miércoles, 29 de mayo de 2013

DANZAD, DANZAD MALDITOS.

Pasan los días, en esta insuperable concreción a la que queda reducido el paso del tiempo cuando se halla sometido al desgraciado filtro de la crisis, y es entonces cuando, una vez más podemos comprobar sus terribles efectos.

Hastiados ya por el más que largo periodo en el que nos encontramos, de poco o de casi nada sirven, a estas alturas, los presagios más o menos patéticos que, lanzados unas veces por los voceros de la corte, y otras, las más desgraciadamente, por algunos de los que sinceramente, cabría esperar mucho más; sinceramente parece que lo único que está verdaderamente por llegar es la tan esperada Reforma Agraria, esa de la que España ha estado adoleciendo durante más de ciento cincuenta años. Así, hemos pasado de los consabidos brotes verdes, a una incipiente recogida de la cosecha que se espera para dos mil catorce.

Y lo más lamentable de todo esto, pasa sin duda por comprobar cómo, una vez más, el tiempo pasa, y lo hace sin duda de manera inexorable.
Se convierte así el tiempo en un lujo, en una materia a la que no todos tenemos el mismo acceso y que, en caso de venir acompañado de términos tales como familiares a cargo, o sencillamente responsabilidad, nos permite rápidamente dibujar un escenario terrorífico del que se pueden extraer muchas consecuencias, todas ellas fundadas en una variable única, e incontestable, la que procede de la realidad pura y dura.

Son curiosos los efectos que se observan de constatar cómo el tiempo, por más que se trate de una variable objetiva por Naturaleza, es capaz de producir consecuencias y de desarrollar consecuencias, ciertamente relativas.
Así, si tal y como hemos puesto de manifiesto, tiene consecuencias terribles en para el individuo si la realidad contextual asociada presenta tintes de angustia, ansiedad o simplemente depresión; en el caso de observar sus desarrollos aplicados a los de los grupos, o en este caso a los de los gobiernos, presentan sorprendentes efectos tranquilizantes, e incluso relajantes.

Es así que, cuando en la mañana de hoy nos despertábamos con la certeza definitiva no ya de que la fenomenal estafa de Bankia era una realidad. De que la OCDE se veía obligada a dar otra vuelta de tuerca más a sus propias previsiones de crecimiento para la zona euro. O de que el juez Castro promueve de manera activa una nueva investigación contra el Sr. CAMPS y la Sra. BARBERÁ en Valencia. Lo cierto es que nada de todo ello resulta lo suficientemente alentador como para llamar mínimamente nuestra atención.

A estas alturas, lo único que parece poder importarnos verdaderamente, es si desde Bruselas han o no accedido a rebajarnos el objetivo de déficit público.

Resulta esto en sí mismo algo tan lamentable, que sin tan siquiera entrar en el fondo del asunto, yo, llegados a este punto, verdaderamente necesito que alguien se ofrezca para traducirme, si no para hacerme comprensibles, aspectos tales como aquéllos que pueden conducirte a celebrar, cuando no abiertamente a vender como un verdadero logro político del cual estar verdaderamente muy orgulloso, un hecho que, después de ser desposeído de sus aditamentos y añadidos, interesadamente inducidos todo hay que decirlo, queda reducido a la tremenda desnudez que puede observarse de la consecución de una medida que lleva implícita dos cosas, por un lado la definitiva y manifiesta incapacidad del Gobierno para gestionar; y por otra la calderilla que a efectos actuales supone la reducción de esas dos décimas de punto en el total del déficit a reseñar a lo largo del presenta año de 2013.
En dos mil millones de euros se cifra el espectacular logro. Una vez más, y sin duda he de empezar a pensar que debido a mi incapacidad para percibir la sensualidad del mundo que me rodea; soy del todo incapaz de inferir motivo alguno que, con visos de solvencia moral, me lleven a explicarme las causas de ese ataque de erotismo desenfrenado en el que parece hallarse inmerso el Partido del Gobierno, y que les lleva a manifestar conductas ciertamente desconocidas y que pasan por ejemplo por ver hoy a la cuasi desaparecido número dos, Sra. De Cospedal, dando aparentes lecciones de economía global de cara a enseñar a sus compañeros de la Derecha menos cavernaria (entiéndase la Derecha Europea) la forma y manera mediante la que a partir de ahora habrían de regirse los destinos del Banco de Inversión.

Me cuentan que el cachondeito ha sido solo comparable al que despierta su Presidente, cuando sí ejerce de tal, en las reuniones de los veintisiete.

