martes, 26 de mayo de 2015

DE LA INCOMUNICACIÓN A LA ESTULTICIA, PASANDO POR UNA DERROTA ELECTORAL.

Dejados una vez pasar las cuarenta y ocho si no de rigor, sí tal y como ha quedado demostrado, lo suficientemente adecuadas para justificar el silencio propio sobre todo cuando la hemorragia verbal de los demás convierte no en necesario sino en imprescindible el desear disfrutar de la carantoña que a menudo te regala el silencio; es cuando puedo verdaderamente empezar no tanto a relatar lo que opino, como sí más bien a referir lo que pienso una vez he escuchado lo que opinan los otros.
Porque si a estas horas de algo estoy absolutamente seguro, es de que al contrario de lo promovido por los místicos de la diplomacia, no solo es necesario que existan los otros, sino que a estas alturas la higiene social convierte en imponderable el hecho de que resulte absolutamente sencillo no tanto el diferenciarlos, como si más bien el identificarlos. Porque lejos en mi ánimo de caer en la superficialidad propia del establecimiento de etiquetas, lo cierto es que a estas alturas, después d escuchar en educado silencio y con absoluto respeto tanto a los unos, como a los otros, lo único que tengo claro es que por primera vez en mi vida (reconociendo que me encuentro en el límite de los que según Albert RIVERA podemos optar a ejercer en Política sin complejos), tengo miedo. Tanto que considero imprescindible no ya el lanzarme a relatar mis pensamientos, como el hacerlo veinticuatro horas antes de lo que tengo por costumbre hacerlo, al menos en este medio.
Sí, tengo miedo. Y lo tengo no tanto por lo que oigo, no tanto por lo que veo. Lo tengo por lo que intuyo. Y digo por lo que intuyo, porque apelando una vez más a esa distancia conceptual que reconocido sin el menor trauma me aleja de muchos, lo cierto es que el escuchar determinados discursos, el comprender determinadas reacciones en la mayoría de los casos proferidas por los que aún pensando de manera radicalmente opuesta, las circunstancias hasta el momento les han permitido aletargar sus impulsos, lo cierto es que hoy parecen decididos a actuar.
Escucho así a avezados profesionales de la Comunicación, algunos de los cuales se han sumergido, hay que reconocerlo, en el pozo sin fondo de la Opinión sin medida, esto es, dada aunque nadie la haya pedido; y encuentro en los relatos que van conformando las mimbres de las tales opiniones el poso rancio de un discurso que más allá de, valga la redundancia, opinión, no viene sino a converger en los preceptos propios del totalitarismo recalcitrante reconocible, ahora sí, en los documentos de la hemeroteca protagonizados por los que según el recurrente Sr RIVERA, lo cierto es que ya por triscar en tales épocas, parecen en realidad poco recomendados en pos de hacerlo ahora.
Opinadores del Apocalipsis que ahora sí, quién sabe si a la vista del para nada coyuntural cambio de rumbo que hemos experimentado, no dudan un instante en apuntarse a las teorías propugnadas por los que hasta el sábado integrábamos el Club de las Trompetas de Jericó. Un club cuya única característica de ingreso requiere tener el suficiente sentido común como para reconocer que hoy por hoy el voluntarismo que se encierra en la inocencia del Positivismo Social, hace recomendable amparar nuestros designios en algo más que en la certeza de que todo por sí mismo, pasará.

