja o que, sencillamente, se niega a dar ruedas de prensa, o incluso a atender a los periodistas...

Y por último, aunque no por supuesto albergando mi ánimo el menor intento de inferir de tal posición ordinal,  metáfora alguna  de importancia, la Religión.
Ente nominal e ideológico por excelencia, lo que no es óbice para que muchos le confieran aspecto de materialización, se deduce de su ejercicio, la naturalidad que le es propia, la que por otra parte le caracteriza.
Una Religión que, al menos en el caso particular de la española, viene dando en los últimos tiempos ejemplos más que evidentes tanto de su fuerza a título individual (adiós Rouco, adiós), como por supuesto lo hace domingo tras domingo, e incluso con ocasión de algunas de las que se constituyen en fiestas de guardar, como ejemplo válido a la hora de medir con perspectiva la masa muscular de un púgil que una vez más se encuentra dispuesto a retomar un casi olvidado combate que, por otra parte lleva siglos disputando, y que le enfrenta nada menos que contra el Estado.

Venimos así pues a finalizar, discerniendo de nuevo, aunque seguro que no será la última vez; un país en el que solo Benavente, cuando no el propio Marquina, bien podrían ser los únicos capaces no digo ya de sentirse a gusto, sino cuando menos los únicos capaces de ubicar de manera mínimamente lícita, un escenario a partir del cual inferir la construcción de un principio de aproximación.
Sería así que, la capacidad descriptiva de uno, ligada al fino sentido del humor preconizado por el otro, bien podrían venir a configurar un binomio a partir del cual atreverse a concluir decisiones y estados propensos quién sabe si a albergar desde el rigor alguna posición esperanzadora; o si por el contrario han de ser los cipreses y los chopos de Machado, los más propicios a la hora de dirimir el lugar hacia el que tiende la evolución de este, nuestro bendito país. Un país que, interesa no lo olvidemos, se erige como el único que nos queda.

Mientras, en algún confín de la galaxia, impulsado por vientos sin duda diferentes, un Capitán llamado Rajoy navega a bordo de un bergantín aproado hacia lo desconocido...



Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 12 de marzo de 2014

¿POR QUÉ HAS TARDADO TANTO?

Pudiste hacerlo en silencio, con humildad, haciendo gala de esas las supuestas virtudes de las que tú y los tuyos una y mil veces habéis alardeado; y de cuyo justo ejercicio, una vez más, de nuevo, os habéis olvidado en lo concerniente a predicar con el ejemplo.

Había que marcharse a lo grande. Se hacía necesaria la última representación, una última, y a la sazón imprescindible declaración de intenciones, en virtud de la cual dejar definitivamente clara la que no es sino excelente paradoja. La que procede de comprender que la práctica de las mencionadas virtudes, a saber Fe, Esperanza y Caridad, no son sino vagos recuerdos, quién sabe si no meras nostalgias, de un pasado probablemente remoto, ubicado en aquéllos tiempos, en aquellos lugares, en los que una vez todas ellas tuvieron cabida. Tal vez en los mismos en los que una mujer se sentía orgullosa de que su hijo fuera para cura.

Pero como suele ocurrir en estos casos la verdad, en forma de sobredosis de realidad, se apropia de manera dramática de todo el escenario, vinculando con algo muy parecido a un sueño aquello que primero se tomó como algo procedente poco menos que de una revelación divina, (algo parecido a lo que llevó a Descartes a vincular su sueño con la construcción de un nuevo modelo de procedimiento filosófico), para terminar en este caso derrumbándose de manera estrepitosa, haciendo entonces imprescindible la aparición de la Teología, destinada no a descifrar leyendas casi mitológicas, ni a interpretar la vida de santos. Más bien en pos de facilitar las pistas destinadas a permitir que el hoy Clérigo afamado, se reencontrase con aquél que antaño fue niño. Y este reencuentro, cándido y  agradable como pocos, no sería propenso a la nostalgia, sencillamente sería imprescindible en pos de ver la posibilidad de recuperar algo de todo lo que por otro lado había quedado atrás. A saber, Fe, Esperanza, y por supuesto Caridad.