Aunque para cachondeo refinado, el que se ha levantado en Paris, en base a la ocurrencia que RAJOY tuvo en mitad de la rueda de prensa organizada con motivo del encuentro con el Sr HOLLANDE, en base a la cual D. Mariano propuso, sin el menor atisbo ni miramiento, algo así como que  las ayudas económicas que habrían de ser destinadas a ayudas para el fomento de las políticas de incentivación del mercado laboral, no computasen en el pasivo de deuda.
Para evitar la carcajada, como hemos podido ver, no ha habido ni tan siquiera respuesta.

O tal vez sí la ha habido. Sobre todo si interpretamos como una respuesta, y como algo más que una declaración de intenciones, la lista de recomendaciones que desde Bruselas nos han hecho llegar. Recomendaciones que sin duda no van a dejar a nadie indiferente, y que pasan de manera para nada velada ni recatada, por el cercenamiento definitivo de lo que ya era la demolición definitiva del Sistema tal y como lo conocíamos.
Pensiones que subirán no ya con arreglo al IPC, sino que verán su flujo sometido a los albores de las situaciones de crisis venideras. Una más que previsible subida de impuestos, con especial impacto sobre el IVA, y una nueva Ley de Reforma Laboral, que deje el despido en términos de libre, consolidan esa nueva realidad de la que aparentemente tan orgulloso ha de sentirse.

Me sorprendo estando de acuerdo con el Sr. AZNAR cuando la pasada semana dijo que no era para esto para lo que se les había dotado de una Mayoría Absoluta.

No quiero dejar que el tiempo y el espacio nos limiten, una vez más, sin hacer específica mención al bochornoso episodio de ideología salvaje con el que esta semana se nos han regalado, y que por otro lado ha pasado casi desapercibido.
Me estoy refiriendo a las palabras del Sr. ROSSEL  quien obrando en su condición y cargo de la CEOE, afirmó sin atisbo de pudor que, no se trata tanto de discutir si la Sanidad Pública o la Sanidad Privada son caras o baratas. Se trata más bien de una cuestión de optimización. Por ello podía considerarse llegado el momento de industrializar la Sanidad.

Resulta curioso cómo, en nuestra cita con la Historia de hoy, hemos de rendirnos a las excelencias que supone el reconocer los esfuerzos que la Derecha hace para recuperar el terreno perdido. Así, si hace unos instantes relatábamos los esfuerzos en pos de recuperar con ciento treinta años de retraso la Ley de Reforma Agraria, qué decir ahora de aquéllos que se hacen en pos de traernos la ocasión perdida en forma de la Revolución Industrial que en España nunca tuvimos.

Sin duda encomiables esfuerzos.

Y a título de colofón, el quehacer semántico que sin duda se esconde detrás del giro tangencial que se esconde tras la adopción de las últimas políticas fiscales y tributarias en España.
Tras años perdidos embarcados en la política kamikaze de la austeridad a cualquier precio, comenzamos a ver ahora presagios de aperturismo hacia el crecimiento.

Lejos de que de ello se desprenda una crítica, solo un comentario. De cara al respeto de todos cuantos se han quedado por el camino víctimas de la política implantada por un Gobierno que en la mayoría de ocasiones ha gobernado de espaldas a sus ciudadanos, incluidos por supuesto sus votantes; ¿alguien tendrá la decencia cuando menos de ir a dejar una flor en sus tumbas?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.


miércoles, 22 de mayo de 2013

DE CUANDO “LOS MARRONES” VIENEN EN SOBRES, Y PARA COLMO REMEMORAMOS A SALVADORES DE LA PATRIA.


Casi sin poder recuperar del todo el resuello, nos enfrentamos, una semana más, al desenfreno de la realidad, para comprobar en este caso cómo la pesadumbre de lo ímprobo, hace presa entre nosotros.
Así, a hurtadillas, casi de tapadillo, la certeza inexorable de que el pasado, como una mala redención, vuelve a nosotros para hacernos cumplir una penitencia derivada de una culpa nunca suficientemente redimida. Un pasado con nombre y apellidos, que tiene sobre su conciencia, muchas de las mayores lacras que sin duda han conformado el pasado más reciente de nuestro país.

Somos un país desquiciado, constituido a partir de la agregación, que no suma, de múltiples factores personificados en el acervo de la misma multitud que, lejos de reforzar nuestra unidad como Pueblo, no hace sino revolcarse, como lo hacen los potros salvajes cuando sienten por primera vez sobre su piel el poder opresor de la brida; conformamos una mera ilusión de unidad, reforzada a partir de la mera práctica no de exigirse a sí misma responsabilidad, sino sencillamente forjada en la inoperante certeza que constituye tratar de convertir en realidad ejecutable lo que por otra parte no forma parte más que de los impulsos oníricos de un neurótico.

