jueves, 30 de junio de 2011

CUANDO GOBERNAR SE CONVIERTE EN EJERCICIO DE NEUROSIS, O DE CUANDO HA LLEGADO EL MOMENTO DE “HACÉRSELO MIRAR”


Duro, muy duro, ha de resultar sin duda comprobar cómo, después de insufribles penurias, de incontables calamidades, la verdad que esperabas encontrar al otro lado de aquella cumbre a cuya cima te has enfrentado; la verdad con la que estabas seguro te reunirías una vez superado el último escollo, no sólo no está donde tú esperabas. Y no porque no haya tenido paciencia para esperarte, como le pasó a Mallory, cuya tristeza se cobró su vida en aquél descenso. O como también hubiera podido descubrirnos Scotth de haber sobrevivido de su retorno de la frustrada carrera que contra la climatología y contra Amundsen habían emprendido a todo lo largo de la Antártida.

El precio, el coste moral de ciertas empresas, es algo que solo conocen aquellos que una vez las emprendieron. Y tal y como el tiempo ha demostrado, ese es un conocimiento que con ellos tiende a morir dado que casi es del todo imposible que sus protagonistas encuentren las palabras adecuadas para explicárnoslo a aquellos que deseamos ser partícipes de ellos; siendo otras veces la imposibilidad manifiesta que para encontrar coetáneos que quieran conocer los hechos la que se postula como insalvable.

Y si no es esa, sin duda ha de tratarse de una muy parecida, la sensación que a lo largo de todo el día haya presidido el estado de ánimo del ya desde hoy yaciente Presidente del Gobierno de España, en el que ya de manera inferida se trata de su último Debate sobre el Estado de la Nación. ¿Cuál es el pensamiento que ha de encontrarse presente a lo largo de estas dos últimas jornadas en la mente de aquél que, a modo de secreto mártir cuando no sacrificado mesías, se enfrenta a la última de sus grandes pruebas?

A estas alturas, no sabemos ya cual será la lista de afrentas, así como el orden de las mismas que, a lo largo de los próximos días, encabecen el catálogo de penurias y dislates del que sin duda se ha hecho acreedor. Qué duda cabe de que las acusaciones francas y manifiestas que desde las bancadas de la izquierda se han escuchado, no hacen sino manifestar aquello que muchos pensamos. Sin embargo, mucho más dolorosos sin duda alguna han tenido que ser los silencios que, a modo de desplante, se han hecho patentes desde los de la Derecha.

El silencio es sinónimo de desprecio, salvo cuando procede del que sabe, y está dirigido, a modo de velado respeto, al Común al que se le concede una última ocasión para que rectifique, o para que al menos sea consciente de que no sabe que no sabe. Mas en este caso, creo sinceramente que la cosa no va por ahí. De verdad considero que el tiempo en el que cabía la aceptación de la reprimenda constituyente ya ha pasado, dejando en su lugar el agrio recuerdo que en el ánimo del amante deja la ocasión no cumplida, o peor aún que en la sinrazón en la que a veces se convierte la locura de gobernar, manifiesta la incapacidad para hacerlo conforme a los cánones establecidos para ello.

Y cuando se gobierna de manera diferente a aquella que ha de imperar en los cánones bajo los que optó al Gobierno, o lo que es peor aún, si uno todavía hace gala de haber menoscabado los principios de aquellas siglas bajo cuyo amparo se presentó para gobernar, es cuando uno se encuentra en condiciones de pedir por favor que le devuelvan su voto.

El reconocimiento llevado a cabo por el Sr. Presidente del Gobierno en la tarde de hoy, según el cual más o menos ha venido a decir que su Gobierno ha hecho política de izquierda mientras la circunstancias lo han hecho posible, supone el reconocimiento implícito de que, en algunas ocasiones, existen máximas que hacen del todo imposible la puesta en práctica de un Gobierno de Izquierdas. Y esa, es una afirmación que no estoy dispuesto a aceptar. Y no estoy dispuesto a aceptarlo porque, de hacerlo, estaría mostrando mi aquiescencia para con frases hechas del tipo de las conocidas “la Izquierda dilapida en política social la riqueza que la Derecha produce”. U otras peores tales como “la Izquierda puede darse el lujo de gobernar con los beneficios que la gestión de la Derecha le deja.”