Opinadores a los que tal y como le ocurrió a Cristóbal COLÓN con sus tripulantes, les basta un mal role del viento para correr en desbandada gritando motín, una vez han comprobado que la concurrencia de circunstancias obvias, en este caso las que se materializan en el imponderable de comprobar que una vez superada la borda, no hay adónde ir; si bien a éstos les cabía la decencia de poder afirmar que eran aquéllos terrenos a la sazón inescrutables.
¿Estará ahí ciertamente el origen del problema? ¿Se resume el origen del miedo al hecho de que efectivamente entramos el aguas inescrutadas? ¿O se trata más bien, y aquí no cabe la acción balsámica de la prudencia; de un sencillo caso de cobardía manipuladora dispuesta para manipular tras tal prudencia lo que no es sino la iniquidad propia del ladino que nada guardando en este caso no su ropa, sino la que le ha arrebatado al aquél que nadando con él, no ha sido capaz de sobrevivir a la acción agotadora de la corriente?
Porque hete aquí que cuarenta y ocho horas han sido suficientes para arrebatar la careta a todos los que pese a engrosar la lista de partidos que necesitaban parecer demócratas sencillamente porque sus acciones o los de sus ancestros se empeñaban en contradecir tales parámetros; a todas aquellas personas que incluso a título de anécdota necesitaban lavarse con lejía cada vez que generalmente por necesidad de mantener las formas se veían obligados a intercambiar unos instantes con integrantes de la plebe, convenciéndose a sí mismos de que, efectivamente, la lejía es un buen desinfectante.
Mas por mucho que lo mentado hasta el momento pueda parecer pernicioso para unos, inadecuado para otros, y exagerado para un grupo (el conformado por los diplomáticos a los que arriba he hecho mención); lo cierto es que una vez transcurrido el minuto de sonrojo, algunos serán, al menos eso espero, los que me den algo de razón.
Y si lo dicho hasta el momento puede resultar aterrador, sobre todo a la hora de concitar las formas del escenario hacia el que sin necesidad de mucho especular parece nos dirigimos, qué decir si integramos dentro del mismo a los políticos.
Entes una vez amorfos, las menos indescifrables; lo cierto es que su hacer, o cabría decir la falta de la misma, parece ser lo que nos ha traído a este aquí, a este ahora. Porque si nos atrevemos a someter a un ligero análisis los planteamientos desde los que en los últimos meses unos y otros se han conducido, resultará complicado no pecar de manipulado si según los parámetros de lo que llamaríamos eufemismo MARHUENDA, nos empeñásemos en seguir escondiendo al cabeza bajo la tierra, olvidando que con todo, el culo se queda fuera, y lo que es peor, en una pose poco recomendable.
El Político, ese ente indescifrable que hasta ayer algunos a priori considerábamos destinaba su esfuerzo en pos de desplegar una batería de acciones encaminadas a promover el bien común, pero que tal y como ha quedado sobradamente certificado es hoy por hoy incapaz de garantizarse el bien propio (y no será por falta de entrenamiento para conseguirlo).
El Político, ese ente inconsistente que lejos de respetar el legado de los griegos, antecesores en la práctica de eso que ellos hoy desprestigian con su quehacer diario, hablo del ejercicio político en sí mismo, y que hace que los demás abandonemos la conducta beneficiosa para la Polis, convencidos en definitiva de que lo mejor es hacerse y parecerse a un Idiota.
El Político, ese ente que como un niño chico, corre despavorido presa de la agitación nerviosa que precede a la histeria una vez que el abandono de la zona de confort le expone al peor de sus miedos, a saber, el de tener que proceder a la adopción de decisiones en un escenario que incluye variables otrora desconocidas.
Porque definitivamente, de eso y de nada más que de eso se trata, del miedo inducido por la presencia de una serie de variables hasta este momento imponderables.
Porque no se trata tanto de la irrupción de PODEMOS, como sí más bien del hecho de aceptar que efectivamente, otra forma de hacer las cosas, incluso es Política, es posible. No solo posible, el tiempo demostrará que imprescindible. Pero en tanto que ese momento llega, estos neo-caciques que han hecho del hacer político no tanto su lema, cuando sí más bien su hábitat, no se van a quedar quietos mirando viendo como los integrantes de la otrora chusma les arrebata sus prebendas.
No seré yo quien minusvalore la intensidad de esta crisis que se ha desatado el domingo a una mera constatación de desafecciones vinculadas a la pérdida de posición. El problema es mucho más grave, severo diría yo, y pasa inexorablemente por constatar que muchos de los que hasta ahora habían jurado dar su vida por el sostenimiento de un Sistema que entre todos no hemos dado, lo cierto es que para la mayoría de ellos no ya una crisis, ni la mera posibilidad de que la misma se manifestara, ha formado parte de los contenidos de sus sueños en digamos…¿treinta años?
Es por ello que precisamente ahora, cuando el ciudadano toma el control, y decide convertirse en protagonista de su propia vida, estos sepulcros encalados son incapaces de reconocer en tales actos el proceder no solo legítimo, yo diría que imprescindible, emprendido por quien se considera y actúa en virtud de ello, como un Verdadero Ciudadano.
Es tras la constatación de semejante hecho, cuando la magnitud del problema emerge en toda su realidad. Porque no es lo malo que los Políticos se comporten de manera irresponsable. La pregunta pasa por averiguar sin correr demasiados riesgos hasta dónde están dispuestos a llegar con tal de que los Ciudadanos no podamos ejercer nuestros derechos, una vez que ellos se han mostrado abiertamente inútiles para consagrarse de forma activa a tales funciones.
Por lo pronto, hoy alguno/a de ellos, ya se ha disparado en un pie.


Luis Jonás VEGAS VELASCO.

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