Decir a estas alturas que España ha dejado de constituir una realidad viable, sería en realidad ser demasiado avezado, no porque la afirmación sea demasiado aventurada, sino por el contrario debido a que la misma es demasiado generosa, más propia de un análisis subjetivo preñado de romanticismo, que del resultado de un protocolo eximente por ende de responsabilidades semánticas.
Es así pues, que podemos comenzar a desarrollar aquí y ahora el espíritu de la disertación que de nuevo nos trae aquí hoy, afirmando sin miedo a la injusticia histórica qué, definitivamente, la fiesta se ha terminado. Si bien da la sensación de que en contra de el orden establecido, es ahora precisamente cuando empiezan a salir los payasos.

Una vez que los magos se han ido, arrebatándonos con ellos el último atisbo de ilusión, nos queda por delante el duro trámite de recorrer el camino de vuelta, el que se simboliza con la vuelta a los orígenes. Pero tal y como ocurre siempre en estos casos, no hemos tenido un Pulgarcito que tuviera la previsión de marcar el camino con migas de pan. De todos modos, seguramente hubiera dado igual porque los pájaros, en este caso en forma de buitres, sin duda se las hubieran comido también.

Y es entonces cuando la inexorable realidad, que en este caso adopta la forma de crisis, se presenta ante nosotros exigiendo su franco tributo, que en este caso habrá de ser conferido en forma de irrevocables cambios.
El mensaje que se esconde tras la nueva forma que adopta la realidad, sería para cualquier otro país sencillamente comprensible. El cambio, bien como manifestación de la inexorable evolución, o como evolución en si mismo; constituye de por sí un motivo más que loable para convertir la crisis, en un proceso productivo en sí mismo, dislocando con ello de raíz, todo intento de hegemonizar los en la actualidad ya inevitables discursos mayoritarios, protagonizados sin el menor género de dudas por agoreros que pretenden convertir la queja perpetua, en su forma de vida.

Resulta a estas alturas fácilmente comprensible el hecho en base al cual, un país menos preñado de Historia, se encontraría sin el menor género de dudas en una posición francamente diferente a la hora de hacer frente a las responsabilidades que el presente le obliga a someter. No estoy por supuesto diciendo que la Historia, en sus diversas acepciones constituya en sí mismo un problema de cara a la asunción de la propia realidad; se trata más bien de la aceptación de una prueba de verdad en base a la cual, a modo de prueba del nueve, la responsabilidad muchas veces intransferible que lleva asociado el peso histórico, se convierte en un peso difícil de llevar.

Es entonces cuando se corre el peligro de que los árboles no te deje ver el bosque. Momentos en los que en vez de discutir las consecuencias de que ciertos sobres circulen sin control, nos dediquemos a cuestionar la procedencia y el color de la celulosa que compone esos sobres.
¿Sinceramente es que nadie va a tener la valentía de condonar el riesgo que a estas alturas es ya una certeza, en base al cual el peligro de incendio que amenaza al bosque es tal que, probablemente no pase del verano?

Es entonces cuando se corre el peligro de que, una vez salvada de manera irrenunciable la cuestión militar, a alguno se le ocurra la brillante idea de buscar el futuro en el pasado, tratando de condenarnos en este caso no ya a la locura, sino definitivamente a la neurosis.
Y todo ello alimentado a partir del silencio condicionado de multitud de cretinos.

Los salvadores de la Patria, retornando de manera inequívoca a sus viejos discursos, plagados de la alusiones veladas, o no tanto, a términos apropiados si no patentados tales como unidad, nación, Estado, y por supuesto, cómo no, RESPONSABILIDAD.
¿De verdad alguien en su sano juicio se ha planteado de forma meramente responsable la posibilidad de que ciertos individuos puedan ni tan siquiera plantearse, seriamente, la posibilidad de retomar la posición de poder que ya una vez disfrutaron, y obviamente abandonaron?

Me remuevo una vez más, en este caso de forma infatigable, presa del denodado desconsuelo que me produce sencillamente el comprobar los cauces que están tomando los acontecimientos.

Y precisamente hoy, 22 de mayo, se cumplen dos años de la fecha en la que comenzó a gestarse el cambio.

Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 15 de mayo de 2013

DEL “CAFÉ PARA TODOS” AL “DÉFICIT A LA CARTA”.


…o de las circunstancias que, sin el menor atenuante, impiden  definitivamente el desarrollo, ni tan siquiera conceptual, de España.