Siempre hay una forma de gobernar conforme a los criterios que un Gobierno de Izquierdas consideraría coherentes. Que usted como Presidente del Gobierno me diga que, dadas las circunstancias, no puede mostrarse consistente con ello, es algo que se resume en una realidad muy sencilla. Las circunstancias que determinan el funcionamiento de este circo de tres pistas en el que se ha convertido el mundo, no parecen recomendarle a nadie, ni a usted siquiera, tomar medidas en el sentido que le reclamo.

Sin embargo, lejos de cuestionarle tal hecho, si que me permito una observación. Una de las múltiples diferencias entre usted y yo, estriba en que allí donde yo puedo seguir arguyendo mi utopía como forma de enfrentarme al mundo, como forma de ejercer mi libertad; es precisamente donde usted tiene que argumentar su responsabilidad como manera de ejercer para con sus obligaciones.

Pero como todas las libertades, incluso la suya, acaba donde empieza la de otros ciudadanos, por el ejemplo yo, es por lo que en el ejercicio de esa libertad yo le pido que me devuelva mi voto. A mí, y a los millones de votantes que confiamos no tanto en usted como en aquel proyecto que por entonces lideraba, y que tenía como denominador común la convicción de que los ideales de la Izquierda podían en realidad ser válidos para construir una idea de país.

Usted ha demostrado no creer en eso, y lo ha hecho de la manera más dramática. Pasándose al enemigo. Le ha hecho el juego a la Derecha. Se ha vestido de Aprendiz de Brujo. Ha coqueteado con el mal, y ahora ese mal le devuelve su verdadera cara.

Señor Presidente, si no es capaz de hacer frente a la exigencia con la que los millones de votantes le impulsamos hasta su actual estado, y que no era otra que la de afrontar el mundo con la visión de la Izquierda; haga lo último loable que le queda por hacer, deje el paso a esos que son ya sus adalides cuando no sus modelos para la nueva realidad. Apártese con decencia, deje el paso a la Derecha que viene, y, como Asimov dejó dicho, preparémonos desde hoy para minimizar en lo posible una crisis que, de no tomar desde ya las medidas necesarias, se prolongará en sus efectos durante miles de años.

Luis Jonás VEGAS VELASCO

junio de 2011.

jueves, 23 de junio de 2011

EL TREN DE LOS MOMENTOS, AQUELLO QUE PASA UNA VEZ EN LA VIDA, Y CUYAS REPERCUSIONES PUEDEN DURAR VARIAS GENERACIONES.


Primero ignóralos, luego atácalos, cuando definitivamente sea tarde, mira a ver como recompones tus líneas. En torno a estos parámetros deben moverse, sin duda, los actuales designios, por no decir las pretensiones futuras, de muchos de esos que, a día de hoy, se han convertido en lo que ellos mismos se han dado en denominar clase política de este País.

El hecho, en sí mismo, bien pudiera no tener mayor importancia, si no fuera porque como todos ustedes saben, ellos mismos como tal, o en grupo, se han convertido en el tercer mayor problema al que debe hacer frente la ciudadanía cada mañana. Esto no es un hecho subjetivo, o que esté sometido a la opinión. Es una realidad conforme a lo que llevan desgranando desde hace meses algunas de las más importantes estructuras de opinión no sólo de este país, alguna de ellas incluso, o tal vez a pesar de ello, sujetas por la larga correa que el mismo Papa Estado, ha decidido crear.

