Y todo ello sin abandonar durante un solo instante no tanto la
España, como sí más bien la atmósfera propia no tanto del hoy por
hoy conmemorado CERVANTES, como sí más bien del todo y por ello absolutamente
inmersos en los escenarios que prestos parecen querer acudir a reunirse con los
personajes que sin lugar a dudas le son propios y a la sazón, inmortales.
Porque dados en un
momento en el que la incertidumbre parece ser el único recurso cuando no medio
de cuya prestancia podemos estar absolutamente seguros; lo único que a estas
alturas parece preconizarse en un momento como el que nos rodea pasa de manera
a priori inexorable por comprender, cuando no por asumir, el grado de sinrazón,
colapso y certeza de corcusido a partir de cuya comprensión poder albergar
cuando menos la esperanza de merecer, en amplio sentido de la acepción, esto es
la de ser dignos, de merecer algo mejor.
Porque a pesar de la constatación de certeza de la sensación
de colapso que dentro de un mundo como el que nos ocupa, en el que por otro
lado todo es precisamente percepción; lo cierto es que ni esa ni por supuesto
muchas como esa, al menos en rango en disposición, pueden ni deben erigirse
como excusas en pos de justificar no ya lo propio de los ruidos, cuando sí más
bien lo clamorosos de los silencios con los que se ha venido a acompañar las
declaraciones emitidas por nuestro insigne
Ministro de Hacienda, para más seña Sr. MONTORO, el cual la pasada semana ni
corto ni perezoso afirmó que: A estas
alturas nadie puede obviar el hecho por el que parece quedar claro que lo único
que puede convertirse en un problema capaz de obstaculizar el evidente tono de
mejoría por el que pasa la Economía es, precisamente, el ejercicio de la
Política.”
Una vez que las declaraciones han macerado, esto es han sufrido en
carne propia el efecto por otro lado en la mayoría de los casos dulcificante de el paso de el tiempo;
constatamos por otro lado dos únicas verdades. A saber por un lado las que
pasan por comprender hasta qué punto ni tan siquiera un milenio es capaz de
dulcificar cierta cantidad de hiel; en
tanto que por otro lado lo que procede de constatar la sorpresa que en mí mismo
produce el haber estado tanto tiempo sin bramar
al respecto no sé si por las declaraciones en sí mismas, o más bien por el
sonrojo que me produce el constatar la suerte de pacto de silencio que unos y otros han urdido, encaminado muy
probablemente a que las mismas, hay que decirlo gracias a su crudeza cuando no
manifiesta desvergüenza; pasen de una u otra manera desapercibidas.
Y aunque si bien lo cierto es que en la mayoría de las
ocasiones el tiempo acabe por mostrarse como el bálsamo universal, de la experiencia extraemos el cómo a menudo ese
mismo tiempo no hace sino convertir en vinagre lo que otrora fueron excelentes caldos, arruinando con ello
la mejor de las fiestas si un descuido supera la acción del mejor de los sumilleres.
Abandonando así pues la metáfora, y entrando por ello de
manera evidente en el mundo propio al
esperpento, lo cierto es que cuanto más pienso en el calado y en la
profundidad de las declaraciones efectuadas, no debemos olvidarlo, por un
miembro del actual Gobierno; más se incrementa en mí la certeza que no la
sensación de que sin el menor género de dudas muchos, y sin duda todos ellos de
gran trascendencia habrán de ser los cambios a los que en breve, más pronto que
tarde, todos habremos de enfrentarnos.
Porque de la múltiple compilación de realidades que pueden
subyacer a las no menos numerosas interpretaciones de las que las palabras del
Sr. MONTORO pueden ser objeto, al menos dos merecen para mí una especial
atención. Por un lado, resulta evidente y no por ello menos significativo el
degustar la píldora con la que uno de los miembros
tecnócratas del presente Equipo de Gobierno se nos despacha en pos de
satisfacer su triunfo máximo, el que inevitablemente pasa por constatar cómo la
Política queda definitivamente subyugada a la Política.