Una vez más, nos vemos obligados a tratar de hallar en la paradoja, no tanto las respuestas, sino tan solo las preguntas, a partir de las cuales empezar a concebir una predisposición mínimamente plausible tanto del rumbo que está finalmente dispuesto a tomar este país, como por supuesto de los riesgos que, en pos de conseguirlo, está dispuesto a correr.

De observar el presente, con las limitaciones que impone el hacerlo con los ojos del pasado, bien podríamos una vez más cometer la imprudencia de alegar exceso de confianza, convirtiendo con ello la ventaja que a priori constituye el conocimiento de la Historia, con un serio hándicap quién sabe si imposible de superar.
Desde esa perspectiva, sería plausible considerar, incluso sinceramente, que el actual grado de degradación en el que se encuentra no ya el Estado como institución, sino incluso España como estructura, no han alcanzado realmente el punto de  no retorno sobre cuya alerta algunos llevamos meses clamando; para, por el contrario, sumirnos una vez más en la extraña circunscripción emotiva en base a la cual, el mero paso del tiempo ha de traer, de manera casi inexorable en este caso, la solución  a todos nuestros problemas.

Y es precisamente en el contenido de esa última parte de la reflexión, donde radica substancialmente el problema. A saber, nuestros en términos absolutos, ya no tenemos ni siquiera nuestros problemas.

Echando ligeramente la vista atrás, y sin ánimo de ser excesivamente didácticos, sí que hemos no obstante de rememorar que desde el momento en el que nuestro país acepta ingresar como miembro de pleno derecho del denominado Proyecto Europeo lo hace, como les pasa al resto de integrantes, asumiendo una serie de circunstancias previas e inexorables las cuales, al menos en el caso que nos atañe hoy, pueden resumirse a la cesión de su política monetaria, lo que a grandes riesgos supone un alto grado de renuncia efectiva al verdadero control de su Política Económica.

A partir de la contemplación de tal dato, resulta evidente que soluciones cercanas al sortilegio cercanas a la moneda de vellón que Jaime I implantó en su momento, o jugadas como las que Felipe III promulgó de manera previa a la Segunda Bancarrota que La Corona auspició, y que consistía en el acaparamiento de monedas confeccionadas con tres pepitas de oro, para devolver después la mercado otras semejantes acuñadas con solo una, o directamente elaboradas en cobre; constituyen acciones que aportan poco más que el gusto por la excentricidad históricas, pero que quedan en cualquier caso muy alejadas no ya de elevarse al grado de solución, sino que superan con poco la consideración de mera jactancia.

No le queda otra pues al Gobierno, al menos no ya al monarca, que tomar cartas en el asunto. Y para ello ha de elegir, lo subrayo, incidir en la única consideración que en materia económica la queda realmente a España dentro de sus competencias. A saber, la fijación y control efectivo de su Déficit Presupuestario.
Si yo les dijera que la explicación de las a priori complejas variables que concitan no ya la comprensión, sino sencillamente la explicación de qué es el Déficit Presupuestario, se encontraba dentro del temario de ese Decamerón en el que para algunos llegó a convertirse la asignatura denominada Educación para la Ciudadanía, muchos no esperarán ni un segundo más para hacer caso a sus impulsos de mandar definitivamente a hacer puñetas la lectura del presente, y con ello a aquél que lo escribe… Sin embargo centrando ahora sí mi ánimo no didáctico, sino meramente descriptivo, en los que han decidido quedarse; diré que el Déficit Público no es más que una variable gubernamental, por ello y solo por ello sujeto todavía de manera estricta a los gobiernos, de entender y consolidar sus políticas aún a sabiendas de que, en la mayoría de los casos, éstas superan con mucho las capacidades económicas que para sufragarlas tiene el Estado, que tiene indefectiblemente que acudir a consideraciones ajenas sencillamente, para poder gobernar sin tener que verse obligado a someter a la displicencia de sus electores, el hecho innegable según el cual, disparar con pólvora del rey es siempre ejercicio vacuo.

Constituye pues la ejecución y por ende puesta en práctica de políticas destinadas al control del endeudamiento público, a sazón tal vez el último vestigio de la efímera sensación de autogobierno con la que todavía cuentan esperpentos de gobiernos como aquél en el que se ha convertido, la larga retahíla de gestores que hoy por hoy viven la ficción de controlar España.
Y ebrios de semejante posición, casi lógico resulta que hagan uso del ilusionismo, a la hora de tratar de convencernos de cosas tales como que el Déficit Público es algo que verdaderamente se puede controlar desde el Gobierno, el cual está en condiciones de desarrollar Políticas Activas destinadas a lograr tal control.