Y ahí es donde reside de entrada una de las causas, si no la fundamental, que ha ayudado no ya a promover este hecho, sino que a mi entender lo ha catapultado al estrellato en el ránking de Estructuras de Poder, me refiero a la mera necesidad de que exista, definido en semejantes términos, la propia figura de Papá Estado. Y que a nadie se le ocurra, o que nadie espere, que a partir de esta línea me dedique a disertar sobre la Anarquía, o peor aún, sobre la Acracia. Quien espere eso está sencillamente equivocado. Sencillamente creo que este es un momento tan bueno como cualquier otro para cuestionar desde dentro, que es de donde han de surgir las criticas verdaderamente constructivas, algunos de los aspectos en cuya degeneración se encuentran los polvos que nos han traído a los lodos que nos rodean actualmente, los cuales amenazan ya si con colarse no por la ventana, sino por la chimenea.

Que una de las mejores definiciones de la Democracia la dio un inglés a mediados del pasado siglo, es una obviedad: La Democracia no es el mejor sistema de Gobierno a los que podemos optar. Sencillamente es el menos malo de los que nos podemos dar. Esa afirmación encierra una circunstancia maravillosa que, a base de ser dada por supuesta, ha caído en el olvido. El Gobierno es algo que el pueblo se da a si mismo. Y una de las mejores formas que tiene de hacerlo es cediendo armónicamente algunas de las condiciones que como Ser Humano tiene, en base a los criterios de un grupo de iguales que deciden aceptarlo, aunarlos, y en definitiva estructurar con ellos la unidad básica, a saber el Estado, que abogará por definición en pos del bien común.

Esta obviedad se llama Justicia basada en el bien representativo. Articula nada más, aunque hoy en día cabría decir nada menos, que la piedra angular de nuestro Sistema de Gobierno, y ha sido sin duda la primera víctima de esta escalada de violencia e impunidad que contra nuestras libertades de acción y decisión se están dando en los últimos tiempos.

La Clase Política nos insulta, a diario, nos falta al respeto. Juega con nosotros a un peligroso juego al que han jugado durante generaciones aquellos que, desde la época del Imperio Romano, hasta la Clase Victoriana, pasando en España por las peculiaridades de la cuestión militar, se basa en la puesta en práctica de un recurso tan viejo como los tiempos, a saber esconder en la vergüenza de la pregunta la postergación del desconocimiento; y hacer de la ilusión de lo obvio el justificante de los dislates. Me estoy refiriendo que nadie lo dude al hecho innegable en tanto pilar fundamental que reza algo así como que el Poder recae siempre en el ejercicio del pueblo.

Juraría que eso lo he leído en alguna parte. Seguro que si se esfuerzan un poco ustedes podrán ayudarme a la hora de recordar dónde. ¡Sí ya está¡ Efectivamente, lo pone en la Constitución. Ya saben, ese libro que al igual que las Sagradas todos tenemos en casa, y que nuevamente al igual que en el caso de la Biblia todos afirmamos haber leído, aunque en este caso, y en contraposición a lo que verdaderamente ocurre cuando lees la Biblia, sí que te sorprende de verdad el hecho de que en realidad sea menos duro y engorroso de lo que a priori pensabas.

Y aquí es donde, de manera netamente velada, e de introducir mi crítica, o debería decir mi autocrítica, en tanto que soy miembro activo de esa sociedad somnolienta en tanto que presa del autobombo, que de verdad sigue creyendo que vivir bajo los designios a veces opresivos de una Carta Magna que tiene más de treinta años, es algo que sigue mereciendo la consideración de progresista.

