miércoles, 25 de junio de 2014

DEFINITIVAMENTE, ¡ESTAMOS EN CAMPAÑA!

Y si bien lo peor de todo no tiene por qué ser eso, de hecho tal situación a priori no tendría ni que ser ciertamente mala; lo cierto es que una vez más lo dantesco, lo inmoral, y por ende lo cínico, hay que buscarlo en que para lograr la plena comprensión de lo que para todos (en Europa) es ya un hecho, aquí en España hemos necesitado de acudir a los informativos extranjeros para ser del todo conscientes.

Dada la consideración del hecho, la cual espero sea suficientemente valorada a partir de la lista de adjetivos empleada en pos de lograr cuando no su descripción, sí al menos una modesta aproximación; lo cierto es que sin ánimo de reiteración, mas sí cuando menos de merecida contextualización; hechos tan chabacanos y soeces como para merecer la sarta de apelativos ya mencionados, entre los que no me resisto a traer de nuevo a colación como son los propios de lo dantesco, y por supuesto, lo de inmoral; sirven por sí solos no tanto en este caso para describir un hecho y el contexto que le es propio, como por supuesto el tamaño de la arpillera de aquél que está llamado a ser reconocido como su protagonista.

D. Cristóbal MONTORO, eminencia económica para unos, bufón de corte cuando no protagonista de Sainete para otros, y ahora mismo no dispongo de los argumentos necesarios para decidir quién tiene o no razón a la hora de atribuirse la descripción más acertada; cuenta desde hoy con el dudoso honor de haberse convertido en el encargado de haber dado el pistoletazo de salida a la que probablemente sea la última escenificación de este Patio de Monipodio, en el que por otra parte corren como pollos sin cabeza, los integrantes de este gran desaire, en el que para absoluto desaire de la Verdadera Política, han convertido los responsables de gobernar este país.

Desde el refugio misericorde en el que se instituye la por otro lado inmisericorde crisis económica en la que nos hallamos (o en la que nos han,) sumido, unos y otros, mostrando de manera avezada el que supone su común denominador, a saber su absoluta falta de respeto al ciudadano, la cual se pone de manifiesto con su permanente incapacidad para descender al mundo de los mortales; lo cierto es que una vez más la Economía, a saber el último resquicio que en apariencia le queda a la Justicia, se pasea si no se pavonea acaparando todos y cada uno de los focos, todos y cada uno de los espacios, dando fe desde el más absoluto de los pragmatismos de que, efectivamente tal y como algunos nos temíamos, la Economía ha terminado por usurpar, uno a uno, todos los espacios que le quedaban al resto de las acciones que a saber le eran propias al Hombre.

Y por ello, ya tal vez solo por ello, cuanto más lo pienso más lógico me parece que efectivamente, sea uno de los ministros del ramo de las finanzas, porque de eso se trata, de la cesión directa a la pleitesía hacia las finanzas, quien nos dé las noticias.
Porque no se trata solo de que la Política haya muerto. Se trata de que en un cínico ejercicio de madurez, el recurso ha sido optimizado al máximo, sustituyendo de manera instantánea el espacio que le era propio, por un nuevo escenario en el que las cifras sustituyen a las palabras, en el que el ruido de las calculadoras sustituye a la oratoria, y en el que, definitivamente, los contables erradican a los políticos.

La suerte está echada. Y no porque el Club Bilderberg en su informe relativo al primer trimestre haya vertido, que no dejado caer, entre sus conclusiones, que España es hoy por hoy un país prescindible, sencillamente porque el Turismo y el Sistema Financiero, a la sazón y siempre según su inestimable consideración los constituyentes de su única fuente de recursos, no sean viables a corto plazo.
Tampoco porque la Balanza Comercial Exterior, esto es, la que se compone a partir de la comparación entre lo que compramos y vendemos al extranjero, haya vuelto efectivamente a arrojar un saldo neto negativo en el primer trimestre del año…

No, definitivamente no tiene que ser por eso. La suerte está echada porque hemos permitido que sea alguien de la Rama de Economía sea el encargado de recordarnos que, efectivamente, el Partido Popular, el partido que gobierna, está a punto de enfrentarse a su primera cita electoral interna desde que gobierna, o más bien desde que desgobierna. Y naturalmente, hay que prepararse para la ocasión.