Pero todo era ya en vano, tanto el número de apuestas comprometidas, como el propio valor de las mismas, conformaban ya un escenario a todas luces demasiado costoso del que era ya del tofo  imposible volverse atrás.

Pero el niño se hizo hombre, adoptando para ello una forma un tanto enrevesada. Y el cura, propenso como todos los hombres a las tentaciones, cedió a la más profunda de todas. La tentación de poder se apropió del que por entonces tal vez fuera un alma digna de ser perdonada, para terminar por esculpir en torno a la misma una losa de granito negro, resultado de la miscelánea que solo les es propia a los Hombres de Dios, al tener cabida en la misma, de manera muy preocupante, la conjugación  los vicios terrenales, con los que solo son concebibles por quienes se olvidan de que solo son eso, hombres, y terminan por enredarse en una tupida maraña de creencias destinadas a hacer compatible la posibilidad de si en realidad sí que se puede servir a Dios, y a un amo, acabando definitivamente por alienarse, de forma paradójica, en su propia condición.

Es entonces cuando una vez más, Mirabaud lleva a cabo su aparición. Y como en la parábola del ladrón que hambriento encuentra posada en la casa de una buena familia a la que al alba pega fuego; es así como nuestro protagonista hace buenas las palabras que aparecen en “Sistemas de la Naturaleza, proyectos de orden del mundo. Un ensayo sobre la psicología del probable orden de la Naturaleza”:

Está en el orden de las cosas que el fuego queme, pues su esencia es quemar. Está en el orden natural de las cosas que el malvado cause daño, pues su esencia es dañar.

Llegados a este punto, poco o nada podemos hacer ya por evitar el que en definitiva es ya un daño causado. Sin embargo, dignos de volver a padecerlo seríamos de no ser capaces de entenderlos, o cuando no al manos de interpretarlo.

Porque cuando unas pocas horas antes de que esto aconteciera, Pilar Manjón manifestaba públicamente en Cadena Ser su rechazo con el hecho de que hubiera de ser una celebración eucarística lo que constituyera el centro de los actos conmemorativos de lo que a la sazón era el X Aniversario de los atentados del 11 de marzo, lo que estaba realmente denunciando era la pasividad, quién sabe si la indolencia de un Gobierno que cedía de manera tan mezquina, incompetente y mediocre, el bastón de mando de una conmemoración que en definitiva nos atañe a todos; al control de una más de las múltiples sectas que se regodean por el mundo, y que para nuestra desgracia en España, país constitucionalmente declarado laico y aconfesional no lo olvidemos, reúne una gran cantidad de adeptos y en definitiva seguidores.

Por eso, tal vez por eso, resultaba imprescindible una última salida al escenario. Como el actor que se retira, y que sale a recoger, él solo, los aplausos que él considera propios, en su última representación.

Mientras abajo, en el graderío, los que con él han formado más de una vez pareja de mus en partida complicada, se felicitan de manera incluso jactanciosa. Unos y otros cuchichean entre aplausos, más o menos forzados, lo bueno o malo que fue mientras les sirvió. Una anécdota divertida aquí, una mala acción allá. Pero todos conscientes de una cosa, los muchos secretos que de forma mutua les unen.

No dejan de ser eso, una secta. Numerosa, pero una secta.

Por eso no me resulta lícito que, una vez más, se rían de propios, y en esta ocasión incluso de extraños, aprovechando la evidente dejación de funciones en la que furtivamente cae el Gobierno, para insisto, apropiarse de un acto destinado a engrandecer la memoria de los que sin quererlo, fueron erigidos en mártires por unos pocos descerebrados que, en nombre paradójicamente de un único dios, decidieron apropiarse el don que en principio es territorio exclusivo de éste, a saber el de dar o quitar la vida.

Pero si como es lógico no corresponde a un rojo carente de la gracia de Dios hablar de estas cosas, lo cierto es que por comparación sí que pueda corresponderme el traer a colación de nuevo la pregunta de qué es lo que de nuevo persiguen quienes parecen desear perpetuar la Teoría de la Conspiración.
Una vez que de manera definitiva parece que ha quedado claro que no fue ETA la instigadora, ni por supuesto el brazo ejecutor de tamaña locura. Una vez que quienes políticamente instigaron tal mentira en pos en aquel momento de aferrarse al poder; vuelven a estar hoy en posesión y uso del mismo; la pregunta es clara, y hasta evidente: ¿Qué más queréis? ¿Acaso no os basta con que nadie os haya hecho pagar de verdad precio alguno por vuestras mentiras? ¿De verdad creéis que podréis blanquear, sin más, el negro que emponzoña vuestra por otro lado blanca alma cristiana?

