miércoles, 15 de enero de 2014

DE LA DESIGUALDAD APLICADA DESDE LA DISTINTA PERSPECTIVA QUE OFRECE UNA CAJA DE BOMBONES.

Observo un día más el instante que me ha tocado vivir, y pese a ser testigo, afortunadamente no silencios de todo cuanto me rodea, lo cierto es que sin negar la certeza de los múltiples y algunos de los cuales incluso logrados cambios que conforman la mencionada realidad, la que no es propia, confieso que a pesar de todo, no puedo sino una vez más ceder a la constatación de la certeza de lo que nuevamente constituye la realidad que nos convierte en únicos, en irrepetibles. El ser humano es impresionante.

Impresionante, no tanto porque pueda pasar del ridículo al éxito en apenas unos segundos, sin que para ello sea imprescindible ni siquiera una solución de continuidad. Impresionante, no porque la realidad se empeñe una vez más, en lo que ya supone una costumbre que supera a la mera terquedad, en contra de todo cuanto un  grupo de desasosegantes colaboradores se empeñan en introducir a presión, sí, exactamente igual que como ocurre con la sangre en la morcilla de Burgos, pero en este caso con bastante menos éxito. Impresionante sencillamente porque una vez más, en lo que ya viene siendo un ejercicio casi recurrente, España se empeña en parecer un país tan solo cuando es capaz de pasar el filtro de la perspectiva.

Obviando como no puede ser de otra manera las consideraciones que a día de hoy han sido vertidas por varios a la par que prestigiosos dirigentes de este país, en base a las cuales y eso sí, sin someter a demasiada interpretación, todos aquellos que no corremos ya desde hoy a participar con ansia del regocijo que para todos ha de suponer la, ¡qué curioso, también en este caso mera interpretación de los datos!llevada a cabo en este caso por el Gobierno no somos sino unos meros traidores; lo cierto es que lo único que se me ocurre es que muy posiblemente, en España una vez más estemos recurriendo, tal y como llevamos siglos haciendo, a técnicas más o menos profundas, algunas de las cuales en sus técnicas más refinadas pasan por versiones tales como la manipulación, y que conservando todo su esplendor conducen, tanto en un caso como en otro, a impedir el que por otro lado no debería de ser sino el normal tránsito de los protocolos, en pos, como es obvio, de garantizar el lógico devenir de los acontecimientos.

Por eso cuando esta misma mañana me levantaba con una crónica radiofónica según la cual “la cesión por parte de los poderes de Burgos a las presiones de unos desarrapados no significaba sino otro episodio del ya previsible quebrantamiento del Estado de Derecho.” Lo cierto es que, una vez superada la sonrisa, esa sonrisa que supone el preámbulo a la escenificación del trauma, ya sabéis, el que nos infecta a todos los de la Izquierda en base al cual permitimos, cuando no abiertamente jaleamos, todas y cada una de las tropelías que estos golfos pertenecientes a la Derecha más cavernaria y reaccionaria tienen a bien ejecutar; me ha llevado a decir definitivamente ¡Basta!
Diremos para que nadie se llame a engaño,  o en cualquier caso aunque solo sea por respeto al tiempo ajeno y no siga leyendo la presente reflexión si lo que espera es una  rectificación al final, la cual hoy menos que nunca ha de producirse; que España no es, definitivamente, un país normal. Pero no me refiero, para lograr tal definición, a ninguna posición extraña, ni con mucho extravagante. Me resulta suficiente para llegar a ella el constatar por enésima vez que en España no solo no seguimos la norma, sintiéndonos además definitivamente orgullosos de tal hecho.

Así, y solo así podemos constatar, y de hecho y si cabe sin gran esfuerzo constatamos, hechos tales como que fiscales jueguen a defensores (precisamente el día que Bruselas tiene a bien publicar sendos informes en los que nos dice que no está de acuerdo con los métodos mediante los que en España se nombran cargos tales como el de Fiscal General de el Estado) sencillamente porque según sus conclusiones el cargo parece manifiestamente politizado.

Pero sencillamente, y una vez abierta la veda, lo cierto es que no necesitamos hilar tan fino. Y obrando una vez más en pos del respeto al tiempo ajeno, concitemos la cuestión que a algunos, de nuevo lo confieso, lleva meses quitándonos el sueño.
Una vez superada la cuestión inicial, ya saben aquélla que pasaba por saber cómo era posible que en España la Derecha hubiera vuelto a ganar las elecciones; lo cierto es que como digo resulta, al menos en mi opinión necesario replantear la cuestión, elevando no por supuesto el tono, cuando sí el componente proverbial de la misma, planteándonos a día de hoy: ¿Cómo es posible que una Derecha como ésta perviva en el puesto?

Sin cuestionar como no puede ser de otra manera uno solo de los preceptos legales que en términos constitucionales y a la sazón democráticos, han terminado por elevar al Partido Popular al elenco de aquéllos que mandan, lo cierto es que desde todas las salvedades que al respecto podamos o queramos aplicar, una y solo una es la cuestión que a mi entender ha de ser salvada. La que pasa por explicar cómo han solventado las consideraciones algebraicas.
Una vez aceptado el vínculo a mi entender inalienable que existe entre posición conceptual, y ubicación ideológica a la que en principio el individuo ha de permanecer vinculado, lo cierto es que haciendo de la categorización económica el filtro más potente, y una vez aplicados los correctores de rigor; lo cierto es que resulta del todo imposible explicar el éxito cuantitativo que resultó para la Derecha de las últimas Elecciones a Cortes Generales.