Y qué mejor manera de hacerlo, que con la exhibición propia del boato y el esplendor propio de toda una Reforma del Régimen Fiscal y Tributario. ¡Por Zeus que la ocasión lo merece!
Tal y como sucede con un frac bien planchado, el porte no lo da el traje, sino el saber llevarlo. Y como en tales casos, el portador de la indumentaria raras veces es digno de la misma. De tratarse de un momento normal, tal vez nos apetecería seguir la carta de la adulación, y expresar así nuestro bienestar al respecto de alguien que, creyendo ir vestido con un traje transparente, no es capaz de discernir que en realidad se pasea desnudo por el mundo. Pero como llegados a estas horas mi coeficiente de amabilidad hace rato que se acabó, considero más elegante adoptar la pose propia del Sastrecillo Valiente, y desvelar al Emperador que, muy a nuestro penar, ¡Se está paseando desnudo por las estancias!

Desde semejante perspectiva resulta sencillo, cuando no casi elemental, comprobar cómo la tan a estas alturas ya traída y llevada Reforma Fiscal y Tributaria es más una herramienta de Propaganda a la que como tal ni el propio Goebbles añadiría ni quitaría nada; que una legítima y tal vez loable búsqueda del bien común. Más bien, y tal vez a la sazón, la mencionada ley no acabe sino por acabar revelándose como el catalizador que nos ayude a quitarnos la máscara, esa que nos impide ver, y quién sabe si será también la que saque el tapón de cerumen de nuestros oídos, facultándonos para oír el sonido de los hachas al caer, acabando de manera inexorable por pronosticar el ya de por sí inevitable alzamiento.

Han y por supuesto hemos ido demasiado lejos. La carrera que están a punto de iniciar, bien podría constituirse en la última carrera que emprendamos todos. Una carrera hacia ninguna parte, cuyo único resultado bien pudiera ser que solo tuviera algún interés para tan solo unos pocos…Siendo el resto por ende integrantes del equipo de los prescindibles.

A partir de ahí, y por supuesto de la interpretación de las múltiples conclusiones que son abordables, solo una parece ser a ciencia cierta la cuestión competente para integrar en sí misma a todas las demás.

¿DE VERDAD VAMOS A VOLVER A PERMITIR QUE SE SIENTAN EN DISPOSICIÓN DE TOMARNOS EL PELO?


Luis Jonás VEGAS VELASCO,

jueves, 19 de junio de 2014

ESTA NOCHE HA LLOVIDO, MAÑANA SIN DUDA HABRÁ DE HABER BARRO.

Me despierto sobrecogido, ante los sin duda malos presagios desde los que se ha arbitrado el proceso de entronización del que a estas alturas es ya Felipe VI…Y no me estoy refiriendo al disgusto que ayer nos dio Chile.

Tal y como suele ocurrir en estos casos, el despertar del sueño, de la ficción, vienen a ser tan terrible, como sin duda sobrecogedor. La intensidad del trenzado desde el que se ha llevado a cabo la elaboración de esta alfombra mágica con la que sin duda podemos comparar el proceso que ha venido a consolidar no tanto una forma de gobierno, como sí más bien una manera de sobrevivir a la propia Idea de España, ha acabado dando lugar a una realidad por sí misma tan compleja, que lejos de suponer respuesta por sí misma, ha terminado dando lugar a su propio catálogo de preguntas.

Y por otro lado, como componente, que no como instrumento específico de la aberración, el tiempo.
El tiempo catalizador. El tiempo ladrón. El tiempo anestesista…En definitiva el tiempo como quién sabe si última advocación de un proceso, el destinado a consolidar la propia España, que se muestra pernicioso para consigo mismo, dando paso a aberraciones tales como las que se observan cuando su mero transcurrir parece servir para consolidar la trascendencia de algunos de los episodios a los que, al menos en apariencia, debería de acotar.