Y es entonces cuando surge la gran pregunta: ¿Pero no es acaso verdad que detrás de la mera constatación de la existencia del Déficit, que se esconde la manifestación expresa del fracaso rotundo de un Gobierno?

La pregunta, que parece en principio vana, tiene en realidad una enjundia terrible en tanto que esconde una respuesta trampa al servir, sin el menor género de dudas, para conciliar con su verdadera realidad ideológica, a cualquier gobernante que tenga la osadía de posicionarse al respecto; cuando no la capacidad para hundir a cualquier Gobierno que titubee lo más mínimo al respecto. Y si  no, a las pruebas me remito.

Porque si en algo está todo el mundo de acuerdo es en que el Déficit, o al menos el posicionamiento gubernamental al respecto, constituye por sí solo la piedra de toque desde la que inexorablemente podemos ubicar en términos ideológicos a un Gobierno.
Desde un punto de vista propiciatorio de la Derecha más tradicionalista y por ende conservadora, la mera existencia del tan temido Déficit, constituye por si solo la constatación efectiva de su incapacidad manifiesta para gobernar, toda vez que su función de gobierno se percibe única y exclusivamente en términos de gestión, e inexorablemente la gestión de deuda, que es a lo que en último extremo se reduce la realidad, una vez soslayado el eufemismo, es por sí mismo la ruina de un Gobierno de carácter conservador.
Sin embargo y a grandes rasgos, cuando se trata de un Gobierno de Izquierdas el que ha de afrontar la crisis premonitoria de un ejercicio de constatación severa de Déficit, nos encontramos con el hecho innegable de que, efectivamente, lo tiene más sencillo. La causa, una vez más, la hemos de buscar en los condicionantes ideológicos, o para ser más exhaustivos, en las consecuencias prácticas que la adopción de políticas coherentes con los a priori ideológicos tienen, al menos en lo concerniente a, por ejemplo, la apuesta decidida por políticas de marcado carácter social las cuales, de manera evidente, tienen resultados obviamente desastrosos si nos limitamos a constatarlas atendiendo para ello a valores exclusivamente sometidos a los cánones de la productividad.

Con todo ello, de la lectura detenida de lo dicho hasta el momento, se deduce aparentemente de manera ineludible la constatación negativa que conllevó la aprobación unánime que con el voto no ya de ambos partidos mayoritarios, sino con el triunfo de las dos en apariencia únicas tendencias ideológicas que en apariencia pueblan España; se dio de la que se llamó ley para la sostenibilidad del Déficit Público, y que al menos de la lectura del Preámbulo, se deduce que está destinada a fomentar la imposición del pago del Déficit como una de las grandes prioridades a las que ha de someterse a partir de ese momento todo Gobierno, sea del perfil que sea.

En definitiva, se trata de la constatación manifiesta y suficiente de que, desde la aprobación de la mencionada, la función de un Gobierno no pasa ya por la búsqueda inusitada de valores, conceptos, procedimientos y actitudes que redunden definitivamente en la mejora efectiva de su país y de sus integrantes. Más bien al contrario, desde la aprobación de la mencionada ley, y mucho más a partir de la entrada en vigor de las modificaciones constitucionales que permitieron su redacción, lo cierto es que hoy por hoy, la función de un gobierno es preservar intacta la convicción de cobro que se halla instalada en el seno de los que en última instancia son acreedores del país.

No se trata tan solo de que hayamos pues de defendernos activamente de nuestros gobernantes, es que, de manera solvente y eficaz, gobiernan activamente en contra de nuestros intereses.

¿A alguien le queda duda alguna de que no se trata solo de una privatización masiva, sino de la compra inmisericorde de un país?


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Y SIGUIENDO CON EL ESQUEMA, AHORA NOS TOCA INEXORABLEMENTE EL REGENERACIONISMO.


Convencido como estoy, de que uno de los mayores triunfos, si no el mayor de todos de los que podemos acomodar a la hora de hablar de nuestra época de crisis, pasa por descubrirnos la casi absoluta incapacidad para poner nada nuevo bajo el sol, es por lo que hoy, una vez más, me he refugiado en la Historia.

Anonadado me hallo, todavía hoy, de encontrarme frente a frente con mi Presidente del Gobierno. Compruebo que, para satisfacción de una mayoría, si bien formada ya por bastantes menos de los que comenzaron esta cruzada; no nos encontramos aún ante el escenario dibujado por el genial KÚBRITCH, aquél en el que una computadora, HALL 9000 decidía, atendiendo para ello a parámetros estrictamente matemáticos, sobre la vida de los tripulantes de aquella hermosas nave.