Alcanzada tal conclusión, y una vez constatada por medio del argumento más fuerte, aquél que procede de la realidad, la contradicción cuando no el error en el que parece caemos; habremos de indagar en otra dirección esto es, habremos de aplicar líneas de razonamientos vinculadas abiertamente a otras consideraciones de carácter si se prefiere, más subjetivas.
Así, recuperando de nuevo para la actualidad el ya mencionado argumento del Spanish is diferent, lo cierto es que cuando fallan las cuestiones de orden cuantitativo, bien puede ser porque el análisis al que se somete a las mismas esté en realidad manifiestamente equivocado esto es, requiera de una supervisión cualitativa.

Traídos a semejante tesitura puede resultar hasta sencillo comprender que, en un país como el nuestro, en el que la táctica de la deserción del arado ha tenido no ya solo adeptos, sino auténticos maestros algunos de los cuales fuman hoy incluso en pipa; se pueda, incluso se deba insisto, justificar que determinados antaño ¿cómo era....? ¿Desgarramantas? Presidan hoy por hoy, por ejemplo, Diputaciones Provinciales cuando habrían de estar inhabilitados incluso para ejercer como presidentes de una comunidad de propietarios si en ésta convergen más de cinco propietarios.

Pero sin llegar a tales extremos, no tanto porque no se deba o se pueda, como sí más bien porque tan solo con ésos siguen sin cuadrarme las cuentas; lo cierto es que cediendo una vez más a las tentaciones del álgebra, habremos necesariamente de buscar en otro sitio los sufragios que se tradujeron en la que ya se conoce en todos los  sitios como manifestación democrática del Pueblo, también conocido en ocasiones como “mayoría silenciosa” la cual, sin que para ello quepa menor duda, habilita hasta para gobernar en su contra; amparado semejante hecho en la constatación evidente de que el ciudadano, una vez abandona su condición de “elector potencial”, recupera aquélla que según el político condiciona su verdadero yo, y que inexcusablemente se traduce en ser incapaz de saber ni tan siquiera qué es aquello que más le beneficia.

Alcanzada tal postura, constatamos no ya que lo que se ha roto es, efectivamente el Estado de Derecho, cuya debilidad dicho sea de paso no hace sino demostrar una vez más la fragilidad de la falacia de la que de manera más o menos consciente todos formamos parte; sino que otro de los cánones que ha sido demolido en el tránsito de la mudanza ha sido el Estado del Bienestar, al representar éste el ejemplo magnífico de lo que podríamos denominar “cerrado por reforma”.

Se traduce este proceso, en la lenta a la par que inexorable, desaparición de la clase media. Identificamos como parte de la miscelánea que a priori vendría a conformar tal estamento, a los nuevos burgueses, y que van, como en tantos otros casos representativos de la Historia de España, repitiendo un proceso que ya en la crisis del XVII identificaba a los valdíos que abandonaban las tierras del señor, buscando en las ciudades un futuro ciertamente incierto, aunque previsiblemente mejor, enrolándose en los talleres de la incipiente industrialización que en los burgos comenzaba a aflorar.
Y exactamente igual a como pasaba en aquellos tiempos, algunos no solo perseveraban, sino que incluso hacían fortuna, logrando al menos de cara a los demás, superar su lamentable cuando no funesto pasado.
Pero sucede hoy igual que entonces, el aroma que deja la miseria se pega, se introduce en cada intersticio, y pasa a formar parte de cada comisura, hasta el punto de que se funda con nuestra realidad, con la que nos es más propia, aquélla que nos acompaña a solas en nuestra soledad cada noche, en ese momento que unos dedican a sus oraciones, y que otros usamos para recapitular.

Y ahora como entonces, se hace imperioso tomar medidas. En otros tiempos, el matrimonio venía a salvar el problema. Una buena dote apaciguaba el ánimo de cualquier padre perteneciente a la condición de los hidalgos pobres. Cierto es que para el pagador el sacrificio contenía el saber que él nunca vería acompañada su fortuna, con las pretensiones que regala un buen apellido. Pero igual de cierto es que su hija bien sería consorte, y que llegados a sus nietos, nadie osaría cuestionar el origen de otra sin duda Familia de Rancia Nobleza, cuya nobleza sin duda se hunde en lo más profundo de las raíces de aquello que compone lo que un día se dio en llamar Los Grandes de España.

Hoy en día resulta más sencillo. Es suficiente con haber sustituido la pareja de bueyes  por digamos, un puesto en una portería, por ejemplo de un banco, que incluía llevar el café al director de la sucursal. Transcurridos algunos años nuestros hijos habrán olvidado lo que es tener tierra entre las uñas, para pasar a estudiar en un privado concertado, y por supuesto disfrutar de quince días en un Erasmus. Nosotros, por supuesto, habremos alcanzado el derecho a tener dos coches en la puerta, y el colmo de disfrutar de treinta días de vacaciones pagadas las cuales usaremos para ir a ver el cementerio de Lisboa, no porque nos llame la atención, sino sencillamente porque así podremos decir que, efectivamente, hemos salido al extranjero.

Y sí, para finalizar, ¿qué nos falta? Obviamente poder decir que sí, nosotros también votamos al Partido Popular.



Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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