Todo lo demás es Aristocracia, por definición el gobierno de los mejores, y a día de hoy pocos son los que creo con justicia pueden optar a semejante consideración. Y a lo mejor es que eso es, en realidad lo que deseamos todos, en lo más profundo de nosotros. Ya sabéis, en ese lugar donde guardamos las cosas de las que no charlamos con los amigos. Esas cosas que nos llevan a renunciar a diario a una parte de nuestros derechos, si con ello nos vemos librados aunque sea sólo en una pequeña parte de nuestras obligaciones. Sin caer en romanticismos citaré a Julián MARÏAS cuando afirma que actualmente cuesta reconocer a un español. Sin duda es más sencillo hacerlo en el siglo XVI, cuando un castellano no dudaba en dejarse la vida en pos del honor de una Dama. O incluso en aquellos del Siglo XIX que aún te citaban a duelo junto a la tapia de un cementerio para lavar la consigna dolorida de aquella camarera a la que pese a no conocer, sentían como propia en la necesidad de restituir en su honor.

Hoy ni tan siquiera nos sentimos con deber de conocer el nombre de quien cada mañana nos pone el café.

Y hablando de tapias de cementerio, de duelos, y porqué no de espadas, me siento en la obligación de traer a colación el juego sucio que, algunos bandidos de la pluma se traen entre manos cuando se trata de usar esta como si de una espada o estilete se tratara. Dirigido a aquellos que firman la contraportada de algunos diarios que se escrituran la verdad, hoy en día la Razón, a su nombre; o a aquellos otros que consideran el País como algo exiguo para ellos, de ahí que hagan de El Mundo su frontera, conviene llegados a este extremo llevar a cabo una serie de apreciaciones nunca lo suficientemente consideradas.

La diferencia entre dar muerte a traición, y darla de forma honrosa mediante duelo, pasa necesariamente por el tipo de arma que se usa. A saber, el uso del estilete es más propio de la traición, mientras que la espada es sinónimo de duelo. Hilando más suave, y sin caer en el Pozo de Raúl, a saber el de las lamentaciones plañideras, otro matiz diferenciador es el que se marca cuando eligiendo sable, el duelo se detiene una vez inflingida en el rival la primera sangre. Si por el contrario vamos a espada, nada, solo la muerte puede parar la justa. Y ahí es donde se ve el valor, a la hora de apretar el acero contra el pecho del vencido. Porque como en la verdad de casi todos los hechos, el honor no se muestra en la pena de la derrota, sino que su dificultad estriba en saber canalizar las ansias de la victoria.

Por eso, llegados ya a estos extremos de sinrazón, asumamos todos las consecuencias de nuestros actos, recuperemos el tiempo perdido, aunque solo sea para exigir algunos aquello de lo que nos vimos injustamente privados; a la par que otros ven caer sobre ellos el peso de las consecuencias de sus actos, o de la omisión de estos.

La calle es y ha sido siempre el escenario perfecto. Es el altavoz de aquél al que no se le quiere oír, el escenario del pobre cuya representación de la vida no es agradable a los ojos de un público que a base de dogma, ha sucumbido a los efluvios del aparente bienestar.

Esperemos que queden asientos libres en el tren.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

jueves, 16 de junio de 2011

DEL MAYOR ARDID DEL DEMONIO, LA JUSTIFICACIÓN DE LA IGNORANCIA HUMANA.


Para pleno conocimiento y posterior cumplimiento del Común:

Mirad vosotros que yo, Nicolás Eymerich, Inquisidor Mayor de Aragón, de Rango Múltiple en tanto que así reconocido por su Excelencia el Sumo Pontífice de Roma; vengo de nuevo, a poner de manifiesto algunas de aquellas cosas que, si bien ya han sido comentadas y reseñadas en las incontables calendas que redundan de mi época; no es menos cierto que su incumplimiento, bien por incompetencia, cuando no por mera dejadez, hacen más que necesaria de nuevo la reflexión fría, de este que de nuevo os saluda y habla.

Una vez ha quedado claro, además de ser así aceptado, que uno de los hechos inherentes al paso del tiempo es la repetición de hechos con sorprendente precisión que se da en eso que ha quedado en ser denominado como Historia; no es sino tanto o más acertado, llegado este momento, el precisar con más cuidado si cabe en otro de los episodios que más concurre igualmente. El de la comisión de errores.

