miércoles, 27 de febrero de 2013

DE CUANDO LA LÓGICA DEL PODER SE MUESTRA NO SÓLO INSUFICIENTE PARA JUSTIFICAR LOS DESMANES…


…Sino que incluso más bien, aparece como la mayor precursora de los mismos. Es entonces, inexorablemente, cuando cualquiera que se precie, y más si cabe un político en tanto que su función es, y lo repetimos una vez más, netamente representativa, ha de considerar llegado su momento de decir adiós. ¡Qué curioso! ¿Podrá ubicarse semejante razonamiento a la base del cataclismo que hoy ha dinamitado la otrora “incuestionable estabilidad del Dogma Católico?

Es la Lógica del Poder, en realidad toda una suerte de procederes encaminados en la mayoría de ocasiones a dotar de cierto viso de autoridad al esperpento que muchas veces se genera cuando la labor de prestidigitación permanente a la que muchos han reducido la actual labor política, no resulta suficiente en esa siempre ardua labor en la que se convierte el necesitar convencer a los demás de toda una suerte de cosas en las que en realidad, ni tan siquiera el agente inductor cree verdaderamente.

Se trata entonces de una cadena de sortilegios. De una sinrazón cuyo espíritu realmente sólo resulta abarcable por medio del ejercicio, del proceder. Por ello resulta determinante acudir a los ejemplos, en pos de la simplicidad.

Puestos ya en situación, podríamos entonces acudir al razonamiento en base al cual, formas de desenvolverse de algunos de nuestros políticos, sobre todo de los que conforman nuestro Gobierno, y sobre todo de cuantas se han desarrollado en los últimos días, son sólo comprensibles desde el perfil por otro lado nada constructivo de que “ha podido darles un tabardillo”, o por el contrario siendo menos rebuscados, o dicho de manera más sutil, acudiendo a los principios de simplicidad recurrente que G. de OCKHANM expone en su teoría filosófica; pueden explicarse mejor aplicando precisamente los preconizados en la mencionada Lógica del Poder.

Es por ejemplo la Lógica del Poder, la que permite a María Dolores de COSPEDAL hacerse el monumental lío del que todos fuimos testigos en el fallido intento de demostrar el correcto proceder del Partido Popular en lo atinente a la gestión del despido del Sr. Bárcenas; y a pesar de ello no verse obligada a dimitir (se vio que aquí sólo se siente obligado a dimitir el Papa.)
Es, igualmente, la Lógica del Poder la que lleva a la Sra. Chacón a verse envuelta en un magnífico embrollo propio de aquél que pone una vela a Dios, y otra al Diablo, y espera cínicamente a no quemarse.

Es con ello que la Lógica del Poder, integra todo el catálogo de desmanes, sinrazones, atajos y desvaríos que en ocasiones componen el corolario al que muchos de los miembros de nuestra Casta Política, acuden prestos cada vez que el Sentido Común, (con mucho el menos común de los sentidos,) no resulta suficiente a la hora de justificar sus continuos menoscabos a la integridad de la muchas veces afectada sin piedad Lógica Real, esto es, la que preconizaban los griegos hace dos mil trescientos años.

Resulta así que, ciñéndonos con rigor a los consabidos preceptos del Método Hipotético-Deductivo, podremos sin mucho esfuerzos establecer los atavíos que nos lleven a comprender que en la base de la actual desafección que existe entre El Pueblo, y la Clase Política que lo representa, bien puede hallarse cómodamente sentada no obstante precisamente esa sinrazón a la que hoy dedico no ya el espacio de mis renglones, sino el ineludible correr de mi tiempo.

Es así como los continuos zarandeos a los que se somete a las antaño buenas costumbres democráticas, cada vez que el exabrupto vituperante sustituye a la antaño genial muestra de retórica; acaba por conformar un escenario en el que inexorablemente la Buena Política ha de retirarse no ya vencida a descansar, sino que más bien abochornada, resiste agotada pero esperanzada el retorno de algún paladín que, tal y como lo hacían aquellos oradores de antaño, hagan grande la Palabra, permitiendo con ello el retorno de la Política.