El tiempo catalizador. O al menos estabilizador, encaminado no obstante a hacer más digeribles píldoras como las que se hacen patentes cuando escuchas hasta el final, si no te la cortan, la fórmula desde la que su padre, el ya abdicado, y a pesar de todo parece que sigue siendo Rey; juró la Constitución. (…) y mostrarme fiel a las consideraciones del Movimiento Nacional.

El tiempo ladrón. Ladrón de muchas verdades, a la paz que creador activo o en pasiva de muchas medias verdades. Algunas de las cuales han llevado a muchos de los integrantes de la generación que no pudo votar la Constitución, a creer con mayor o menor firmeza que, efectivamente, Libertad, España y Democracia son un compendio a todas luces Incomprensible si no le atribuimos un papel primordial al Monarca saliente.

Y por último, aunque no por ello menos importante, el tiempo como anestesista. Un anestesista que en este caso muestra su indudable profesionalidad en la medida en que dirige sus artes no contra la generación ni-ni; sino que más bien lo hace contra esa otra generación que entrado 1975 ya sabía bien lo que se hacía. Una generación que tal vez por ello, necesita verdaderamente de ayudas externas, toda vez que el fervor patrio bien puede resultar insuficiente a la hora de hacer digerible algunas de las píldoras que insisto, muchos hubieron de tragarse a la hora de hacer comprensible el juramento de lealtad al Movimiento, con los ardides que sin duda hubieron de desarrollarse de cara a hacer primero creíble, y luego soportable, la idea de una España nuevamente regida no tanto por un Caudillo, como sí por un Monarca.
Recupero en el centenario a Julián Marías, para traer a colación una de sus grandes génesis a la hora no de entender, cuando si de presagiar a España. Y acudo pues a aquélla que afirma que una Nación tan grande, es difícil o casi imposible de comprender, por ello ha de bastar con intuirla.
Aplicando tal desarrollo, podemos fácilmente amachambrar el pensamiento por el cual España, y por ende los españolitos, somos un país que, en el colmo de la complejidad, hemos de acudir a los esquemas como forma de comprensión.
Es así España un país de símbolos y…¿Qué mejor símbolo que un Rey?

Para cualquiera que me discuta lo de los símbolos, vaya por delante la constatación de una certeza. ¿A alguien se le puede ocurrir mayor apuesta por el simbolismo que aquélla que pasa por la consolidación de una Monarquía Parlamentaria? Si lo miramos con detenimiento, parece el resultado de una broma macabra. ¿Qué cara se le quedó al BORBÓN cuando, una vez asumidos tanto el sacrificio como las responsabilidades sin duda a éste coaligadas, le dicen que de ejercer a lo Fernando VII..nada de nada?
La frase que mejor resume tal consideración nos suena, en su versión directa, a todos: “El Rey reina, pero no gobierna.”
Sinceramente, me resulta casi comprensible que, en mitad de un arrebato propio de tal consideración, bien pudiera pasar por su regia cabeza alguna idea propia de un absolutista.

Pero lejos de seguir elucubrando, me resulta más apetecible, y a la sazón más constructivo, traer a colación la constatación del hecho que sinceramente, más me ha cabreado. El que pasa por asumir de manera incuestionable la cadena de acontecimientos que vienen a decir que sin Monarca, el actual estado de las cosas, vendría a ser poco menos que imposible de entender.
Tal es el grado de enajenación al que hay que acudir para configurar de manera exitosa los aspectos que den lugar al espacio ansiado para ello; que lejos de confrontar las tesis manifestadas, acabamos más bien no solo por asumirlas, sino que incluso las reforzamos.
Así España, lejos de ser un país simbólicamente Monárquico, acaba por convertirse en algo sencillamente Juancarlista.
Así, y solo así, el tupido entramado que en los últimos días unos y otros se han empeñado en consolidar, en pos de urgir unas realidades, y con serios esfuerzos para tapar otras; se complica hasta límites poco menos que insospechados al dotar al Rey que abandona de unos poderes cuasi mágicos, en base a los cuales, condiciones imponderables tales como el logro de una Transición, o incluso la constatación del que ha sido sin duda uno de los periodos de ausencia de guerra más largos de cuantos ha logrado España, pasan a constituirse como parte del legado no de la propia España, como sí más bien del Monarca, en tanto que tal.