Tal y como cuentan las Crónicas, esto es está escrito, luego forma parte de nuestro acervo, impidiendo con ello que aquél que alegue ignorancia al respecto deba ser contestado con la humillación que se profesa al que, teniendo cama decide dormir en el suelo; ya en los tiempos de la caída del Imperio Romano, cuando la amenaza Bárbara no hacía sino ocultar otros hechos de mayor calado, de los que se puede entresacar sin demasiado esfuerzo los protagonizados por las clases gobernantes, y que pueden enumerarse como los propios de la corrupción política, la cual en esos tiempos ya discurría por la apropiación indebida, la malversación de fondos, y por supuesto, la prevaricación administrativa, delito este de cuya existencia histórica no podemos dudar en tanto que su definición así como su propio nombre siguen siendo los mismos desde el Derecho Romano; nos llevan en definitiva a exponer certeramente el que a la postre constituirá hoy nuestro primer argumento: La Crisis no es en sí misma un hecho específico de época o sistema político determinado, de lo que se puede inducir que la única certeza plausible a la hora de certificar su sempiterna presencia en todo Sistema Político, ha de ser atribuida a la única certeza que aparece como denominador común en todos los episodios analizados, a saber, la ineludible presencia del Ser Humano.

Mas hoy no debemos permitir que la Crisis en sí misma limite nuestra capacidad de análisis. El objeto de nuestra encíclica de hoy se haya delimitado por la crítica directa a los métodos que se están eligiendo para hacerle frente. Así, acudiendo de nuevo a la Historia, llegado el ocaso del Imperio Romano, cuando el enemigo otomano amenazaba las fronteras orientales, y la serpiente de la corrupción moral asaltaba ya abiertamente los corazones y las mentes de la todopoderosa estructura; los dirigentes, en otra magnifica demostración del apego que los gobernantes pueden llegar a sentir por sus sillones, tomaron una decisión terrible, armar y formar en técnicas propias de las todopoderosas legiones, a aquellos que hasta el momento, y durante todos los años del Imperio no habían sido sino los irreconciliables Bárbaros, las bestias del Norte.

Y las Bestias del Norte cumplieron con su cometido, y lo hicieron bien, limitando en más de lo que cabía preveer las pérdidas del Imperio. Pérdidas estas cuantificables no ya tanto en economía, como en ese otro bien mucho menos tangible, mas incuestionable en el resto de mediciones, cual es el Poder.

Así, la consabida pérdida de los territorios orientales, pareció ser una alienación asumible para el Imperio. Y así pareció entenderse de las decisiones de los gobernantes que, de nuevo, se dirigieron a los Bárbaros para, en este caso, reclamarles la devolución de las atribuciones concedidas. Y ahí fue donde se mascó la tragedia, pues las Bestias no sólo no depusieron los poderes concedidos, sino que, blandiendo de manera expeditiva las armas que les habían proporcionado para certificarlos; continuaron abiertamente su lucha, dirigiendo sus objetivos en este caso hacia aquellos que en un primer momento les habían apadrinado, desarrollando en este caso una más que evidente aptitud para la conquista.

En la actualidad, y tal y como un viejo amigo ya expuso en este mismo lugar, la serpiente se acerca. Una vez más procede de Norte. Y de nuevo, como antaño, se regocija de ver la tranquilidad con la que sus víctimas engordan, en pos de satisfacer luego con más fruición su canalla apetito. Esta serpiente, es la misma que ya en épocas pretéritas tapaba con su cola las boquitas de los niños recién nacidos, mientras era ella quien mamaba de los generosos pechos de aquellas madres que, despertaban agotadas por los horribles sueños que el veneno inoculado les había proporcionado, para convertir luego en pánico su sensación al ver como sus hijos, adelgazaban y adelgazaban sin pausa, por más que ellas amanecían sin leche mañana tras mañana.