Pero mientras esto ocurre, habemos de seguir inexorablemente lastrados en un desierto moral en el que la ausencia absoluta del menor presagio no ya de retórica o de oratoria, sino más bien de toda capacidad argumentativa, nos arroja al desamparado escenario de ser plenamente conscientes de que, a corto o medio plazo, nada habrá de cambiar.
Larga será sin duda la travesía del desierto. Larga y denodada, qué duda cabe. Por ello, la ausencia de agua terminará dando por buena la ingesta de barro procedente no ya de cualquier oasis, sino de cualquier ciénaga pantanosa. Así y sólo así se explica que, salvando las distancias de la siempre respetable opinión, aún resuenen en mis oídos las palabras del Sr. Francisco Marhuenda pintando las glorias del Sr. Rajoy como parlamentario.

Es así como de manera absolutamente casual, casi accidental, topamos con otra de las grandes características de la que es hoy nuestra gran protagonista. La Lógica del Poder no se halla necesariamente circunscrita en exclusiva a políticos. En contra de lo que pueda parecer, y atendiendo igualmente a juegos imposibles de comprender si no se dispone de claves que nos permitan descifrar embrollos tales como los que se organizan cuando tratamos de comprender el porqué de que ciertos directores de cabeceras diarias de nuestro país se empeñen en defender casi hasta los comportamientos nihilistas, el proceder casi suicida de Presidentes del Gobierno que aún hoy no tienen claro que hace meses que abandonaron la bancada de la oposición para estar hoy ya ¿finalmente? Sentados en los asientos de responsabilidad.

Será que esperan heredar ¿Tal vez un puesto en el B.O.E,.?
Y es así que llegados a este punto, declaraciones como las llevadas a cabo por la Srta. Talegón en fechas pasadas, es curioso, resulta ya aparentemente que ha transcurrido más de un siglo; que nos llevan inexorablemente a comprender la necesidad de las mismas.

¿Tiene sentido, hoy por hoy, La Política tal y como está concebida? ¿A quién y por qué beneficia el actual embrollo? ¿Tiene solución el más que flagrante “abismo” que se abre hoy entre los políticos y el pueblo al que representan?

Cuestiones como éstas, adquieren pues especial relevancia no tanto en la medida en que puedan ser ahora sorprendentemente respondidas, tanto como por el propio hecho de que su mera recuperación, nos lleva a replantear un escenario casi olvidado. Un escenario mucho más real, en el que las viejas cuestiones puedan ser recuperadas sin censuras, en un ejercicio de positiva autocrítica fruto de la cual podamos entre todos volver a considerar el hecho según el cual el dar por hecho muchas cosas, no ha traído sino un escenario ampliamente desalentador, por otro lado ampliamente marcado por la abulia, la apatía y el franco hastío.

Es por ello que declaraciones como las efectuadas por Beatriz Talegón, traen asociado un chorro de aire fresco que más allá de garantizar el que se esté o no de acuerdo con las mismas,  convierte en certeza el hecho de que algo no sólo puede cambiar, sino que literalmente habrá de cambiar, no tanto en pos del sostenimiento de la actual manera de hacer política, como realmente de convertirse en una de las escasas certezas que permitan presagiar alguna clase de futuro a la propia Política.

Y como suele ocurrir con el guiso del buen chorizo (no, de Bárcenas no), en el picante está la clave de su éxito. ¡Qué satisfacción provoca ver como las mencionadas palabras han hecho pupa tanto a unos como a otros! ¡Qué alegría comprobar que todavía transita sangre por las venas de algunos de los argumentados!

Ya tan sólo nos queda comprobar que, de verdad, el hecho de que las verdades del barquero afecten tanto a la derecha como a la izquierda, nos permita a través de la valentía de personas como Beatriz Talegón, recuperar la confianza no tanto en los que desarrollan la labor política, como a la Política en sí misma.

Por ello, gracias Beatriz.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 20 de febrero de 2013

DE CUANDO LA AUSENCIA DE VERGÜENZA OS DESLEGITIMA.