De esta manera, tendemos a consolidar el que a todas luces es un peligroso escenario toda vez que por una parte monopoliza en una sola persona todas las atribuciones de aquello que en los últimos años ha caracterizado el acervo que nos permite sentirnos orgullosos de ser españoles, a la vez que pone al país en la a todas luces difícil posición de asumir que todo, tanto lo bueno como lo malo, ha dependido del albedrío de una sola persona.
Venenosa es entonces la manzana que en forma de Corona Heredada recibe Felipe VI.

¿Habremos pues de empezar a contar hoy hacia atrás, en vez de hacia delante?



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

jueves, 12 de junio de 2014

DE CUANDO NADA PERFECTO DURA PARA SIEMPRE, SALVO EN NUESTROS CORAZONES.

¡En ocasiones escucho a muertos! Y no por error, ni por locura. Sencillamente lo hago por necesidad…

Por necesidad de encontrar en el pasado el sentido que no puedo encontrar en el presente. Por la necesidad de albergar la vana esperanza de hallar en el recuerdo la esencia de un pretérito que nos ilumine en la reconstrucción de un presente no por lacónico menos repugnante.
¡Con la convicción de que el recuerdo de algunos espíritus perdidos en la derrota pasada, bien pudieran iluminar el camino en la revolución que, ahora ya sí, se me antoja del todo inevitable!

Porque miro en mi derredor, y lejos de contemplar un paisaje propio de una primavera saliente, cercana al alba; me sorprendo sumido en las escenas mortuorias propias del ocaso que cercena todo viso de esperanza, como habría de ser propio a la entrada de un otoño.

Cadáveres, cadáveres…y como respuesta…hálitos de muerte. La esperanza propia del Gloria de Vivaldi, ha sido sustituida por el lamento imperante en el Lacrimosa de Mozart. Obviamente, ambos son genios. Obviamente, no son comparables.

Ambos son genios, por ende, la acción que les es propia, aquélla desde la que destapan la esencia que sirve para describirlos; ha de estar sin duda impregnada de un magnetismo casi místico. Un magnetismo que sirve para que aquél elegido que tiene la fortuna de presenciar su creación, pueda decir, al contrario de GAGARHIN cuando regresó del primer vuelo orbital tripulado que sí ha visto a Dios, o cuando menos que ha presenciado su obra.

Sea como fuere, la sinfonía que a ambos les es propio crear, ha de estar sin duda revestida con los ribetes y los filos de lo que sin duda es algo grande. Universal, eterno, grandioso, magnifico…vienen a constituir sin lugar a dudas el vademecum desde el que conformar la apología que habría sin duda de describir la genial creación que sin duda sería obrada de nuevo en el hipotético caso de que hoy por hoy, sumidos en nuestra tórrida actualidad, fuésemos capaces de encontrar a dos personas que encarnasen los valores de Mozart, y los de Vivaldi.

Allí, al fondo, veo removerse incómodos a algunos oyentes. ¡Sean por favor libres de expresar sus opiniones con total franqueza! ¿Cómo dicen? ¿Acaso creen que la Música que Mozart y Vivaldi crearon, sería hoy menos genial?
¿Creen acaso que la disposición para recibir de la que un público actual haría gala, desentonaría a la hora de juzgar, y en su caso premiar tales talentos?

Aunque solo sea como muestra de admiración por la osadía demostrada al tener a bien manifestarnos sus consideraciones, creo necesario y así lo hago, detenernos unos instantes en sus amables observaciones.
Hagámoslo pues, por partes, no necesariamente como lo hubiera aconsejado Jack “El Destripador”, cuando sí más bien como lo señala Descartes.
Procediendo con el análisis, de sus palabras podemos deducir que, efectivamente, la genialidad de la Música compuesta por los genios habría de ser, por su mera condición de genialidad, absolutamente valiosa, incluso en los tiempos que corren. Sin embargo, resulta difícil encontrar hoy por hoy no ya un público adecuado para tales audiciones, cuando sí incluso parece a la postre más difícil hallar un espacio escenográfico popular, que se encuentre a la altura de tamaña representación.
Y si ya los tiempos y las infraestructuras suponen un hándicap, ¿Qué decir del público?
¿Alguien ubica hoy a Mozart o a Vivaldi fuera de una Misa, o de una celebración ligada por ejemplo a la santificación de un matrimonio, respectivamente?