Presa del pánico que la Crisis ha promovido, habéis armado a un paladín para que acuda en vuestra ayuda. La Derecha Europea, durmiente desde que saldara las cuentas de sus andanzas por Europa a mediados del siglo pasado, se yergue ahora con su flamante armadura. Su brillo es el propio del que lleva años bruñendo sus metales y afilando sus armas, pero no debemos olvidar que este mismo tiempo es el que llena de ansias de venganza los corazones y las mentes de aquellos que tienen alguna batalla que cobrarse.

Proceden del Norte, como aquellos, y en la actualidad son ya sólo tres los países que se mantienen. Pero seguramente no lo harán por mucho tiempo, porque como todos sabemos, una de las pocas virtudes de las que goza la serpiente, es la de su contumacia, reflejada en su paciencia.

Esperemos que, llegados a este momento, no tengamos que recurrir de nuevo al ardid vulgar de la ignorancia, para negar de nuevo el juicio de la Historia… llegados a este punto…

Recordad, las hogueras vuelven a arder. Su Juicio se acerca, y es inminente.

Nicolás EYMERICH.

jueves, 2 de junio de 2011

EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO. DEL LINO DE JÁTIVA A LA CELULOSA.


Vivimos tiempos complicados donde los haya. La absoluta certeza que aparentemente nos rodea, juega al escondite de manera protocolarizada con el miedo que, cada cierto tiempo, nos da reconocer que, en realidad, nuestra aparente búsqueda de respuestas nos sirve apenas para promover cada vez mayor número de incógnitas.

A lomos de nuestro nuevo caballo, nos lanzamos al galope desenfrenado por la pradera aparentemente despejada que nos brinda la convicción de que, o bien lo sabemos todo, o en cualquier caso estamos dotados de las herramientas adecuadas que nos permitirán acceder a todos y cada uno de los conocimientos que en cada caso nos resulten útiles, bien porque nos resulten necesarios, criterios éticos; o bien por el contrario porque acercarnos a ellos nos resulte sencillamente atractivo, atendiendo en este caso a un mero sentido estético.

Y es entonces, cuando nuestro cerebro y nuestros sentidos galopan en medio del desenfreno de la autocomplacencia y la gratitud, cuando más difícil se hace comprobar que incluso el cielo tiene puertas. Una vez más, el Ser Humano, o más concretamente su parte histórica, ha de acudir a rendir un antiguo tributo, aquél que precisamente por repetido es no menos cierto; aquel que no por indeseado olvida presentarse. Porque esa es precisamente su esencia. Nos estamos refiriendo precisamente al criterio cíclico de los Grandes Acontecimientos Humanos.

Que la Historia es cíclica, y que aparece jalonada de episodios que, en base a las características específicas de diferenciación temporal y cultural; bien podrían establecer marcos de absoluta repetición; es algo que no sólo está aceptado, sino que incluso el Común parece aceptarlo. En base a ello, la localización de determinados fenómenos, nos permitirían ordenar acontecimientos, llegando incluso, en el caso de una interpretación un tanto optimista de la teoría, a poder estableces canales a partir de los cuales estableces marcos de predicción en los grandes movimientos de pensamiento de la Humanidad.

Aceptando tales canales, y las ya comentadas correcciones de carácter cultural e histórico; podríamos establecer unos patrones en base a los cuales la aparición de determinados acontecimientos ya conocidos en tanto que observados en otras épocas, nos permitirían predecir en la nuestra líneas de pensamiento y actuación.

Llegados a este punto, seguro que a casi nadie se le escapa la certeza o casi la convicción de que nos encontramos en un momento de cierre de ciclo. La Historia que nos rodea confeccionando nuestro presente, se muestra ante nosotros bloqueada, espesa. El progreso, ya sea este científico, tecnológico o mental, permanece en estado latente dormitando desde hace unos pocos años, precisamente los mismos que hace que el Sistema acuñara ese término dantesco que todo lo cubre. Seguro que sabéis de lo que os hablo. De la Crisis.