Hoy, cuando han transcurrido casi quince meses desde su nombramiento, y habiéndose mostrado incongruentemente competente al menos en una ocasión, en la que en este caso concierne a ha habernos birlado el anterior; D. Mariano RAJOY BREY, se presenta ante nosotros, ante España, para, al menos en teoría, tener a bien regalarnos un paseo por esas, las sus bonanzas todas las cuales, si bien se cuentan  con los dedos de una mano, y como en el caso de las virtudes del Rey, cierto es que nos sobran dedos.
Nos encontramos inmersos en el conocido tiempo de Debate del Estado de la Nación.

Instaurado hace ya más de veinte años, el mencionado está concebido en principio para convertirse en el escenario no en el que dos púgiles, aunque lo sean sólo en el terreno de la dialéctica, se enfrenten cuerpo a cuerpo en una serie de asaltos, en este caso variables toda vez que el número y la duración de los mismos, vendrá determinado por la variedad de los temas a considerar, así como a la intensidad con la que los mismos sean tratados.

Pero siguiendo con lo que ya es definitivamente su pauta natural, el Sr. Presidente no sólo se salió con la suya el pasado año; momento  en el que literalmente se cepilló cualquier posibilidad de debate acallando el menor conato de crítica arguyendo la en apariencia, o al menos para él absoluta certeza de que “dado el poco tiempo transcurrido desde mi nombramiento, no creo haya mucho sobre lo cual debatir.”

El argumento, propiciatorio de ser tratado con la misma autoridad moral con la que se tratan aquellos que proceden del borracho que dice que si no quiere que bebamos, ¡pues coño, que no lo vendan!, fue en realidad propiciatorio de un ambiente el cual ha ido calando hasta generar una realidad, que ha sido especialmente premonitoria para los medios, en base a la cual, la incapacidad sostenida que tanto el Presidente como el Gobierno en general han demostrado; ha terminado por generar un hambre que ha llevado a buscar en cualquier lugar, una fuente de noticias sobre el propio fundamento de las estructuras del Estado, que ha terminado incluso por desbordar el ambiente en el que el consabido Debate se celebra.

Con ello, y a renglón seguido de la mencionada convocatoria, a modo de los usos y costumbres importados del mundo del cine, en lo que concierne a las apuestas que se cruzan a colación de todos y todas las que respectivamente desfilan sobre las alfombras rojas; asistimos a una lluvia de apuestas destinadas a dilucidar cuestiones que se resumen en una que a mi me saca personalmente de mis casillas. Me refiero al temido ¿Quién cree usted que ha ganado el Debate?
La mencionada cuestión, o más concretamente la historia de su origen, hunde sus raíces, como el propio Debate, en la noche de los tiempos, Así, si tenemos tiempo y ganas para despertar, comprobaremos cómo la génesis de la misma subyace únicamente a la consideración esgrimida por el Jefe de Gobierno, en el caso de que no pueda, al menos a priori, garantizar por sí solo la certeza del en apariencia merecido triunfo. No hay pues que olvidar que toda esta parafernalia está tan sólo destinada a hacer que aquél que manda se luzca, por supuesto, a nadie se le ocurre pensar que el que cumple el merecido castigo de militar en la oposición, se le pueda ni por asomo considerar como ni tan siquiera poco más que un convidado de piedra.

Y es así que como en otro de los grandes asuntos que hoy por hoy nos asedian, el Debate para el Estado de la Nación, o por ser más exactos, la apatía que el mismo desencadena entre la población; alcanza a ser ya poco más que la constatación del gran mal que asola no ya a nuestro país, sino que se empeña en convertirse en el pesado lastre que ralentice nuestro avance cuando no entorpezca desmesuradamente nuestra salida de la crisis, la cual por otro lado se muestra ya como lenta o dubitativa. Me estoy refiriendo al temido bipartidismo que subyace a la composición de nuestras Cámaras Institucionales.