Definitivamente, Mariano RAJOY es todavía más que un ente de plasma.
Superado con ello el grado de tremendo impacto que para muchos de nosotros supusieron las muestras de Política Esperpéntica, única posición desde la que podemos intuir vagamente los procederes del Gobierno en los últimos tiempos, hemos de aceptar no obstante que si bien D. Ramón María del Valle Inclán consiguió con sus figuras alegóricas, los esperpentos, posicionar algo de la Cultura española del XIX en los preceptos de movimientos europeos de las Vanguardias, lo cierto es que nuestro ingente y seguramente nunca suficientemente bien valorado presidente, lo único que logra colocar con cierto sosiego en Europa, en el caso que nos ocupa en Berlín, es la lista de recortes institucionales, económicos y en última medida sociales, que tendrá que llevar a cabo una vez que lo que parece haber quedado claro es que no hay titi que se enfrente a la Hërr Director.

Emancipada ya cualquier situación que pueda generar duda o desconcierto, fruto de la redacción del presente, es cuando comenzamos a esbozar la línea cuya consolidación de perfiles nos permitirán intuir el grado de la nueva realidad a la que con aparente tranquilidad, y en absoluto silencio, nos dirigimos.

Superados los reductos estéticos a los que el parnasianismo, y su culto mitológico al propio concepto, parecían habernos reducido; es por lo que siguiendo la senda casi natural que la Historia traza, hemos ahora sin más dilación de buscar refugio en el Regeneracionismo.
Objeto directo no ya de las políticas del XIX, sino más bien de la comprensión manifiesta de los efectos que el fracaso de las mismas origina; el Regeneracionismo parte en este caso también de una premisa muy sencilla, la que pasa por entender que el grado de fracaso al que nos han conducido ciertas políticas es tan severo, que ya no cabe, al menos siguiendo los actuales parangones, la conceptualización de un modelo mínimamente integrable que nos permita a medio una vez anulado el corto plazo; superar las condiciones de miseria a las que hemos sido indefectiblemente conducidos.

De la lectura detenida de lo anterior, se puede extractar una tesis que en el caso que se hace hoy actualidad, choca de plano con el rocambolesco escenario de mejoras pintado desde el Congreso. Tesis que pasa por comprender de una vez que mientras el Gobierno siga sin atender como se merece el riesgo mortal de hemorragia que para España constituye hoy la lista de personas que no tienen lugar para desarrollar una labor profesional; están en realidad alucinando.

Volviendo al Regeneracionismo, y enmarcando dentro del mismo los símiles con los que el actual Gobierno se retrata, bien podríamos decir que los burdos aspavientos tras los que el Sr. Presidente trata de ocultar la falacia de su miseria, no sirven sino para interpretar que las absolutas y permanentes concesiones no ya a la política de Bruselas, sino a las exigencias de Berlín, constituyen definitivamente la asunción activa de su nefasta incapacidad, la cual se manifiesta en la defensa a ultranza de que ahí reside el último atisbo de solución para nuestros problemas.
Hasta aquí hemos llegado, la hora larga de discurso con la que hoy ha destapado el tarro de las esencias, sirve en realidad para constatar que como buenos gestores que son, sirven para diagnosticar problemas, pero definitivamente son inoperantes para resolverlos.

Embarcados como estamos ya en el franco aunque a la par somero análisis de conceptos propiciados por otras épocas pasadas; y cediendo con ello al empuje que sin duda nos proporciona la defensa ordenada de uno de los principales argumentos que nos ha traído hasta aquí hoy, habremos de decir que uno de los elementos que más fuertemente ha contribuido a la concepción de la Democracia, y con ello sin duda a la correcta conceptualización del Estado y sus obligaciones es, sin lugar a dudas, la generalización del trabajo, y su conceptualización como trabajo.
Así, uno de los elementos preceptivos, si no el de valor capital que nos lleva a poder hablar de la superación definitiva del Antiguo Régimen, se encuentra habilitado precisamente en el carácter social que la disposición de un empleo tiene para todos los integrantes de un sistema social moderno.

Entendido desde la perspectiva que el sistema cerrado en el que se habían consolidado las relaciones de dominio se mueven, tenemos que el esquema dialéctico se muestra inútil en tanto que la distancia que separa a la minoría dominante, de la masa aplastada es en realidad tan grande que hace del todo imposible el mero surgimiento del menor punto de atracción a partir del cual cimentar un mero conato de implantación. Será pues la labor equilibradota del empleo, la que promueva el nacimiento, desarrollo y posterior puesta en valor de una original clase media, destinada final aunque no por ello preceptivamente, a la conformación de un nuevo escenario a partir del cual entender, y por qué no desarrollar, la incipiente lucha de clases que inevitablemente se nos viene encima.

