jueves, 30 de junio de 2016

DE VER SUCUMBIR A “UTOPÍA”.

“Qui nescit simulare, nescit regnare”. Quien no es capaz de fingir, no lo será de reinar. DELLA ROVERE, Giuliano.

Proféticas palabras, máxime si tenemos en cuenta que su autor, el que estaba llamado a ser nombrado Sumo Pontífice de Roma, y que reinaría bajo el nombre de Julio II; las escribió en el borrador de la misiva que, dirigida al que por entonces era aún Papa (Alejandro VI); habrían probablemente de servir como muestra de condolencia por la dramática pérdida que éste había sufrido una vez hallado el cadáver de su hijo cosido a puñaladas y arrojado a un vertedero Pues tal fue el destino de Juan Borgia, Duque de Gandia, asesinado precisamente por estas mismas fechas, de 1497.

En lo concerniente a aquellos que ahora mismo tratan de dilucidar dónde se encuentra la causa que me ha llevado a considerar conforme a contexto tamaña cita, espero baste con decirles que en la larga lista de nombres que se barajaba a la hora de encontrar a los responsables del fatídico hecho, se encontraba, y curiosamente no despertaba por ello ningún recelo, el del propio Della Rovere. La prueba de que no hubo suspicacias, o de que si las hubo no fueron tomadas en consideración, se encuentran en que finalmente se le consideró como el más adecuado para portar El Anillo de Pedro. Y había múltiples aspirantes. Casi tantos como para dar muerte al propio Juan BORGIA.

Desde entonces hasta hoy, múltiples han sido las muestras aportadas por la Historias de casos en los que simulación, traición y poder han ido de la mano. Ya sea para conseguir el poder o para mantenerlo, la traición se ha mostrado como el más eficaz de los procedimientos ya sea en pos de lograr giros inesperados, por ejemplo en batallas; o como imprescindible método destinado a franquear el paso a unidades enemigas hasta el interior de ciudades cuya magnífica defensa hubiera teñido de imposible tamaño menester, a la vista de las defensas. Que se lo digan a Publio Cornelio SCIPION, a la hora elevar a público el proceso mediante el cual se forzó la toma de algunas poblaciones bárbaras, como por ejemplo la que me viene a la memoria, situada en lo que hoy es Soria; cuyo devenir estará inexorablemente ligado a los relatos destinados a convertir en inmortales las hazañas del que a pesar de todo habrá de ser considerado como uno de los más grandes estrategas y conquistadores.

Entonces como ahora, el miedo guarda la linde. Dicho de otro modo el miedo, o por ser más exactos la valoración de los condicionantes que desde el mismo se lleva a cabo, conduce a menudo a elaborar listas de objetivos, y por supuesto de los procedimientos que estamos dispuestos a poner en marcha en pos de lograr tales objetivos; cuyo único denominador común pasa por la observancia de que lo que en condiciones normales podría ser considerado como una absoluta inepcia, alumbrado por la nueva luz que aporta el miedo, alcanza visos no solo de conveniencia, sino incluso de verdadera optimización.

Nos vemos así pues en la obligación de constatar que, a la vista de los nuevos escenarios que se suscitan una vez que nuestras emociones alteran nuestras capacidad para separar con diligencia dónde acaba lo real, y comienza lo supuesto; que hemos de tomar en consideración la posibilidad de que sin llegar a los extremos decretados por DESCARTES cuando llega a formalizar la tesis según la cual no podemos dilucidar la existencia que separa el mundo que percibimos despiertos, respecto del que interpretamos cuando estamos dormidos; lo cierto es que muy probablemente la alteración de la percepción que puede llegar a promoverse a partir de la incitación del miedo puede desencadenar una serie de conductas absolutamente incomprensibles para el mismo individuo una vez éste las analiza ajeno eso sí, a los elementos que le han infundido el miedo.

Es así que la valoración de considerandos tales como el propio miedo, la percepción que de sí mismo tiene el individuo, la valoración de su progresos a lo largo de su pasado reciente y lo que es más importante, las expectativas que al respecto de su futuro se han venido conformando por parte de sí mismo, y de su entorno más cercano; pueden ayudar a entender, cuando no incluso a explicar, cuestiones tales como la del extraño caso del votante de IU que, de manera incomprensible si nos atenemos a los considerandos rutinarios que rigen su actitud para con el Partido, el pasado día 26 de junio decidió no ir a votar o lo que es “peor”, decidió hacerlo en pos de la lista presentada por el PSOE.

Tamaño proceder, en principio incomprensible, alcanza visos de notoriedad no tanto porque su verosimilitud crezca de manera exponencial a medida que la perspectiva crece, como lo hace el tiempo transcurrido desde la última cita electoral; como sí más bien porque la propia Historia, a través de uno de sus protagonistas, el llamado a su vez a descifrarla, nos aporta claves de indudable valor. Dirá así Erich FROMM que no es la Libertad ceder al azar. Los seres humanos tenemos una serie de estructuras específicas que solo pueden desarrollarse en virtud de la norma. Se entiende entonces que el ejercicio de la Libertad no pasa por librarse de todos estos principios guía, sino que ésta se ejerce cuando crecemos de acuerdo a las leyes de la estructura de la existencia humana (…) Significa obedecer las leyes que gobiernan el desarrollo humano óptimo.

Asumir la existencia de un desarrollo humano óptimo, conlleva aceptar a su vez la existencia de un escenario en el que tal desarrollo se lleve a cabo de manera óptima. Sea como fuere, nos encontramos ante la constatación de que todo ejercicio de rebeldía, cualquier acción encaminada a promover no tanto la superación, como sí más bien el crecimiento del Ser Humano en Libertad, se muestra no solo estéril sino abruptamente insostenible toda vez que la comprensión del escenario nos lleva a comprender que cualquier pensamiento surgido en su seno, resulta maravillosamente pernicioso.

Es así que UTOPÍA cayó, y lo hizo como NUMANCIA, salvedad hecha de que aquí no queda sitio para los héroes.

UTOPÍA se desmorona. Se desmorona por fin a través del uso de ese votante de IU que incapaz de asumir la necesidad de integración (o cabría decirse la desintegración) de su formación en el seno de PODEMOS, decide hacer lo que nunca pensó realizaría. No solo se pasa al PSOE, sino que encuentra fuerzas para justificar tamaña acción, e incluso la explica con fines didácticos cuando es para ello requerido por otros camaradas.

Sucumbe así pues una vez más la realidad, y vuelve a hacerlo paradójicamente ante el peso de los argumentos de un alemán. Argumentos que sirven para explicar cómo es posible que una formación política prefiera suicidarse impidiendo el triunfo de la opción que sin duda se hubiera traducido en el incremento de su poder en forma de más representantes en el Parlamento; creyendo que tal acción no habrá de tener consecuencias o sea, que dentro de un tiempo podrán volver a resurgir, como si no hubiese pasado nada, para construir de nuevo ese lugar imaginario en el que no existe pesar, toda vez que no hay responsabilidades que puedan ser exigidas.

Como dijo Rodrigo Borgia a la vista del cadáver de su hijo cosido a puñaladas: “¡Dios! ¿Acaso no es para volverse loco?”


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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