La casi ya unánime convicción del franco retraso que ese bipartidismo provoca; o más concretamente la sensación que nos acompaña cuando vemos como los dos grandes partidos que en España atesoran la mayoría de los votos, y son irreconciliables para todo lo demás; proceden no obstante a votar en equipo cualquier propuesta destinada a ratificar en el tiempo la postergación de tal situación, debería constituir en sí mismo un argumento lo suficientemente válido como para hacernos comprender el verdadero grado de peligro que tras el mismo se esconde.
Y si por ahí no lo vemos, bastará igualmente con volver la vista atrás unas pocas jornadas, concretamente hasta el ataque visceral fruto sin duda del pánico sufrido por Dolores de COSPEDAL la pasada semana cuando, al hilo de la propuesta en pos de la superación del mencionado bipartidismo, llegó a decir poco más o menos que “ aquéllos que en España albergábamos dudas sobre los actuales métodos, éramos en realidad unos irresponsables incapaces de entender que la atomización del voto podría poner bien las cosas para promover un escenario que albergara, quién sabe si la llegada de un populista, o el advenimiento de un militar.” Llegado este momento no me duele prenda preguntar quién se alimenta en su base de los fueros generados en España, sin ir más lejos que a la última dictadura militar que hemos padecido.

Pero tranquilos, que no cunda el pánico. Al menos de momento. Porque no hace ninguna falta removernos en el terreno de la retroactividad, lo que en España se denomina erróneamente ampararse en el ejercicio de plañir fácil del revisionismo, para concitar la certeza de que para nuestro pesar, aquéllos que rigen nuestros designios no necesitan acudir a la Historia para amargarnos. Les basta y les sobra con revolcarse una vez más, en este caso con público, en el fango en el que han convertido la otrora honrosa realidad política de España.

En estos todavía albores del Siglo XXI, bien es cierto que no hace falta reclamar políticos de la talla litigante de los que compusieron las listas que por ejemplo defendieron ahora hace ciento cuarenta años, la declaración de la I REPÚBLICA. Lo digo sobre todo porque la media general es tan paupérrima, que hace parecer buen parlamentario al propio RAJOY BREY. Esto, que en puesto en perspectiva histórica hubiera sido como poner al frente de las huestes que vencieron en las Navas de Tolosa, a un palafrenero; sirve para promover en nosotros el cúmulo de desazones que sin duda han de concitar la certeza de que, irreversiblemente, tenemos un problema.

Un problema que si bien no es nuestro, toda vez que nos ha sido impuesto por el ejercicio de unos políticos que en estado casi vegetativo han desmantelado por medio de la inacción la práctica totalidad no sólo de la Idea de Estado, sino en realidad de sus estructuras; ha acabado por convertirse en un verdadero problema cuyas consecuencias realmente afectan al común en la medida en que éste se ve arrebatado del que verdaderamente constituía el último resorte al que aferrarse antes de verse arrojado al foso de la duda que supone el comprender que, una vez que la niebla promovida por todos los engaños; se levanta, es tan sólo para que comprobemos que todo absolutamente todo, ha sido una ficción, y no precisamente bien intencionada.

A pesar de todo, y una vez que superado el primer susto somos capaces de reorganizar nuestras huestes, la obligada calma ha de estar acompañada del suficiente raciocinio como para no sucumbir, tampoco, al desaliento.
La verdadera Política, está ahí, esperando. Como una Venus de la Grecia Helenística, su aspecto virginal ha de ser suficiente acicate para insuflar en nuestras velas el viento que nos conduzca a la seguridad del puerto desde el que, amparados una vez más en la certeza del éxito que supone la compenetración con la responsabilidad, poner sobre la mesa todas las medidas necesarias y que se consoliden en la cada vez más necesaria recuperación por parte del Pueblo de los por otro lado transferibles pero nunca alienables, derechos y obligaciones en lo concerniente a Poder, Derecho y Organización.

Una vez alcanzado semejante nivel, el resto de acontecimientos vendrá poco menos que en cascada. En un primer momento, los dos grandes Partidos verán con estupor como muchos de sus votantes, concretamente aquéllos que forman parte del espectro variable, o sea los que no poseen una voluntad firmemente adherida a ningún Partido con valor previo a la campaña electoral; abandonan masivamente el espectro práctico de cualquiera de los mismos. Sin embargo, en contra de lo que pudiera ser previsible, esta marea de votos no va al recuento del resto de Partidos. Directamente se queda en casa, como muestra no ya de desazón, sino de vergonzante hastío.

