No puedo saber muy bien el porqué, sin embargo, algo que con
gran fuerza se opone al normal movimiento que me viene impulsando a lo largo de
todo este ya largo tramo que viene siendo mi vida, me impide seguir adelante
con la antaño normal fuerza, que una vez convirtió en gráciles los movimientos
que han descrito mi pasar por la vida. Por ello, me detengo…
Detengámonos pues, y convirtamos esa parada, en principio
destinada a poco más que a descansar, en algo mucho más provechoso, al menos
para nosotros, al menos a título de consumo
interno.
Hagamos un alto pues, y comprobemos nuestro derredor en pos
de algo que nos haga más agradable nuestro decantar
por la vida. A nuestra Derecha, una caterva todavía enfurecida de
nostálgicos, reaccionarios y neoliberales, se enfundan sus particulares guantes de faena con el firme, cuando no
único propósito, de no mancharse las manos no ya con la otrora sangre de sus
víctimas; sino que hoy resulta más imprescindible no cortarse con el filo dorado de los sobres que justifican
y por ello no se cuestionan.
A nuestra Izquierda, un sinfín de elementos discordantes,
carentes muchas veces no ya de organización, sino más bien de quien los
organice, una vez que el conservadurismo ha
calado, paradójicamente, en el alma de aquellos que una vez defendieron a
ultranza el progresismo.
Y en el Centro, ese centro en España tan criticado siempre
mediante el uso velado de la acusación de ambigüedad, la cloaca. Una cloaca que se extiende a lo largo y ancho de cientos de
hectáreas metafóricas, y que baña de manera no metafórica, sino
desgraciadamente muy certera, las costas de territorios limítrofes tanto con
los de Derechas, como con los de Izquierdas.
Una cloaca en cuyo fango, aparentemente muy nutritivo,
hunden sus raíces especies de la peor calaña, y comen de sus detritos lo mejor
de ambas casas, haciendo bueno el
dicho retrógrado de que En este país,
quien no roba, y no jode, es porque no tiene dónde.
Siempre fue una apuesta muy arriesgada la que protagonizó
este país, no sabemos si por las prisas, o porque sencillamente no quedó otra
oportunidad; cuando nos echamos abiertamente en manos del bipartidismo. Consecuencia o causa, aún tardaremos tiempo en
saberlo; era como si la minoría de edad
que disimulaba mal la estulticia política de los habitantes de España, necesitara
cobrarse una última víctima en forma de homenaje velado que convertiría en
imprescindible la rememoración en la
arena de un nuevo Circo, de alguna de las múltiples viejas batallas que a
España, o mejor dicho a algunos de los españoles, les quedaba por rememorar.
Pero como sigue diciendo el refranero castellano, El Hombre propone y Dios dispone. Así,
el nuevo Dios, en forma de Tiempo, tenía otras expectativas. La Democracia, La
OTAN, La CEE primero y la UE después, e incluso si me apuran la superación de la Cuestión Militar, amenazaban
con hacer del nuestro un país en el que hasta valdría la pena vivir.
Pero ellos no lo podían permitir. ¿Qué vendría después?
¿Acaso estos desarrapados acabarían por creerse capaces de mandar? ¡Pues hasta
ahí podíamos llegar!
Y se pusieron manos a la obra, y lo hicieron bien, pues si
algo hay que reconocerles a estos chicos es que son como los electrodomésticos
SOLAC lo que hacemos, lo hacemos bien. Es
evidente, cuentan con Dios entre sus filas, y cuando éste no es suficiente,
pueden acudir a la Banca, donde tienen tanto o más crédito que entre los
confesionarios.
Primero, en un golpe
maestro muestra de alguien que maneja los absolutos como nadie, pues no
tiene prisa; dejaron que el enemigo se confiara, a la par que se debilitaba. La
forma es sencilla, Como dice el oficial de Submarinos ¡Déjalos que canten! Así “consintieron” que su España fuera gobernada por aquél nido de rojos que a las órdenes
de un andaluz con traje de pana, llegó a creerse capaz de pasar a la Historia de España con la
unanimidad en el plebiscito de los españoles. Infeliz, hoy por hoy el único que
ha logrado semejante hazaña es Fernando VII.
Mientras ellos, en la sombra como siempre, se preparan el
terreno. Han aprendido de sus errores, y son ahora alumnos aventajados. Por
ello, lo mejor es que en ciertos puestos haya gente de innegable valía. Valía que procederá en unos casos de la convicción
ideológica, pero que siempre podrá alquilarse en el caso de que la anterior no
se tribute. Nace la técnica de los
sobres.
Y de ahí, a las elecciones de 1996. Tres de marzo de
1996. El nuevo destape ha llegado, y ahora no hace falta marchar a Francia
para disfrutarlo.
Son las elecciones de 1996 no tanto las del triunfo del
Partido Popular, como en realidad las de la reimplantación de las teorías de la
Derecha más reaccionaria a la par que rancia y cavernaria de Europa. Tal vez
por ello en Europa no puedan ni quieran ver a sus representantes. ¡Lástima que
sean los miembros de nuestro Gobierno!
Así se fragua, financia y alimenta, el actual estado de
depravación existente.
Pero hoy asistimos a un hecho mucho más ladino. Presenciamos
no tanto el triunfo de un modelo, por depravado que nos parezca, como al
fracaso de otro, que bien puede haber muerto de éxito.
Cuando a partir de 1975 se empiezan a promover iniciativas
que acaban por convertirse en cuerpo
legal, comprobamos cómo la buena fe y
el sentido común que a priori se suponen en todas no son ni con mucho, base
suficiente como para dar por hecho que su supervivencia ni mucho menos su éxito
puedan estar garantizados.
De tal guiso nos encontramos a la hora de clamar por
concepciones básicas tales como la Ley de
Bases Representativas. De manera escueta,
la mencionada atribuye, siguiendo las consabidas bases del XVIII
francés, la inexcusable necesidad de depositar en un grupo representativo la voluntad del Pueblo; el cual ha de
renunciar, simbólicamente o de facto, al ejercicio del Poder que le es propio. He ahí la base fundamental de los Sistemas
Parlamentarios.
Sin embargo en tal concepción redunda también la máxima
lacra de tal sistema, la que se traduce inexorablemente en la cogeneración de
un protocolo que termina por convalidar la existencia de una serie de
diferencias a priori casi inapreciables entre los que componen el grupo de administración, y los que son en realidad
administrados. Ha nacido la casta política.
Y lo hará con consecuencias lamentables, qué duda puede
caber. Pero unas consecuencias en cuya base, como siempre, redundan las
incompatibilidades que para con la consecución del bien común parece tener el
género humano. Así, las envidias en unos casos, pero la abulia, o la simple
apatía en la mayoría de ocasiones, ponen fin a éste por otro lado hermoso
proyecto destinado en principio al logro de una serie de condiciones que
redundarían en el bien común.
Pero una vez más, y como siempre, la responsabilidad, o en
este caso la ausencia de la misma, socava hasta límite incomprensibles el
correcto tránsito por el que en principio debería haber discurrido el binomio
descrito. Es entonces cuando se palpa la tragedia. La neurosis
nos lleva a confundir los términos de la ecuación antaño tal bellamente
planteada, de manera que el hecho contingente cree verdaderamente ser
necesario. El administrador se cree con plenos poderes, y el Pueblo desiste de
su derecho a reclamar la devolución de los mismos.
Y es en ese momento cuando comprobamos que no es sino la
frustración la fuerza que entorpecía el discurrir de los pasos del caminante
que nos ha abierto amablemente el camino de nuestro disentir de hoy.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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