Y si desde el punto de vista de los administrados, el efecto del empleo es tan sobrecogedor, la verdad es que si lo analizamos desde la perspectiva de la Administración, o desde el Gobierno si se prefiere, la verdad es que los resultados son igualmente espectaculares.
Haciendo un guiño a las estrafalarias motivaciones que justificaron las políticas de los trienios liberales y conservadores, lo mismo da uno que otro; lo cierto seguramente es que una de las cosas con las que la Historia está de acuerdo, es con la de constatar que la función inexcusable que atalantó y justificó la inexorable existencia del Gobierno, fue realmente la de administrar con el mayor rigor posible los recursos sociales al frente de cuya salvaguarda se le puso, en tanto que fue al único al que se le concedió competencias objetivas para, precisamente llevar a cabo un arbitraje justo de los ingresos que se le otorgaron vía impositiva.

Por eso, cuando nuestro Presidente dice hoy que definitivamente, las cosas empiezan a funcionar, a mí en realidad de lo que me entran ganas es de echarme a temblar.
Y lo hago porque definitivamente, y para algunos de manera clara y evidente, lo que ha hecho hoy D, Mariano no es más que quitarse la careta.
Quitarse la careta, y decirnos que ya definitivamente se lanza a dedicar el tiempo que le queda, a desarrollar el que desde un primer momento fue el mandato preceptivo de aquéllos que facilitaron sus sucesivos nombramientos, los cuales han promovido el ascenso de un ser gris al poder. Unos mandatos que no pasan sino por la destrucción definitiva del Estado del Bienestar.

Margaret THATCHER llegó a decir que el Estado es el Problema. Espero sinceramente que el alumno aventajado, no saque Matrícula de Honor.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

miércoles, 1 de mayo de 2013

DE LA BÚSQUEDA DEL FUTURO, DEL RETORNO A LA “GENERACIÓN DEL 98”


Larga se está haciendo, qué duda cabe. Ni tan siquiera la pausa invertida, en la que este año parece haberse convertido la celebración del Día Internacional del Trabajo, puede en realidad aportar nada no destinado a alegrarnos, sino sencillamente a quitarnos algo de la desazón que nos reconcome, que nos emponzoña.

Salvada ya la paradoja en la que hoy por hoy se convierte tal celebración, y acunados por el conato de calma que supone el saber que hoy las cifras de paro no se habrán elevado, sencillamente porque la Sra BÁÑEZ sin duda se habrá ido a disfrutar del sin duda merecido descanso; es cuando nos disponemos no ya a presuponer aquello que posiblemente habrá de conformar nuestra actualidad en el transcurso de los próximos días, sino más bien que consideramos hoy más acertado, llevar a cabo un pequeño lapso destinado a tomar nota de los todavía incipientes, pero ya certeros, acontecimientos que conforman la nuestra realidad.

Es así que, indudablemente, habemos de iniciar nuestro ingente paseo por las calendas enunciadas, celebrando obligada parada en la nueva manera no ya de hacer Política, sino más bien de anticipar una Campaña Electoral, que ha inaugurado el Sr. Presidente. “Las cosas verdaderamente no están tan mal. Es en realidad que nosotros, al contrario que otros, no acostumbramos a hacer previsiones echando las campanas al vuelo. Preferimos frustrar a unos pocos, para que luego sea la realidad la que mejore nuestras premisas.”

Por favor, léanlo otra vez, y luego sinceramente díganme si no apetece dar un par de patadas en el sálvese la parte. Luego que un poco de ibuprofeno que mejore la situación.

Grafismos a parte, y salvada la diligencia mental, hemos de acudir con sosiego a la revisión de la prolífica muestra de opinión variada a la que esta semana están dando tanto las declaraciones, como los silencios, del Sr. Presidente.
Así, acudiendo a la producción propia que al respecto manifestamos, vemos que si antesdeayer era el escapismo, y ayer el parnasianismo, lo que servía para descifrar el entramado que nuestro versado Presidente nos regalaba;  hoy, como suma de todo lo anterior, nos vemos en la obligación de aglutinar en torno al fin del Realismo del XIX, la totalidad de las señales de cuya conjugación, sin duda seremos capaces de hallar respuestas a nuestras delicadas pero ya inconmensurables preguntas.