Será entonces, en el momento en el que el porcentaje de sufragios nulos o en blanco, supere al de votos eficaces, cuando a lo mejor es ya demasiado tarde para plantearse cosas que, hoy por hoy, comienzan a ser una realidad imposible de obviar.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.






miércoles, 13 de febrero de 2013

ESPAÑA, PAÍS DE SOBRE-ENTENDIDOS.


Porque así, y solamente así, podemos entender que a estas alturas no es ya que nadie se haya planteado dimitir. Es más, se permiten la licencia de recomendar categoría moral, exigiendo en este caso su aplicación a quienes, al menos todavía, no son objeto real de sospechas firmemente aceptadas.

De todos modos, saber que nuestro país es ya no de traca, sino marcadamente de chirigota, era algo que realmente no necesitaba nada más que una acertada constatación oficial. Más que nada, por revestirlo de cierto rigor. Y si de paso podemos obtener algún tipo de inauguración, a la cual invitar a algún miembro de postín que nos cobre, cuando menos quince mil euros por su presencia, pues  mejor que mejor porque…¿acaso no es cierto que el Sr. RIVERA declara como “bolos” lo que no es en realidad sino su presencia en fiestas de la trasnochada Marbella?

Dicho esto, ocultando en vano mi indignación tras un insufrible manto de ironía, el cual no es suficiente en realidad para que cubra por completo mi indignación; me veo una vez más obligado a reservar el último atisbo de lucidez que puede quedarle al día, para promover activamente la puesta en marcha de los resortes que algún lugar puedan quedar, y cuya misión no sea sino reactivar de la manera que sea las conciencias y las voluntades de todos los que, de una manera u otra, integramos esta Sociedad, por otro lado, la única beneficiaria, a la par que portadora, de los parabienes constitucionales, o lo que es lo mismo, última tenedora del Poder, del verdadero Poder.

Llegados, aunque sea tan pronto, a tales extremos, en un momento en el que la excesivamente mesurada acción elegida por el Sr. Pérez Rubalcaba para exigir la dimisión del Sr Presidente, no despertaba en éste sino una bochornosa sonrisa de ¿incredulidad? Dando paso más tarde a una abominable consideración en torno a los terrenos de la Moral. En el mismo día en el que la Sr. Mato, ¿cómo es posible que todavía? Ministra del Gobierno Rajoy, llevaba a cabo en su propio beneficio defensivo;  la que no ha supuesto sino una blasfemia ética al apropiarse, una vez más como hace la Derecha Cavernaria, de logros que no les son propios porque, evidentemente no encuentran identificación en el Código que les conforma. Precisamente el mismo día en el que su exmarido, Sr. Sepúlveda, ése mismo que hace algunos días  no podía ser despedido del Partido Popular porque, tal y como dice el Sr Alonso, Portavoz en el Congreso, “La actual Ley no permite despedir de manera procedente a alguien por el “mero hecho” de estar imputado”, se negaba a declarar ante el Juez. El procedimiento elegido, aducir que no había llegado el momento.
Pues de lo que yo sí estoy seguro ha llegado el momento, es de decir ¡Basta ya! Pero de decirlo de manera alta, y mejor si es clara. Sobre todo para que no puedan luego aducir desconocimiento.

Desconocimiento, Como el que una vez más parece adueñarse de la persona y con ello de las palabras de alguien como María Dolores de Cospedal la cual, en las últimas horas, y con un talante avieso, superado tan sólo por el cinismo torero, nos ha venido de nuevo a advertir que España es un país necesariamente bipartidista. Un país en el que las cosas no sólo están bien políticamente, sino que es imprescindible abogar porque se mantengan así en el futuro porque, de promover los partidos políticos, el voto se “atomizará”, permitiendo el surgimiento, como ya está pasando en otros países, de estructuras marcadamente populistas, o lo que es peor, de algún general.

Ante semejante tesitura, dos consideraciones. Primero por favor dediquen unos instantes a volver a leer otra vez el párrafo anterior. Hecho lo cual, díganme si es o no ¡la caña de España!