Llegados a tal extremo, la realidad contemporánea adquiere relevancia casi por sí misma: Si la obra genial de sendos genios es reconocida temporalmente como obsoleta, habiendo de quedar su exhibición al amparo de momentos que las conviertan en temporalmente adecuados, y sometidas por ende al rigor de las opiniones de personas válidamente cualificadas…¿Por qué cuestiones a título proporcional, pero a la sazón mucho más importantes, como puede ser el caso de una Carta Magna redactada hace más de treinta y cinco años, no son testigos de un juicio igualmente destinado a conciliar su valía ante una cuestión tan elemental como es la de constatar el impacto que sobre la misma haya surtido el mero paso del tiempo.

Si nos detenemos unos instantes para reflexionar, veremos que el escenario que nos desvela la comparación no es ni desacertado, ni descontextualizado.
En ambos casos, hablamos de ingentes creaciones obradas por hombres cuya visión de futuro nos lleva a reconocer que hoy, muchos años después de la fecha en la que fueron concebidas, siguen emocionándonos, cuando no abiertamente influyendo en nuestra vida.

Como amante sincero, y en cierta medida como conocedor de la obra, puedo afirmar que tanto Mozart como Vivaldi, de haber estado inmersos en la atmósfera consuetudinaria que nos es propia, sin duda hubieran puesto su talento al servicio de la Humanidad creando como resultado obras total y absolutamente distintas. Ambos serían, de haber consolidado su creación en un tiempo como el nuestro, responsables de un catálogo musical completa y absolutamente distinto al que conforma su Opus. Las causas son evidentes: El contexto es diferente, las voluntades de los receptores son igualmente, distintas.
En cualquier caso, no dudo un instante a la hora de afirmar que, fuese cual fuese el contenido formal de las obras que potencialmente pudieran llegar a ser creadas, la genialidad que embarga a ambos creadores vendría a actuar como nexo conductor, generando sin duda la atmósfera destinada a reconocer al genio, sea cual sea el momento o el lugar en el que desarrolla sus pasos.

Llegados a semejantes extremos, y una vez que aceptamos que el éxito de una obra no depende solo de sus ingredientes, cuando sí incluso hoy por hoy en mayor medida del contexto que la alberga…Hemos sin duda de concluir que parece a todas luces demasiado exigente, cuando no abiertamente kafkiano, el esfuerzo  desentrañado por nuestros dirigentes a la hora de consolidarnos en torno a una realidad que pasa no tanto por hacernos comulgar con ruedas de molino, como sí más bien con pretender que accedamos a confinar sin más nuestro deseo de soñar, asumiendo como propia lo que no es más que una cárcel para pensamientos y voluntades, con forma de Constitución de 1978.

Así, en una época en la que lo que prima de manera coherente al respecto de los modos conductuales, no es sino el reguetón y la kumbia; nadie va  a cuestionar la valía estructural del Gloria, o del Kirye. Simplemente será necesaria la implementación de un modelo destinado a hacer comprender que, sin ánimo ni pretensión restrictiva, simplemente se trata de factores que no son comparables en la misma escala técnica, ni por supuesto semántica.

Basta un ligero vistazo a nuestro alrededor, sobre todo en lo concerniente a nuestra realidad temporal más cercana, para comprobar que una vez los componentes objetivos han sido superados, lo único que nos queda es la pasión. Y con la pasión no solo no ha de jugarse, sino que de hacerlo, ha de ser teniendo muy claro no solo que no sigue los mismos preceptos ni prácticos ni razonables que cabría esperarse de una conducta racional;  más bien al contrario, lo que a la pasión le es propio, lo que puede ser incluso razonable, pasa imperiosamente por la concatenación para nada armoniosa de una serie de preceptos que como los compuestos inestables, se muestra rápidamente propensa a la reacción química de carácter explosivo.

A partir de ahí, nos encontraremos con la paradoja de vernos obligados a tratar de entender, con el fin de poder llegarlo a explicar, la manera mediante la que combinando elementos aparentemente tranquilos, la mala praxis del químico ha terminado por provocar una explosión a todas luces incontrolable.