Definitivamente, Julián Marías siempre tuvo claro cuál era el gran problema de este país. “En España no nos queremos”.

Tal vez por eso, en cualquier tiempo, en cualquier lugar, un cualquiera puede sembrar la semilla de la cizaña, y dar por hecho que encontrará terreno abonado en el que la misma crecerá sin aparente dificultad.

Pero tal y como dice el Evangelio de Marcos: “Recordad pues que todo el que pide recibe, y el que busca acaba por encontrar.”


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 5 de marzo de 2014

DEJAD YA DE HABLAR DE SAGUNTO, ¡Y PARID DE UNA VEZ LO QUE VUESTRA INTENCIÓN LLEVA LARGO TIEMPO GESTANDO! Literal de Tito Livio XXI,18,13

Tales palabras, una vez más arrebatadas a la historia, no vienen sino a constatar lo presuntuoso que puede llegar a resultar todo aquél que verdaderamente se crea capacitado para poner algo nuevo bajo el sol.

Atinentes las mismas a la transcripción de la respuesta que el Primer Sufete de Cartago muestra para con las consideraciones que a la sazón merecieran las interpelaciones llevadas a cabo por la legación romana que en torno al 219 a.C se personó en la ciudad que ya una vez fue enemiga convenientemente derrotada; lo cierto es que la misma, presidida nada más, y nada menos que por Fabio Máximo, auxiliado por el Cónsul Emilio Paulo, padre de la Emilia que luego será esposa del Escipión que definitivamente derrote a Cartago, que no a Aníbal; parece, como en principio trataremos de demostrar, consolidar de manera bastante solvente la teoría de que la historia es contumaz, y que por ende se repite.

A la par que tal reunión tenía lugar en los magníficos escenarios que albergaban los Centros de Poder de una sociedad que ya por entonces vestía trazas de verse recompuesta tras la que había supuesto la antaño derrota ante la misma Roma, derrota de la que ahora se resarcían; (Aníbal se encontraba en esos mismos momentos derribando las murallas de Sagunto, contemplando para nada impasible, más bien con cierta admiración la manera mediante la que muchos habitantes de la ciudad preferían sacrificar su vida no ya porque vender cara su vida supusiera alguna diferencia respecto de la muerte, cuan más sabe si la de saberse proporcionados del placer de morir infligiendo al enemigo el mayo daño posible. Lo cierto es que otros mientras, como tantas veces ha ocurrido, y sin duda volverá a ocurrir cuando menos otras tantas, preferían proferir difíciles cuestiones retóricas, planteando la vida y la muerte, por supuesto de otros,  en términos propios de partida de ajedrez.

Por situar un poco los escenarios, cuando no la historia, uno de los principales acuerdos bajo los que se ratificó la paz que siguió al primer enfrentamiento con los púnicos, aquél en el que de manera un tanto inconexa falleciera el propio Almilcar, padre de Aníbal; pasaba por situar la que denominaremos línea de transitoriedad, en el curso del Río Ebro.

A consecuencia de la política esgrimida por el propio Aníbal, la cual tuvo su traducción más sistemática en su desembarco masivo en las costas de la Península Ibérica, dando lugar a una cabeza de puente que acabaría siendo Cartago Nova, lo cierto es que no será hasta la invasión de la mencionada Sagunto, que los romanos no comiencen a ser testigos no ya de las verdaderas intenciones, sino más bien del objetivo peligro que supone, en tanto que tal, la presencia del propio ejército cartaginés en la Península Ibérica.