Porque es llegados a este punto, incluso sin advertir que tales palabras no proceden sino de la misma persona que ya esta semana clamó, (afortunadamente en el desierto) para que se castigara a quienes, con mayor o peor acierto se manifestaron en este caso abiertamente en contra de lo que no son sino claros y manifiestos símbolos patrios, la misma que hoy se atreve, no sé si conscientemente, poco menos que promover el resurgimiento de la ya olvidada cuestión militar.
Señora de Cospedal, ruego no me considere demasiado osado si le digo que el exceso, en todo, es  malo. Y si además se produce en boca de alguien como usted que, no lo olvidemos, tiene verdaderas responsabilidades, se convierte abiertamente en una imprudencia.

Imprudencia, vacuidad, en definitiva, no son sino los términos cuyo afloramiento en nuestra realidad no se produce sino de manera abiertamente natural, como símbolo tal vez del manifiesto colapso de los elementos básicos que han soportado la que a todas luces no es ya sino una de las mayores muestras de ilusionismo a las que se ha enfrentado el mundo. Una muestra que en este caso ha tenido a España como protagonista, y que ha consistido en hacernos pasar durante casi cuarenta años por un país no ya sólo democrático, sino casi escaparate de la Democracia.

El método elegido, uno en boga, y realmente fructífero. El del empacho de realidad creada, para que se me entienda, el utilizado por las empresas con modelo piramidal, esto es, los intereses generados por los socios viejos, servían para pagar los crecientes beneficios exigidos por los nuevos integrantes.
Atendiendo a tal esquema, la gran cantidad de lo que denominaremos intereses morales que exigían cubrir comportamientos cuando menos sorprendentes en términos democráticos tales como la Transición, o la imposición de la Restauración Monárquica, se obtenían a base de de la ingesta masiva de estupefacientes tales como la Constitución, alcanzándose la cota máxima de los mismos al tener que permitir los promotores del proyecto, el ascenso de la Izquierda a la Presidencia del Gobierno.

Desde semejante tesitura puedo atreverme a decir que aquellos que aún no hayan dimitido, ¡perdón! Quiero decir quienes no hayan dejado de leer, tan sólo pueden contarse como integrantes de dos únicas realidades, la integrada por quienes me honran por denostar todo lo que escribo, por considerarlo altamente pernicioso; y la otra, la de los que me honran aún más al considerar mis opiniones como dignas de ser tomadas en consideración.

Así, buscando algo que permita aglutinar ambas facciones, me esfuerzo en rebuscar algo que, sin constituir verdaderamente un tópico, bien pueda por otra parte ayudar a atisbar un vano por el que buscar la luz, un bien por otro lado tan necesario hoy por hoy.

En consecuencia, me retrotraigo hacia merindades más acuciadas en otros tiempos, que por otra parte a su vez parecen realmente lejanas, para trazar un rumbo no nuevo, sino en realidad casi olvidado, a partir de certezas que proceden de la gestión, que no de la manipulación, de pilares que ahora se vuelven más necesarios que nunca. A saber, la comprensión en su justo y merecido calibre de los usos y las consecuencias de entes tales como La Economía, la Sociedad, La Política y cómo no, La Religión.

Es suficiente un ligero vistazo, para poner de manifiesto el hecho según el cual, la transformación sufrida por la Economía, antaño medio, y hoy abierto fin, sistematiza la catarsis regresiva que en realidad ha experimentado nuestra Sociedad, que no hace por otro lado sino referir el grado de perversión extrema en el que nos hayamos inmersos.
La Política, bien último y por ende excelso. Uno de los grandes tributos que rinde el Hombre a la Razón, y por ende uno de los más zarandeados en este momento en el que los reyes se rebozan en la inmundicia, y los cerdos son propuestos para la gobernación de los reinos.
Todo ello como presagio del fin de una Sociedad que ha renunciado a sus privilegios en tanto que ha renunciado al orgullo de merecerlos en tanto que no es capaz de hacerse responsable de su propia gestión, de su propia supervivencia la cual permanece inexorablemente ligada a su capacidad para mantenerse erguida en este mar de miseria.
¿Qué nos queda? ¿La Religión? El último resquicio de quietud, simbolizada ahora más que nunca en la certeza que proporciona un dogma incuestionable, se resquebraja de manera increíble, obligando a los que la comparten a comulgar con ruedas de  molino haciendo suyos principios morales no hace tanto tiempo denostados en tanto que la observancia de los contrarios en la persona en este caso de Juan Pablo II así lo hacían necesario.