Porque ya poca duda puede cabernos de que, como en aquél preciso momento, la constatación expresa no ya de una crisis, sino de un Desastre, por particular más severo si cabe, había hecho presa firme en las constataciones de los que en ese instante, conformaban la realidad de este nuestro país.

Como en aquel momento, la Cultura y el Arte, y en especial la Literatura; se convirtieron en fieles testigos a la par que justos cronistas, de la realidad que conformaba un país que se desangraba preso de la certeza de que valía más morir de píe, que vivir de rodillas.
Buscando un poco de semántica a partir de los protocolos adquiridos, hemos hecho en este caso un ejercicio destinado a desandar el camino, de manera que hemos preferido buscar en la Literatura, los vicios de producción que en este caso, sirvan para revelar la influencia de la sin duda manifiesta influencia que existe entre la producción artística, y el medio en el que la misma resulta contextualizada.

Reconocemos así, como en el caso del siglo XIX, una vuelta a los escapismos, como respuesta a la incapacidad no solo para comprender la realidad, sino para cambiar el mundo. Y es fruto de esta incapacidad, de la que surgen las dos vertientes que le son propias al Hombre Despistado que Emile ZOLA describiera tan maravillosamente. Un Hombre que hace de su frustración no la fuente dialéctica de la que parten sus hazañas; sino la mera frustración por la frustración, mala e inoperante consejera, en tanto que tal.
Fruto de la misma, la renuncia del Hombre que tal consideración lleva inexorablemente aparejada, se hace fuerte en la necesidad de reconocer la manifiesta incapacidad de cara a restablecer el orden establecido. Una vez perdidos los cánones, resulta imposible proceder con un retorno basado en una mera ilusión de orden.
Solo nos queda pues, inventarnos una nueva realidad la cual, lejos de reconocer la miseria que la alimenta, preferirá como es obvio, lavar en las aguas de la amnesia, los trapos sucios de la sangre que secundó su alumbramiento.

Y en el colmo del paroxismo, cuando no del despropósito, el nuevo amago del parnasianismo.
Superada la contingencia que rodea a todo acto político, su fuerza hay que buscarla inexorablemente en los fines que persigue, a saber la mejora de la vida de los hombres; es la falsa ilusión de la necesidad con tintes filosóficos la que aparenta apoderarse del ejercicio político.
El parnasianismo es el Arte por el Arte. Su supervivencia hubiese supuesto la muerte inexorable del Arte. La necesidad aplicada a pelo sobre el acto político, sin duda supondrá la muerte de la Política, al menos según los cánones que aún hoy definen tales aspectos.

Y plantado en mitad del escenario, como maestro de ceremonias, o llegando tarde como el conejo de Alicia, La Derecha Cavernaria. Tradicionalista, reaccionaria. Taciturna y engreída, representa por sí misma, la consagración de todos los males que algunos llevamos cierto tiempo presagiando si bien, hemos aquí y ahora de confesar, alejados de la mínima certeza de que tal grado de maldad, más cercano en este caso a los de brujas y madrastras más propias de los creadores escandinavos, pudiera ser verdad.

Lleva la Derecha, como suele ocurrir con las malas películas, anunciándose desde tiempo ignoto bajo la tranquilidad que proporciona el cartel de próximamente en sus pantallas.
Ya en 1996, los amagos de producción dieron lugar a una sin duda mala película. Rodada con dinero ajeno, y haciendo uso de material que no le era ni propio, el productor ejecutivo de aquel momento, logró terminar la filmación vendiendo lo que por entonces comprendía la única fuente de recursos de la productora.

Algunos años después, con el mismo guión entre las manos, que a su vez  es ya un remake de una vieja película protagonizada por gellegos y alemanes; se presentan ante nosotros convencidos no solo de que habremos de dejarles rodar, sino que también habremos de abrirles nuestras puertas, darles nuestra comida, y de paso abrirles la cama.
Y si por el contrario osas plantarte, decir que hasta aquí hemos llegado, que no juegas más, es cuando se ponen la venda, se hacen los heridos, o peor aún te llaman nazi, y de paso sueltan a los perros.

Y mientras, se colapsa el sistema, el cine se colapsa, cierra; y como en los viejos tiempos hemos de ir más allá de los Pirineos a ver películas, sin necesidad de que sean de dos rombos.

Cabe ya a estas alturas, tan solo una pregunta: ¿De verdad hemos de creernos que esto es casualidad, o podemos por el contrario albergar la esperanza de que aún siendo una canallada, alguien sabe lo que está haciendo?

Insisto, la solución, Próximamente en sus pantallas. (Si son de plasma mejor porque el protagonista se encuentra más relajado.)

Luis Jonás VEGAS VELASCO.