La Crisis ha dejado de ser económica. O mejor dicho, la crisis lo envolvió todo. La moral, la ética, la política…las relaciones entre padres e hijos. Se adueñó de todo, y lo hizo de manera silenciosa. Entró a hurtadillas en nuestra vida. Primero se sirvió de ese gran Caballo de Troya que fue la autocomplacencia propia de una generación que aparentemente lo tenía todo ganado, a la par que se quedaba sin nada por lo que luchar, sin una motivación por la que seguir moviendo el mundo. Luego se hizo directamente con el control, amparada en este caso en el letargo propio del tedio y la apatía primero, que son las dos emociones que en mayor cantidad se encuentran ahora; y que irreversiblemente conducen al miedo propio de la inseguridad que se manifiesta después.

Y la prueba de lo que digo, se encuentra precisamente en eso, en las ideas, o más concretamente en la forma y los medios que tenemos para expresarlas. A partir de la invención de la Imprenta de Caracteres Móviles, el Ser Humano tuvo a su disposición un medio verdaderamente útil de expresar sus pensamientos. Por primera vez los pensamientos, motores del cambio y de la revolución, no morirían con su autor, sino que perdurarían en el tiempo, fruto de la seguridad que proporciona la convicción que se tiene de saber que lo que se dice es de verdad útil. Por eso, en el Siglo XVII, los libros se imprimen en Lino de Játiva, un material exclusivo, propio de los telares de Valencia, en los que se urde en el más preciso de los sentidos de la palabra, un firme que contendrá con preciosa perfección pensamientos que incluso hoy, siguen siendo útiles. Y lo hace con la seguridad y la prestancia del primer día, conformando con ello una unidad indiferenciable, en la que el libro resultante es tan robusto en términos de composición material, como de contenido ideológico.

Por el contrario hoy nuestra aportación cierta a los catálogos del mundo es de tan baja calidad, que sólo la expresión efímera le hace cierta justicia. El Lino de Játiva, que hacía resistentes a los libros en épocas superiores a los cuatrocientos años, ha sido superada la celulosa, cuya duración no va más allá de los ochenta años en el mejor de los casos; cuando no es directamente presa del mayor de los primores, el de la propia realidad virtual que le confiere este estado, el de mensaje no impreso, que en consecuencia puede morir, si no lo hace abiertamente en el momento en que tú tengas a bien decretar su sentencia apagando esa, como todas las máquinas infernal o cuasi mágica según el uso que la demos.

Decía Aristóteles que la Virtud ha de ser buscada en los términos equilibrados. Por ello, a saber entre las certezas atemporales que nos ofrecieron aquellos cuyos mensajes a largo plazo no supimos o no quisimos entender; y lo adictivo de los efímeros planteamientos de atar perros con longanizas que nos traen estos sobre los que hemos depositado nuestra confianza en forma de mayorías absolutas incontestables, personalmente creo habrá otra forma de hacer las cosas. Mas como ocurre y ha ocurrido a lo largo de la historia, la razón no es en este momento bienvenida a esta casa, una casa en la que ahora ese espacio está ocupado por la complacencia y el escarnio, cuando no abiertamente por la sed que proporciona el querer cobrarte viejas cuentas.

Es por ello que, llegado este momento, habremos de citar de nuevo aunque ahora por última vez al Viejo que custodiaba el puente por el que Zarathustra pasó tantas veces. La primera vez fue premonitoria: “te recuerdo o Zarathustra. Subiste a la montaña arrastrando contigo las cenizas del valle. Ahora recuperas tu sitio en el Valle llevando en los ojos el fuego de la montaña. Recuerda o Zarathustra. ¡a los incendiarios se les condena¡

En esencia y por encima de todo, como dijo Dumas todas las heridas duelen, la última es la que en realidad mata.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.