Y llegado ese momento, ni la más brillante de las composiciones servirá para amansar a las fieras.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

jueves, 5 de junio de 2014

DEL SANEDRÍN, A BLADE RUNNER, PASANDO POR LOS BABYSAURIOS.

Resulta de gran interés, tanto a nivel ético, como por supuesto moral, aprovechar las escasas ocasiones que la vida te da para vivir acontecimientos de los denominados históricos, y comprobar así el porqué de tal caracterización.
Inmersos como estamos en un devenir en el que tumultuoso es sin duda uno de los escasos apelativos capaces no tanto de describir con precisión el ambiente, cuando sí más bien de aproximarnos al mismo de la manera menos chocante; lo cierto es que una vez que la excusa del permanente transitar ha quedado desasistida, algunos habíamos pecado de ingenuos una vez más, al cubrir con alfombras de esperanza el camino que ante nosotros escenificaba la que se nos antojaba como más que evidente nueva Transición.

Y ha tenido que ser entonces, de una manera grotesca, cuando las palabras pronunciadas por la Srta. TALEGÓN han venido no ya a adquirir plena vigencia, sino más bien a ilustrar el proceso mediante el cual, podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos que, efectivamente, no solo nos están usurpando el derecho a un referéndum, nos están escamoteando el derecho a celebrar nuestro encuentro con la Historia.

A través de mensajes impresos con la tinta más rancia de cuantas les es posible atesorar, este nuevo Sanedrín, erigido a partir no ya de sabios y doctos, sino más bien de cantamañanas (aunque solo sea porque madrugan para participar en tertulias de incontable pelaje), se desgañitan a su manera, es decir siempre mediante el desarrollo de una impronta formal incuestionable, buscando quién sabe si el apoyo del viejo lema sofista: “No tiene ni idea de lo que dice, pero ¡hay que ver cómo habla¡
Y es así que, a través de tan miserable proceder y trastienda, que estos nuevos Sacerdotes, carentes de la ni tan siquiera capacidad de amedrentar que promovía el docto Caifás; se apropian la por si adulante capacidad de dictar, como aquél, lo que está bien, y lo que no, acudiendo de nuevo al supuesto Texto de la Ley.
“Que nadie pueda reprocharos mala conducta por no obedecer con diligencia los preceptos de las leyes terrenales” Así se manifiesta Jesús según Marcos en su Evangelio. ¿Cabe así pues pensar que el deber del Hombre pasa por actuar también de manera coherente para con los momentos que le son contemporáneos?

En el caso de acceder de manera afirmativa a tamaña consideración, extraeremos sin demasiada confusión la inexorable necesidad de actuar para con los asuntos terrenales que en cada caso sean propios de cada tiempo.
Desde semejante tesitura, parece pues inaudito no ya que los nuevos fariseos se apropien de la verdad, sino que aquello que resulta si cabe más incomprensible pasa por que, verdaderamente piensen que el resurgir de argumentaciones fosilizadas, y a la sazón lacónicas, hayan de resultar efectivas a la hora de reforzar un discurso obsoleto, por manido.

En esencia, y por no aburrir, podemos decir que en este caso la Prueba de las Aguas Amargas ha resultado negativa. La Razón, disolución demasiado cáustica.
Una vez circunscrito el rango de acción a partir del cual las actuaciones del Nuevo Sanedrín resultan del todo estériles, nos vemos en la imperiosa necesidad de analizar siquiera someramente los procederes y logros a los que El Pueblo ha tenido acceso una vez la polvareda levantada por la revolución de acontecimientos, se ha disipado.