A propósito, tal día como hoy de 1633, la misma Iglesia Católica ordenaba la detención de Galileo.

Sin duda, y ahora más que nunca, en realidad…se mueve.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.



miércoles, 6 de febrero de 2013

DE CUANDO EL PAÍS ESTÁ COMO UN TENDEDERO DE TRAPOS.


Hecho éste, que se constata sencillamente prestando atención a la cada vez más evidente estabilidad esto es, prestando un poco de atención a los cada vez más consecutivos “toques” que, a modo de atención, El Pueblo, usando para ello los métodos que tiene a su disposición, o como se suele decir así como Dios le da a entender, procede desarrollar traduciendo mediante el grito, asociado muchas veces a la desesperación, aquello que, en medios más institucionales, podemos definir como constatación efectiva y manifiesta de un hecho, por otro lado cada vez más generalizado, en base al cual el común logra poner de manifiesto su desazón no ya sólo para con la aparente falta de capacidad mostrada con la Clase Dirigente; sino que abiertamente el desencanto se extiende exponencialmente, alcanzando como tal a la mencionada Clase, en lo concerniente no ya a sus quehaceres, sino en tanto que de su propia y mera existencia.
Dicho en Román Paladino, estamos muy, pero que muy cansados.
Retomando los considerandos procedimentales habituales, y sin que ello pueda parecer desmerecimiento del malestar que a lo largo de la semana venimos acumulando los que participamos de la presente, malestar que por otra parte aumenta de manera exponencial respecto de lo que siente el común, y ello es un hecho constatable al pie de la calle, nos vemos en la obligación de reiterar que una vez más, la apatía cuando no la abulia en la que nos hallamos inmersos, participa como tantas otras veces, del ejercicio intencionado cuando no abiertamente de la participación de todos aquellos que obtienen réditos activos o pasivos de tales procederes, sin que tal afirmación, por más que pueda ser directamente constatable acudiendo a méritos por otra parte bastante sencillos, parezca en realidad asustar a nadie. Dicho de otra manera, para nuestra desgracia estamos demasiado acostumbrados a que un número nunca suficientemente aclarado de golfos, si bien éstos están perfectamente identificados, se hayan apropiado de toda la larga serie de privilegios que, unas veces la existencia de estructuras ulteriores, y otras el buen hacer, si no la ignorancia, les han llevado a apropiarse.
Llegados a este punto, nos vemos en la inexorable obligación de retrotraernos a los tiempos de La Enciclopedia, para tratar de recomponer cuando no de recuperar los vestigios de aquél viejo proceder en base al cual, y tras múltiples modificaciones (…) El Común, convencido y una vez asumida su manifiesta incapacidad para hacerse entender en la imprescindible dispensación de las voluntades, asume como propio el proceder de donar, sin que ello implique pérdida o alienación posibles, los que por otra parte son derechos imperturbables basados en el quehacer de la expresión de la voluntad popular.
Es éste proceder encomienda que no dación, y de ello es extrae de manera irreversible que la misma se halla vinculada imperturbablemente a la confianza, ese por otra parte nunca suficientemente valorado bien moral el cual, como la honradez, con la que por otra parte comparte méritos, ocurre que sólo se puede perder una vez, puesto que una vez que abandona una morada, es harto complicada que retorne de nuevo a la misma.
Y es precisamente la pérdida de tal confianza, la que de buena manera podría considerarse como una de las causas que a día de hoy aparece en la base de la cadena de oprobios y desgracias que nos ha traído, cuando no ha provocado como tal, la cadena de acontecimientos por todos suficientemente conocidos, y que han venido a perturbar, probablemente de manera definitiva, los distintos vínculos que hasta la fecha venían a consolidar la transitoria relación que siempre ha caracterizado los devaneos de la Administración, para con los Administrados.