Será así pues Sagunto una mera excusa, que no un verdadero motivo, a partir del cual esgrimir las justificaciones necesarias que llevarán al siguiente Escipión, al que verdaderamente se acabe consolidando bajo el nombre de Africanus, a derrotar a Cartago algunos años después, no sin antes derramar la sangre de más de veinte mil hombres, que se desprenden de la destrucción de más de dos legiones convenientemente reforzadas, a lo que hay que sumar la caída en bochorno de una tercera, concretamente tras la derrota en la I Batalla de Zama.

Como en aquel momento, la línea del Ebro separaba lo aceptable de aquello que no lo era. O lo que es lo mismo, el relativismo de la Política, ése del que la guerra se haya afortunadamente exento, convirtió en inaceptable aquello que hasta hace unos instantes no lo era, a saber el ataque y puesta bajo asedio de una ciudad aliada de Roma, a pesar de hallarse más allá de la marca; así, poco más o menos, es como algunos observamos hoy el cruce de amenazas que a tenor del asunto ucraniano se está produciendo.

Salvando las distancias obvias, y no sin considerar la asunción de ciertas licencias conceptuales, lo cierto es que no resulta demasiado complicado ubicar en Ucrania el actual campo de discusión, posicionando a los pro-europeos y a los rusos respectivamente enfrentados en el otrora tablero de ajedrez, y simulando en esta ocasión en torno a Crimea, lo que en el hasta este momento era la honorable batalla de Sagunto.

Bien es cierto que tales consideraciones pueden ser objeto de rotunda, e incluso acertada crítica. Sin embargo, no es menos cierto que ante la mera posibilidad de que semejante esquema pueda tener el menor viso de aceptación, lo cierto es que me resisto a despreciarlo totalmente.

Así, aplicando de nuevo los imprescindibles coeficientes correctores, lo cierto es que bien pudiera ser que el encargado de jugar el papel de nuevo Fabio Máximo, es decir, aquél más interesado en la inexorable marcha no tanto hacia la guerra, como sí más bien hacia el mantenimiento de la incertidumbre, sea uno que duerme hoy por hoy en La Casa Blanca.
Bien pudiera ser igualmente, que las gargantas y fuentes de agua que antaño corrían regando el territorio hispánico, en una de las cuales, de manera desgraciada, tuvo lugar la muerte del propio Almílcar al caerse del caballo quedando su rostro sumergido de manera casi tan dramática como más bien humillante, tuvieran hoy por hoy su correlato real en esas nuevas corrientes, las cuales como venas, o tal vez seria más acertado decir como arterias, aciertan a recorrer Europa dotando de suministro en este caso de gas a más de doscientos millones de europeos.

Siguiendo un esquema churriaguesco, quién sabe igualmente si más cercano al Parnasianismo, cifrado en el caso que nos ocupa no tanto en la visión de el Arte por el Arte, como sí de la Guerra por mor de la Guerra; lo cierto es que si ponemos nuevamente a la Península de Crimea en este caso en el foco de atención, y aún alejándonos, no sin cierta imprudencia del hecho de constatar que la Armada de Rusia se halla amarrada en la propia Crimea; bien podría llegar a considerarse la posibilidad de poner fin al conflicto hacia el que inexorablemente estamos abocados, poniendo sobre la mesa cuestiones serias, ya se sabe, de esas que tienen algo más de medio recorrido, y que reducen a la consideración de bazofia conceptual el burdo intento, canalizado en esta ocasión en forma de paquete de medidas económicas, eufemismo no ya de que alguien quiera firmemente adjudicarse un país, y desee hacerlo, obviamente por la fuerza; como sí más bien, y ahí radica lo patético, de dar por hecho que todo esto se arregla con dinero, a saber con 25,000 millones de Euros, suficientes al menos de momento.

Cierto que Rusia no es Cartago, ni que la OTAN pueda llegar algún día a entender, por supuesto nunca a emular, el poder de organización del que las Legiones Romanas daban muestra confrontación tras confrontación, victoria tas victoria.
Pero no es menos cierto que, tras semejante baño de sangre, algunos albergamos no ya la esperanza de no acabar como la Legión Maldita, como sí más bien de poder contemplar el fin de este drama conceptual histórico, sin tener que acudir a las cifras de un virtual desmoronamiento de Europa, todo ello para regocijo de los Estados Unidos que, muy atentamente, observan.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.