O DEL EFECTO QUE
CAUSA VER AL “DIARIO EL PAÍS” REGALANDO
LAS OBRAS COMPLETAS DE KANT. (EN EL 211º ANIVERSARIO DE SU MUERTE.)
Alcanzado un momento en el que una de las pocas cosas de las
que estoy absolutamente seguro es de que no creo en las casualidades, puede
resultar del todo menos anecdótico el comprobar hasta qué punto resulta
acertada la elección de la obra con la que el Diario El País decide dar
comienzo a la que supongo será el enésimo intento, seguro de nuevo fallido, de acercar la Filosofía a los mortales.
Sin dudar un solo instante por supuesto de lo adecuado que
resultará proceder de manera detenida y completa a dar cumplida lectura a la
mencionada obra, lo cierto es que sin
entrar en pormenorizadas valoraciones, la Ética
de Kant, más allá de que resulte o no amena, al menos según los cánones que
hoy por hoy se arbitran a la hora de determinar explícitamente tales
consideraciones, no viene sino a poner de manifiesto las grandes diferencias
que en lo concerniente a las catalogaciones morales (o sea a la hora de
discernir entre lo que está bien y lo
que está mal), han venido a definir
con respecto a su propia evolución, nada menos que la evolución de la propia Humanidad.
Porque una vez hemos alcanzado un estado tal de depravación
que convierte en imprescindible la puesta en marcha de toda una operación encaminada si no a encontrar
soluciones, sí cuando menos a dejar claro el momento en el que éstas comenzaron
a ser imprescindibles, no resulta menos cierto que constatar, cuando menos por
aproximación, la magnitud del retroceso cronológico al que hemos de proceder
siempre en la búsqueda no debemos olvidarlo del instante en el que dejamos de ser humanos, o al menos
auténticamente sociables, habría de sumergirnos en un proceso de varias
fases algunas de las cuales habrían de comenzar por el sonrojo generalizado,
para ir luego evolucionando hacia el bochorno como conducta a
institucionalizar.
Aunque una vez vistas las líneas generales sobre las que se
asienta la manera de pensar, o más concretamente la manera de no hacerlo,
sometida esta consideración en un primer momento a la población en general, y centrada luego en aquéllos que mediante su ejercicio, o por la carencia de éste, se
creen de verdad capacitados para decir que efectivamente sirven al Pueblo; lo cierto es que lo único que se me ocurre decir en su descargo, pues nunca en su defensa, de la que tanto unos como
otros hace tiempo que dejaron de ser merecedores; es que lo mejor que le podía
pasar al Maestro de Königsberg , pasa
por que le dejaran en paz.
Que nadie se equivoque, La línea fundamental de mi
razonamiento, aquélla que pasa por dar por sentado que Immanuel Kant o más
concretamente la constatación práctica resultante de algunas de sus
deliberaciones parece ahora haberse
materializado dotando de cierto trasfondo a algunas de las consideraciones
que en principio justifican los desmanes sin par ejercidos por el Desgobierno que nos gobierna, han de
ser tenidas en cuenta, ¡cómo no! a partir de la disposición que nos queda al
ejercer las disposiciones de semejante semántica en el contexto determinado por
un Gobierno del que solo se puede extraer la conclusión de que odia,
abiertamente, cualquier disposición o procedimiento que permita alentar, ya sea
de manera directa o indirecta, la posibilidad de conciliar a la razón con cualquier forma de pensamiento
actual, o sea, con cualquier protocolo que se sienta con fuerzas como para conciliar
en una sola oración los términos pensamiento
actual con razonamiento acertado.
Es por ello que interesado ya en poner sobre la mesa la
lista que contiene todos y cada uno de los ingredientes que con mejor o peor
suerte habrán de componer esta disquisición, que me encuentro a título personal
cuasi gratificado de encontrar a Kant en
el fondo de las disquisiciones desde las que unos y otros han procedido a armar
las estructuras que más pronto que tarde habrán de resultar si no el patíbulo
de Monedero, sí seguro la pira en la que vengan a arder en sacrificio cuasi
ritual muchas de las aspiraciones de PODEMOS a conseguir el voto de muchos de
esos que llamamos indecisos, cuya participación pasará, de ser considerados
importantes, a ser casi, o incluso sin duda, decisivos.
Es así que, trayendo una vez más a colación el argumento
tantas y tantas veces esgrimido en base al cual mal, rematadamente mal habrán
de estar las cosas si hemos de retroceder en el tiempo, en este caso nada menos
que 211 años en pos de soluciones; lo cierto es que me sorprendo si cabe más
intuyendo la sombra de las mismas en la
Ética de un Filósofo que directamente enmarcado en el siglo XVIII, y desde
la paradoja obvia de atreverse a dar
respuestas a preguntas universales sin necesitar para ello abandonar jamás la
ciudad que le era propia, supo como ningún otro definir no ya los
pensamientos, sino concretamente las estructuras del pensamiento en sí mismas,
inaugurando con ello y sin duda la verdadera
Era Moderna.