Era la confianza el hilo conductor que vertebraba de manera incuestionable la que sin duda era una carretera de doble sentido, que conectaba no sólo a los dirigentes con aquéllos cuyos destinos regían, sino que de manera paralela, permitía al común tener contacto directo y acceso real con los que eran sus gobernantes.

De tal viso es la situación, que la causa del deterioro que nos trae al presente aquí y ahora, hay que buscarla necesariamente en la alienación que respecto del sistema comentado sufren quienes llegan a la convicción de que su dignidad, una dignidad que ya no les es propia en tanto que no depende de ellos mismos, sino que ha de proceder del reconocimiento expreso que de la misma le hagan los suyos; resulta a su entender insuficiente, bien en cantidad, cuando no incluso en calidad.

Tenemos así, desplegados sobre la mesa, de manera casi evidente, y reconocibles sin el menor esfuerzo, todos los ingredientes que desencadenan la destrucción del sistema hasta ese momento casi idílico, a saber la prevaricación y el cohecho, matizados con unas briznas de nepotismo, y edulcorados con una pizca de abuso de autoridad.

Y es una vez llegado ese momento, una vez que la confianza es vetada de los actos si no de los procederes oficiales, cuando podemos llegar a entender el cómo, y lo que resulta más complicado de entender, el por qué, de la renuncia de los pueblos al que se supone uno de los mayores, si no el mayor completamente, de los logros a los que un ciudadano puede aspirar, cual es el de la libertad amparada en el ejercicio moderno de la democracia.

Sin embargo, una vez más, y aún a riesgo de resultar repetitivo, hemos de traer de nuevo a colación la imprescindible participación del hecho tantas veces considerado, pero como se demuestra nunca suficientemente entendido, cual es el de la responsabilidad, una responsabilidad que suele traer aparejado al inmisericorde compañero de viaje que es el miedo, el cual suele obnubilar la capacidad de raciocinio de aquéllos sobre los que tienen efectos, provocando sobre los mismos efectos a menudo incomprensibles, que pueden llegar a traducirse en la renuncia de éstos a la práctica o al ejercicio de tales libertades las cuales no ya se participan, sino que abiertamente se ceden a otros, la nueva clase dirigente, la cual se aprovecha del calado de tal cesión para beneficiarse activamente en un cada vez más descarado beneficio propio.
La Historia está llena de tales casos, siendo el de Julio CÉSAR y su apropiación de poderes pertenecientes al Senado Romano, uno de los más conocidos. Recordamos que una vez los enemigos se encontraban ya lejos de Roma, a CÉSAR se le olvidó cumplir su promesa de restituir los poderes al Senado, dando con ello lugar a la aparición del Imperio dirigido por un Tirano.

Cierto es que, lo miremos como lo miremos, hoy las circunstancias han cambiado; no tanto por el hecho de que no haya quien desee ciertamente jugar a creerse y comportarse como Dios, sino más bien porque cada día  quedan menos elementos con la suficiente talla política como para tratar de adoptar con sentido tal consideración.
Hoy por el contrario el problema pasa más bien por la constatación de una clase política la cual es en sí misma causa y esencia directa de la mayoría de los problemas a los que por otra parte ha de enfrentarse el pueblo, por otra parte aquél que en principio había de ser el beneficiario de sus desvelos en forma de servicio.

Y dando un paso más, nos encontramos ahora ya sí de manera expresa, comportamientos inauditos de conformidad a estos planteamientos, tales como los expresados por ingentes figuras entre las que habrá que guardar un sitial de privilegio al invicto en cien batallas Ministro MONTORO, que se ha caracterizado, recientemente sobre todo, como uno de los más prolíficos servidores del nuevo hacer, que consiste en hacer sentir a la población que verdaderamente, somos todos auténticos majaderos cuyos buenos o malos designios parecen estar, siempre según ellos, a una oscura condición que pasa inexorablemente no ya sólo por su supervivencia como casta, sino que incluso ha de hacer perdurable el mantenimiento de los privilegios ya mencionados.

Creo, llegado este momento, poder afirmar que la responsabilidad nos obliga a no demorar ni un minuto más la adopción de responsabilidades.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.