Por otro lado, aunque no por ello menos importante, la
actitud, ¿o deberíamos decir aptitud? devengada por el Sr. Ministro parece
poner de manifiesto un hecho absolutamente contradictorio toda vez que resulta
difícil de comprender cómo alguien que se siente no ya desvinculado sino abiertamente
comprometido con la destrucción de la
Política; se empecina en llevar a cabo los que no parecen sino denodados
esfuerzos en pos de mantener no tanto al Sistema,
cuando sí más bien el sillón,
menesteroso símbolo de un Poder en que como ha quedado puesto de
manifiesto, nunca se ha creído, no al menos si como tal consideramos el
obligado cumplimiento para con el grado de compromiso que se espera en base al
cargo.
Dicho lo cual, y ahondando en las palabras que hoy son
objeto de nuestra disquisición, lo cierto es que de manera paradójica hemos en
este caso de acudir al exterior, a la perspectiva para más seña, si queremos
perseverar no tanto en la búsqueda de esencias, como sí más bien de las claves
que nos permitan intuir el cúmulo de
variables desde el que las palabras del Sr. Ministro pueden llegar a constituir
una fuente casi inagotable de certezas, la mayoría de las cuales, como suele
pasar con todo lo importante, empezarán
a mostrar la verdadera intensidad de su contenido macabro, dentro de mucho tiempo.
Es entonces cuando sin dejarnos arrastrar por el dramatismo
circundante en pos del ya inminente Viernes
13, procedemos a constatar en la variable que indirectamente proporciona el
contexto la que pronto se manifiesta como más interesante de cuantas variables
pueden verse participadas en aras de tratar de hacer comprensibles las por otro
lado ladinas declaraciones.
Es así que sin demasiado esfuerzo, contexto, dos mil quince
y escenario de múltiples procesos electorales se presentan ante nosotros de manera “clara y distinta” que diría
el precursor del Racionalismo para hacernos un esquema, cuando no un croquis destinado
sin duda a hacer comprensible incluso a aquellos que, bien por ser abiertamente
duros de mollera, bien por padecer los influjos de quienes siguen preconizando
las bondades de este Gobierno a título de materialización de las reformas como tal efectuadas, parecen
querer ignorar, ya sea de manera consciente o inconsciente el hecho según el
cual, tal y como todo parece indicar no se trata ya de que verdaderamente lo
tenga harto complicado, jodido lo
diría yo, para rememorar no ya otra mayoría
absoluta, tan siquiera para obtener una victoria. El hecho que asusta
verdaderamente a unos y a otros, y
que les une en su silencio, pasa por la a estas alturas ineludible constatación
de que no tanto las reglas, como sí más bien el marco desde el que la próxima y
por ende las siguientes citas electorales que se plantearán este año, ha
cambiado inexorablemente.
Y es ahí precisamente donde radica como parece a estas
alturas evidente, el éxito de PODEMOS. ¿De qué manera si no interpretar el
gesto de un Montoro que está dispuesto a sacrificarlo todo, incluyendo la
Política, con tal de que los desarrapados no
toquen pelo?
Éste y solo éste, incluyendo eso si la multitud de variantes
a las que las mismas pueden dar lugar, constituyen el escenario desde el que
posicionarnos para tratar de acceder a la sin
duda nueva realidad a la que la formación
todavía extraparlamentaria nos ha traído.
Una nueva realidad que mostrándose incluso ajena a los
efectos de la manipulación, ya proceda ésta del escenario mediático o del
electoral, pasa por la innegable constatación de que sin duda, algo, por no
decir todo, ha cambiado y lo que es mejor, probablemente lo haya hecho para siempre.
Como en los mejores tiempos. Siguiendo al pie de la letra
manuales escritos por los maestros de la utopía, los que pensaban que jamás
nadie leería sus divagaciones; un nuevo proceso se ha puesto en marcha. Desde
dentro, desde El Sistema, ha procedido
con el desarrollo de todas y cuantas demandas sean necesarias para hacer saltar por lo aires al propio Sistema.
Lo ha hecho con paso firme,
decidido, convencido de que nada volverá a ser igual.
Es así como PODEMOS, obtenga o no el que pueda ser considerado
como un buen resultado electoral, ha
conseguido dos cosas fundamentales. Por un lado ha puesto de manifiesto las
debilidades de un modelo que por otra
parte todos consideramos eterno en tanto que único.
En cualquier caso, tan solo el constatar el estado de
nervios al que mucho están siendo conducidos, basta revisar por una y última
vez las declaraciones ministeriales que han dado lugar a la presente
disquisición, me llevan a dar por bien empleados los minutos empleados en la
elaboración de la misma.
Luis Jonás VEGAS VELASCO.
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