Resulta por ello que cuando la recua conformada por los activos
que integran el Gobierno, se alía
en este caso con la caterva que viene
a engrosar las filas propias de los que de no ser por su actitud podrían haber
sido efectivamente confundidos con un grupo
destinado a hacer oposición; se consolida una suerte de amago de verdad
cuya comprensión pasa por asumir que, inexorablemente, solo el ladrido de unos,
y la amenaza de infección que se esconde tras la baba infecciosa de otros, podría llegar a erigirse en un problema
para los integrantes de ese nuevo grupo
político que para muchos que son de la opinión de, por ejemplo, Esperanza
Aguirre no son una opción de gobierno en
tanto que a día de hoy siguen siendo una fuerza extraparlamentaria.
Porque de ser ciertas tales afirmaciones, o de tomar en
consideración cuando menos las fuentes de las que emanan, lo cierto es que tienen
cada vez menos sentido, si es que alguna vez tuvieron tan siquiera un atisbo
del mismo, los razonamientos desde las que han partido las conductas que han
terminado por materializarse en la suerte
de persecución en la que hoy por hoy permanecen sumidos unos y otros,
partidos políticos como los ya mentados, instituciones como Manos Limpias, cadenas de televisión (y
no incluyo a la que ejerce la voz de su
amo,) y un largo etcétera cuya aparatosa carencia de homogeneidad parece
desvirtuarse al mentar el catalizador que permite el milagro de diluir aceite
en agua fría sin que se formen vacuolas. A saber, la destrucción del “coletas” constituye hoy una consigna capaz de
aglutinar en pos de su consecución a fuerzas tan variopintas que, insisto,
justifica mentar a filósofos como inductores de consignas que serán coreadas
por los mismos que horas antes votaban en pos de reducir las horas destinadas a
impartir Filosofía en los Colegios Públicos….¿Porque hace pensar? Y claro, eso
termina por dar lugar incluso a ideologías.
Por eso que cuando zorras y gallinas, puercos y lobos
parecen dispuestos a justificar un alto el fuego en sus sempiternos
enfrentamientos alimentado éste en la salvedad de que bien podría ser que no
supiéramos con quién estamos, pero a ciencia cierta sí somos capaces de saber
contra quién estamos; un sin duda resquemor me recorre todo el cuerpo, entrando
por el dedo gordo de mi píe, y saliendo por mi cada vez más ralo pelo, hasta
conformar en mí ese modo previo a las grandes ocasiones, el que se reserva para
los instantes en los que sabes que a partir de los mismos ya nada volverá a ser
igual.
En definitiva, cuando todo un Ministro de Hacienda juega a dios esgrimiendo tras su dedo
acusador semidivino, y a espaldas de su risa
de cínico embalsamado las cualidades propias tanto de uno como de otro, es
cuando en definitiva acudo a Immanuel Kant en la búsqueda de los Imperativos Categóricos. Se tratan
éstos, a saber, de toda una suerte de consideraciones, epistemológicas en su
mayor parte, las cuales una vez correctamente ordenadas se erigen en guía y salvaguarda de todos y cada uno
de los protocolos de los que el común, y
por ende también los mortales, se surten a la hora de interpretar el mundo,
siendo con ello o tal vez por ello condicionantes expresos de la manera de
vivir.
Uno de éstos, el vinculado a las conductas devengadas de la
Ética, dice que la coherencia que habrá de existir entre las conductas
desarrolladas por el Hombre, y la fuente de corrección de las mismas, o sea el
aditamento que servirá para certificar la adecuación en términos morales de las
mismas; habrá de basarse en la naturaleza abiertamente
necesaria de éstas. O sea, que la absoluta ausencia de contingencias que cabe asumir a la hora de llevar a cabo tamaña
constatación pasa por la indisoluble comprensión de que la corrección de un
hecho viene ligada a su corrección para con la norma. Dicho de otra
manera, no cabe relativismo, una conducta es propia en la medida en que resulta
coherente para con la
norma. Sin interpretaciones que puedan reforzar o limitar la
ya mencionada naturaleza absoluta de la misma.
En definitiva, solo desde la aceptación consuetudinaria del
ya descrito principio kantiano según el cual es la naturaleza cualitativa y no el haber cuantitativo los capacitados para
dictar sentencia en tamaño colofón; en el que parece haberse instalado esa
suerte de marabunta dispar que se ha integrado no tanto en pos de cazar en un brete a Monedero, como sí
más bien de hacer plausible la
comparación del monto de lo supuestamente
defraudado con lo efectivamente
robado por otros, entre los que cito de memoria por ejemplo a Bárcenas, o
acciones tales como el pago de la reforma de Génova.
Sea de una u otra manera, una cuestión lleva días
consumiendo mi otrora tranquilo suelo. Una cuestión que se dirime de la
siguiente manera: ¡Cuán mal está un país que no ha de discutir la naturaleza de
sus ladrones en base al hecho delictivo,
cuando sí más bien a la cuantía de lo robado!
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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