Desde la convicción de saber que Democracia ha de ser mucho más que un concepto, lo que a la sazón se traduce en asumir que su uso no la desgasta, como por el contrario parece deducirse del uso y costumbre que gastan los que se empeñan en consolidar la tesis de que ahora no es el momento; es por lo que de manera directamente proporcional crece la certeza según la cual no solo ahora es el momento, sino que mañana bien pudiera ser tarde.
Inmersos como estamos en la vorágine brutal propia de un momento histórico, pocos son los que se manifiestan activamente contra esta nueva muestra de política basada en los hechos consumados desde la que nos están pilotando un proceso que, si de verdad estuviera tan “atado y bien atado”, no tendría tan desquiciado a unos, y a otros.
La cuestión es, no obstante, bastante simple: Si todo está tan claro al respecto de conductas y procesos para con la Sucesión, ¿A qué se debe el que, por ejemplo, haya que reunir de urgencia al Consejo de Ministros para redactar la Ley que regule ése mismo proceso.

No se trata obviamente de perdernos en melindres. Se trata más bien, de dejar claro que precisamente hay multitud de cosas que no están claras y, como todos sabemos, el demonio descansa en los detalles.

Es así que, una vez comprobamos la presencia de tales demonios no tanto en algunas de las personas que ejercen, o en el peor de los casos aspiran a ejercer, el poder terrenal; que tales ansias convergen en pos del sometimiento a la falacia de cuestiones que otrora resultasen cuando no estructurales, sí al menos incontestables.
“El PSOE es republicano en su esencia, si bien el pacto del 78 me lleva a abogar firmemente por el mantenimiento del Sistema que nos dimos en la Transición.”
Esta declaración, proferida que no inferida, por D, Alfredo PÉREZ RUBALCABA, no como en otras ocasiones a título personal, sino en pleno dominio de su consideración como Sec. Gral, del PSOE (eso sí, saliente), ilustran sobradamente no ya el hastío y la abulia desde la que se puede inferir sin ánimo ni sonrojo el estado en el que se encuentra no ya la voluntad popular, como sí incluso aquélla que habría de ser determinante en este momento, en tanto que venir integrada por las denominadas fuerzas vivas, esto es, las que de manera ordenada, y perfectamente identificada, quedan conformadas en tanto que militantes, dentro de las líneas hermenéuticas que a priori habrían de consolidarse como las responsables de desarrollar en forma de políticas activas, los conceptos que hasta este momento forman parte tan solo de teorías que hasta ayer no hacían sino engrosar dietarios y viejos libros de Historia, muchos de los cuales eran considerados y por ende tratados como propios de locos revolucionarios.

Pero señores, el momento ha llegado. Lejos de manifestar aquí ninguna voluntad destinada a inflamar los ánimos mediante soflamas, lo cierto es que entre llamar a la revolución, y promover la apatía, existe sin lugar a dudas un término medio. La virtud, elemento catecúmeno destinado sin duda a transitar por ese camino, nos lleva de manera franca e inexorable a poner sobre la mesa la cuestión inigualable en base a la cual tan solo una exigencia puede hacérseles a los que se identifican como agentes activos en esta ocasión histórica. Han de ser personas valientes, dispuestas a asumir los riesgos, y convencidas a todos los niveles de hallarse en una disposición ética lo suficientemente arraigada como para poder pedir al resto de actuantes una responsabilidad que bien pueda resumirse en el poder exigir al resto de integrantes cuando menos la puesta en práctica de un debate encaminado en contra de lo que algunos dicen no tanto a empezar la casa por el tejado, como sí más bien a enfrentar a todo el mundo con la nueva realidad, una realidad que pasa por el hecho de que muchos, cada vez más, somos los que pensamos que no podemos seguir siendo convidados de piedra en una obra de teatro cuyo guión se escribió en una época en la que más del 65% de nosotros teníamos nuestras facultades limitadas a poco más que respirar y comer.

Por todo ello, y convencidos de que el Sanedrín seguirá erre que erre con su arenga basada en poco más que la farfulla; no es menos cierto que igualmente reprochable habrá de ser la acción, o por ser más preciso la ausencia de acción de aquéllos que, teniendo esto claro, hagan del silencio su impronta.

No podemos pues y a la sazón en definitiva, permitir que la ilusión que prometen estos sin duda tiempos de crisis, se vea salpicada por las pavesas procedentes (no como en 1931 de la quema de Madrid), cuando sí más bien de la por otro lado potencial amenaza que construye el discurso de los que de verdad se creen capacitados para hurtarnos, una vez más, nuestro derecho.

Que la resignación no suponga el alimento de la frustración.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.